lunes, 28 de febrero de 2022

La leyenda del Gigante

 



         El Castillo, nuestro castillo, es un paraje en pleno casco urbano de singular belleza. Una magnífica atalaya desde la que podemos contemplar un amplio territorio de la comarca y del vecino Portugal.

  Otro atractivo, que encierra el Castillo, es su valor histórico; no olvidemos que su nombre proviene de una fortificación que se construyó allí, siglos atrás, aprovechando la altitud de este magnífico cerro. Aunque no queda ni una sola piedra de la fortaleza, aún podemos ver en la roca, las marcas donde se cimentó la construcción.

   El hecho de que aquí hubiese una fortificación, fue debido a nuestra condición de ser un pueblo fronterizo; si nos remontamos varios siglos atrás, hubo una época de nuestra historia en la que portugueses y españoles no nos llevábamos demasiado bien y, al haber guerras por medio entre ambos países, eran abundantes las fortificaciones a lo largo de toda la frontera en los pueblos de ambos lados de la raya, para protegerse del enemigo correspondiente.

   Los problemas territoriales, entre países vecinos, siempre han existido y lusos y españoles, en épocas pasadas, también competíamos por ver “quien la tenía más larga” -me refiero al “ansia de victoria” sobre el otro, no a otra cosa-

 

   Subir al Castillo es una delicia para la vista cualquier día, a cualquier hora, en toda época del año; pero, si hay que elegir una ocasión idónea, yo recomendaría la hora de la puesta de sol, un momento mágico que causa admiración y asombro a todo aquel que la ha contemplado alguna vez.   

   Desde este otero, especialmente en verano, los días cercanos al solsticio, cuando las tardes parecen interminables porque nuestra estrella se resiste a esconderse en el horizonte; una vez que acaba haciéndolo, podemos ver unas puestas de sol espectaculares.

   El sol, al amanecer, hace su aparición por el Este; a mediodía está situado en el Sur, y cuando llega la hora del crepúsculo, se pone por el Oeste. Aunque todo el mundo sabe -o debería saber- que es así, en mi niñez, hubo una época en la que llegué a pensar que el Sol, en nuestra comarca, tenía personalidad propia debido a que el maestro, en la escuela, para explicarnos del fenómeno del día y la noche no hablaba de puntos cardinales, sino de pueblos. Recuerdo que en un ejercicio pedagógico algo discutible, pero sin embargo eficaz, nos decía que “nuestro sol”, salía todas las mañanas por El Milano, a mediodía se situaba entre Saldeana y Bermellar, a la hora del ocaso, por la tarde, se ponía en Portugal, y por la noche estaba escondido, mientras “dormía”, a la altura de Cerezal y La Zarza.

 

    Volviendo a las puestas de sol, es sorprendente ver cómo, al declinar el día, este astro va situándose lentamente sobre los montes de nuestro vecino país, al otro lado del Duero, manteniendo aún una alta potencia lumínica; mas, una vez que se sitúa encima de aquellos montículos, entre Freixo de Espada à Cinta y Mazouco, dispuesto a desaparecer; una vez que alcanza la cima de aquellas colinas, se esconde tras ellas con inusitada rapidez. En menos de dos minutos, podemos ver cómo el disco solar pasa de ser visible en su totalidad a desaparecer completamente de nuestra vista. Este hecho, lleva aparejada una gran pérdida de la luminosidad ambiental, pero los rayos solares aún permanecen unos momentos incidiendo indirectamente en el horizonte y en el cielo, proporcionando un magnífico espectáculo visual, demostrando, una vez más, que por mucho arte que pueda producir el hombre, jamás puede igualar al que ofrece la Naturaleza. 

   Estas magníficas puestas de sol ocurren desde el comienzo de los tiempos, antes incluso de que existiese el hombre; claro que entonces los de Barrueco no estábamos allí para poder apreciarlas.

    A veces nos preguntamos, si antes de que la humanidad apareciera sobre la faz de la Tierra había algún ser, ente, criatura, o espécimen que la habitase, y la respuesta es afirmativa; antes de que el hombre apareciese sobre nuestro planeta, según la mitología griega, la Tierra estaba “habitada” por los dioses y los gigantes.

   Los primeros, vivían como dioses. Es decir, no tenían necesidades, no sufrían enfermedades, no debían preocuparse de trabajar para comer, no tenían políticos ineptos que los gobernaran, y, además, eran inmortales (sé que este es el ideal de vida para cualquier español y, aunque no quiero desanimar a nadie, la verdad es que lo tenemos difícil para poder vivir así, especialmente, en lo relativo al asunto de la inmortalidad y al de tener buenos políticos). Si hacemos caso a los antiguos griegos, los dioses tenían su morada en el Monte Olimpo.

   Los gigantes, en cambio, eran unos seres que estaban a medio camino entre los humanos y los dioses; en realidad, eran hombres muy grandes…enormes, y no habitaban en el Olimpo. Como hombres que eran, tenían las necesidades propias de los humanos: eran mortales, necesitaban trabajar para comer, enfermaban… y, aunque no pagaban hipotecas, ni impuestos, y tampoco les molestaban continuamente las compañías telefónicas ni eléctricas, por el teléfono, a las cuatro de la tarde, como a nosotros, la vida para ellos era casi tan dura como la de los humanos actuales.

   Además, eran un poco salvajes y, por lo que se ve, envidiosos, lo cual no debe extrañarnos en absoluto, si consideramos que eran hombres. Un día, no aguantando más su envidia hacia los dioses, se rebelaron contra ellos y, como era de esperar, llevaron las de perder siendo exterminados por estos.

   En realidad, hay que aclarar que sobrevivió uno que, casualmente, tiene relación con Barrueco.  

   ¿Qué por qué sobrevivió uno y, además, apareció en nuestro pueblo? Caben varias teorías; es más, cada uno de nosotros puede elaborar una teoría propia y nadie va a poder contradecirle (es una de las ventajas que tiene la mitología).

    Seguramente, una tarde cualquiera, uno de los gigantes, cuando era niño, en su Grecia natal, salió de paseo, caminó hacia el oeste, se despistó un poco y se perdió; como entonces no había letreros en las carreteras -creo que no había ni carreteras- , y mucho menos GPS y móviles, y además el día estaba nublado y no podía orientarse por el sol ni las estrellas, siguió caminando sin saber hacia dónde iba, siendo el azar quien lo trajo a nuestra comarca, algo que resultó providencial para él,ya que en su ausencia fue cuando tuvo lugar Guerra de los Dioses y los Gigantes, en la que estos últimos fueron derrotados, pudiendo así salvar el pellejo.

   Hay que aclarar que cuando los gigantes la diñaban, se convertían en roca; de modo que, cuando fueron vencidos por los dioses, acabaron convertidos en montañas. 

    Nuestro territorio, debió resultarle bastante atractivo a nuestro gigante, único superviviente de estos seres, y decidió quedarse a vivir en nuestra comarca, donde residió largo tiempo, de modo que, cuando le llegó la hora, murió de muerte natural.

    Nuestro gigante, no era ajeno a la belleza del paisaje, estaba prendado de las puestas de sol que se ven desde nuestro pueblo y todos los atardeceres, extasiado, las contemplaba Por ello, cuando consideró que el final de sus días estaba cercano y vio que iba convirtiéndose en una roca de granito, decidió realizar su metamorfosis convirtiéndose en un montículo, en el lugar que hay es nuestro castillo, siendo éste el “verdadero” origen de mismo. Así que ya lo sabéis, nuestro castillo no es un simple accidente geológico más, como el resto de los montes comarcanos, es un gigante dormido que mira, desde hace millones de años, hacia el oeste, hacia Portugal, hacia las puestas de sol.

      Si hablamos de gigantes, estamos moviéndonos en el ámbito de los mitos y las leyendas y a mí, la verdad es que nadie me había mencionado nunca que nuestro castillo fuese un gigante dormido, en vez de un peñascal a cuya sombra surgió nuestro pueblo. Me enteré de su existencia de forma casual.

  Como todos los del pueblo, he ido al Castillo, y sigo haciéndolo, en innumerables ocasiones, en todas las etapas de mi vida: infancia, adolescencia, adulto; he recorrido todos sus rincones y nunca había encontrado nada que llamase mi atención, en este sentido, hasta que una tarde de otoño, paseando por allí, casualmente, quedé muy sorprendido al reconocer su cara.

    Los gigantes, cuando fueron derrotados por los dioses, quedaron todos ellos muy maltrechos, -hechos cachitos, como diría un niño de los de antes. Un niño de ahora, diría que quedaron desintegrados- y acabaron convertidos en montañas informes, siendo, totalmente irreconocibles; en cambio nuestro amigo, como palmó de “muerte natural”, sí es reconocible, algo que constituye un hecho insólito y único en el mundo.

 

   Si alguien quiere ver la cara de nuestro gigante, lo tiene muy fácil, sólo debe acercarse a la Peña del Miedo –un nombre muy sugerente para la cara de un gigante- desde el camino que cruza este paraje; al llegar a la altura de la peña, si se acerca hacia la misma en línea recta, a una distancia concreta, y si se fija con un poco atención, y bastante  imaginación, no le costará demasiado poder apreciar el perfil de las facciones del gigante dormido.

  

Cara del gigante dormido

 

 

 

 

 

martes, 1 de febrero de 2022

La Fiesta de las Candelas

   Cuando el mochuelo canta en febrero,
  llueve, graniza, hay nevada;
  o se queda el tiempo como estaba  

   Dentro del ciclo festivo de invierno, durante los primeros días de febrero, tenemos varias fiestas muy nombradas; la más temprana de ellas, el día 2, es  La Candelaria; a continuación viene San Blas, el patrón de los males de la garganta, y de los otorrinos, que aparece en el santoral el día 3, siguiéndole, dos días más tarde, el día 5, Santa Águeda, que es una fiesta muy celebrada en algunos lugares, donde las mujeres, ese día, mandan un poco más de lo habitual. 

    La fiesta de las Candelas, también es conocida por otros nombres como fiesta de la Candelaria, Purificación de la Virgen, Presentación de Jesús en el Templo o Fiesta de la Luz, y es una advocación mariana que conmemora la Purificación de la Virgen. 
   Cuando nació el niño Jesús, en aquellos tiempos, las mujeres judías, tras el parto, debían estar cuarenta días sin acudir al templo porque “estaban impuras” "-eso ocurría hace 2000 años-, una vez pasado ese plazo, siguiendo la Ley de Moisés,  debían  acudir hasta él para purificarse llevando como ofrenda un cordero; aunque si la familia era poco pudiente, bastaba con ofrecer dos palomas o tórtolas. 
 
  El día 2 de febrero se cumplen 40 días desde el día de Navidad, por ello, éste fue el día elegido por la Virgen para acudir al templo, tal como contemplaba la ley judía. Si alguien siente especial curiosidad respecto a los pormenores de tal ley, puede consultarlo en el Antiguo Testamento (Levítico 12; 1-8). Yo, confieso que no lo he hecho, pero ahí queda la referencia para los aficionados a estos asuntos. 

  La fiesta de la Candelaria conmemora este hecho y, aunque en muchos sitios ha dejado de celebrarse, en aquellos lugares donde siguen haciéndolo, el festejo casi siempre se circunscribe a una sencilla ceremonia religiosa. 
   En nuestra comarca, siendo niño, recuerdo haber asistido una vez a tal celebración en Villasbuenas, y, aunque el desarrollo de la fiesta puede variar en cada pueblo, dependiendo de las costumbres locales, la esencia de la misma es común a todos los lugares.

   La mañana de ese mismo día, o bien el día anterior, la imagen de la Virgen, que cada parroquia reserva para esta celebración, es bajada de su altar y colocada en unas andas lista para salir en procesión, algo que sucede, generalmente, durante la tarde del 2 de febrero tras la celebración de un oficio religioso, habitualmente una misa. La procesión es de corto recorrido, habitualmente transcurre alrededor del templo, aunque en algunos sitios ni siquiera sacan la imagen a la calle, discurriendo la misma  en el interior de la iglesia, desde el fondo hasta el altar. 

  En aquellos casos donde la comitiva sale a la calle, una vez que está de regreso, ante las puertas de la iglesia, los parroquianos entran al interior quedando en exterior, únicamente, los porteadores/as de la Virgen, el sacerdote con los monaguillos, y uno de los asistentes que ha acudido a la ceremonia llevando dos palomas,  
   Una vez acomodados los asistentes, es entonces cuando hace su entrada la imagen a la par que el encargado de custodiar las palomas, abre la jaula y les da la libertad, simbolizando de este modo la ofrenda que la Madre de Jesús, hiciera en su día. 

   Uno de los aspectos más destacables que tiene la celebración de la Candelaria, es que los fieles ese día acuden a la iglesia con velas. Éstas, que son bendecidas por el sacerdote, son encendidas por los parroquianos durante la procesión y, cuando acaba la ceremonia, no las dejan en la iglesia para el culto sino que, como están bendecidas, se las llevan a casa, donde son celosamente guardadas, para volver a  encenderlas cuando la ocasión lo requiera: cuando hay tormenta, para que proteja a la casa y a las personas de los rayos; si algún familiar o amigo se pone enfermo, para pedirle al cielo que se recupere; en caso de pérdida de alguna cabeza de ganado, para que aparezca…en esencia, cuando alguna calamidad ronda a la familia ( esto apenas se hace ya en el presente, pero era una constante en el pasado ya que buscar el apoyo de la divinidad daba mucha confianza a nuestros abuelos y abuelas)

   A modo de curiosidad, destacar que, durante la procesión, los parroquianos siempre observaban  con atención la llama de las velas que acompañaban a la Virgen en las andas; que solían ir colocadas en unos pequeños faroles; cuando aguantaban la totalidad del recorrido sin apagarse, esto era considerado por la gente un signo de buen augurio para todo: las cosechas, la salud... Al ser cuatro los farolillos, si se apagaba solo uno, la cosa era pasable y apenas causaba preocupación alguna en la grey; si lo hacían dos, el asunto aunque empezaba a complicarse un poco, como aún quedan los otros dos encendidos, los asistentes entendían que aún podían seguir razonablemente tranquilos; en cambio, si se apagaban tres, eso ya no auguraba nada bueno y era motivo de gran recelo, pensando que alguna desgracia estaba al caer. Lo peor de lo peor, era cuando se apagaban los cuatro; entonces, había que echarse a temblar ya que era signo de que las desgracias, irremediablemente, iban a venir en cadena: habría malas cosechas, la suegra de alguno estaba pensando ir a vivir a su casa, alguna epidemia estaba a punto de llegar...- en el 2020, cuando llegó el coronavirus a España, estoy seguro que ese año  debieron apagarse todas las velas-. 
 
    El caso es que, con más o menos farolillos encendidos o apagados, mientras los cargadores de la imagen avanzaban por el interior del templo, los asistentes, aún con sus velas encendidas, cantaban una canción específica para el evento que comienza así: 

Hoy día de las Candelas,
el segundo de febrero,
salió a misa de parida, 
María madre del Verbo 

   A esta primera estrofa le seguían muchas más; de modo que, cuando las personas que cargaban la imagen, aunque realizaban el recorrido por el templo muy despacio...con solemnidad, una vez que llegaban junto al altar, depositaban la imagen en el sitio reservado para ello, los feligreses aún seguían cantando un buen rato, pues la canción es bastante larga. 

  Otra de las características que reúne esta fiesta es que, en muchos pueblos, durante la tarde-noche se hacen hogueras en la calle; como las hogueras también son conocidas, popularmente, como candelas, es ahí donde algunos quieren encontrar el origen del nombre de la fiesta: Día de las Candelas; otros, en

cambio, recurren a argumentos de corte teológico y lo explican de una forma muy bonita afirmando que Jesús vino al mundo a darnos luz, a iluminarlos para ofrecernos un nuevo amanecer; siendo éste el motivo de que este día también sea conocido como la Fiesta de la Luz. 

    Por último, están los antropólogos, unos señores/as que estudian al ser humano, con sus rarezas incluidas, basando sus estudios en la ciencia (textos, hallazgos arqueológicos, estudio de comportamientos sociales de los pueblos y culturas...), y la conclusión a la que han llegado, buscando el origen de la Fiesta de las Candelas, es que, como siempre suele suceder en las celebraciones, tanto de carácter religioso como profano, casi nunca asistimos a un hecho original; todo está basado en acontecimientos anteriores. 
   En el caso de esta celebración, debió resultarles bastante fácil indagar en sus orígenes ya que no hay que remontarse a muchos milenios atrás para encontrarlos, sino a la antigua Roma, en los primeros siglos de nuestra era, donde hallaron similitudes muy sospechosas entre nuestra fiesta de las Candelas y otra fiesta que celebraban los antiguos romanos, a mediados de febrero, conocida como fiesta de “Las Lupercales” o Lupercalia. 

   Las Lupercales, era una celebración que se realizaba en honor a la fecundidad, tanto de las personas como de la Naturaleza, siendo una festividad de todo incluido, algo así como alcohol, sexo y rock and roll, pero acorde a la época. Las fiestas romanas, todo hay que decirlo,  no se quedaban atrás si las comparamos con muchas fiestas actuales, ya que,  durante las Lupercales, había comida, vino, música y “lo otro”, (cuando hablo de “lo otro”, no me refiero que se juntaran para rezar, pues, entre otras cosas, aún no se había inventado el rosario). 
    Uno de los actos que tenía lugar durante la Lupercalia era una procesión con antorchas, de ahí la similitud que encuentran los estudiosos del tema con nuestra procesión de las Candelas, aunque el parecido sólo queda en eso, ya que la procesión romana, más que religiosa, parecía un desfile de carnaval. 

   Resulta que en esa época, las etapas finales del imperio romano, convivían en Roma cristianos, no cristianos y gente que estaba  a medio camino entre ambos credos, y todos, sin distinción, acudían a la fiesta de las Lupercales y se lo pasaban muy bien  ante el enojo de los primeros patriarcas cristianos que no veían con buenos ojos este tipo de fiestas, y menos aún que los cristianos participaran en ellas. 
   Entonces, ya existía la figura papal, con sede en Roma, y los papas de entonces, que eran contrarios a estas bacanales, intentaron acabar con el jolgorio, siendo el papa Gelasio -no confundir con Gervasio- el que decidió abolir la fiesta de las Lupercales; pero el senado romano, que era la autoridad civil del momento, no le hizo caso alguno aduciendo que la fiesta era buena para los ciudadanos ya que “las fiestas eran fundamentales para la seguridad y el bienestar de Roma. Vamos, que no querían líos con el pueblo (una actitud muy similar a lo que sucede con las autoridades actuales, viendo  la pasividad que muestran para controlar los botellones en la calle).
 
  En vista de que el poder civil se resistía a aguarles la fiesta a los ciudadanos, Gelasio determinó que los cristianos harían su fiesta aparte, en este caso mucho más comedida, acorde a los principios  cristianos, tomando un cariz exclusivamente religioso y espiritual -vamos, que a los cristianos se les acabó lo bueno-, y aprovechando que la purificación de la Virgen había tenido lugar en febrero, y que Lupercalia se celebraba también ese mismo mes, fundó nuestra fiesta eligiendo como protagonista, obviamente, a la Virgen María. 

   Evidentemente, no estamos hablando de sucesos prehistóricos, carentes de pruebas documentales que avalen estos hechos, sino de una época civilizada donde sí hay constancia escrita de lo sucedido; sin embargo, mientras que algunos historiadores afirman que Gelasio fue quien finalmente abolió las Lupercales, después de una larga disputa con el senado romano, reemplazándola por la  Purificación de la Virgen y así evitar que los cristianos romanos se condenaran y fueran derechitos al infierno, otros investigadores afirman que no hay ningún registro escrito donde conste que el papa Gelasio hubiese querido abolir ni reemplazar la fiesta de las Lupercales, y menos aún que fuese el artífice de la fiesta de la Purificación de la Virgen. 

   En cuanto al destino de las palomas que recuperaban ese día la libertad, con motivo de la ofrenda, hay que aclarar que eran palomas domésticas; de modo que, una vez se veían fuera de la jaula, "no es que recuperaran la libertad perdida y se dedicaran, desde ese día, a surcar con su rápido vuelo los azules cielos del lugar", sino que regresaban al palomar de su dueño.