domingo, 26 de noviembre de 2023

Mitos, leyendas y algunas realidades en torno a los sapos

 


  En los pueblos, casi todo el mundo tiene unos hábitos de vida y una trayectoria personal y profesional bastante similares, pero siempre hay excepciones; algunas personas escapan a esos cánones como  sucedía con Casiano, que era todo un personaje.

   Había nacido, vivía en el pueblo desde niño y afirmaba que aquel era el mejor sitio del mundo para vivir; había estado dos años en la emigración, trabajando en Suiza, como tantos otros españoles de entonces, para mejorar un poco su economía domestica, de donde guardaba un buen recuerdo; él decía:

 -Allí trabajaba mucho, me pagaban bien y de eso se trataba

   También afirmaba que es muy bueno viajar porque, además de conocer nuevos paisajes, gentes y costumbres, le sirve a uno a apreciar más su propia tierra, como le había ocurrido a él.

  Una vez que regresó al pueblo, continuó trabajando en lo que siempre había hecho, en el campo; y era razonablemente feliz.

    Mark Twain, decía que “Si un hombre ha nacido con un carácter no dotado para la felicidad, nada puede hacerle feliz. Pero si ha nacido para ser feliz, nada le puede hacer desgraciado”, y Casiano había nacido para lo segundo, para ser feliz.

   Era muy vitalista, siempre estaba de buen humor, era muy amigo de bromear; leía mucho, era muy observador y sabía historias de todo tipo.

   Otra de sus cualidades más destacables, es que era agnóstico; algo que resultaba especialmente extraño en él, ya que había estado varios años en el seminario para ser ordenado sacerdote; sin embargo, un día lo abandonó convencido de que aquella había sido la mejor decisión que había tomado a lo largo de su vida.

   Alegaba que, según las Sagradas Escrituras, las criaturas humanas creadas por Dios habían sido un hombre y una mujer que vivían en el Paraíso y allí no había curas, estos ya habían sido una idea muy posterior de los hombres y no del Creador. Su razonamiento era que, si pretendía vivir como en el Paraíso, lo que necesitaba era simplemente encontrar una mujer aunque no se llamara Eva habiendo sido ese el motivo principal para abandonar el seminario.

    Casiano se declaraba oficialmente agnóstico; creía en  Dios, pero a su modo; opinaba que la relación del hombre con el Creador debía ser personal sin intermediarios (se refería a curas, frailes, obispos…) y que esa forma de pensar debía agradecerla, precisamente, a su paso por el seminario –aunque él decía a los conocidos que lo había abandonado voluntariamente, tengo serias dudas de que en realidad no le hubieran expulsado de allí por sus ideas-

 Bueno…pues este era el personaje que yo había elegido para que me contase las leyendas y supersticiones en torno a los sapos; precisamente, una persona que, aunque las conocía porque en su día se las habían contado a él, no creía en milagros, supersticiones, leyendas ni nada que se le pareciese.

   Habíamos quedado una tarde en mi casa para mantener una entrevista, y quien comenzó a hablar del  tema fue él:

   -  Mira, respecto a los sapos, la tradición popular es abundantísima y muy variopinta; de ellos se cuentan muchas cosas, buenas y malas; en unas aparecen como benefactores y en otras como bichos del diablo, pero todo esto carece de fundamento alguno, es producto de la superstición. Hay cuentos, leyendas, chistes…de todo. ¿Por donde quieres que empecemos?

    Estábamos sentados los dos en una mesa sobre la que había un cuaderno mío para tomar notas, dos vasos, y una botella de vino, ya que había prometido obsequiar a Casiano con él por dedicarme su tiempo y un plato con unas buenas lascas de jamón de la matanza, lo de hacer finas lonchas, casi transparentes, con el jamón, aún no estaba en boga.

  - Empieza por los cuentos –sugerí, echando vino en los vasos.


 Probó un poco, le gustó, volvió a tomar algo más y empezó a contar:

 - Ahora mismo solo me acuerdo de uno. Este, me lo contó mi padre más de una vez y siempre en la misma situación…cuando llovía...aumentaba el caudal de los regatos...y teníamos que rodear y buscar algún pontón o pontonera para cruzarlos. En realidad es una fábula.

    Un día la sapa se puso de parto y mandó al sapo que fuese raudo a buscar a la comadrona…a la de los sapos, claro.

   Había llovido bastante los días previos, tenía que cruzar un regato y como había aumentado mucho el caudal, para evitar que le llevase la corriente, en vez de buscar un puente permaneció en la orilla esperando a que bajara el nivel del agua; pasó un día…pasó otro…y otro…y otro,  y por fin, al quinto día se dijo a sí mismo –Me dijo la sapa que me diera prisa y no quiero defraudarla.

  Así que muy decidido, se tiró al agua con intención de cruzar el regato, pero no sabía nadar y se fue al hondón.

  Cuando se vio allí pensó: ¡Estas cosas me pasan por precipitarme e ir tan deprisa!

 Reímos los dos tras contarme el desenlace, Casiano volvió a tomar un sorbo de vino y comentó:

  - Este vino está muy bueno, ¿de donde ha salido? ¿lo habéis comprado en alguna bodega?

 - Es casero, lo compré en Vilvestre; era el que tenía el dueño del bar; me gustó y le convencí para que le vendiera una botella…es 100% natural.

 - Se nota…está muy bueno: “El vino alegra el corazón de los hombres” – siguió diciendo Casiano, a quien el vino de ese pueblo estaba empezando a inspirarle.

   Yo sabía, por experiencia, que cuando estaba contento, empezaba a alabar al vino y a la vida,  incluso le invadía una vena poética y a veces recitaba ripios y  poemas de un gusto  a veces solo regular.

 - ¿Eso quien lo dice, el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento? -bromeé,  aprovechando sus antecedentes de seminarista.

 - Esto ocurre desde siempre, seguro que viene en el  Antiguo…no lo dudes.

   Respecto a la fealdad de los sapos –continué hablando yo-  ahí hay poca leyenda ¿no te parece?

 - ¿Por qué dices eso?, respondió. Aquí es donde más leyenda podemos encontrar.

    La belleza y fealdad está en los ojos de quien la ve…y si no, fíjate en el arte abstracto. Lo que para unos es un cuadro maravilloso, para otros son cuatro garabatos mal dados.

   Lo que es bello para mí, puede no serlo para ti y viceversa; hay un refrán al respecto que dice: “El sapo a la sapa la tiene por guapa”; también hay mujeres que cuando hablan del marido dicen irónicamente: “mi sapito bonito” y el pobre no sabe si, realmente, le esta alabando o insultando.

  El sapo es el prototipo de la fealdad... lo contrapuesto a la belleza; de hecho, el eje central en muchos cuentos y narraciones, es la metamorfosis de un humano muy guapo en sapo y viceversa.

  Lo del príncipe joven y apuesto que por la maldición de un hada o bruja se convierte en sapo, es puro ensañamiento con estos animales; es una forma de señalarle como el más feo de los feos. Puestos a buscar un animal feo que fuera la contraposición de la belleza, ¿a que animal buscaron?... al pobre sapo ¡qué otro podía ser si no!

  Supongo que también habrá bellísimas princesas convertidas en los sapos hembras; aunque no sé si llamarlas sapas por eso de la igualdad.

 Al final, esos cuentos acaban siempre igual, llega un chico o chica que besa al príncipe o a la princesa  cuando están hechizados –hace falta valor para besar a un sapo- vuelven a ser nuevamente guapísimos príncipes o princesas y como recompensa por haber tenido cojones para besarlo, cuando eran sapos, se casan con quien los desencantó, viven felices comiendo perdices y supongo que algún langostino que otro.

 - ¿Qué opinas del hecho de que son bichos de las brujas y del diablo? –seguí preguntando.

 - Eso también tiene relación con la fealdad. Se dice que Dios, en su infinita bondad, creó todo lo que existe y que todo lo que creó fue bello ¡cómo va a hacer Dios cosas feas! "Para ese viaje no hacían  falta alforjas”; “Pa” ponerme a hacer cosa feas, no las hago, debió pensar.

   Pero no me negarás que hay cosas feas; por lo tanto, si Dios hizo lo bonito, ¿quién creó lo feo…? Pues quien iba a ser…el Diablo; por eso se dice que los sapos, como los murciélagos, son creaciones del diablo y de paso animales de compañía de las brujas. Unos por feos y los otros por raros, ya ves estos últimos: son mamíferos... vuelan... y solo lo hacen de noche. 

 - ¿ Eso os lo enseñaron en el seminario ?

 - No, en el seminario le enseñan a a uno a ser buen cristiano, gente que a menudo no lo es…esa es otra de las razones por las que me salí de él, aunque allí nos hablaban de muchas cosas, nunca lo hicieron de  sapos ni murciélagos.

   Tuve en Suiza un compañero de trabajo que era muy feo, pero feo…feo…feo. Si te cruzabas de noche en la calle con él, hasta tenías pesadillas.

 - ¿Y también era una creación del diablo? –pregunte, a sabiendas que Casiano esperaba esa pregunta.

 - No, era hijo de un hombre y una mujer, pero debió haber una confusión en el parto; cuando lo parió la madre, era  tan feo, que la comadrona se desconcertó, tiró el niño y le dio a la madre la placenta. Fue al día siguiente cuando se dieron cuenta del error, y lo buscaron y recuperaron. 

  Aquella era una más de las gracias a las que tan aficionado era Casiano

 - No nos desviemos de los sapos. Bebe un poco anda –dije, mientras rellenaba su vaso que ya estaba vacío, algo que agradeció cogiéndolo inmediatamente y bebiendo otro sorbo.

   - Este vino es divino…y eso que no está bendecido.

 -   Bebí yo también y confirmé su opinión:

 -  Totalmente de acuerdo…está muy bueno;  como está divino, esto sí que no es obra del diablo.

 - ¡De ningún modo! Esto solo puede ser obra del Creador “El vino es la forma que tiene Dios de decirnos que nos quiere”, eso lo decía B. Franklin –aclaró Casiano-

 - ¿Pero tu no eras ateo? –le recordé.

 - Por supuesto, “Yo soy ateo, gracias a Dios” –comenzó a reír tras decir esto-  Eso decía Luis Buñuel -continuó diciendo- pero soy un mal ateo, sabrás que hay ateos convencidos que  lo son al ciento por ciento,  y otros que solo lo somos a tiempo parcial.

   Cuando el vino es malo... ahí si soy ateo; pero si es tan bueno como este, si hace falta, estoy dispuesto a creer que es obra del Sumo Hacedor.

 - A alguno, por menos, lo quemaron en la hoguera hace siglos –bromeé- Volvamos a los sapos

   A medida que iba aumentando la cantidad de vino que Casiano degustaba, se desviaba cada vez más del tema de los sapos, y aún había algunos puntos que quería que me aclarara.

 - El otro día cuando hablabas con Celso oí que te decía que algunos tanques eran el alma de algunas personas y eso me resultó muy extraño ¿Qué opina un ateo como tú de esas cosas?

   Casiano tras reírse un poco - el vino le había sentado muy bien y estaba casi eufórico - me explicó que antes mucha gente pensaba que, como la morada de los sapos está bajo tierra, y a los muertos se les entierra, esta estrecha vecindad era la responsable de que hubiera, surgido en el imaginario popular esa relación.

   Antiguamente, se pensaba que el cielo era un lugar físico que  estaba arriba, sobre nosotros, encima de la atmósfera; en cambio,  el infierno era subterráneo, en el centro de la tierra, pero nadie sabía situar el purgatorio . Como ves, antes todo esto se percibía de un modo muy simple...muy infantil - explicaba Casiano.

  Cuando las almas de las personas fallecidas, iban al cielo o al infierno, lo hacían sin escalas y sin intermediarios, porque esos destinos estaban claros.

  Lo que no quedaba tan claro era el asunto del purgatorio, y ahí es donde entraban a formar parte los sapos. Se decía que las almas que iban al purgatorio no llegaban directamente hasta allí, sino que eran transportadas por los sapos.

  No es que estos las llevaran hasta el purgatorio; ellos, simplemente, las llevaban hasta un lugar sagrado, una iglesia o ermita y de allí ya podían llegar ellas solas al purgatorio. Hay que aclarar que las almas no se transformaban en sapos, estos solo las transportaban,

  Por eso se dice que, si alguien ve un sapo, especialmente en un cementerio o cerca de él, deambulando, se debe tener especial cuidado en no matarlo porque en su cuerpo puede llevar el alma de una persona fallecida.

  Si te cargas un sapo corres un riesgo: el alma que lleva se queda tirada, sin poder alcanzar el purgatorio, entonces, permanece pululando por la tierra y se te presenta cualquier noche a pedirte explicaciones de porqué te cargaste el sapo.

 - Entonces crees que los sapos puedan transportar el alma de algunas personas - pregunte yo a sabiendas de la respuesta que iba a recibir por parte de Casiano.

 - ¿¡Yo…creer esas cosas!?  ¡No creo en otras cosas más fáciles de creer, y pretendes que crea en eso!

  Bastante jodidas están las personas cuando están a punto de diñarlas, para encima pensar que una vez que han estirado la pata, su alma va a viajar en un sapo. Ese no es el descanso eterno, esa es una putada.

 - Tienes razón –afirmé- Vamos a dejar a las almas tranquilas y dejemos que ellas sigan su camino, los sapos el suyo y nosotros el nuestro.

-  ¿Qué hay de los sapos y la lluvia? He oído que llaman a la lluvia y a veces no solo eso, sino que, hasta llueven sapos; lo que no me explico es cómo  pueden subir hasta las nubes y mantenerse allí, si tenemos en cuenta que las nubes son vapor de agua y no pueden aguantar peso alguno.

- Tu mismo estas diciendo que eso es algo imposible. Las nubes ni siquiera son vapor de agua, sino masas de aire con gotas muy pequeñas de agua o minúsculos cristales de hielo que no soportan peso alguno, así que los sapos, ni viajan en las nubes ni puede haber lluvia de sapos

  Lo que sucede es que, como solo salen de noche y durante el día están bajo la tierra en sus agujeros,  cuando llueve a veces salen al exterior aunque sea de día;  si se juntan muchos en un corto espacio de terreno, nadie se explica de donde puede haber aparecido de repente tanto bicho, y como aparecen con la lluvia, lo más lógico era pensar que habían caído del cielo, de las nubes.

  Otra leyenda que acababa de fastidiarme Casiano, aunque pensándolo bien, si los sapos cayesen de las nubes supongo que el impacto contra el suelo ocasionaría que la mayoría no sobreviviesen al golpe, así que mejor para ellos que no caigan de las nubes y nazcan en la charcas.

  Llevábamos cerca de dos horas hablando, la botella estaba casi vacía y la cantidad de jamón había disminuido en el plato  considerablemente; en cuanto a los vasos bebidos, Casiano me ganaba por goleada, respecto al jamón estábamos mas empatados y decidí que había que llegar  al final, tanto de la botella como de la charla.

 - ¿Te echo un poco más y acabamos la botella? Solo hay para uno y yo ya no quiero

 - Eso ni se pregunta…tú echa ¿es la única botella que compraste? 

 - Sí, solo traje una.

 - Pues ya puedes ir  a por otra porque ésta ya ves como ha quedado "requiescat in pace" ¿Sabes lo que decíamos en el seminario del vino?

 - No, dímelo

 - Al agua la bendicen, al vino lo consagran, así que puestos a elegir… También hay otra: “Bienaventurados  sean los borrachos porque ven a Dios dos veces”

   Reímos los dos y llegué a la conclusión que había llegado la hora de concluir el asunto de los sapos, estaba visto que Casiano estaba más interesado en comentar las excelencias del vino que hablar estos bichos.

  - Ya para acabar –dije - también he oído que si encuentras un sapo en su escondrijo, bajo tierra, allí mismo, a veces hay un tesoro y el animal lo está custodiando.

  El problema que veo es que hay muchas variedades de sapos y pocos tesoros. Tienen alguna  característica especial tienen estos “sapos guardatesoros” ¿Sabes algo de ello?.

 - Ahí me has pillado -respondió él- es la primera vez que lo oigo...no tenía ni idea de ese particular. Tesoros claro que hay...y muchos, pero no los busques bajo tierra, además, para encontrarlos no necesitas sapo alguno.

   Todos tenemos un tesoro cercano pero hay que saber reconocerlo y no es el tipo de tesoro que piensa la gente; me refiero a la novia /o, esposa / o, hijos, padres, hermanos…a la familia, ese es el auténtico tesoro que tenemos y, por supuesto, también están los amigos "quien tiene un amigo...un verdadero amigo, tiene un tesoro".

 Al oírle esto último no pude menos que sonreír recordando algo que leí una vez en un bar; era un pequeño cartel con una tabla para medir el nivel de borrachera que constaba de seis niveles:

 

                  1º) Facilidad de palabra,

      2º) Exaltación de la amistad,

      3º) Cantos regionales,

      4º) Tuteo a la autoridad,

      5º) Insultos al clero,

      6º) Delirium Tremens.  

   Nosotros habíamos sido moderados; después de todo, tan solo estábamos en el segundo nivel.