Nuestra comarca no podemos decir que sea montañosa,
pues aquí no hay montañas; y tampoco es, precisamente, una penillanura, ya que su relieve es bastante irregular coexistiendo el terreno llano, a veces
salpicado de pequeños montículos, con profundas depresiones del mismo, que nosotros conocemos como arribes, en
cuyo fondo discurren nuestros ríos: el padre Duero y sus hijos o afluentes Águeda, Huebra, Camaces (éste afluente del
Huebra), Uces y Tormes; sin olvidar tampoco un sinnúmero de arroyos y
riveras que desembocan en los ríos.
Si trazáramos un triángulo cuyos vértices
coincidieran con los pueblos de Vilvestre, Cerezal y Barrueco, en el terreno
delimitado por el mismo, formando parte de los términos municipales de los tres
lugares, se localizan unos montículos que constituyen uno de los paisajes más
característicos de la comarca, que conocemos como Los Tesos.
Los tesos principales son cuatro, se sitúan formando una cadena en dirección nordeste-suroeste, y sus nombres, siguiendo dirección norte sur, son Peña Horcada, Omamula, Espinazo de Cabra y El Carrascal.
Peña HorcadaEl nombre de los topónimos de cada lugar, que recibieron de los primeros pobladores, los segundos, los terceros…vaya usted a saber; muchas veces se basaba en alguna característica del terreno, algún accidente geográfico que hubiera por allí, vegetación predominante, animales que allí abundasen, algún manantial…
Si un sitio es conocido como Peña de la Tortuga, indudablemente, allí hay una peña que tiene mucha semejanza con este animal. Si otro lugar es conocido como La Tejeda, podemos estar seguros que allí hay, o hubo alguna vez, tejos (un tipo de árbol), y así sucesivamente.
Peña de la Tortuga Bueno, pues con estos tesos sucedió los mismo;
cuando nuestros antepasados los bautizaron, les pusieron unos nombres que
resultan muy descriptivos y que les vienen como "anillo al dedo" a
todos ellos, como a continuación veremos:
El Carrascal
Es el teso que está más al sur. En el terreno próximo a este teso son abundantes los carrascos de encina. Aunque Barrueco pertenece a la comarca natural de La Ramajería, donde nuestro árbol totémico es el roble, en la zona suroeste del término, donde está situado este paraje, ya van apareciendo las encinas, árboles característicos del clima mediterráneo, propio de los vecinos pueblos de La Ribera del Duero.
Luego, si al sitio donde hay peras recibe el
nombre de peral, y donde hay melones es un melonar; ¿qué mejor nombre puede
recibir un lugar donde son abundantes los carrascos?
Espinazo de Cabra.
Es el siguiente
en dirección norte. Los
sucesivos crestones de piedra que lo forman, groseramente, recuerdan la columna
vertebral de un animal, en este caso, una cabra muy delgada a la que se le nota
toda la osamenta. Algunos, también lo conocen como Espinazo del Can, en este
caso el espinazo del pobre animal esquelético, sería un perro.
Un
dicho popular relacionado con la delgadez dice: “Pasar más hambre que el
perro del afilador, lo único caliente que tenía para llevarse a la boca eran las
chispas”.
No quiero ni pensar la que le caería hoy día a
un afilador que tuviese un perro muerto de hambre; si no acababa en la cárcel, se
libraría por los pelos y, por supuesto, si se diera el caso, sin posibilidad de
indulto (en este país, los indultos no se
hicieron para afiladores con perros muy flacos, sino para los ……………. - te invito a que rellenes la línea
de puntos tú mismo/a-).
Omamula.
El nombre originario de este teso fue,
seguramente, "Loma de la Mula" y, con el tiempo, derivó a su actual
nombre de "Omamula", más corto y fácil de decir. Loma de Mula
(Omamula) resulta muy adecuado, como nombre, para este teso pues, si nos
fijamos en su morfología, podemos ver que guarda bastante parecido con el lomo
de una mula, en este caso, muy bien alimentada a la que no se le nota hueso
alguno.
La suavidad de sus laderas, si las comparamos
con los demás tesos, permitía, antiguamente, aprovechar parte del terreno para
cultivos de secano; generalmente, cebada o centeno.
Peñahorcada.
El más septentrional de los cuatro tesos, lo forman dos grandes rocas que dejan en medio una hondonada. Visto desde lejos, su figura rememora un horcón de heno.
Al horcón, también se le conoce como horca u horcada; luego, Peña Horcada, como
podéis ver, es también un nombre muy descriptivo del paraje al que da nombre,
como ocurre con los otros tesos.
También es el teso más humanizado, ya que en
la cima del mismo se encuentran repetidores de telefonía móvil y una torre de
observación para la prevención de incendios.
En el
lado oeste del teso, hay una cueva con su correspondiente leyenda; en este caso leyendas, pues son dos.
La
fascinación que ofrecen las cuevas, suele ir asociada al misterio que supone
adentrarse en las entrañas de la tierra, envueltos en la oscuridad, donde
la imaginación del explorador puede ser ilimitada, pero el hecho de que esta
cueva sea pequeña, escasamente alcanza los dos metros profundidad, impide
que podamos tomarnos demasiado en serio las leyendas que se le adjudican.
La primera de las leyendas, similar a las
cuevas de otros lugares, es la que afirma que en su interior hay un tesoro
escondido.
Aprovechando sus pequeñas dimensiones,
confieso que yo un día lo busqué con sumo interés - la posibilidad de encontrar un tesoro no la tiene uno todos los días-.
Entré en la cueva con una buena linterna, miré el suelo, techo, paredes
laterales, el fondo de la misma y no encontré nada de valor.
Como no hallé el tesoro, si realmente existe,
ahí sigue, en la cueva, esperando desde tiempo inmemorial, a que alguien lo
descubra.
La leyenda dice que la cueva de Peña Horcada,
comunica con la Cueva del Toral, que está en el Huebra. Por lo tanto, si los
cálculos no me fallan, la comunicación subterránea entre ambas, discurriría a
través de un pasadizo de unos 6 -7 km en línea recta.
Cuando uno entra en la cueva del Toral, se
halla en un lugar mágico donde te lo puedes creer todo; en cambio, la cueva de
Peña Horcada es otra cosa. Si entras en
ella muy decidido y con poco cuidado, estás expuesto a darte, rápidamente, un
cabezazo en el fondo de la misma y esto te servirá para sacar dos conclusiones:
que la leyenda es falsa, ya que no comunica con nada, y que la piedra está muy
dura.
Aún hay una tercera leyenda asociada al Teso
de Peña Horcada; en este caso, relacionada con la morfología del propio teso y,
al contrario que las anteriores, hasta ahora nadie ha logrado aún desmitificarla
; gracias a ello, podemos seguir diciendo que Peña Horcada es un teso de leyenda.
Si preguntáramos a un geólogo cómo se
formaron los tesos, supongo que nos lo explicaría con mucho detalle echando
mano de la geomorfología (una rama
de la geología), diciéndonos que la formación del relieve terrestre
obedece a procesos geológicos que comenzaron hace millones de años, y que esto no es un proceso
estable sino dinámico, aunque no lo notemos, debido a la acción conjunta
del viento, el agua y los seres vivos (hombre, animales y plantas), que moldean
y transforman poco a poco el terreno, y después empezaría a hablar de
plegamientos terrestres en el interior de la tierra, volcanes y terremotos.
A estas alturas de la explicación, seguramente,
ya estaríamos un poco perdidos y quizá hasta dispuestos a invitarle a que dejara
la explicación, pues el geólogo aún podría seguir durante horas aclarándonos la
pregunta.
Nuestros antepasados, en cambio, lo explicaban de una forma más sencilla y amena echando mano de una leyenda. Ellos, afirmaban que la estructura del Teso de Peña Horcada (las dos moles de piedra separadas por una gran hendidura) es obra de un gigante.
Antes de que los humanos poblaran la Tierra,
en ella sólo había dioses y gigantes. Los primeros vivían como tales; según la
mitología griega, se lo pasaban muy bien: comían, bebían, retozaban los unos
con las otras, los otros con los otros, las otras con las otras… y no
trabajaban -para eso eran dioses-; en
cambio, los gigantes, eran muy parecidos a los humanos.
No preguntéis qué comían los gigantes, donde
compraban la ropa, ni qué marca de cerveza bebían, porque no lo sabemos; lo único
que conocemos de ellos es que eran enormes, tenían una fuerza descomunal y,
mira si serían parecidos a los humanos, que tenían que trabajar siendo los encargados
de realizar las tareas que les encomendaban los dioses (vendrían a ser los
pringaos de turno).
Por lo visto, un dios de los de entonces, pasó por aquí, debía ser era algo caprichoso, y decidió construir un campo de golf en lo que hoy es nuestra comarca – y eso que aún no se había inventado este deporte- encomendando a un gigante que fuera allanando el terreno.
Éste, supongo que renegaría lo suyo ya que,
como entonces no había maquinaria pesada, los trabajos se hacían a mano y, por
muy forzudo que fuera, eso de allanar todo el terreno a pico y pala y, encima
como único operario, no debió gustarle demasiado. Pero bueno, era cumplidor y
un día, por la mañana temprano, se dispuso a allanar el terreno, empezando por el Teso
de Peña Horcada.
Este teso, originalmente, estaba formado por
una piedra colosal de un solo cuerpo. El gigante picapedrero apareció con un
pico y una pala enormes, acordes a su tamaño; dejó la pala en el suelo, cogió
el pico con fuerza, dio un primer golpe en la mitad del teso y rompió aquella
enorme piedra por la mitad, quedando una hendidura en medio, tal como lo vemos
ahora, dando por concluido su trabajo.
Hoy día, aún sigue especulándose por qué el
gigante, tras el primer golpe, no continuó realizando su labor, cargándose
este teso y el resto de los tesos, para allanar el terreno, ya que ese era el
proyecto original.
La teoría más aceptada es que, con el primer
y único golpe que dio, debió romperse el mango del pico, volvió a Grecia a
reponerlo, ya que era originario de allí, se entretuvo en el camino, y nunca
más volvió, siendo este el motivo de que la obra quedara inconclusa.
Con sus 837 metros sobre el nivel del mar,
representa la cima más alta de la comarca pudiéndose contemplar desde allí, a
ambos lados del teso, un imponente paisaje que comprende varios pueblos, tanto de la comarca como de Portugal, los Arribes del Duero y
del Huebra, la Sierra de San Jorge más allá del Huebra, entre Cerralbo y Olmedo. La Peña de Francia, a lo lejos, también es posible verla en los días claros, y, ya próximo, a nuestros pies, el paisaje comarcano tan característico a base de
robles, piornos, tomillos, escobas, encinas, viñedos, almendros, olivos...Los
sembrados, los valles...
Yo, cada vez que estoy allí arriba, en el teso, siempre pienso lo mismo: Fue una suerte que el gigante dejara el trabajo inacabado.
Gracias una vez más por tan interesantes e ilustrativos relatos . Con el afecto de Ángel
ResponderEliminarHola Ángel. Me alegro que te guste. A veces estos relatos son recuerdos d e la niñez que, por decirlo de algún modo, uno los digiere de adulto. Un saludo.
EliminarSaludos
ResponderEliminar-Manolo-
Hola Manolo. Hoy tocaba hablar de un paraje comarcal muy conocido con sus leyendas incluidas. A menudo entro en tu página y veo que sigues infatigable haciendo un enorme trabajo tomando muestra gráfica de todo lo que ocurre en tu pueblo. Un saludo
EliminarEstuve el mes pasado en Peña Horcada, disfrutanto del panorama que desde allí se disfruta.
ResponderEliminarYo he estado varias veces, la última creo que ha sido la primavera de este año
EliminarEl paisaje es espectacular Menos mal que no volvió el gigante ¿verdad? Un saludo.