jueves, 24 de noviembre de 2022

El vado de Barreras




 Hace ya bastantes años, una vez escuché a una señora recitar unas coplas dedicadas a los pueblos de la comarca; cada una de ellas hacía referencia a alguna característica del pueblo al que estaba dedicada, y la correspondiente a Barreras decía lo siguiente: 

A Barreras mucho fuimos, 
a vadear el Huebra en tiempos, 
pero hicieron el Resbala 
y allí ninguno hemos vuelto. 

   La mujer recitó, al menos, dos docenas de coplas y quedé admirado de la memoria tan prodigiosa que tenía; en aquel momento, no tenía papel para anotarlas todas y tan solo pude memorizar unas cuantas, así que le dije que si podía volver otro día para que me las recitara de nuevo y ella aceptó. Al cabo de tres meses, aproximadamente, provisto con un cuaderno y un magnetófono de cintas cassette, que es lo que teníamos entonces para grabar las cosas, volví al pueblo de la señora, Encinasola de los Comendadores, para que me recitara nuevamente las antedichas coplas y además cantar unas cuantas canciones tradicionales, tal como habíamos quedado, y me lleve una desagradable sorpresa ya que hice el viaje en balde. 
   Claro que lo de la buena mujer fue peor aún; también estaba de viaje, pero éste era mucho más largo que el que yo había hecho hasta su pueblo; el suyo era un viaje sin retorno, pues había sufrido un ictus varias semanas antes y había fallecido. 

   Actualmente, la cultura tradicional sí es valorada; menos de lo que se debiera, según mi opinión; pero en aquellos años, década de 1970, se valoraba muy poco; incluso había gente que sentía auténtico desprecio hacia la misma pues la identificaba como algo propio de gente atrasada, que era necesario olvidar lo antes posible para adaptarse a los nuevos tiempos. 

  Al lado de quienes opinaban así, convivíamos otro tipo de personas que éramos catalogados entonces como “gente rara”, porque nos gustaba lo nuestro, las cosas tradicionales, y veíamos con gran desazón cómo los tiempos modernos iban barriendo, literalmente, nuestra cultura autóctona. Cada vez que moría una de estas personas, auténticos archivos vivientes de los saberes populares, con ella desaparecían, para siempre, infinidad de canciones, cuentos y leyendas de transmisión oral e incluso bailes tradicionales, porque las instituciones públicas: diputaciones, entes autonómicos e incluso los ayuntamientos, salvo honrosas excepciones, una de cuyas misiones es intentar conservar este importante acervo cultural, entonces, pasaban olímpicamente del tema. 

   Volviendo a las coplas de los pueblos de la comarca, una de las que logré memorizar fue precisamente, la de Barreras, dejándome muy sorprendido el asunto de vadear el río. ¿Por qué había que vadear el Huebra? ¿Por qué en Barreras? 

   La respuesta no me costó mucho encontrarla. Si observamos un mapa de la provincia, podemos apreciar que nuestra comarca, en gran parte de su perímetro, está rodeada de ríos. Por el oeste, pasa el Duero que, tras haber atravesado la meseta, sigue su curso, sirviendo de Frontera natural con Portugal, nuestro vecino país. Es el tramo conocido como Duero Internacional. Por el norte, discurre el Tormes en su camino hacia el Duero,  y por el sur encontramos al Huebra, nuestro río, también afluente del Duero. 
   
   Los tres ríos, a lo largo de millones de años, han horadado el terreno formando profundos cañones (desfayaderos), dando lugar a desniveles de varios centenares de metros, en algunos sitios, tanto en profundidad, como en anchura, constituyendo el paisaje más típico de nuestra comarca: Los Arribes. 
   Antes de que se construyeran puentes sobre estos ríos, la presencia de estos profundos cañones supuso una barrera casi infranqueable para atravesarlos, contribuyendo este hecho a que, durante siglos, nuestra comarca haya estado muy aislada del “resto del mundo”, ya que una comunicación fácil, sólo era posible hacia el éste, hacia Salamanca. Todo lo que fuera ir en otras direcciones era extremadamente dificultoso. 
   Al Tormes y Huebra sólo era posible atravesarlos a pie y en zonas muy concretas; mientras que, al Duero, debido a su caudal, sólo era posible hacerlo en barca. 
   Si nos centramos en el Huebra, actualmente, desde nuestra comarca, es fácil atravesarlo a través de varios puentes. 
   Si seguimos su curso, en sentido ascendente, encontramos en primer lugar el puente que lo cruza, en el Salto de Saucelle unos metros antes de desembocar en el Duero, a la altura de la Quinta de la Concepción; aguas arriba, está el Puente de la Molinera, entre Hinojosa y Saucelle, y más arriba aún, , entre Saldana y Bermellar se encuentra el Puente Resbala.
   A la altura de Cerralbo, también hay otro puente que cruza el rio siguiendo el trazado de la carretera comarcal 517 (a éste hoy lo voy a dejar aquí en “fuera de juego”). 

   El primero de estos puentes, es una construcción de hormigón, relativamente moderna. Cuando Iberduero -la actual Iberdrola- decidió construir el Salto de Saucelle, para poder llevar los materiales necesarios desde la estación de Lumbrales, fue necesario construir la carretera que hay entre Hinojosa y el Salto, siendo el puente de esa época: década de 1950. 

   El Puente de la Molinera, de sillares de granito, se hizo en la década de 1920, cuando se construyó la carretera que cruza el Puerto de la Molinera. El proyecto original consistía en hacer una carretera paralela a la frontera, desde Ciudad Rodrigo hasta Fermoselle, aunque el proyecto quedó incompleto. 

   El Puente Resbala, otra magnífica obra de ingeniería, también de sillares de granito, es el más antiguo de los tres. Se construyó, tal como lo vemos hoy, en la década de 1910. No se trata del puente original, ya que hubo un puente anterior, construido a finales del siglo XIX , que debía ser poco consistente pues una riada se lo llevó por delante en 1909, levantándose el actual entre 1914-1916. 

   Por tanto, hasta finales del siglo XIX, cuando se hizo el primer puente sobre el Huebra -el Puente Resbala-, la comunicación de nuestra comarca, con los territorios del otro lado del Huebra era sumamente difícil. 
   A partir de Gema y Cerrralbo, el río discurre entre agrestes cañones que van siendo más profundos a medida que el río avanza en su discurrir hacia el Duero y por ello, antes de que se construyeran los puentes, sólo era posible pasar a la otra orilla, a pie o en caballería, a través de algún vado. 

   Desde Barrueco, antes de que se hicieran dichos puentes, los caminos que existían para cruzar el Huebra, eran los siguientes: 

   El Camino de Hinojosa. En sus comienzos, el trayecto es común al del antiguo camino de Saucelle. Una vez llegados al término de este pueblo, un poco antes de atravesar el puente que cruza el regato Rivera de las Casas Santas, se separan ambos caminos, siendo el de la izquierda, que discurre en dirección sur, paralelo al regato, el que nos lleva a Hinojosa a través del Peñón Rubio, cruzando el río a la altura del Puente de la Molinera. Antes de que existiese el puente, quienes iban a Hinojosa atravesaban el río, cuando éste no venía crecido, a esta altura. 

   Aguas arriba, está el Camino de Bermellar, también conocido como Camino de Valcarboso. Nace en el camino de las Arribes. Cuando tomamos la calleja, en la carretera, a unos 500-600 metros de su inicio, a la izquierda, en un ensanchamiento de la misma, nace una calleja que apenas es reconocible porque está llena de arbustos: escobas, piornos, tomillos, y algún roble. Éste es el comienzo del Camino de Bermellar. La calleja, aunque discurre a través de propiedades particulares, aún es fácilmente reconocible en muchos tramos. El camino discurre, en algunas partes de recorrido, paralelo al regato Valcarboso, por la margen derecha de éste y alcanza la orilla del Huebra a la altura del Pozo Redondo, en el límite con Saldeana. Atraviesa el río y sigue por la otra orilla, hasta Bermellar. De hecho, en ese pueblo existe el camino de Valcarboso también, que es la continuación del mismo en su término. Atravesar el río, por ambos caminos, era muy dificultoso. Tanto la bajada al río, como la subida, por la otra vertiente, son muy abruptas y sólo es posible hacerlo a pie, cuando la corriente del río lo permite o, como mucho, acompañado por cabras (sólo este tipo de ganado es capaz de seguir estos caminos a la altura del río). 

   Por ello, cuando era necesario viajar o llevar ganado o mercancías a lomos de caballería al otro lado del Huebra, era imposible hacerlo por estos dos caminos. La gente, en estos casos, debía remontarse río arriba para encontrar un sitio suficientemente vado que pudiera ser atravesado sin grandes dificultades, tanto por animales, como por personas. Esto, lo estuvieron haciendo nuestros antepasados, durante siglos, a través del Vado de Barreras. 

   Para llegar a ese vado, había que acercarse a ese pueblo, en este caso, siguiendo el Camino de Barreras. Este camino, en su primer tramo, es común al de Villasbuenas. Pasa por el Valle de las Navas y continúa por la calleja que va a Peña Silga. Una vez pasado este valle, el camino llega a un punto que se bifurcaba en dos caminos: Uno giraba a la izquierda y el otro seguía recto. El de la izquierda, continuaba, y continúa, aunque un poco alterado por la reciente concentración parcelaria de ese pueblo
El Vado de Barreras

, hasta Villasbuenas y está perfectamente conservado. En cambio, el Camino de Barreras, continuaba recto hacia ese pueblo, desde el punto de la bifurcación y hoy día ya no existe. Fue fagocitado ya hace mucho tiempo por los dueños de los terrenos por donde transcurrría, discurriendo todo él, hoy día,  dentro de propiedades particulares, siendo sólo reconocible en determinados tramos. 

  Este camino público que antes existía, y luego desapareció “misteriosamente”; cuando aún no había desaparecido, era el itinerario habitual que usaban nuestros antepasados para ir a Barreras. Desde ese pueblo en adelante, el camino está perfectamente conservado. Se trata de un camino de concentración que permite circular por él, incluso, en automóvil. En el mismo pueblo, en la salida hacia Saldeana, a la derecha de la carretera encontramos el frontón de pelota y a esta altura, exactamente, enfrente, en la parte izquierda de la carretera, sale este camino que nos lleva directo al río, al Vado de Barreras. 

  Un vado, según la RAE, es un lugar de un río, arroyo o corriente de agua con fondo firme y poco profundo, por donde se puede pasar. El Vado de Barreras, aunque reúne todas estas características, en la actualidad no es preciso mojarse los pies para pasarlo, ya que, en ese lugar, hay un puente de reciente construcción para atravesar el Huebra, que continua al otro lado del río, con otro camino de concentración, que nos lleva a Cerralbo. 
   Un poco más abajo de este puente, a la altura de un antiguo molino que hay en la margen izquierda del río, existe un pontón de lanchas de piedra, bastante deteriorado, que durante siglos sirvió para cruzar el río, aunque el auténtico vado, “el sitio poco profundo que permitía cruzar el río”, por las características del terreno, creo que está un poco por encima del puente actual. El paraje donde se encuentra el Vado de Barreras es de gran belleza. Allí, el río ofrece un aspecto muy distinto al que estamos acostumbrados a ver en nuestro pueblo. El relieve del terreno es bastante suave, y el río no está encañonado, estando las orillas, a ambos lados, poco elevadas. El Huebra se ensancha mucho a este nivel, y la corriente es muy suave. 
   En la margen izquierda, en el lado de Cerralbo, podemos ver lo que queda de un antiguo molino harinero y en la orilla derecha, podemos encontrar un merendero, a la sombra de unos árboles.

   Este vado, por el que cruzaron el Huebra, nuestros antepasados, a lo largo de muchas generaciones, fue el principal punto de paso para cruzar el río y debió ser un punto bastante transitado, pues era usado por los habitantes de todos los pueblos de la comarca con este fin. 
   Cuando construyeron El Resbala, perdió su razón de ser y quedó en el olvido, y por eso. “allí ninguno hemos vuelto”, como decía la copla, salvo los naturales de Barreras y Cerralbo, cuyos términos une.