Aparte
de estar en desacuerdo con ella (era una mujer), llegué a la conclusión que
debía tratarse de una persona muy sana que nunca había tenido enfermedad respiratoria
alguna, ya que en su lista no había incluido la respiración que es la función vital más
importante, algo que es consustancial al hecho de estar vivo. Cuando nacemos, el
inicio de nuestra existencia coincide con un primer movimiento respiratorio, siendo
a su vez, dejar de respirar, lo último que hacemos cuando abandonamos este
mundo.
Las funciones
vitales o básicas, desde un punto de vista estrictamente biológico, en los
animales, - por si alguno lo ha olvidado,
los humanos somos animales; algunos más que otros, eso sí - son respirar, comer y dormir. Las tres son
esenciales para poder vivir y, a partir de ahí, podemos hablar de otras funciones, como las que nos permiten relacionarnos con el ambiente a través
de los sentidos, o las funciones cognitivas, propias de los seres humanos,
como las emociones, la inteligencia, la capacidad de ser felices (o
desgraciados)…
Los problemas derivados de la nutrición son diversos. El más grave de todos, sin duda alguna, es el hambre que sufren los ciudadanos de algunos países, donde la escasez de alimentos es un mal endémico.
En
España, nuestros antepasados, en la Prehistoria, tampoco debían estar sobrados
de alimentos. Antes de que se inventara la agricultura, comían los frutos
silvestres que les proporcionaba la naturaleza y carne de los animales y peces que
cazaban o pescaban con armas y herramientas rudimentarias, - tengo la sensación de que debían estar
todos muy delgados- así que su día a
día distaba de ser fácil. Supongo que cazar mamuts, por poner un
ejemplo, debía ser un acto muy peligroso en el que muchas veces el cazado era el
propio cazador; en cambio, hoy día, obtener alimentos en nuestro país es relativamente
fácil. Va uno al supermercado y al poco rato vuelve a casa con todo lo
necesario para comer ese día, sin correr los riesgos a los que se exponían nuestros
ancestros en el intento.
Además de los problemas de intendencia que conlleva la alimentación, si entramos en el terreno de la medicina, tenemos los trastornos alimentarios que son muchos y variados, relacionados, casi todos ellos, con la cantidad de alimentos que comemos y bebemos a diario.
Quien come mucho engorda, y quien no come lo suficiente, adelgaza -evidentemente, no hace falta ser un Premio Nobel para llegar a esta conclusión- de ahí que lo ideal sea ingerir una dieta equilibrada y en cantidad suficiente para mantenernos sanos. Hipócrates (siglos V y IV a. de C.), considerado el padre de la medicina, decía al respecto “Que tu alimento sea tu única medicina”. Esto, aunque teóricamente parece muy sencillo, no lo es tanto a la hora de llevarlo a la práctica.
A veces,
sobre todo en los niños, la inapetencia es selectiva: no tienen apetito para comer frutas o verduras,
y en cambio sí lo tienen para comer un flanes y pizzas. En estos casos, no estamos
ante un trastorno alimentario, sino educacional.
El problema
de la anorexia existe, es real, y los humanos hemos tenido que echar mano, con
mayor o menor éxito, de diferentes remedios.
También las
sopas de vino y los huevos batidos con vino y azúcar formaban parte del
“arsenal terapéutico” que empleaban nuestras madres para estos menesteres.
Con tales
remedios, no sé si recuperábamos el apetito o no, pero algunos nos poníamos muy
contentos.
Otros
remedios caseros, pasaban por tomar infusiones de manzanilla con un poco de
miel y canela, aunque algunos cambiaban la manzanilla por tomillo blanco; siendo también muy popular el aceite de hígado de bacalao, en forma de jarabe, también
empleado con estos fines. Entonces, como no llevaba saborizantes asociados,
tenía un sabor horrible, aprovechando nuestros padres esta propiedad con un
fin coercitivo ya que, si no querías comer, la amenaza era que tenías que tomar
una doble ración del mismo.
Además de estos remedios tan elaborados, en nuestro pueblo contábamos con otro recurso 100% natural que nos permitía recuperar el apetito perdido, un producto en estado líquido, incoloro, inodoro e insípido; por si alguien no lo ha adivinado es el agua.
Es del dominio público el hecho de que el pilar del valle de la Mata de las Cubas “da hambre” a todo aquel que bebe su agua. El conocimiento de la propiedad que tiene dicha agua, ya era conocido desde hace siglos por nuestros antepasados y ha ido transmitiéndose de generación en generación.
No es que
estuviera inapetente, más bien peco de lo contrario, pero
consideraba que, si bebía de esa agua, durante unos días tendría más apetito
del habitual.
El año
pasado, a mediados de marzo, un día, decidí acercarme al pilar de la Mata de las
Cubas con ese fin. Cogí el coche, llegué a las inmediaciones del valle, me
acerqué hasta el pilar con una botella, la llené y regresé al pueblo. A lo
largo del día bebí todo su contenido y la verdad es que no noté nada extraordinario.
Tanto ese día, como el siguiente, mi apetito fue el habitual llegando a la
conclusión de que estaba ante otra creencia más, carente de fundamento.
Por otra parte, dicen que Edison, para lograr
inventar la bombilla, necesitó hacer cerca de 1000 experimentos hasta que lo consiguió,
y yo tan sólo tan solo había hecho una prueba, así que decidí repetir
la experiencia, esta vez, cambiando de táctica, siguiendo el axioma de que uno
no puede pretender resultados distintos, haciendo siempre lo mismo.
Hace 2 semanas, estuve en el pueblo un fin de semana y decidí volver al pilar. Era el inicio de la primavera y amaneció una mañana soleada con la temperatura templada para la época; un día magnífico para realizar una ruta campestre, así que decidí ir hasta ese valle, en esta ocasión, caminando.
La
distancia hasta el mismo, desde el pueblo, debe rondar los 2 km; pero no fui
directo hasta allí, decidí alargar el recorrido y pasar por el mismo ya de regreso. .
Por
cierto, pasé por “Mata Hijas”. Alguien me habló una vez de ese valle, afirmando
que recibía tal nombre porque allí, tiempos atrás, un padre se había cargado a
sus hijas. Yo le respondí que estaba equivocado, que la explicación era
bastante más sencilla y que allí no había ocurrido parricidio alguno. El valle
se llama realmente “La Mata de las Hijas”, pero los humanos, como somos vagos
por naturaleza, hasta para hablar, hemos abreviado el nombre, de ahí que lo conozcamos como “Matahijas”.
Una vez
llegué al pueblo, antes de volver a casa, pasé por la panadería; el pan recién
hecho olía de maravilla, compré una barra de pan y durante el trayecto de la
panadería a casa, me comí casi la mitad. Algo insólito...nunca me había sucedido
algo así.
Reconozco
que en otras ocasiones, cuando he comprado pan en el pueblo, este nunca ha
llegado indemne a casa -el pan que hace
nuestra panadera es estupendo- y siempre lo he empezado en el camino, pero aquel
día me sabía demasiado bien pues tenía “más apetito del habitual”; así que llegué a la conclusión de que nuestros antepasados, una vez más, tenían
razón: Es cierto que: Quien bebe agua del pilar del Valle de la Mata de las Cubas, recupera el apetito.
· Actualmente, estoy intentando descubrir si hay algún otro pilar cuyo agua tenga la propiedad contraria: disminuir el apetito. Si alguien conoce alguna fuente o manantial con esta característica, se agradecería que lo pusiera en conocimiento de todos para ayudar a enmagrecer y mejorar la figura de todo aquel que lo precise
Saludos,
ResponderEliminar-Manolo-
Saludos Manolo. He visto que has estado atareado elaborando un reportaje sobre la feria de tu pueblo, que por cierto salió muy bien
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