San Leonardo, es
el nombre de una iglesia, más bien de lo que queda de ella, que se encuentra en
el término municipal de Hinojosa de Duero, muy cerca de la raya de este pueblo
con Bermellar.
Si vamos en coche
y tomamos la carretera DSA-576 -la
antigua SA 330- desde Saucelle a Lumbrales, una vez que hemos dejado atrás
el Puerto de La Molinera, ya casi en terreno llano; cuando aún no nos hemos
recuperado de la impresión que causan, en todo el que pasa por allí, los
"desfayaderos" que tanto el río Huebra como El Camaces han labrado en el
terreno, a lo largo de millones de años,
en su discurrir hacia El Duero ya muy próximo; inesperadamente, a la vuelta de
una curva, a lo lejos, en la margen izquierda de la carretera, podemos ver una
espadaña en la mitad del campo: Es San Leonardo.
Se trata de un despoblado en el
que solamente quedan en pie la torre de una iglesia y algunos restos, pocos, de las
paredes del antiguo templo. No existen más vestigios del pueblo que hubo allí hasta
comienzos del siglo XIX; fue entonces cuando los últimos pobladores abandonaron el
lugar.
Respecto a los motivos que
originaron la desaparición del pueblo, existen varias versiones.
La versión popular, la contaban
los lugareños de este modo: En tiempos de “Maricastaña”, la peste hizo estragos
en el pueblo y murieron todos sus habitantes; entonces, los de Hinojosa se
quedaron con las tierras del término y los de Bermellar lo hicieron con las
campanas. Así me lo contó alguien de Hinojosa -si esto fue así, evidentemente,
los del segundo pueblo hicieron un mal negocio con el reparto-
Los historiadores, en cambio, afirman
que la desaparición del pueblo no ocurrió por una causa concreta, sino que fue
debida a la suma de varias circunstancias: malas cosechas, con las
correspondiente hambrunas, enfermedades, guerras...
El hecho de que seamos una comarca
fronteriza, determinó que durante las guerras que mantuvo Portugal, por su
independencia, con España, a lo largo de muchos años -finales del siglo XVI y primera
mitad del XVII- quienes pagaron los “platos rotos” siempre fueron nuestros
antepasados.
Tanto los ejércitos portugueses como
los españoles pasaron repetidamente por aquí; los primeros saqueando y, a
veces, quemando todo los que encontraban a su paso -para eso éramos
territorio enemigo-, mientras que los nuestros, cada vez que venían a
defendernos de los lusitanos, también apañaban todo lo que encontraron a su
paso pues, aunque venían para “salvarnos”, había que alimentarlos.
La consecuencia que trajeron estas
guerras, fue que los pobres habitantes de la comarca resultaron esquilmados, tanto
por “los enemigos” como por los “amigos”, dejando a nuestros antepasados en la mayor
ruina.
A pesar de todas estas
calamidades, la mayoría de los pueblos lograron sobrevivir, pero
algunos no lo consiguieron y desaparecieron, como ocurrió con San Leonardo.
En este caso, parece ser que el episodio
que propició la desaparición de este lugar, como núcleo habitado, no fueron las
guerras con Portugal, sino la Guerra de la Independencia, en este caso
española, contra los franceses; un hecho que ocurrió a comienzos del siglo XIX.
Fue entonces, cuando los últimos habitantes de San Leonardo, que para entonces
ya no llegaban ni a la media docena, abandonaron definitivamente el pueblo y se
fueron a vivir a Hinojosa, ya que, en realidad, era un anejo de este pueblo, permaneciendo desde entonces así.
Aún existe una tercera versión, menos conocida
que las anteriores, que aclara con “pelos y señales” cómo sucedió todo -Si a
alguien no le convence esta tercera versión y quiere contrastar los hechos en
los archivos históricos, más vale que no pierda el tiempo ya que no va
a encontrar nada en ellos-. Además, al contrario de lo que dicen los historiadores, franceses y portugueses no tuvieron nada que ver en el asunto, ya que los protagonistas
fueron, exclusivamente, nativos del lugar.
Antes de nada, por si alguien no
conoce San Leonardo, vamos a situarlo en el mapa: Se trata de un paraje
perteneciente a Hinojosa de Duero (Salamanca), situado en la parte oriental de
su término municipal, lindante con la parte oeste del vecino pueblo de
Bermellar.
Todo comenzó en este segundo
pueblo. Hace ya muchos años, mi bisabuelo aún era un jovencito; creo que fue por
esta época, a comienzos del otoño; sin saber cómo ni por qué, hubo una plaga
de ratas en Bermellar.
Éstas, que lo habían invadido
todo, campaban por todos los lados: casas, graneros, cuadras, corrales,
pajares... y los vecinos estaban amedrentados; nunca se había visto una cosa
igual y tan dañina. La plaga había adquirido tal magnitud, que hasta los gatos
huyeron del pueblo.
Ante el grave problema que se
había creado; un día, el alcalde convocó en el ayuntamiento a los habitantes
del lugar para intentar buscar una solución.
- ¡Hay que acabar con esta plaga
como sea! Dijo el alcalde. ¿Se os ocurre algún remedio?
- Una vez ocurrió algo así en otro
sitio, comentó alguien. Creo que llamaron a un flautista, éste tocó la flauta, a
las ratas les gustó mucho la música, se acercaron a él, y entonces el
hombre salió del pueblo tocándola y todas ellas lo siguieron. A continuación, se las llevó hasta un río que había por allí cerca, y se ahogaron todas en él. El río
lo tenemos, ya que El Huebra está cerca. Lo único que necesitamos es encontrar un
flautista para que se las lleve. .
- Eso es un cuento de niños ¡Coño!
Exclamó Ligorio, que así se llamaba el alcalde, muy enfadado. Yo pido
soluciones reales. Esto es muy serio y no voy a admitir ninguna broma.
- ¡Oye!, esto no es ninguna
broma. Protestó el otro. Yo he dicho lo que se me ha ocurrido. Si alguien tiene
otra idea mejor, que lo diga; porque echar veneno por todo el pueblo, no es
bueno para los vecinos.
- Sí, en eso tienes razón. Contestó el alcalde. Vamos a pensar un poco y,
entre todos, a ver si a alguien se le ocurre un remedio... pero real. Olvidaos de
los cuentos.
Todos los allí presentes, estuvieron
pensando un buen rato. Unos centraban su mirada en el techo, otros en el
suelo, algunos, incluso cerraban los ojos para concentrarse en sus pensamientos…
cada uno lo hacía como mejor sabía. Creo que incluso les dolía la cabeza, ya
que no estaban acostumbrados a pensar tanto, pero a nadie se le ocurría nada; así
que Ligorio, al ver que ningún vecino presentaba propuesta alguna, dijo:
- ¡Mirad! Esto es una
emergencia, así que tampoco perdemos nada por probar lo de la música; además, el
método es muy ecológico y lo más que puede ocurrir, es que no dé resultado -Cuando
ocurrió esto, aún no existían los movimientos ecologistas; así que Ligorio, como
podemos ver, era un adelantado a su tiempo- Pero tenemos un problema,
continuó hablando el alcalde ¿A quién llamamos? ¿Conoce alguien a algún
flautista?
- A un flautista, no. Respondió
otro de los vecinos. En cambio, conozco a un tamborilero de Barrueco que puede servirnos.
Es cabrero y tiene las cabras en “Las Arribes”. Podemos decírselo a él.
- ¡No se hable más!, dijo Ligorio.
Mañana mismo hablas con él. Le dices que le damos tres pesetas si da un
pasacalles por el pueblo y es capaz de librarnos de esta plaga -si un euro
son ciento sesenta y seis pesetas; a alguno, tres pesetas, puede parecerle un
salario ínfimo, pero en aquellos tiempos debía ser un sueldazo-
- No te preocupes Ligorio;
mañana, a primera hora, voy a “Las Arribes”. Paso el río -los términos de
Bermellar y Barrueco están separados por el río Huebra-, hablo con él, y me
lo traigo para que dé el pasacalles. Si hay suerte, a mediodía se habrá llevado
las ratas al río, se habrán ahogado todas, y nos habremos librado de ellas.
- ¡Dios te oiga!, respondieron
todos un tanto escépticos, ya que el método elegido, para acabar con la plaga
de roedores, no les convencía mucho.
¡Mira por donde! los deseos de
los paisanos se cumplieron "casi" en su totalidad. Llegó el tamborilero a Bermellar y comenzó a
tocar la gaita y el tamboril en la parte oriental del pueblo -en el extremo este
del mismo-, en la carretera que, una vez cruzado el Puente Resbala, viene desde
Saldeana a este municipio. Lo hizo con tanto ímpetu que, en menos de una hora,
ante el enorme contento de los lugareños, había consiguió su objetivo. Todas las
ratas desaparecieron del lugar. Aunque es
necesario aclarar, que los hechos no
ocurrieron tal como lo habían planteado el día antes en el ayuntamiento, ya que
las ratas no se acercaron al tamborilero y le siguieron hasta El Huebra, que
era lo previsto. Resulta que el tamborilero era tan malo, y tocaba tan mal, que
los roedores huyeron despavoridos, como almas que lleva el diablo, en dirección
contraria…hacia el Oeste…hacia San Leonardo. Así es como llegaron hasta ese
lugar, se asentaron allí, y acabaron con el mencionado pueblo -ese, y no otro,
fue el “verdadero” motivo de su desaparición-.
Ruinas de San Leonardo |
De este modo, los de Bermellar
se vieron libres de roedores, y durante años no volvieron a ver rata alguna por
el pueblo, pues éstas no olvidaron, en mucho tiempo, el concierto del
tamborilero.
Según comentan, cuando éste
pidió su salario, el alcalde se resistía a pagarle. Ponía como excusa que el
trato consistía en que las ratas debían seguirle hasta El Huebra, para que se
ahogaran allí, y, evidentemente, esto no había ocurrido así.
Claro que el tamborilero era
avispado y amenazó:
- Mire usted, o me paga…o me voy
hasta San Leonardo, me pongo a tocar el tamboril por el lado de Hinojosa, y ya
veremos hacia donde corren las ratas.
Inmediatamente recibió su salario,
y muy contento se volvió a seguir cuidando sus cabras con la “satisfacción del
deber cumplido”
Notas aclaratorias.
üSan Leonardo es un “rincón mágico”, uno más de los muchos
que tenemos en nuestra comarca. Estar en ese lugar, al atardecer, viendo cómo
los rayos del sol, especialmente en otoño, se reflejan en las piedras de la
torre, es una experiencia magnífica.
üBermellar es un pueblo con una gente estupenda, al que
le tengo especial cariño pues en él es donde inicié mi actividad profesional. Allí hay ratas como en cualquier otro lugar,
pero no más. Debo confesar que ésta es una historia apócrifa, y que en ese
pueblo nunca hubo tal plaga.
üRespecto a los tamborileros de Barrueco que tocaban mal; sí que los hubo…y más de uno; pero, por suerte, la mayoría tocaban (y tocan)
muy bien.
Saludos,
ResponderEliminar-Manolo-
Si un día pasas por San Leonardo, ya sabes lo que ocurrió allï je,je. Un saludo
EliminarUna ocasión, pasando cerca se veía la silueta de la espadaña; pero iba sin tiempo y quedó para otra ocasión. Ocasión, que a día de hoy, todavía no ha llegado. Y han pasado años. Habrá que solucionarlo en breve y acercarse a las ruinas de San Leonardo.
ResponderEliminar-Manolo-
Que bueno, yo soy de Bermellar y siempre escuché que había desaparecido San Leonardo por las guerras y lo del término y las campanas tal cual
ResponderEliminarEsto, como comprenderás, es todo ficción; de lo que sucedió realmente para que desapareciera, seguramente fue por más de una causa, entre ellas las guerras. Respecto a la iglesia lo que pienso -es solo una opinión particular mía- es que nunca llegó a existir como tal sino que su construcción quedó a medias tal como la vemos ahora. Un saludo
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