sábado, 23 de septiembre de 2017

Fábula del erizo


   El erizo común, es un simpático animal que vive en nuestros campos, cuyo rasgo más destacable es que tiene la espalda cubierta de púas -unos gruesos pelos largos y duros, compuestos por queratina, que le dan gran rigidez-  de hasta 3 cm de longitud; de modo que, cuando se siente amenazado, se enrolla sobre sí mismo convirtiéndose en una bola de púas. Es su forma de defenderse, pues, una vez que adopta esta forma de pelota de pinchos, la mayoría de los animales evitan atacarlo. 
  Visto de frente, podemos apreciar que tiene una cara muy graciosa. En la parte superior sobresalen sus orejas que son redondeada; mientras que en la parte central presenta un hocico prominente, encima de la boca, con unos ojos vivarachos sobre el mismo.  Su cuerpo, de aspecto rechoncho, tiene la espalda cubierta de púas, tal como se indicó anteriormente, terminando 
CurioSfera.com
en una pequeña cola de unos 5 cm de longitud, y sus patas, 
a pesar de ser cortas, le permiten desplazarse con gran agilidad.
   Los ejemplares adultos pueden alcanzar una longitud algo superior a los 30 cm,  sin incluir la cola, llegando a adquirir un peso algo superior a 1 kg.   
  
   De hábitos nocturnos, pasa el día dormido en su madriguera de la que sale, una vez que  ha anochecido, para volver a ella antes de que amanezca; convirtiéndose, durante la noche, en un infatigable cazador ya que, guiado por el oído y el olfato, que tiene muy desarrollados, deambula   incansablemente por el campo buscando su alimento.
   Es un animal muy útil para al hombre ya que gran parte de su dieta está compuesta por   animales que resultan dañinos para la agricultura. Come  insectos, gusanos, lombrices, arañas, ratones,  ranas, reptiles y otros pequeños  mamíferos; una dieta a la que, llegado el caso, no duda en añadir algunos frutos.   
   Es un gran andarín, pudiendo recorrer durante su "jornada laboral" , a lo largo de la noche, varios kilómetros; resultando ser también un buen nadador; de modo que, si tiene que atravesar algún río o arroyo, lo hace con suma facilidad.   
   Al final del otoño, una vez que llega el frío, el erizo busca, o fabrica, un agujero bajo tierra, una madriguera, donde se hace una bola y queda sumido en un profundo letargo que se prolonga hasta la llegada de la primavera.  
   
   Un día se lamentaba un erizo por tener la piel cubierta de púas, ya que ello impedía que los demás animales se le acercasen.
   Veía a los pájaros cubiertos por sus suaves plumajes y se moría de envidia. Miraba al conejo, y a su prima la liebre, y se decía: ¡Qué pelo más sedoso, si yo tuviese un pelaje así, sería el animal más feliz del mundo!
   Un día, la zorra se le acercó y le dijo:
- Te veo triste y preocupado, amigo erizo ¿Te pasa algo?
- Estoy harto de mis púas, respondió el erizo. ¡Cómo me gustaría deshacerme de ellas! Por culpa de mis pinchos, los demás animales no se acercan a mí, y tampoco quieren que yo me acerque a ellos.
- Si quieres, yo te las corto. Le dijo amablemente la raposa.
  El ofrecimiento de la zorra, le pareció algo maravilloso.
- ¿De verdad lo harías? , contestó el erizo. Te estaría infinitamente agradecido. 
  Dicho y hecho, la raposa le cortó, una a una, todas las púas, y tan pronto acabó con la última de ellas, se acercó al erizo, sí…pero con intención comérselo.
  El pobre erizo deseaba que los demás animales se le acercasen, pero no con esas pretensiones.
  Salvó el pellejo por "los pelos" - pues pinchos ya no tenía-, gracias a que encontró una madriguera  próxima, pudiendo así eludir el ataque de su "peluquera".
  Allí tuvo que permanecer una larga temporada, hasta que sus púas crecieron y pudieron  protegerle de los depredadores. 
   Durante su estancia en la madriguera, desde la boca de la misma, un día observó cómo la zorra  cazaba un pájaro con su “suave plumaje” ; en otra ocasión, pudo ver a un zorro llevando en sus fauces a un pobre conejo, con su “sedoso pelo” incluido.  

  Desde luego, decía para sí el erizo, soy tan tonto como los humanos. Nunca están conformes con lo que tienen.  

6 comentarios:

  1. Una vez, un filósofo opinaba que dos personas, para mantener una buena relación entre ellos/as, debían seguir el ejemplo de los erizos: . Han de permanecer próximos entre sí, para que la relación pueda mantenerse; pero la cercanía no puede ser total porque, si se sobrepasan ciertos límites, al estar demasiado cerca, se pinchan mutuamente y la relación, entonces, tiene muchas posibilidades de terminar mal. Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Bonita fábula, con no menos bonita moraleja. Bonito bicho el de la foto, con ojitos simpáticos y todo él. Los de nuestra zona suelen ser menos claros, más marrones y cuántas veces se ven atropellados en la carretera alcanzados en alguno de esos paseo nocturnos, ¡pobrecillos!, qué final. De pequeño recuerdo que en más de una ocasión te encontrabas a uno y tocándolo con un bastón o palo, se hacían, como comentas, una bolita para defenderse.
    Tu comentario, lleno de filosofía, deja claro que hay que respetar y no invadir el despacio del otro, sea quien sea.

    ResponderEliminar
  3. Tienes razón en cuanto al aspecto del erizo. El de la foto es un erizo africano con la mitad inferior del cuerpo blanco. Nuestros erizos , los erizos europeos, son más oscuros y, desgraciadamente, casi siempre, cuando los vemos es atropellados en las carreteras. De hecho, la única fotografía propia que tenía de ellos, era de un ejemplar aplastado en la carretera del Salto, así que tomé esta "prestada" en internet.

    ResponderEliminar
  4. Tienes razón, nunca estamos satisfechos con lo que nos toca.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Pues sí, Tolstoi decía que gran parte de la felicidad consiste en saber apreciar lo que uno tiene, y en no desear con exceso lo que no tiene. No hay que llegar a situaciones extremas, como le ocurrió al erizo, para saber valorar lo que uno tiene.

    ResponderEliminar