El Pasquali
A finales
de la década de 1960, aunque en España ya habíamos iniciado una importante
industrialización, seguíamos siendo un país predominantemente
agrícola donde los métodos de trabajo, en el campo, apenas habían evolucionado. En lo que respecta a la mecanización,
ésta era muy escasa: se seguía arando con yuntas de ganado, los productos eran transportados
en carros tirados por animales, aún seguían haciéndose muchas labores
manualmente…. Esto condicionaba que los agricultores y ganaderos tuvieran que
realizar un trabajo inmenso, totalmente desproporcionado al beneficio que
finalmente obtenían; de ahí que, en esa época, la mayoría de la gente que vivía
del campo ganaba, prácticamente, lo justo para su supervivencia.
Con el
fin de mejorar esta situación, existía
el Servicio de Extensión Agraria; creado
en 1955, era un organismo dependiente
del Ministerio de Agricultura cuyo fin
era mejorar las condiciones de vida de la gente de los pueblos, enseñando a los
campesinos a aumentar la productividad de sus explotaciones.
Este organismo, realizaba su actividad a
través de oficinas o agencias que estaban ubicadas en localidades que eran, habitualmente, cabeceras
de comarca -en nuestro caso, la oficina que nos correspondía estaba en
Vitigudino- y, desde estas agencias, los
técnicos desarrollaban su labor organizando reuniones con los agricultores a
quienes daban charlas sobre nuevos métodos
de cultivo, diferentes razas de ganado, empleo de nueva maquinaria…,unas
charlas que se complementaban, en ocasiones, con demostraciones prácticas en el terreno. Lo que
se pretendía, con estas actividades, era modernizar el medio rural, un hecho que
no siempre era bien entendido por nuestros paisanos, acostumbrados a unas formas
de trabajo, aprendidas de sus abuelos, que apenas habían evolucionado a lo
largo del tiempo.
Aunque el servicio que prestaba dicho
organismo era gratuito, a menudo, los agricultores y ganaderos mostraban indiferencia, e incluso aversión, ante todos aquellos cambios que proponía el
personal de Extensión Agraria; sirva como muestra lo que ocurrió en cierta ocasión
cuando un ingeniero agrónomo se disponía a dar una charla y, antes de comenzar
la misma, alguien le comentó al compañero de al lado: “qué coños sabrá este hombre de agricultura, seguro
que no ha cogido un arado en su vida” (la frase es literal, con los coños incluidos).
Con el tiempo, en el campo, los sistemas de producción
fueron modernizándose; en los pueblos fue
mejorando progresivamente el nivel de vida, sobre todo a raíz del ingreso de España en la UE, y, gracias a ello, en la actualidad,
podemos decir que se puede vivir del campo dignamente.
Pero bueno, volvamos a la década de 1960,
concretamente, a Vitigudino. En ese
pueblo, “desde siempre”, cuando llega el martes, sus calles están muy animadas pues
la gente de la comarca, aprovecha ese día
para ir a hacer compras y para reencontrarse con paisanos de otros
pueblos (además, este segundo día de la semana, la gente acudía también al
mercado de ganado que hubo hasta hace unos años).
Sisenando era uno de estos comarcanos que no
faltaba nunca a la cita de los martes en Viti, y llevaba un tiempo madurando la
idea de comprar un tractor. Aún estaba indeciso sobre el modelo que quería y cuando coincidía
con algún hombre que ya lo tuviera -en esa época eran contados los agricultores
que tenían tractor- , le pedía su opinión. Naturalmente, cada uno hablaba del
asunto según su propia experiencia y como ésta era diferente, dependiendo de cada
informante, en vez de disiparse sus dudas, cada vez se encontraba más
confundido.
En realidad,
él tenía una idea muy clara: deseaba un tractor potente y que no valiera mucho (quería
“un imposible”, como decimos por aquí). Algunos, en su pueblo, habían comprado “Pasqualis”,
unos tractores que fueron muy populares en su momento ya que se ajustaban bastante
bien a sus necesidades y, sobre todo,
porque eran más económicos; pero él pretendía comprar un tractor grande “a precio de Pasquali”.
Pasquali (foro de tractores antiguos) |
Aquel día, aunque continuaba aún con algunas dudas, ya estaba decidido a comprar el
tractor y no quería esperar más tiempo. Había echado sus cuentas y, con los ahorrillos
que tenía, más un pequeño préstamo, estaba en condiciones de adquirir un flamante Pasquali; pero, antes
de cerrar la compra, decidió acercarse a la Oficina de Extensión Agraria a
buscar asesoramiento. Esta gente ha estudiado y sabe mucho de esas cosas, a ver
qué me aconsejan -pensaba Sisenando mientras se dirigía hacia allá-.
La suya era una lucha entre el deseo y la realidad
pues, aunque realmente quería otro tipo de tractor, el sentido común le decía
que debía comprar un Pasquali ya que era el que mejor se adaptaba a su presupuesto.
Lo que pretendía con su visita, a la Agencia de Extensión Agraria, era que le hablaran de las virtudes de estos
pequeños tractores para que le desaparecieran todas sus posibles dudas y así, ya,
plenamente convencido, realizar la compra y a rodar (vamos, que necesitaba un
“empujón final” y esperaba recibirlo allí).
Al entrar
en la oficina le recibió una
administrativa y, tras explicarle el motivo de su vivita, ésta le hizo pasar a un
despacho donde un técnico, amablemente, le recibió. Sisenando, se sentó en la mesa, frente al
funcionario, y le indicó su intención:
- Verá,
quiero comprarme un tractor y venía a que me informara usted. Yo he pensado en hacerme con un Pasquali, en mi
pueblo hay varios que lo tienen y están contentos
con él. ¿Qué le parecen esos tractores?
El funcionario debió pensar que si alguien ha
decidido comprar un Pasquali, lo que debe hacer es ir al concesionario,
elegir modelo y ajustar la compra; por lo que no se explicaba muy bien qué hacía
allí aquel hombre pidiendo información
sobre el mismo. Pero bueno, buscaba asesoramiento, y había que dárselo.
- Está muy bien que compres un tractor, es un
vehículo imprescindible, hoy día, para el campo. Podrás trabajar más, con menos
esfuerzo, y te será muy útil en casi
todas las labores. En cuanto al modelo, todo depende de las necesidades de cada uno, y, evidentemente,
del dinero que quiera gastarse. Hay distintos
modelos y cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes;
pero, si se puede, lo ideal es comprar el mejor posible. Ten en cuenta que vas
a trabajar muchos años con él y lo vas a amortizar con creces. Los Pasquali, aunque son buenos, tienen menos
caballos que los otros, llevan menos
arados, y los remolques son más pequeños. Su ventaja está
en el precio, claro está, pues valen menos.
Pero yo, si estuviera en tu lugar, y pudiera, me compraría un modelo con más potencia. Permiten llevar unas vertederas
y cultivadores mayores…van más deprisa...los remolques son más
grandes y permiten más carga… ¡Ah!, y otra cosa muy importante, además tienen
cabina.
Sisenando escuchaba con atención al técnico y
lo que oía no le hacía gracia alguna pues no hacía más que confirmarle lo que él ya había pensado
anteriormente. En esta vida siempre ocurre lo mismo: lo mejor siempre es más
caro. Por supuesto que él prefería un tractor más grande; de hecho, ya le había
“echado el ojo” a un John Deere; pero, para poder adquirir ese tractor, los ahorrillos
se quedaban muy cortos y necesitaba un
préstamo bastante considerable.
- La cabina es lo de menos, dijo Sisenando con
desdén. Se abriga uno en invierno y ya está.
- Estás equivocado, respondió el de Extensión
Agraria, la cabina es muy importante. Te protege de las inclemencias del tiempo,
evita que respires el polvo cuando ares o hagas otras faenas, y te proporciona
seguridad ¡imagínate que vuelcas! Además, tiene otra ventaja muy importante que
ya se me olvidaba…
Sisenando sopesaba las palabras de su interlocutor y coincidía con él en
que los otros tractores tenían más virtudes que los Pasquali, incluso él también
había considerado, previamente, el hecho
de que estos últimos no tenían cabina y por tanto no podían protegerle del sol, el frío, la lluvia, el polvo y ante
los posibles vuelcos, lo cual era ya un importante factor a favor de “los otros
modelos”; hasta ahí habían llegado sus elucubraciones particulares, en lo
referente a los beneficios de la cabina.
Por eso, cuando oyó hablar al técnico “de otra ventaja muy importante” añadida
a todo lo anterior, quedó algo intrigado
y no dudó en preguntar a su interlocutor:
- ¿Y qué otra ventaja muy importante tienen los
tractores con cabina?
- Mira, una cabina, además de todo lo dicho anteriormente, impide que tengas
que oír el ruido que produce el motor del tractor, y ten en cuenta que si uno
está oyendo sonidos altos, durante mucho tiempo, acaba quedándose sordo.
A
estas alturas de la entrevista, Sisenando estaba muy irritado por el rumbo que
había tomado la conversación. Había entrado allí para que le hablaran de las
bondades de los Pasquali, para reafirmarse en la idea de que éste era el
modelo que le convenía, y resulta que el técnico no paraba de alabar las
virtudes de los otros modelos; por ello, su enfado, por momentos, iba en
aumento. ¡Cómo se notaba que quien tenía que “aflojar la bolsa”, si quería
comprar un tractor, era él y no el funcionario de Extensión Agraria!, así que al oír este último
beneficio que ofrecía el tener un tractor con cabina, explotó.
- ¡Mire usted! ¡Eso que dice de la
cabina y los sordos es mentira!
- ¿Cómo que es mentira?, preguntó el
otro, muy extrañado. Eso está demostrado
y hay evidencias de ello. Mira, te voy a mostrar un folleto donde pone el ruido que puede llegar a
producir el motor de un tractor y las consecuencias que eso acarrea en los oídos.
- ¡No me hace falta ver ningún folleto!
¡Eso es mentira, y la evidencia, de que lo es, está en mi pueblo! ¡Yo se la enseño
a usted cuando quiera!
Las palabras de Sisenando pillaron totalmente
desprevenido al técnico, que preguntó:
- ¿Y qué evidencia hay en tú pueblo, de
que lo que digo no es verdad?
- Verá usted –respondió Sisenando - , la
evidencia que hay en mi pueblo es Miguel “El Pelanas”. Es el único sordo que hay en todo el pueblo, y
siempre ha arado con burros.
Post data. Sisenando,
a los pocos días de pasar por la oficina de Extensión Agraria, por fin compró
un tractor…aunque no fue un Pasquali (No sé si el hecho de evitar quedarse sordo
influyó o no en la decisión, pero al
final compró un tractor John Deere. Por
supuesto…con cabina)
Este tema debiera figurar, enmarcado, en tu despacho profesional. (jeje)
ResponderEliminarSaludos,-Manolo-
Totalmente de acuerdo Manolo. Los ruidos altos acaban dañando el oído interno y la gente, en general, apenas le presta importancia. Antes no había medidas de protección alguna y, en la actualidad, aunque sí las hay, es frecuente ver a obreros, trabajando con maquinaria ruidosa, que llevan los cascos protectores colgados del cuello, en vez de tenerlos protegiendo los oídos.
ResponderEliminarUn saludo
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