Siendo estudiante en Salamanca, muchas
tardes iba a estudiar a la biblioteca universitaria que entonces estaba en el
edificio histórico, en la calle Libreros y en ella coincidíamos
estudiantes de diversas facultades siendo allí donde conocí a una chica llamada Jimena, como la mujer del Cid.
Como entonces no había móviles ni internet, los
estudiantes, cuando nos tomábamos un rato de descanso, salíamos de la biblioteca y hablábamos entre
nosotros, siendo en una de esas pausas cuando la conocí. Estudiaba Filología
Hispánica (Lengua y Literatura Española) y, aunque era de León, estaba cursando su carrera en
la universidad salmantina.
Ya estaba en su último año, le
interesaba mucho el dialecto leonés y, cuando le dije que era de Barrueco
y que el pueblo estaba situado en la frontera portuguesa, comentó que nuestra
zona, lingüísticamente, debía ser muy interesante ya que había oído que la gente
de aquellos pueblos aún seguía utilizando muchas palabras del dialecto leonés, añadiendo que le gustaría ir un día a alguno de aquellos lugares para realizar un “trabajo de campo” y así poder comprobarlo.
Yo, hasta ese día, pensaba que un trabajo de campo era la tarea que a diario hacía la gente de los pueblos, criando ganado y
labrando la tierra, aclarándome ella que no era lo mismo trabajar en el campo, que hacer un “trabajo de campo” ya que este último es un método de
investigación que se desarrolla en un entorno determinado, para conocer
directamente, sobre el terreno, aquello
sobre lo que se quiere investigar.
En este caso, la pretensión de Jimena era recoger palabras del léxico que hablaba la gente en su vida cotidiana y averiguar cuales de ellas se correspondían con el dialecto leonés, insistiendo en que lo ideal sería poder hablar con los viejos de entonces –me temo que hoy pasaría yo por ser uno de ellos- porque eran quienes mejor conservaban el vocabulario que a ella le interesaba investigar.
La chica tenía
tanto interés, y hablaba con tanto entusiasmo del tema, que la invité a ir al
pueblo donde le presentaría a algún viejo para que hablaran con
ella y así pudiera comprobar, si lo que le habían dicho de nosotros, respecto al antedicho dialecto, se correspondía con la
realidad.
Ella no pretendía obtener material para hacer una tesis doctoral; simplemente, deseaba obtener una pequeña colección de palabras, las suficientes para escribir un artículo en una revista...eso fue lo que me confesó, y aceptó encantada la invitación. Iríamos los dos un día a nuestro pueblo, para que conociera y hablara con algunos lugareños.
Aunque le propuse emplear un día entero
(llegaríamos al pueblo una tarde y regresaríamos a Salamanca el día siguiente, advirtiéndole que el hospedaje iba a ser gratuito, ya que estaríamos en casa de mis padres) esa opción no la aceptó alegando que eso
requeriría hacer equipaje, por lo que acordamos ir y volver al pueblo en el día. Más adelante, dependiendo del material
que encontrase, valoraría si merecía la pena volver o no otro día.
En
aquella época, los estudiantes, salvo rarísimas excepciones, no teníamos coche –en realidad, ni siquiera muchos de nuestros padres lo tenían- así que fuimos al pueblo en el
autobús de la línea regular que entonces había, perteneciente a la
Empresa Bautista.
El plan era coger el autobús que salía de
Salamanca a las 10 de la mañana, llegando a Barrueco alrededor de las 12 si el viaje se
daba bien (este duraba dos horas, sumado el recorrido y la inevitable e interminable
parada técnica en Vitigudino), para regresar aquella misma tarde a Salamanca, en el autobús que pasaba por
nuestro pueblo a las 3 de la tarde, llegando a las 5 a la ciudad, tras las dos horas correspondientes de recorrido
Conclusión: Aquel viaje nos llevaría siete horas en total, cuatro en realizar el trayecto de ida y vuela, y tres de permanencia en Barrueco.
Como la estancia en el pueblo iba ser muy
corta y había que aprovechar el tiempo, cuando llegamos al pueblo, para no perder tiempo, una vez bajamos del autobús, fuimos directos a
casa de los informantes que previamente le había buscado a mi amiga la filóloga y que eran gente de confianza; eso al menos pensaba yo entonces, ya que eran uno de mis
tíos, que, por cierto, era bastante bromista y su mujer... mi tía consorte.
Ella, a aquellas horas, estaba haciendo la comida y no pudo atenderla como es debido según supe después, así que el responsable de proporcionar el 100% de la información fue él.
A las 15 horas, subimos en el autobús para regresar a Salamanca y, una vez
acomodados en nuestros asientos, le
pregunté cómo había ido la entrevista añadiendo además que, si necesitaba regresar al
pueblo para ampliar la investigación, podía hacerlo cuando lo deseara sin necesidad de que yo la acompañara, ya que mis padres la recibirían gustosos, aunque volviese sola. Ella, al oírme, comenzó a reír...algo que me desconcertó
un poco.
- Ahora te explico por que me río. Dijo. Tu tío es muy majo y ha colaborado muy bien
en la entrevista; en cambio tu tía apenas ha intervenido porque estuvo casi todo el rato en la cocina. Al principio empezó en serio, después fue cogiendo confianza y al
final se reía todo el rato cada vez que iba recordando algunas palabras antiguas...así es como él las llamaba. Ha dicho bastantes, aunque algunas dudo hasta que
existan y que no las haya inventado él.
Para empezar, me preguntó si me sonaba
machado, le respondí que, si se refería Antonio Machado, y comentó riendo:
- Te he pillado...sabía que ibas a responder eso. Un machado es un hacha que se maneja con dos manos y una machada es un hacha más pequeña, que solo se utiliza con una mano.
Mientras yo tomaba nota de ello en el cuaderno, él siguió preguntando
- Y un machadón ¿sabes lo
que es?
Cuando respondí que no, él, entre risas, dijo que tampoco lo sabía. Entonces le pedí que hiciera el favor de evitar las bromas, porque teníamos poco tiempo; tu tía, que estaba cerca, le riñó diciéndole que dejara de decir tonterías; que yo había ido a vuestro pueblo, desde Salamanca, solo para verles a ellos; que aquello era un trabajo serio, y que dejara de bromear y tomarme el pelo.
La riña le vino bien ya que a partir de ese momento se formalizó un poco y empezó a recordar “palabras más raras de lo
habitual”, repito que así era como las denominaba él.
- A partir de ahí supongo que todo iría bien. Comenté yo ¿Dijo alguna palabra del antiguo dialecto leonés?
- Palabras dijo muchas, pero la mayoría creo que son simples vulgarismos del castellano; aunque hay una porción de ellas que no estoy segura y tengo que investigarlo.
- Dime algunas, a ver si las reconozco. Al fin y al cabo, yo también soy un nativo de Barrueco
- ¿Te suena “contrimas”?
- Por supuesto. Es el
equivalente a “cuanto más esto…o lo otro”.
- Eso no es leones. Aclaró Jimena. Solo es un vulgarismo del castellano
- Dime con otra. Insistí.
- "Má”, “pá”, “va pallá”,
“ven pacá”
- Eso es muy fácil: Mamá;
papá, voy para allá y ven para acá. Más vulgarismos ¿cierto?
- Efectivamente. Respondió ella. Eso es puro castellano. La gente, para economizar el esfuerzo fonético, con frecuencia se come letras de algunas palabras, aunque conservan el
significado
- Entonces tampoco es leonés. Afirme yo.
- ¡Leones dices…! Hasta
en Barcelona puedes oírlo.
- También dijo: “Aahpayá” y “vaaacaveé”
Al oírla decir eso, los dos comenzamos a reír, aclarándole yo.
- Eso
no pertenece al dialecto leonés ni al de ningún lado; es una jerga que usan los vaqueros para dirigirse a las vacas cuando quieren dirigirlas por donde ellos quieren; pero, aunque digan esas palabras, las vacas no hacen caso alguno por mucho que se esfuercen en hablarlas así, pero bueno… lo intentan.
- Tu tío también dijo
“Cagondiez”, un taco con tintes escatológicos
- Eso seguro que sí es
leones. Bromeé yo.
- Eso se dice en León, en
tu pueblo y hasta en Logroño.
A medida que transcurría la conversación, estaba viendo que la
filóloga no había quedado demasiado satisfecha de la entrevista; pero aun así,
no quise darlo todo por perdido.
- Dime alguna palabra más, a ver si encontramos algo
- “Ir
a firmar un papel a la cuadra”. Esa frase también la dijo, pero de leonés te
garantizo que no tiene absolutamente nada; es una frase, en un perfecto castellano,
que se empleaba como metáfora para indicar que iba uno la cuadra, cuando no
había servicios aún.
A continuación, siguió
contando:
- Después
me dijo que si sabía lo que era una “Moñiga”, respondí que suponía que eran
las heces de las vacas, pero que se conocían como “Boñigas” y, a partir de ahí,
me informó que los “Boñigos” eran la heces del cerdo; los “cagajones”
del caballo y burro y las “cagalitas” de cabras y ovejas”
- ¡Pero que coños le pasaba a mi tío hoy! ¡Se estaba doctorando en Escatología o qué!
- Ha debido ser eso. Respondió ella riendo. A pesar de todo, algo aprendí, porque, aunque conocía el nombre de los excrementos de casi todos los animales, el boñigo de los cerdos no... esa palabra es nueva para mí. Después dijo otra palabra y cuando le indiqué que tampoco la conocía, comentó que, como era muy descriptiva, no hacía falta que me dijera el significado y que intentase adivinarla por mí misma; también me dijo que, si no lo averiguaba, que te lo preguntase a ti.
- Que palabra es.
- “Cagalambres”
- Yo nunca he oído esa palabra. Respondí. ¡Este tío! ¡Vaya desastre de entrevista! Cuando vuelva al pueblo me acerco a verle y le riño. No sabes cuánto lo siento. Creo que no se ha tomado en serio lo de tu trabajo. Viajar casi 200 km, entre ida y vuelta, en un autobús, para saber como se llaman las cagadas de los animales, no es muy edificante que digamos.
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Llevo anotadas en el cuaderno |
- No te preocupes; además dijo otras palabras que llevo anotadas en el cuaderno; así que no todo está perdido. Además, he
descubierto, y sin pretenderlo, algo que posiblemente sea un localismo.
- Que has descubierto. Pregunté lleno de curiosidad.
- Ha sido en tu casa, lo usan tus padres y seguro que tú también, al menos cuando estas con ellos. Les he oído emplear varias
veces, el verbo dar a modo de verbo auxiliar
En el idioma español, sabes que los verbos auxiliares son haber, ser y estar, usándose en los tiempos compuestos; unos ejemplos pueden ser: fui admitido, estuvo riendo, está haciendo, ha comido, estuvo llorando, etc. Bueno, pues vosotros, además de ellos, usáis el verbo dar como auxiliar. Les he oído decir: no lo daba hecho, no lo daba empezado, no daba venido…
- Ese localismo, es del pueblo o solo de mi familia. Pregunté ¿Qué crees?
- Eso ya no lo sé, tendrás que averiguarlo tú. Cuando hables con tus paisanos, comprueba si ellos también la usan y podrás saberlo.
Mi amiga acababa de descubrir
que en Barrueco se usaba el verbo dar como verbo auxiliar y yo, intentando justificar ese hecho, le dije:
- Creo que lo que sucede es que en mi pueblo somos muy generosos, por eso usamos tanto el verbo dar.
Postdata
- Jimena no volvió después al pueblo para continuar con su trabajo de campo, fui yo quien le proporcionó posteriormente una lista con varias docenas de “palabras típicas" de nuestra comarca, que recopilé.
- Por cierto,
“cagalambres”, nunca supe lo que significaba y, al cabo de los años, aún sigo
sin saberlo