domingo, 23 de abril de 2023

¿Saya o saia?



   Hasta la segunda mitad del siglo XX, la religiosidad en España era un fenómeno profundamente arraigado en la sociedad, lo cual no debe extrañarnos lo más mínimo si consideramos que, durante siglos, para la gente, siempre había sido la providencia quien había regulado y guiado sus vidas. 

   Los matrimonios tenían los hijos que Dios les concedía; la gente enfermaba y sanaba porque Dios lo disponía; si alguien moría, también era por voluntad del Creador; cuando había sequía, se hacían rogativas al Ser Supremo para que lloviera; las chicas pedían un novio a San Antonio; los toreros se encomendaban a multitud de cristos y vírgenes antes de salir al ruedo para no tener percances…Aún podríamos seguir nombrando un sinfín de ejemplos, pero hoy voy a centrarme exclusivamente en la salud y el dinero –el amor, aunque también es muy importante, queda pendiente para otro día-. 

  Un psiquiatra norteamericano, de origen húngaro, Thomas Szasz, decía: “Antiguamente, cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia con la medicina; ahora, cuando la ciencia es fuerte y la religión débil, toma la medicina por magia” 
  Esto, explicado en términos menos técnicos, significa que, hasta la segunda mitad del siglo pasado, la ciencia (la medicina) desafortunadamente, aún era poco eficaz para tratar muchas enfermedades; esta situación, por suerte, ha mejorado considerablemente y, actualmente, la medicina ha avanzado bastante (la ciencia hoy es fuerte) siendo posible tratar eficazmente muchas patologías, que antes carecían de un tratamiento eficaz. 

  Pero antes, cuando la “ciencia aún era débil”, la gente, con frecuencia, pretendía recuperar la salud dirigiéndose a Dios a través de algún cristo, virgen o santo, para que este, en su infinita bondad, como dice la gente religiosa, le restituyese la salud perdida; de todos modos, cuando venían mal dadas, y las enfermedades eran incurables, tal como sucede ahora, “no te salvaba ni Dios”, pero algo había que hacer y, como la esperanza es lo último que se pierde… 

  Dios, aunque esté en todos los lados, no lo vemos, y como mirar a la nada no nos ha gusta a los humanos -al menos a mí me sucede- esto explica que tanto nuestros abuelos, como nuestros padres y algún contemporáneo que otro, a la hora de pedir a Dios las cosas, lo hacían y hacen, dirigiéndose a Él través de alguna imagen de nuestras iglesia o ermitas. 

  Sobre este particular, hay que decir que, en nuestra comarca, había dos cristos muy milagreros, nuestro Cristo de las Mercedes, que si se llama así es, precisamente, por las mercedes o favores que concedía a quienes a él se dirigían, y el Nazareno de San Felices de los Gallegos. 
   
  Cuando existen dos figuras similares, sean del tipo que sean, cada una de ellas tiene sus partidarios y esto también ocurría con nuestros dos cristos, estando, en este caso, las preferencias, sobre el uno o el otro, determinadas, fundamentalmente, por la zona donde vivía cada uno de sus adeptos; es obvio que, en la margen derecha del Huebra, en nuestro lado, nuestro cristo ganaba en número de fieles; mientras que en el otro lado, en El Abadengo (Lumbrales y alrededores), quien se llevaba las preferencias, con diferencia, era el Nazareno de San Felices. 
  Lo bueno del asunto es que aquí ni hay, ni había, competencia o rivalidad de ningún tipo, como ocurre con otras cosas – cuando eres hincha del Real Madrid o del F. C. Barcelona, lo eres del uno o del otro, pero de los dos es imposible – Uno puede ser devoto de ambos cristos y asistir, además, a sus respectivas fiestas, ya que ambas de celebran en fechas diferentes. 
   
  El día 3 de mayo, se celebra la Cruz de Mayo o Invención de la Santa Cruz, conmemorándose,
Jesús Nazareno. San Felices
según la tradición, el hallazgo de la Cruz por Santa Elena; siendo ésta la fiesta dedicada al Nazareno de San Felices.

   El 14 de septiembre, se festeja la Cruz de Septiembre o Exaltación de la Cruz, fecha que recuerda la consagración de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén (año 335), siendo este día del año cuando celebramos la fiesta del Cristo de las Mercedes. 

  Como ser devoto de los dos cristos era y es perfectamente compatible, antes había mucha gente que no dudaba en acudir a ambas fiestas. 

   Ir de Barrueco al Cristo, es uno de los clásicos paseos que hacemos y apenas supone esfuerzo alguno ya que la ermita está cerca, menos de un km, y supone una agradable caminata que podemos hacer siguiendo varios trayectos. Podemos ir por Santana - Santana, Santa Ana, La Cruz de los Caídos y el antiguo cementerio son todo lo mismo, no olvidarlo -, o bien a través del valle Cardadal (o Cadadal), donde estaba La Alameda. 

 Hace muchos años, el ayuntamiento de aquel momento -hay que aclarar que el actual no tiene nada que ver con esto- decidió cortar los chopos del valle, supongo que para vender la madera -no creo que lo hicieran porque daban demasiada sombra en verano - y nos quedamos sin alameda. No critico que tomaran esa decisión, supongo que lo hicieron pensando en el bien del pueblo, pero podían haber plantado después otros chopos y hoy día podríamos seguir teniendo otra hermosa alameda, igual o mejor que la desaparecida. 

  Ir hasta San Felices, a la ermita del Nazareno, desde nuestro pueblo, si queremos hacerlo dando un paseo, ya es otra cosa. “Google maps” indica que hay 32,5 km, y que para hacer ese trayecto, caminando, se tardan 7 horas, en coche 31 minutos y en bici 1 hora y 52 minutos -si paramos ocho minutos para mear y descansar, ya tenemos las dos horas justas- 

   Lo que no dice Google, es cuanto se tarda en burro o en caballo, vehículos en los que, antes, mucha gente iba a la Fiesta de la Cruz del 3 de mayo de ese pueblo, cuando aún no había coches y las carreteras eran caminos. 

  La gente que iba a San Felices desde Barrueco, Saldeana, Villasbuenas, etc cruzaba el río por el puente Resbala y seguía, habitualmente, el camino hasta el cruce con la carretera C-517, Salamanca–La Fregeneda, tomando dirección a Lumbrales. 
   
   Una vez en la carretera comarcal, aproximadamente a medio km del cruce, en el lado izquierdo de la misma, existe un pequeño tramo de la antigua carretera, fuera de servicio, donde hay una fuente conocida como “Caño de Bebe y Vete”, porque al lado del caño existía una inscripción con ese mensaje, dirigido a quienes pasaban por allí y paraban a beber agua. 
   Visité el caño el verano pasado y como ocurre con tantas cosas de nuestra comarca, la fuente existe; obviamente, nadie se la ha llevado a otro lugar, pero el entorno estaba totalmente abandonado. 

   En relación con la fiesta de los dos cristos, existía una costumbre en nuestra comarca que tenía una conexión directa, nada y nada menos, con la siesta, ese deporte nacional que, al ser desconocido en muchos países, dudo mucho que pueda ser admitido alguna vez como deporte olímpico –llegado el caso, los españoles, ahí, nos llevaríamos todas las medallas, no me queda duda alguna- 
   Una vez un pensador dijo que “La siesta es la forma en que la naturaleza nos recuerda que la vida es grata”. Estoy seguro que se le ocurrió una tarde de verano al levantarse de una de ellas. 

  Volviendo a la siesta, nuestros antepasados decían que el período hábil para echársela, era aquel que transcurría desde “la Cruz de Mayo” hasta “la Cruz de Septiembre” habiendo mucha gente que respetaba escrupulosamente esta costumbre. 

  En esta vida, todo es a cambio de algo. Una persona trabaja a cambio de su salario; cuando vas a comprar algo, tienes que pagar su valor con dinero; para viajar en autobús, tren, barco o avión, es necesario pagar el billete…, pero no todo se resume a las cosas materiales. Así, cuando tienes novio/a  lo que hay es un intercambio de afectos -y otras cosas- pero es un intercambio, al fin y al cabo. 

  Esto, si lo trasladamos al campo de la religión, podemos ver que también ocurría con las peticiones que hacía la gente al Creador. Cuando una persona pedía algún bien a Dios a través de algún intermediario, ya fuera un santo, virgen o cristo, lo hacía a cambio de una promesa. 
  Una promesa, religiosa en este caso, es una petición que se hace a la divinidad comprometiéndose  a hacer algo a cambio. Un ejemplo muy simple de promesa, era la que hacían las madres cuando aún había servicio militar obligatorio -la famosa mili- Antes del sorteo de los quintos, en el que se determinaba el lugar donde cada uno era destinado, algunas le llevaban una vela al Cristo pidiéndole que su hijo obtuviera un buen destino. No era lo mismo acabar haciéndola en Cáceres, por poner un ejemplo, que en Ceuta o Melilla. 

   Las peticiones, y promesas correspondientes, eran de todo tipo; como pedir un buen trabajo, aprobar una oposición a guardia civil, policía, bombero o incluso a catedrático de universidad, etc. a cambio de ofrecer velas, acudir a novenas, encargar misas -pagándolas, evidentemente- . Eran promesas que suponían un mayor o menor coste económico para el interesado/a ; de modo que, cuando alguien andaba liado en alguno de estos menesteres, no dudaba en solicitar la ayuda del cielo, siendo acorde a la categoría de la petición, el alcance de la promesa que el interesado hacía. 
  Éstas últimas, no siempre se cumplían; unas veces era la providencia quien hacía oídos sordos a las peticiones, y otras eran los interesados quienes, a pesar de recibir el bien solicitado, incumplían lo prometido. 
  Aunque en la política esto es lo habitual, ya que muchos políticos hacen todo tipo de promesas antes de las elecciones y, una vez consiguen ser elegidos, se olvidan de todo; las promesas religiosas casi siempre se cumplían. 

  En ocasiones, la promesa era de tipo espiritual -vamos a llamarlo así-, consistiendo la misma en realizar algún esfuerzo o una acción externa significativa, estando relacionadas las peticiones, muchas veces, con algún problema de salud. 
  Si una persona o algún familiar próximo, como un hijo pequeño, tenían alguna enfermedad; era frecuente hacer una promesa, pidiendo ayuda al cielo, para recuperar la salud perdida. 

   En lo que respecta al Nazareno de San Felices, una de las promesas más comunes, que hacía la gente, era acudir a rezarle el día de su fiesta (el 3 de mayo), oír misa y/o rosario en la ermita y acompañar a la imagen en la procesión de su traslado a la iglesia. 
 La promesa podía consistir, simplemente, en acudir hasta ese pueblo, el día de su fiesta, en peregrinación; un año, dos, tres, cinco e incluso de por vida, dependiendo de los casos. 
  Algunos peregrinos iban caminando descalzos desde su pueblo hasta a la ermita y muchos portaban un escapulario, para que no le quedara duda a nadie de cuál era su destino. 
  También había personas que sólo iban descalzas durante la procesión. Otros, al llegar desde su pueblo a la ermita, se postraban de rodillas y se ponían a rezar durante mucho tiempo, sin cambiar de posición, a veces con los brazos extendidos en cruz -un sufrimiento o mortificación que visto desde los tiempos actuales no es fácil entender- 

  En ocasiones, las promesas eran exageradísimas llegando a extremos inimaginables. Siendo muy niño, una vez fui con mi familia, un 3 de mayo, a San Felices; nosotros fuimos en coche y la promesa que habían hecho mis padres, aquel año, era muy sencilla ya que consistía, simplemente, en ir a la fiesta del nazareno y acudir a los oficios religiosos.  
  Había mucha gente; la ermita estaba a rebosar; en la calle estábamos una multitud esperando la salida de la imagen para iniciar la procesión, en su bajada hasta la iglesia del pueblo, y una vez iniciado el
Ermita de Jesús Nazareno San Felices

recorrido, una mujer había hecho la promesa de hacerlo entero avanzando de rodillas; tras recorrer tan solo unos metros, empezaron a sangrarle ambas piernas y el cura, con muy buen criterio, detuvo la procesión y le impidió seguir. 
  Le dijo que ya era suficiente, que Dios había visto que había cumplido la promesa y que ya sólo tenía que rezar para hacerle sus peticiones. 

 Las mejores promesas, las más sinceras, eran aquellas que se hacían a nivel particular…un compromiso entre Dios y el interesado, sin que éste comunicara a los demás lo que pensaba hacer; de ahí que mucha gente no hiciera público el tipo de promesa que había hecho. 

  Una vez, en un pueblo, a comienzos del siglo pasado, había una joven pareja -a diferencia de ahora, entonces, todas las parejas, estaban compuesta por un hombre y una mujer y estaban casados por la iglesia, “como Dios mandaba”- y el 3 de mayo de aquel año fueron a San Felices, dirigiéndose a la ermita del Nazareno porque ella había hecho una promesa. 

  Aquí el asunto no tenía nada que ver con la salud, eran jóvenes y estaban muy sanos. El tema iba por otros derroteros; ella tenía un tío ya mayor, bastante rico, estaba soltero, no tenía hijos y ella había dicho al marido que tenía hecha una promesa al Nazareno para que su tío, en vez de repartir la herencia entre todos los sobrinos, se la diera solo a ella -como podemos ver, al pobre nazareno las peticiones que le llegaban, a veces, eran bastante pintorescas-

  El marido no la había tomado en serio, pensaba que tan solo era una excusa para ir a la Fiesta de San Felices, no dijo nada, y allí que se presentaron los dos. 

 Actualmente, cuando hay una fiesta religiosa, podemos ver que el vestuario de las mujeres es muy variado: vestidos de fiesta; trajes pantalón; ropa actual y no tan actual; faldas largas y cortas; a veces, incluso hay chicas con minifalda ante el disgusto de algunos curas –los que no somos curas, no nos disgustamos tanto- , pero, hasta mediados del siglo pasado, los vestidos de las mujeres, tanto para fiestas como para cualquier actividad eran más homogéneos ya que, sin excepción, todas vestían con saya, una falda larga de vuelo ancho, que cubría desde la cintura hasta los tobillos - no estaba bien visto que las mujeres usaran pantalones-. 
  Debajo de la saya llevaban, sobre todo en invierno, un refajo, otra falda gruesa, en este caso de paño más basto que servía para protegerse del frío; y algunas, aún, llevaban una tercera capa: unas enaguas: otra falda de tela lisa y más fina, que estaba en contacto con la piel; o pololos, aunque estos últimos eran muy poco usados. 
  Cada mujer vestía a su gusto igual que ahora, con/sin refajo; con/sin enaguas. 
  En cuanto a las bragas… pues bueno, ¿qué era eso?, preguntaban algunas, y es que muchas nunca las usaban. 
 Una vez oí a una mujer decir: ¡Que suerte tenéis los hombres, porque podéis mear de pie! 
 Le respondí que mi abuela sí lo hacía. Se subía un poco la saya para no mojarla y era capaz de hacerlo perfectamente. 

  Bueno, pues nuestra mujer, la que quería que el nazareno hiciera lo posible para que el tío la dejara como heredera universal, era de esa época; de cuando las mujeres vestían sayas que iban desde la cintura a los tobillos y, si se lo proponían, también meaban de pie. 

  Una vez que comenzó la procesión de traslado de la imagen del nazareno, desde su ermita a la iglesia del pueblo, comenzó a lloviznar y ella se disgustó mucho, ya que había ido a la peluquería el día anterior; pensó que la lluvia iba a estropearle el peinado y, para protegerlo, como aquel día iba con saya y enaguas, se le ocurrió subirse la saya por detrás, para proteger el cabello de la lluvia, con la intención de dejar cubierta la retaguardia con las enaguas;  mas no cálculo bien y se subió las dos prendas quedando a la vista, de todos los que iban tras ella, las piernas y las posaderas; pero ella,  como no se veía por atrás, continuo en la procesión, caminando tan tranquila. 

 “Casualmente”, la gente que iba tras ella, en la procesión, eran hombres; estos, quedaron sorprendidos por lo que veían y no la avisaron, ya que estaban encantados por el espectáculo que ella, involuntariamente, estaba ofreciendo. 
  Al cabo de un rato, fue una mujer quién la avisó de lo que estaba sucediendo y ella, muy enfadada, se bajó a toda prisa la saya y las enaguas para taparse, encarándose después con el marido preguntándole que por qué no la había alertado, ya que él sí estaba al tanto de lo que pasaba, respondiendo éste: 

 - Es que pensaba que esa era la promesa que habías hecho. 

 Nota

   A la fiesta de la Cruz, de San Felices, acudían también muchos portugueses de los pueblos próximos, del otro lado de La Raya y este cuento, historia, anécdota o como cada cual quiera catalogarlo, se contaba en los pueblos de ambos lados de la frontera. 
  En el lado portugués, decían que la protagonista de la historia, la mujer que se había subido la saya, era española; en cambio, en el lado español, afirmaban que la mulher que se había subido “a saia” era portuguesa; y ahí está el dilema. ¿Con qué se protegió la protagonista el peinado?, ¿era una saya? o ¿era uma saia?.

lunes, 3 de abril de 2023

Los amigos

 


   Fonsi y Boni tenían la misma edad, 46 años, y cuando eran niños habían sido compañeros de escuela; un día, se pelearon en el patio;  eran tiempos en que los profesores aún tenían licencia para educar libremente y su maestro les preguntó qué es lo que había pasado y quién había comenzado la contienda;  viendo que ambos se culpaban mutuamente, rememorando a Salomón resolviendo disputas, no anduvo perdiendo el tiempo con indagaciones ya que entonces las peleas entre chicos eran un juego más, así que decidió que ambos eran culpables -nadie era inocente hasta que se demostrara lo contrario- , uno por haber iniciado la reyerta y al otro por haber sido incapaz de controlar sus impulsos primarios y haberla continuado, imponiendo  a los dos el mismo castigo..

   Los dos chicos, sintiéndose víctimas del “dictador del maestro”, al tener un enemigo común, olvidaron sus propias rencillas, comenzaron a sentir un aprecio mutuo y, a partir de ahí, se hicieron amigos inseparables; continuaron su amistad en la adolescencia, juventud, y en la edad adulta. Se casaron ambos con dos chicas del lugar continuando, ya de casados, siendo camaradas y, como vivían en un pueblo y en estos lugares, antes, la gente  era muy dada a poner  apodos a las personas; en su caso, compartían el mismo, algo que, por otra parte, les satisfacía mucho a los dos, cosa extraña tratándose de un mote. Ambos, eran conocidos en el pueblo por el sobrenombre de “los amigos”, debido a su inquebrantable amistad.

   Tras tantos años de relación, habían sido inevitables las riñas y disputas entre ambos, casi siempre por nimiedades; pero siempre se habían reconciliado rápidamente ya que su amistad estaba firmemente  consolidada; aun en las etapas de mayor enfado, incluso cuando dejaban de hablarse, algo que no duraba más allá de unas horas o como mucho un día, siempre hablaba bien uno del otro diciendo entonces: “yo ahora no me hablo con “mi amigo” Boni, o Fonsi -según los casos- .O sea, durante esas breves etapas de enfado, ellos en vez de amigos, pasaban a ser “enemigos amigables” y de ahí no pasaba el asunto. Por ello, aquel día de abril, a las doce del mediodía, nadie se explicaba qué cosa tan terrible debía haber pasado entre ellos, para que ambos estuvieran en el cuartel de la Guardia Civil declarando sobre un hecho ocurrido dos horas antes.

    No solo se habían peleado verbalmente, también habían llegado a las manos; no teniendo la pelea  consecuencias más serias, gracias a la intervención de dos paisanos que se hallaban cerca. Estos, habían oído los improperios que se habían dirigido los rivales al empezar la gresca, se habían acercado a ver lo que pasaba, y los encontraron en el  suelo dándose puñetazos en la cara, costándole un enorme esfuerzo  separarlos ya que los dos insistían en continuar el combate pues aún no estaban satisfechos de la ración de golpes que cada uno le había proporcionado al otro –me atrevo afirmar que aún  los estaban menos de los golpes recibidos-.

  Una vez consiguieron apartarlos, cada pacificador se llevó a uno de los púgiles, alejándose de allí por caminos diferentes para evitar que aquellos boxeadores noveles tuvieran la tentación de enzarzarse en un segundo asalto. Como ambos tenían erosiones y contusiones en la cara, sus asistentes decidieron llevar, cada uno por su lado, al luchador correspondiente, a la consulta del médico para que les curara las heridas de guerra.

   Era media mañana, en la sala de espera del consultorio se encontraban varios “pacientes y pacientas” esperando su turno para ser atendidos por el médico, que en ese momento estaba en la consulta viendo a una mujer, y cuando vieron llegar al primero de los contendientes, a Boni, con las heridas en la cara, acompañado de su asistente, todos se dirigieron a  él preguntando qué había pasado; pero el lesionado fue muy parco en sus explicaciones y contestó que había tenido un incidente sin mencionar con quién.

  Le informaron que el doctor estaba ocupado y que cuando saliera le cedían la vez, dándole preferencia absoluta, por ser un herido en combate; alguien le cedió una silla y todos los presentes permanecían mirando en silencio al herido que en ningún momento quiso dar explicaciones sobre lo sucedido, pero la paz de la sala de  espera se rompió cuando apareció por la puerta Fonsi con su acompañante y con la cara en el mismo estado que Boni, algo que dejó estupefactos a todos los presentes. Este ultimo,  les dijo que había tenido un incidente sin dar más información, y lo que menos se esperaban todos era que hubiera sido, precisamente, con su amigo del alma...con Fonsi.

   Aunque todos sentían una gran curiosidad por saber lo ocurrido, nadie pudo preguntar nada pues, al verse de nuevo, frente a frente, “los amigos”, ahora tornados enemigos, empezaron a increparse y amenazarse de nuevo y, a semejanza de lo que sucede en un ring de boxeo, donde cada uno de los luchadores, al comenzar cada asalto, sale de su esquina al sonar el gong; allí, sin necesidad de que sonara nada, los dos avanzaron hacia el centro de la sala, con intención de zurrarse de nuevo. 

  Lo espectadores -los usuarios de la sala de espera- , al ver que aquellos boxeadores aficionados se disponían a reanudar su pelea particular, intervinieron interponiéndose entre ellos y gritándoles para intentar calmarles, formándose tal el guirigai, que hasta el médico y la mujer que estaba atendiendo, alarmados se asomaron a la sala de espera, ahora convertida en campo de batalla, a ver qué es lo que sucedía.

  El sanitario, al ver aquella revuelta y tanta violencia verbal, volvió a entrar rápidamente en la consulta y avisó telefónicamente a la guardia civil, para evitar males mayores, presentándose, en cuestión de minutos, una pareja de agentes en el lugar, para poner orden.

   El hecho de que el coche de la guardia civil llegara a toda prisa a la puerta del consultorio y de que los agentes bajaran del mismo a toda prisa y pasaran al interior, fue motivo suficiente para  que todo el que pasara por la calle parase a ver qué es lo que estaba pasando allí dentro, dando lugar a que, en poco rato, hubiese en la calle una caterva de curiosos esperando a ver si salía alguien del interior e informaba de lo que estaba sucediendo, pues dentro seguía oyéndose un tremendo vocerío.   

  Los guardias civiles, al entrar en la sala de espera y ver tal algarabía, decidieron poner orden mostrando gran eficacia y un buen hacer; lo primero que hicieron, fue pedirle a la gente, no directamente implicada, que abandonaran la sala de espera y salieran a la calle para quedarse ellos solos, con los luchadores y los asistentes que les habían acompañado allí, consiguiendo, de este modo, tras mucho esfuerzo, que reinara el silencio.

   Una vez que pasó Boni a ser atendido por el médico, de sus heridas, los agentes aprovecharon para avisar a otra patrulla de modo que, cuando salió de la cura se lo llevaron al cuartel a declarar. Después, pasó Fonsi a recibir atención médica y una vez acabada la misma, siguió el mismo camino siendo también conducido por los guardias al puesto, tal como sucediera con su compañero, a declarar.

    Mientras tanto, en la calle, se habían concentrado frente al consultorio médico más de dos docenas de personas, preguntando, sumamente extrañados, unos a otros, qué es lo que había pasado exactamente, sin dar crédito a lo que estaban viendo: Boni y Fonsi  se habían enfadado, insultado y hasta agredido…algo inaudito; era lo último que podían esperar de aquellos dos hombres que, si por algo se caracterizaban era, precisamente, por la profunda amistad que, al menos hasta ese momento, siempre habían mantenido y que era el motivo de ser conocidos en el pueblo por el sobrenombre de “los amigos”.

   El caso es que ninguno de los dos había abierto la boca para decir qué es lo que realmente había pasado, ni cuál había sido el origen de tamaña trifulca, y cada espectador, aunque  cada uno expresaba su propia teoría, todos coincidían en lo mismo: No les cabía duda alguna de que el origen de aquel monumental zipizape debía haber sido motivado por algo sumamente grave.

   El sargento de la guardia civil, que fue quien se encargó de tomar declaración a los contendientes, tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no reírse cuando supo la causa que había ocasionado la pelea entre “los amigos”. Ambos coincidieron en señalar que el origen de lo ocurrido, que había desembocado en aquel enorme alboroto, había sido consecuencia de una broma surgida a raíz del canto de ¡¡un pájaro!!, concretamente, de un cuco.

    Las aves pueden ser clasificadas de diversas formas, siendo una de ellas la que las diferencia en dos grandes grupos: sedentarias, que son aquellas que permanecen entre nosotros a lo largo de todo el año, y migratorias, grupo en el que se incluyen las que pasan solo una determinada época del año por estas latitudes. A este segundo grupo, pertenecen los cucos.

    Todos los años, a finales de marzo o comienzos abril, en nuestros campos, comienzan a oírse unos sonidos inconfundibles, los cuu-cus que emiten estos pájaros y que causan gran alegría a la gente en los pueblos, pues esto es un anuncio sonoro de la llegada de la primavera.

   Los cucos, tras pasar el otoño y el invierno en el sur de África, hacen coincidir su regreso a España con el comienzo de esta estación, lo que supone que el invierno ya ha quedado atrás y que el florecimiento de las plantas, tras el descanso invernal, va a dar comienzo de forma inminente acorde a los ciclos de la naturaleza, como viene ocurriendo desde el principio de los tiempos.

    Estos pájaros, como el resto  de las aves migratorias, aprovechan su estancia en la península para criar, permaneciendo entre nosotros toda la primavera y la mayor parte del verano, regresando a sus cuarteles de invierno, a África, en agosto, o comienzos de septiembre los más rezagados.   En junio, con la llegada del verano, dejan de cantar y no porque se queden mudos por el aumento del calor, sino porque su canto, que es un reclamo de los machos para atraer a las hembras -cosas del ligoteo-, ya no es necesario, porque el periodo de celo y crianza ya ha acabado.

    A partir junio, como dejan de cantar, da la sensación de que han desaparecido, lo que podría hacernos  pensar que han adelantado su marcha pero eso no es así, pues, como indiqué anteriormente, se van  al final del verano, y aún siguen con nosotros. No los vemos, simplemente, porque son unas  aves muy reservadas y, cuando dejan de cantar, pasan totalmente desapercibidas ya que están siempre están emboscadas en las ramas de los árboles que en esta época del año se encuentran pletóricos de hojas, por lo que no es fácil apreciar la avifauna que se refugia en ellos.

    Una de las características más destacables de los cucos, es que son aves parásitas. Ellos, no elaboran, como otras aves, nidos para criar a sus polluelos, y tampoco los incuban. La hembra del cuco,   cuando necesita poner un huevo, localiza el nido de alguna pareja que está criando y empollando sus huevos, aprovecha uno de los ratos en que los propietarios del nido lo abandonan, se posa en el mismo en calidad de okupa, elimina uno de los huevos de la pareja titular y en su lugar pone el suyo,  abandonando después el "nido okupado"; así, cuando vuelven los "dueños legales" del nido , no se dan cuenta del cambio y siguen incubando los huevos, tanto los propios como el depositado por la cuca, convirtiéndose así en padres adoptivos del pollo de un cuco, sin saberlo.

  Cuando nacen los pollos, el del cuco suele ser mayor que los pollos auténticos, sin embargo, los padres adoptivos creen que es suyo –como ellos lo han empollado, piensan que, aunque ese hijo es un poco más raro de lo habitual, es suyo- 

    Los pájaros, cuando llega la época de criar, habitualmente se emparejan; construyen su nido; la hembra deposita en él sus huevos; los empollan y, cuando eclosionan los huevos y salen los pollos, los alimentan y protegen hasta que son capaces de volar y emanciparse, comportándose como “unos padres ejemplares”.

   En cambio, los cucos, como podemos ver, son unos auténticos vividores y la paternidad responsable no es una de sus virtudes. En el mismo territorio suelen coincidir una hembra y varios machos, no hay parejas establecidas, y ella “se relaciona” con unos y con otros – lo del poliamor, ese concepto nuevo, que algunos consideran tan actual, ya estaba inventado por los cucos desde hace  miles de años- 

   Además, tampoco construyen nido alguno  –¿para qué, dirá la cuca, si sus huevos se los empollan otros pájaros-

 Simbolismos y supersticiones en torno a los cuccos

   Los cucos, al ser unas aves tan conocidas, están presentes de manera notoria en el folklore en forma de canciones, supersticiones, refranes, historias y leyendas.

 

Si el cuco no viene, entre marzo y abril,

Es que el cuco se ha muerto, o ha llegado el fin

 

 ¿Quién no ha oído este refrán alguna vez?

 

En lo alto la cigüeña, en el nido está ya

A lo lejos el cuco, no deja de cucar

Y de noche a las ranas, se las oye croar


  Es el fragmento de una canción, una jota, concretamente, de Cerezal de Peñahorcada, en la que, curiosamente aparece el verbo cucar. En el diccionario, cucar existe con el significado de azuzar, incitar o estimular; pero no he encontrado nada que lo relaciona con el cuco (Si la RAE, continuamente, está admitiendo anglicismos; supongo que no debería tener inconveniente en admitir que, en Cerezal, el canto del cuco es cucar ¿no os parece?).

     Los cucos, con frecuencia, también se asocian con la locura; de hecho, la gente a veces emplea la palabra «cuco» para describir a una persona loca. A los cinéfilos supongo que esto debe recordarles la película “Alguien voló sobre el nido del cuco”, donde el actor Jack Nicholson, desempeña un magistral papel como protagonista.

   Otra de las curiosidades relacionadas con esta ave, son los relojes de cuco; aunque sigue habiéndolos, ya no son tan populares como hace años, donde eran numerosas las casas que presumían de tener uno de estos relojes.

Reloj de cuco (Wikipedia)

   Se trata de unos relojes de pared que tienen, además de las agujas o el mecanismo digital, una figura en forma de pájaro, con movimiento, que representa un cuco; éste, está habitualmente escondido tras una puerta, en el cuerpo del reloj, y, cada vez que le aguja grande recorre toda la esfera del reloj y llega a las doce, el pájaro sale de su escondite a la par que el reloj emite unos  sonidos que recuerdan los cuu-cus, coincidiendo el número de los sonidos con la hora que marca el reloj.

    Sobre el cuco, también existen algunas supersticiones de tipo adivinatorio; así, las chicas que no tenían novio, al llegar la primavera, al primer cuco que oían le preguntaban cuántos años quedaban para su boda. El número de veces seguidas que oían su canto, a continuación de la pregunta, coincidía con el número de años que restaban para la misma -si el cuco estaba inspirado en ese momento y cantaba muchas veces, seguro que la chica no quedaba demasiado contenta, pero le estaba bien empleado por fiar su futuro, nada menos que a un cuco-   

    También los recién casados que aún no tenían hijos, a veces utilizaban la misma técnica para saber el número de ellos que iban a tener, debiéndose llevar, algunas parejas, unos sustos tremendos -como desde que aparecieron los anticonceptivos, la gente ya no deja en manos del azar el número de hijos que desea tener, dudo mucho de que aún haya alguien que siga preguntándole al cuco sobre este particular-

  Aunque esta ave resulta simpática, ya que su presencia y sus cantos están asociados a la primavera, la época más bonita que nos proporciona la naturaleza a lo largo del año; también existen en él algunas connotaciones menos positivas, ya que el cuco es considerado un símbolo de fraude; decir de una persona que es muy cuca, implica que es muy astuta y se vale,  a menudo, de malas prácticas para obtener beneficio propio. Esta similitud, no debe extrañarnos demasiado a la vista de los hábitos de esta ave parásita, que elimina huevos de nidos ajenos, tirándolos al suelo e introduciendo en su lugar los suyos, engañando a otras aves para que estas empollen otras aves.

También se le asocia, frecuentemente, con el adulterio, algo que, si nos atenemos a la realidad, no es correcto. Tanto la cuca, como el cuco, no practican el adulterio, ellos no se inmiscuyen en las parejas ya establecidas, haciendo que un pájaro / a sea infiel a su “consorte”, ya que ni siquiera se emparejan entre ellos, sino que practican, como indiqué anteriormente, el “poliamor”. Aunque, tanto el cuco como la cuca, cada temporada suelen tener “varios novios/as”, no se lían con la pareja de nadie.

De todos modos, la relación del cuco con el adulterio sigue presente y los hombres, cuando escuchan cantar al cuco, a menudo bromean con ello; pero hay bromas que no gustan a nadie,  si uno le dice a otro que el cuco le está cantando a él, indirectamente, le está llamando cornudo, y la respuesta que suele dar el compañero es bastante previsible.

Aquella mañana del mes de abril, Boni y Fonsi caminaban juntos por un valle; era un magnífico día soleado, la temperatura era muy agradable y las expectativas de que ambos iban tener una buena jornada eran óptimas. Todo iba perfectamente, hasta que cantó un cuco.

-        Ya está el cuco por aquí y creo que te ha cantado a ti. Dijo Boni, que tenía ganas de broma.

   A Fonsi, no le gustó demasiado la broma y contestó:

     -        En todo caso te habrá cantado a ti…no te jode.

-        A mí, jamás me va a cantar el cuco.

-      ¿Jamás dices?  Nunca podemos estar seguros al 100% de nada. Ya lo dice el refrán: “Nunca digas de esta agua no beberé y este cura no es mi padre”.

-        ¿Estás insinuando, que mi mujer me la puede estar pegando?

-        No estoy dando a entender nada, sólo pretendo decirte que ninguno estamos totalmente a salvo.

-        Serás tú con tu mujer.

-        A mi mujer ni se te ocurra mencionarla, porque si no…

-        Porque si no…qué.

 

   Y llegaron el qué, el cual y el cómo. 


    Así es como había empezado el conflicto que había dado lugar a que ambos amigos acabaran en el cuartel de la guardia civil aquella mañana.

 

   Al ser Boni el primero en ser llevado por los guardias al cuartel, también fue el primero a quien el sargento tomó declaración. Una vez acabada la misma, mientras que el sargento le leía la transcripción de lo que había dicho, para ver si estaba de acuerdo;  el declarante apenas le prestaba  atención pues estaba sumido en sus pensamientos, meditando lo ocurrido.


-        ¿Estás de acuerdo?, dijo el sargento. ¡Si es así…firma aquí!

-        ¿Y qué pasa si la firmo?. Preguntó Boni.

-       La envío al juzgado, te avisarán de allí para que te ratifiques en la declaración y ya te dirán como se va desarrollar el proceso

-        O sea, que si firmo significa que estoy denunciando a mi amigo.

-        ¡Pues claro!, él te ha pegado ¿No acabas de decir eso?

-        Sí, pero yo también le he pegado a él; así que estamos en paz. Además, es mi amigo ¿Cómo voy a denunciarle? Yo no voy a firmar nada.

 

    El sargento quedó muy sorprendido al escuchar las palabras que acababa de oír. Tenía ante él a un hombre que una hora antes estaba enfadadísimo con otro paisano; ambos  se habían lanzado amenazas de todo tipo, se habían agredido físicamente y ahora, tras haberlo pensado fríamente, mientras hacía la declaración, había llegado a la conclusión de que una cosa era pelearse con él y otra denunciarle ante la justicia, algo que no estaba dispuesto a hacer porque, a pesar de todo, incluso de los golpes recibidos, seguía considerando que era su amigo.  


     - Ahí fuera está Fonsi -advirtió el sargento- y le voy a tomar declaración también; si opina lo mismo que tú...pues se acabó. Si él tampoco firma la denuncia, como comprenderás, no voy enviar nada a ningún lado; pero tengo que tomarle declaración, así que no te vayas aún, después hablamos.

      Cuando salió Boni del despacho, vio a Fonsi sentado, vigilado por un guardia, esperando su       turno. Tenía algún apósito en la cara, tapando alguna herida, también hematomas y sintió un enorme       remordimiento al recordar que las heridas se las había ocasionado él. Fonsi, a su vez, le miró y  seguramente debió sentir la misma sensación.

        La declaración de Boni había durado cerca de una hora, pero la de Fonsi apenas cinco minutos. 

        Se  abrió la puerta del despacho, se  asomó el sargento y dijo:


-        ¡Boni, entra! 

        El sargento se sentó en la mesa, le hizo sentar al otro lado de la misma, junto a Fonsi y se  dirigió a los dos:

 -        Lo primero que quiero deciros, es que siento envidia de vosotros. No sabéis lo que me gustaría que mis amigos tuvieran un sentido de la amistad tan alto como el que los dos tenéis, ya que, a pesar de partiros la cara el uno al otro, insistís en que seguís siendo amigos.

  -      ¡Mira Boni!, Fonsi tampoco te va a denunciar.