domingo, 7 de mayo de 2017

Curanderos: entre la ciencia y la magia 


 La salud es el bien más importante que tenemos los humanos, un regalo que nos presta la naturaleza; pero somos tan tontos que, hasta que no nos falta, no sabemos apreciarla en su justo valor. Schopenhauer, decía muy acertadamente: “La salud no lo es todo, pero sin salud, lo demás es nada”, y es que estar enfermo nos condiciona negativamente para todo.
  Las enfermedades, al ser algo inherente al hombre, han estado presentes en su vida desde el principio de los tiempos; también ha sufrido, a lo largo de su existencia, todo tipo de accidentes  (cazar mamuts debió ser una profesión de alto riesgo), por ello, desde siempre, ha tenido la necesidad de buscar remedio a sus males.

   En los albores de la humanidad, el concepto que el hombre primitivo tenía de enfermedad era muy diferente al que ahora tenemos. En aquellos tiempos, muchos de los hechos o fenómenos que ocurrían a su alrededor, o le sucedían a él mismo, escapaban a su comprensión y, al no encontrar una clara explicación ante lo mismos, vivía plenamente convencido de la existencia  de unas fuerzas sobrenaturales que lo controlaban todo; por ello, cuando sobrevenía alguna enfermedad, pensaba que los dioses estaban irritados con él y, para recuperar la salud perdida, debía contentarlos con la ayuda de los sacerdotes (o sus equivalentes). Éstos, mediante plegarias e invocaciones, se dirigían a la correspondiente divinidad con la pretensión de que el enfermo sanase. Era un acto de auténtica magia ya que, utilizando únicamente la palabra, pretendían curar al enfermo (menos mal que entonces no existía un servicio de atención al usuario, para presentar las correspondientes reclamaciones, porque si no…).
   Estos son los antecedentes más remotos de la medicina: la “medicina mágica”.

   En épocas posteriores, el hombre descubrió que en la naturaleza había productos, casi siempre de origen vegetal, que aliviaban las enfermedades, y comenzó a usarlos con este fin. Habían nacido los sanadores. Éstos, que a lo largo del tiempo, en cada cultura, han recibido distintos nombres: druidas
Druida Panoramix 
, chamanes, hechiceros, brujos, etc; en España fueron (y son) llamados curanderos, sanadores o sabios y, durante siglos, incluso milenios, han sido los encargados de aliviar las enfermedades del paisanaje. Este tipo de actividad  se encuadra dentro de lo que se conoce como medicina tradicional.

  Hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo pasado, especialmente en las zonas rurales, era frecuente acudir al curandero. Entonces, en los pueblos pequeños no había médico -igual que sucede ahora- y cuando aparecía algún problema de salud, primero se intentaba solucionarlo, en el propio domicilio, con remedios caseros, y¸ si con ellos no era posible curar el proceso, antes de ir al médico era frecuente que la gente acudiera a algún curandero próximo.
  Los sanadores tradicionales solían ser hombres y mujeres de condición humilde que vivían en el medio rural y conocían las propiedades terapéuticas  de las plantas. Sus  conocimientos los adquirían generalmente, por parte de alguno de sus ascendientes, padres o abuelos, que también habían sido curanderos; o bien, a través de  la propia experiencia.
  Los remedios naturales que aplicaban: infusiones, lociones, emplastos... solían  elaborarlos ellos mismos, y las fórmulas, generalmente, eran secretas.
  Había curanderos que sólo trataban algunas enfermedades concretas; otros eran expertos en solucionar problemas musculo esqueléticos: dolores articulares y musculares, luxaciones e incluso fracturas, para lo cual poseían una gran habilidad manual, y, por último,  estaban “los grandes curanderos", aquellos que eran capaces de tratarlo casi todo, tanto enfermedades del cuerpo como del espíritu.
   En muchas ocasiones, además de la aplicación de los tratamientos, realizaban  rezos e invocaciones buscando la ayuda de los espíritus benignos, y posteriormente, de Dios o de algún santo. Como podemos ver, empleaban productos naturales pero seguían usando la magia.
   Estas personas, que durante siglos aliviaron los males de la gente, cuando apenas había médicos,  con el desarrollo de la medicina actual fueron perdiendo terreno ante la misma y su número disminuyó considerablemente, pero nunca han llegado a desaparecer.

   Actualmente, tenemos una medicina científica donde los diagnósticos y tratamientos que se utilizan están respaldados por investigaciones suficientemente contrastadas; una medicina moderna que permite tratar, eficazmente, casi todas las enfermedades; pero, a pesar de  los grandes avances que ha experimentado en  los últimos tiempos, aún queda un gran número de cosas por hacer.
   Mucha gente vive con el convencimiento de que la medicina actual puede solucionarlo  todo, y esto, desgraciadamente, no es así; aún hay enfermedades que no pueden curarse. Ante estos “fracasos” de la medicina, algunas personas llegan a perder la confianza en los médicos y, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, deciden acudir  a los curanderos… no están dispuestos a renunciar a la magia. Esto es lo que hizo decir al psiquiatra Thomas Szasz: “Antes, cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia con la medicina; ahora, que la religión es débil y la ciencia fuerte, el hombre confunde la medicina con la magia”.

   Entre los sanadores actuales, existe un nutrido grupo de ellos, auténticos charlatanes, que a través de Internet, sin pudor alguno, se anuncian y, desde la distancia, te venden “energía positiva” sin  importar el lugar del planeta en que te encuentres, prometiendo solucionar no sólo los problemas de salud, sino todo tipo de dificultades; previo pago, eso sí (con la tarjeta de crédito transfieres al “sanador” la cantidad establecida, y éste, sin saber quién es, cómo es, ni  en qué parte del mundo se encuentra, te transfiere“la  energía espiritual  que necesitas”, para solucionar tu problema.
  Muy diferentes eran aquellos curanderos tradicionales que tuve ocasión de conocer personalmente, o por referencias, en la segunda mitad del siglo XX. Muchos de ellos estaban convencidos de tener  un don o una gracia  que no solamente les permitía, sino que además les obligaba a  ayudar  a los demás. No se anunciaban en ningún lado y desempeñaban su trabajo de forma bastante altruista  (con ellos no necesitabas tarjeta de crédito alguna ya que no cobraban por sus servicios, sólo aceptaban lo que libremente quisiera darle el paciente.  Muchos, incluso rehusaban ser gratificados con dinero, con una docena de huevos, o un chorizo, podías arreglar el asunto).

   Alguno puede preguntarse si los curanderos, realmente, curaban a alguien. Claro que curaban…pero no a todos. Algo similar ocurre con la medicina actual;  por muy avanzada que esté, no puede curarnos a todos.




5 comentarios:

  1. Curiosa como siempre tu historia de hoy. Siempre que haya enfermedades, habrá curanderos, cuando la medicina científica no cura la última enfermedad. Pero es que siempre habrá una última enfermedad que traerá el fallecimiento, si no...

    -Manolo-

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  2. Tienes razón, siempre habrá una última enfermedad, pero es mejor no saber cual es, ni cuando va a venir. Dicen que los romanos vivían como si se fueran a morir al día siguiente y, en cambio, hacían construcciones para vivir eternamente. Yo creo que no iban tan descaminados; hay que vivir lo mejor que se pueda ya que no sabemos si éste va ser nuestro último día y, a la vez, con el convencimiento de que somos inmortales (realmente lo somos hasta un rato antes de ...)

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  3. El pasado fin de semana hablábamos en una reunión familiar de este tema y un señor de 90 años hablaba de un curandero que se dedicaba a los huesos y todo el mundo coincidía que tenía un don natural para colocarlos. También mi madre me hablaba de un curandero de su pueblo, Guadramiro, que también colocaba los huesos. Pero como bien dices también abundan los "listillos" como el curandero de Trabazos de Aliste que decía curar el cáncer bebiendo un agua que decía que él elaboraba. Ahora también hay charlatanes y sin ninguna duda tampoco la medicina actual e la panacea de todos los males.
    Un abrazo.

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  4. Los curanderos que trataban los esguinces, torceduras, luxaciones, dolores reumáticos...han perdido su función en beneficio de los médicos rehabilitadores y fisioterapeutas, pero aún sobrevive alguno que hace curanderismo con estos procesos. En un pueblo de Extremadura hay un hombre que, para tratar los dolores de espalda, le quema la oreja con un hierro al rojo a los pacientes.
    Yo una vez tuve que tratar a una de "las víctimas" pues encima, al pobre hombre, se le infectó la quemadura de la oreja. Un abrazo.

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    1. Jose trato de dejarte en tu blog , pero no encuentro la forma. Mi correo es angeliti11@yahoo.es

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