jueves, 12 de mayo de 2016

La muerte pelada

El amor es ciego, pero el matrimonio le devuelve la vista (Lichtenberg)

   Hace ya bastante tiempo, había un matrimonio que llevaba muchos años casado, había quedado ya muy atrás esa etapa inicial de amor ciego propia de los recién casados y, aunque ambos cónyuges “habían recuperado la vista”, mantenían una buena convivencia.
  Ambos, tenían caracteres muy opuestos pero se complementaban muy bien. Ella era  muy  pesimista, sus pensamientos siempre eran muy negativos, y vivía con un constante temor a ser víctima de todo tipo de desgracias. Una persona así, como no puede ser de otro modo, suele ser  hipocondriaca, y ella lo era. El médico le había dicho multitud de veces que no tenía enfermedad física alguna, mas ella estaba convencida de tenerlas casi todas. Actualmente, posiblemente la hubieran catalogado como fibromiálgica; pero, en aquellos tiempos, “no existían estas enfermedades modernas” y, entre el vecindario, pasaba, simplemente, por ser una mujer algo más rara de lo habitual.  En cambio, él, vamos a llamarlo  Gabino, era un optimista impenitente, con unos pensamientos siempre positivos: dicharachero, con un humor envidiable y unas ganas de chanza permanentes, participaba de la opinión de que “para allá te has de llevar, sólo lo que te puedas tomar” y se aplicaba a ello con fruición pues le gustaba comer opíparamente  y catar el vino cuando al ocasión lo requería (ya se ocupaba él de que las ocasiones no faltaran, pues  era un  cliente asiduo de la taberna, lugar que para él era un auténtico templo de la felicidad). Vamos, que era un “viva la Virgen” como decimos por aquí.
   Una noche, al volver Gabino a casa  -del bar, por supuesto-  encontró la puerta cerrada por dentro, algo inhabitual, y le extrañó mucho ya que, como antes ocurría en los pueblos, siempre estaba abierta, o como mucho, entreabierta. Como no llevaba la llave, llamó varias veces y al ver que  nadie contestaba pensó que la mujer habría salido; estaba a punto de regresar a la taberna “obligado por las circunstancias”, cuando desde el interior de la casa escuchó a  su esposa preguntar
-      ¿Quién es?
-     ¡Quien coño va a ser,  pues yo! , respondió el marido extrañado.
   Oyó cómo la mujer descorría el cerrojo que tenía la puerta por dentro y, una vez abierta, vio que ésta, desde el umbral, miraba ambos lados de la calle con atención como si temiera que hubiera alguien por allí.  El marido,  cada vez más extrañado,  volvió la cabeza y  recorrió con la mirada toda la calle, observando que estaba totalmente vacía. Allí no había persona ni animal alguno.
-  ¿Qué pasa? ¿Por qué has cerrado la puerta por dentro, y qué miras ahí fuera? ¿Ha venido alguien a robarnos? Si es así, pobre ladrón, como no tenga mejores sitios donde robar, está apañado.  
- ¡Déjate de tonterías!, contestó la esposa, muy molesta por la broma. Aquí no ha venido nadie, ni a robar, ni a ninguna otra cosa.
-  Entonces… ¿qué es lo que pasa?, preguntó el marido mientras pasaba al interior de la vivienda.
  Una vez dentro, la mujer enseguida cerró la puerta, echó el cerrojo y entonces contestó al marido.
-   Es que estoy muy preocupada y tengo mucho miedo,  por eso había cerrado la puerta. Ha muerto el padre de fulanito.
-   Bueno y qué, por eso no hay que preocuparse en absoluto. Estaba muy malo, le llegó la hora y ya está.  En fin, que nos espere “pallá” mucho tiempo. ¿Qué tenemos para cenar? 
-  Tú no lo entiendes, dijo la mujer muy angustiada.  Si ha muerto es porque ha venido la muerte a por él. Y yo es que no sé cómo es la muerte ¿Tú lo sabes?
Gabino miró a la esposa sorprendido por la pregunta. Esta mujer- pensaba para sus adentros- ya está con otra de sus extravagancias.    
-  ¡Y yo que voy a saber! -contestó - Los únicos que de verdad lo saben son aquellos que se han muerto, como no se le preguntas  a alguno de ellos.  
-   ¡No digas estupideces!, respondió ella cada vez enfadada ¿Cómo voy a preguntarle a un muerto?
-   Pues un vivo no creo que te lo pueda decir mucho, respondió el marido. Te podrá decir cómo es la vida, o como la ve él; pero dudo yo que pueda decirte cómo es la muerte. Anda vamos a cenar, no sea que nos muramos esta noche. Al menos, que nos pesque con la barriga llena…y alegra esa cara mujer, nosotros estamos vivos y sanos.
-  Yo no estoy buena,  tú bien sabes lo que yo llevo padecido hasta ahora. El médico dice que son los nervios, pero yo sé muy bien  lo mala que estoy.
-  Dirás lo mala que eres a veces -bromeó Gabino-  que es distinto. ¡Esta mujer!, mira con lo que sale ahora…pero si estás mejor que yo. Seguro que me muero yo mucho antes que tú. Mira, como me voy a morir antes que tú, cuando vea a la muerte en el más allá, vuelvo un día, te cuento cómo es y así ya lo sabes.  Anda vamos a cenar, y olvídate del tema.
 Gabino pensó que el asunto había quedado zanjado, pero la mujer, como no había quedado convencida por la respuesta, al día siguiente, antes de que el marido saliera de casa,  insistió sobre el asunto.
-  Gabi,  mira a ver si te enteras de cómo es la muerte, que yo lo quiero saber “pa estar al tanto” y conocerla cuando me llegue la hora. Que yo, con lo mala que estoy,  sé que voy a durar poco.
-  Si da igual conocerla o no. De todos modos va a llegar igual, y cuando te llegue la hora no vas a poder evitarla. Fíjate en mí que, ni sé como es, ni me interesa saberlo, respondió el esposo, harto de tanta insistencia.
-  Ya sé que a ti te interesan poco las cosas. Bueno sí, lo que te interesa es ir al bar todos los días,  que tu mujer te tenga la comida hecha  y antes, cuando éramos más jóvenes, “lo otro”. En cambio mi salud…eso si que no te interesa nada.
-  ¡Cómo que no me interesa nada!  Estás muy equivocada, claro que me interesa. Fíjate, todos los días, cuando llego al bar y pido el primer vaso de vino, siempre brindo por la salud de mi mujer, para que me dure mucho.
-  Me da igual si brindas por tu mujer, y por quien te dé la gana. A mí lo  único que me interesa  saber es cómo es la muerte, contestó irritada la esposa. Así que pregúntale a alguien que lo sepa.
   Cuando volvió Gabino a casa, la esposa lo primero que hizo fue preguntarle que si ya se había informado sobre cómo era la muerte, y él, para salir del paso, lo explicó así:
-   He preguntado sí… a más de uno…y nadie sabe como es la muerte;  eso sí, todos opinan que es fea y fría, como algo pelado….sin pelo, ni plumas.
     La mujer pareció conformarse con la explicación y durante unos días  no volvió a hablar  del tema; pero si el marido había pensado que iba a olvidarse tan fácilmente del asunto, estaba apañado. La parienta volvió a insistir, machaconamente, sobre lo mismo:
 - Gabi yo no estoy tranquila del todo. Dices que la muerte es algo pelado, pero ¿qué es lo que está pelado? Mira que yo sé que voy a durar poco y quiero saberlo bien.
- ¡Y yo que sé! , contestó el marido exasperado por lo cargante que se estaba poniendo la mujer con el asunto de la muerte. Estoy seguro que, cuando llegue el momento, lo sabrás, tú no te apures.
- Pero yo es que lo quiero saber ya, protestó ésta.
  Al día siguiente, el hombre, que estaba  ya hasta  ******* del asunto,  decidió gastarle una broma a la mujer con el fin de asustarla, y para que se olvidara de una vez por todas de la muerte. Cogió una gallina, la desplumó y cuando llegó la noche, como la mujer solía acostarse antes que él, una vez que comprobó que ya se encontraba dormida, tiró el ave encima de la cama. Ésta, al despertarse y ver aquel animal tan raro se asustó mucho,  se metió debajo del catre y desde allí  dijo:  
-   ¡Mira, que yo no quería verte! ¡Es mi marido el que tanto  preguntaba por ti! ¡Ve al comedor, que Gabino está allí! ¡Seguro que es él, a quién andas buscando!


5 comentarios:

  1. José; te vas superando en cada entrada.
    ¿Qué nos guardas para la próxima?
    Si me lo permites; el calificativo que yo le pondría a éste cuento de la muerte, es "Genial"
    Saludos. Luis

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  2. MU GÜENO, genial como lo califica Luis.
    Ya dice el dicho:
    "Mujer enferma, mujer eterna"
    Estoy seguro que la parca se llevó primero a Gabino y su mujer quedó curada de sus males para el resto.

    -Manolo-

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  3. Lo que dices es cierto, todos conocemos algún caso de parejas donde uno de los dos siempre se está quejando de lo malo que está y resulta que el primero que cae es el que presuntamente estaba más sano. Un saludo

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