La
muerte pelada
El amor
es ciego, pero el matrimonio le devuelve la vista (Lichtenberg)
Hace ya bastante tiempo, había un matrimonio
que llevaba muchos años casado, había quedado ya muy atrás esa etapa inicial de
amor ciego propia de los recién casados y, aunque ambos cónyuges “habían
recuperado la vista”, mantenían una buena convivencia.
Ambos,
tenían caracteres muy opuestos pero se complementaban muy bien. Ella era muy pesimista, sus pensamientos siempre eran muy
negativos, y vivía con un constante temor a ser víctima de todo tipo de
desgracias. Una persona así, como no puede ser de otro modo, suele ser hipocondriaca, y ella lo era. El médico le
había dicho multitud de veces que no tenía enfermedad física alguna, mas ella estaba
convencida de tenerlas casi todas. Actualmente, posiblemente la hubieran catalogado
como fibromiálgica; pero, en aquellos tiempos, “no existían estas enfermedades
modernas” y, entre el vecindario, pasaba, simplemente, por ser una mujer algo
más rara de lo habitual. En cambio, él, vamos
a llamarlo Gabino, era un optimista
impenitente, con unos pensamientos siempre positivos: dicharachero, con un humor
envidiable y unas ganas de chanza permanentes, participaba de la opinión de que
“para allá te has de llevar, sólo lo que te puedas tomar” y se aplicaba a ello
con fruición pues le gustaba comer opíparamente
y catar el vino cuando al ocasión lo requería (ya se ocupaba él de que las
ocasiones no faltaran, pues era un cliente asiduo de la taberna, lugar que para
él era un auténtico templo de la felicidad). Vamos, que era un “viva la Virgen”
como decimos por aquí.
Una
noche, al volver Gabino a casa -del bar,
por supuesto- encontró la puerta cerrada
por dentro, algo inhabitual, y le extrañó mucho ya que, como antes ocurría en
los pueblos, siempre estaba abierta, o como mucho, entreabierta. Como no
llevaba la llave, llamó varias veces y al ver que nadie contestaba pensó que la mujer habría
salido; estaba a punto de regresar a la taberna “obligado por las
circunstancias”, cuando desde el interior de la casa escuchó a su esposa preguntar
-
¿Quién es?
-
¡Quien coño
va a ser, pues yo! , respondió el marido
extrañado.
Oyó cómo la mujer descorría el cerrojo que
tenía la puerta por dentro y, una vez abierta, vio que ésta, desde el umbral, miraba
ambos lados de la calle con atención como si temiera que hubiera alguien por
allí. El marido, cada vez más extrañado, volvió la cabeza y recorrió con la mirada toda la calle, observando
que estaba totalmente vacía. Allí no había persona ni animal alguno.
- ¿Qué
pasa? ¿Por qué has cerrado la puerta por dentro, y qué miras ahí fuera? ¿Ha
venido alguien a robarnos? Si es así, pobre ladrón, como no tenga mejores
sitios donde robar, está apañado.
- ¡Déjate
de tonterías!, contestó la esposa, muy molesta por la broma. Aquí no ha venido
nadie, ni a robar, ni a ninguna otra cosa.
- Entonces… ¿qué es lo que pasa?, preguntó el
marido mientras pasaba al interior de la vivienda.
Una vez dentro, la mujer enseguida cerró la
puerta, echó el cerrojo y entonces contestó al marido.
- Es que estoy muy preocupada y tengo mucho
miedo, por eso había cerrado la puerta. Ha
muerto el padre de fulanito.
- Bueno y qué, por eso no hay que preocuparse en
absoluto. Estaba muy malo, le llegó la hora y ya está. En fin, que nos espere “pallá” mucho tiempo. ¿Qué
tenemos para cenar?
- Tú no lo
entiendes, dijo la mujer muy angustiada.
Si ha muerto es porque ha venido la muerte a por él. Y yo es que no sé
cómo es la muerte ¿Tú
lo sabes?
Gabino
miró a la esposa sorprendido por la pregunta. Esta mujer- pensaba para sus
adentros- ya está con otra de sus extravagancias.
- ¡Y yo que voy a
saber! -contestó - Los únicos que de verdad lo saben son aquellos que se han
muerto, como no se le preguntas a alguno
de ellos.
- ¡No digas estupideces!, respondió ella cada
vez enfadada ¿Cómo voy a preguntarle a un muerto?
- Pues un vivo no creo que te lo pueda decir mucho,
respondió el marido. Te podrá decir cómo es la vida, o como la ve él; pero dudo
yo que pueda decirte cómo es la muerte. Anda vamos a cenar, no sea que nos
muramos esta noche. Al menos, que nos pesque con la barriga llena…y alegra esa
cara mujer, nosotros estamos vivos y sanos.
- Yo no estoy buena,
tú bien sabes lo que yo llevo padecido
hasta ahora. El médico dice que son los nervios, pero yo sé muy bien lo mala que estoy.
- Dirás lo mala
que eres a veces -bromeó Gabino- que es
distinto. ¡Esta mujer!, mira con lo que sale ahora…pero si estás mejor que yo.
Seguro que me muero yo mucho antes que tú. Mira, como me voy a morir antes que
tú, cuando vea a la muerte en el más allá, vuelvo un día, te cuento cómo es y
así ya lo sabes. Anda vamos a cenar, y
olvídate del tema.
Gabino pensó que el asunto había quedado
zanjado, pero la mujer, como no había quedado convencida por la respuesta, al
día siguiente, antes de que el marido saliera de casa, insistió sobre el asunto.
- Gabi, mira a ver si te enteras de cómo es la muerte,
que yo lo quiero saber “pa estar al tanto” y conocerla cuando me llegue la
hora. Que yo, con lo mala que estoy, sé
que voy a durar poco.
- Si da igual conocerla
o no. De todos modos va a llegar igual, y cuando te llegue la hora no vas a
poder evitarla. Fíjate en mí que, ni sé como es, ni me interesa saberlo, respondió
el esposo, harto de tanta insistencia.
- Ya sé que a ti
te interesan poco las cosas. Bueno sí, lo que te interesa es ir al bar todos
los días, que tu mujer te tenga la
comida hecha y antes, cuando éramos más
jóvenes, “lo otro”. En cambio mi salud…eso si que no te interesa nada.
- ¡Cómo que no me
interesa nada! Estás muy equivocada, claro
que me interesa. Fíjate, todos los días, cuando llego al bar y pido el primer
vaso de vino, siempre brindo por la salud de mi mujer, para que me dure mucho.
- Me da igual si brindas
por tu mujer, y por quien te dé la gana. A mí lo único que me interesa saber es cómo es la muerte, contestó irritada la
esposa. Así que pregúntale a alguien que lo sepa.
Cuando volvió Gabino a casa, la esposa lo
primero que hizo fue preguntarle que si ya se había informado sobre cómo era la
muerte, y él, para salir del paso, lo explicó así:
- He preguntado sí… a más de uno…y nadie sabe como
es la muerte; eso sí, todos opinan que
es fea y fría, como algo pelado….sin pelo, ni plumas.
La mujer pareció conformarse con la
explicación y durante unos días no
volvió a hablar del tema; pero si el
marido había pensado que iba a olvidarse tan fácilmente del asunto, estaba
apañado. La parienta volvió a insistir, machaconamente, sobre lo mismo:
- Gabi yo no estoy tranquila del todo. Dices
que la muerte es algo pelado, pero ¿qué es lo que está pelado? Mira que yo sé
que voy a durar poco y quiero saberlo bien.
- ¡Y yo que sé! ,
contestó el marido exasperado por lo cargante que se estaba poniendo la mujer
con el asunto de la muerte. Estoy seguro que, cuando llegue el momento, lo
sabrás, tú no te apures.
- Pero yo es que
lo quiero saber ya, protestó ésta.
Al día siguiente, el hombre, que estaba ya hasta ******* del asunto, decidió gastarle una broma a la mujer con el
fin de asustarla, y para que se olvidara de una vez por todas de la muerte. Cogió
una gallina, la desplumó y cuando llegó la noche, como la mujer solía acostarse
antes que él, una vez que comprobó que ya se encontraba dormida, tiró el ave encima
de la cama. Ésta, al despertarse y ver aquel animal tan raro se asustó mucho, se metió debajo del catre y desde allí dijo:
- ¡Mira, que yo no quería verte! ¡Es mi marido
el que tanto preguntaba por ti! ¡Ve al
comedor, que Gabino está allí! ¡Seguro que es él, a quién andas buscando!
José; te vas superando en cada entrada.
ResponderEliminar¿Qué nos guardas para la próxima?
Si me lo permites; el calificativo que yo le pondría a éste cuento de la muerte, es "Genial"
Saludos. Luis
Me alegro que te guste. Un saludo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMU GÜENO, genial como lo califica Luis.
ResponderEliminarYa dice el dicho:
"Mujer enferma, mujer eterna"
Estoy seguro que la parca se llevó primero a Gabino y su mujer quedó curada de sus males para el resto.
-Manolo-
Lo que dices es cierto, todos conocemos algún caso de parejas donde uno de los dos siempre se está quejando de lo malo que está y resulta que el primero que cae es el que presuntamente estaba más sano. Un saludo
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