En aquel pueblo sólo había dos bares y ambos tenían nombres muy
evocadores: “La morada de los dioses” y “La taberna de felicidad”, ¡casi
nada!, claro que la gente los conocía con el nombre de los dueños, de ahí que para
referirse a ellos comentaban: Vamos a
“Ca” de Manolo, o nos vemos donde “la Dori”.
Bueno, pues en uno de ellos, a la hora de las cañas o vinos de mediodía –esto de pasar por el bar antes de comer, es
una afición muy arraigada entre los españoles- se reencontraron dos viejos
amigos, Juan y Jero, tras muchos años sin verse; ambos residían fuera del lugar
por cuestiones laborales y, tras los saludos iniciales, continuaron hablando de
diversos asuntos, entre ellos la familia.
- ¿Está enfermo?
Preguntó el amigo, alarmado.
- No, no se trata de
un problema de salud. Tiene mal de amores. Ha estado viviendo con una chica dos
años y todo iba muy bien. Los dos trabajaban; estaban muy enamorados, eso creía
yo al menos; vivían en un piso muy curiosito…, todo les iba de maravilla, y
resulta que hace unos días lo han dejado.
Tu hijo es joven y el tiempo es un gran aliado para estas cosas, seguro que pronto encuentra otra novia y se olvida de esta que dices, así que no te preocupes demasiado.
- ¡Nooo! ¡Nada de nada! Contestó el padre de Andrés, así que el chico está desmoralizado. Ha intentado hablar con ella varias veces y le ha mandado al menos dos docenas de mensajes con el móvil, pero ella lo ha bloqueado en el teléfono y no contesta. Yo le he dicho que no siga haciéndolo, no sea que encima lo tome como un acoso y lo denuncie. Ya sabes que estas cosas a veces pueden ser consideradas hasta un delito.
- ¡Pobre muchacho!,
sí que tiene que estar fastidiado, afirmó Juan. Cuando en una relación, uno de
los dos decide terminarla y es mínimamente educado, lo que tiene que hacer es
explicar el motivo, o los motivos si son varios, a la pareja…yo que sé: He
encontrado a otro/a que me gusta más...o, simplemente, se acabó el amor…o roncas,
sueñas en alto y siempre acabas en el medio de la cama mientras que yo acabo en
un lado a punto de caerme, o no me gusta tu peinado…algo. cuando dos personas han
estado conviviendo un tiempo, debe haber un mínimo de respeto. Despedirse
así, con un simple whatsapp, sin dar explicación alguna, es muy cómodo sí, pero
es un acto muy cobarde.
- De todos modos, siempre podemos sacar una
enseñanza positiva de todo lo que nos pasa -continuó hablando Juan, que aquel día estaba
muy inspirado- esto le va a servir de
experiencia a tu hijo…desagradable, eso sí. Cuando salga con otra chica, además
del físico, va a procurar, sin duda alguna, que sea una persona madura y
formal.
- ¡Mira! Yo no pido la excelencia -contestó Jero -,
con que sea normal me conformo.
- ¿Cómo se conocieron?, preguntó Juan, con curiosidad.
Si la cosa ha acabado así, supongo que el comienzo tampoco debió ser muy allá.
- ¡Pues sí! Andas muy acertado, respondió el
amigo. El inicio tampoco fue muy normal. Mi hijo tenía una novia muy maja,
nosotros la conocíamos, y un día, viniendo de Madrid en el tren, coincidió con
ésta última, que era su compañera de asiento; por lo visto, hablaron bastante
durante el trayecto, cosa rara, porque hoy la gente, durante los viajes, anda
a lo suyo con el móvil o el ordenador y
a los compañeros de asiento ni los miran; ella había roto recientemente con un
novio, en este caso la abandonada había sido ella y debía estar muy receptiva;
se intercambiaron los números de los móviles, mantuvieron el contacto los días
sucesivos hablando por teléfono y mediante whatsapps, quedaron en verse ya el
fin de semana siguiente y mi hijo, de un día para otro, decidió acabar su
relación con la anterior.
También se lo comunicó mediante un whatsapp; aunque él, al menos, lo hizo bien y le dio las explicaciones oportunas. A partir de ahí, empezó a salir con la otra y antes de un mes ya habían alquilado un piso y vivían juntos. Todo muy precipitado como puedes ver. Yo pensé, con esos antecedentes, que la cosa no iba a durar nada, pero ya ves…han estado dos años conviviendo y muy bien según mi hijo; de ahí la extrañeza de lo ocurrido.
Si te soy sincero, continuó Jero con la charla, a veces, cuando veo estas historias, tengo serias dudas de si estos comportamientos son raros, o el raro soy yo que vengo otra época.
Siguió un momento de silencio que los dos amigos aprovecharon para beber cerveza, y, mientas tanto Juan, en sus pensamientos, hizo un balance sobre lo que acababa de oír. Andrés, el hijo de Jero, dos años atrás, repentinamente, decidió dejar a la novia, se lo había comunicado a través de un mensaje, mediante el móvil evitando así dar la cara y no tener que decírselo personalmente, y eso le había parecido muy correcto.
En cambio, ahora había probado la “misma
medicina”, recibiendo un whatsapp por parte de la segunda exnovia, indicándole
que ya no quería seguir con él, y eso le había parecido una auténtica canallada. ¡Hay
que ver cómo cambia la percepción de las cosas dependiendo del lado desde donde
las miras!
- De todos modos, continuó hablando Juan tras la pausa, te quejas de lo extraño que ha resultado lo de tu hijo, pero si hablamos de amores extraños, los de antes tampoco se quedaban atrás. Reconocerás que lo tuyo con Pepa, fue de todo menos normal.
Jero, al escuchar el comentario de Juan, no pudo disimular una sonrisa a la par que asentía recordando las cuitas y avatares que tuvo que pasar para intentar formalizar su relación con Pepa. Al ser amigos desde la adolescencia, Juan había sido testigo directo de la operación “enamorar a Pepa” años atrás; una empresa tremendamente laboriosa, un auténtico maratón sentimental que, si hubiera tenido lugar en la actualidad, donde el esfuerzo ha dejado de ser una virtud, seguramente no hubiera sucedido.
Hoy día, el interés de los chicos/as por el sexo contrario comienza en la adolescencia, pero a esas edades, en la época de Juan y Jero, las relaciones entre ambos sexos eran casi inexistentes: los chicos, cuando eran adolescentes, estaban sólo con los chicos, y las chicas con las chicas. El fenómeno del enamoramiento ocurría, habitualmente, más tarde, al alcanzar la edad adulta.
Esta cercanía, que a primera vista podría parecer una ventaja, distaba
mucho de serlo. Aquello, desde el primer momento, se convirtió en una larga
carrera de obstáculos, constituyendo el principal escollo a superar la fuerte oposición
del padre de la chica que, ironías del destino, era y se llamaba Severo.
Pero cuando Jero era joven, el campo de acción de los aspirantes a
encontrar novio/a, casi nunca sobrepasaba los límites del pueblo, o, en todo
caso, de la comarca. O te casabas allí, o había muchas posibilidades de quedarte soltero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario