La toponimia, es una disciplina cuyo objetivo es buscar el origen de los nombres propios de cada lugar -los topónimos-, tanto de los núcleos de población, como de los distintos parajes que componen los términos municipales de cada pueblo o ciudad -sus campos- ; ya que, aunque el Catastro, para identificar el terreno, emplea una nomenclatura a base de sectores, polígonos, y parcelas, con sus correspondientes numeraciones; antes, cada rincón del territorio era identificado con un nombre propio.
Los topónimos, pueden ser clasificados en diversos grupos:
Por un lado, tenemos aquellos que describen, o toman el nombre, de alguna característica física o de los elementos que conforman el paisaje: accidentes del terreno, ubicación en un monte, en llano o en un valle; estar al lado de alguna corriente de agua; abundancia de peñas…. (Creo innecesario aclarar, a aquellos que han pasado alguna vez por allí, por qué el pueblo de “La Peña” recibe tal nombre).
También forman parte de este grupo, aquellos topónimos cuyo nombre proviene del mundo vegetal, de los que encontramos numerosos ejemplos en nuestra comarca: Almendra, Cerezal de Peñahorcada, El Manzano, Encinasola, Robledo Hermoso, Zarza de Pumareda…
En otro apartado, encontramos los topónimos cuyo origen deriva del nombre de algún personaje, generalmente, un noble que fue propietario del pueblo o que intervino en su fundación. Buenos ejemplos de ello son El Cubo de Don Sancho y Valderrodrigo (Val de Rodrigo).
Existe otro grupo que hace referencia al origen de los primeros pobladores del lugar como es el caso de San Felices de los Gallegos, donde sus primeros pobladores debieron tener esa procedencia; Cabeza de Framontanos, también se incluye en este apartado ya que framontanos parece ser una evolución lingüística de foramontanos, nombre con el que eran conocidas las gentes del norte de la península que repoblaron amplias zonas del Reino de León.
Al lado de estos topónimos, cuyo origen puede ser relacionado con personas, accidentes
geográficos, o la procedencia de sus repobladores o fundadores, encontramos un numeroso grupo cuyo origen es desconocido. Algunos de ellos corresponden, simplemente, a nombres antiguos que en su día dejaron de utilizarse (sobrevive el nombre, pero desconocemos a qué correspondía en su tiempo); otras veces, los nombres, con el paso del tiempo, han sufrido una variación lingüística y la relación entre el nombre y su origen se ha perdido -“Mata Hijas”, que es un paraje del pueblo, no significa que allí algún mal padre, en su día, se cargara a sus hijas. Sólo es una evolución del nombre original: “La Mata de las Hijas”-. Correcornicarricuesta, una palabra estupenda para que practiquen las personas que no pronuncian la “erre”, es otro ejemplo de paraje con nombre raro, que parece la descripción de un acontecimiento, más que otra cosa.
A grandes rasgos, esto es lo que constituye la toponimia seria -vamos a llamarla así- A propósito de ello, existe un libro muy interesante: Toponimia Salmantina, de Antonio Llorente Maldonado, un antiguo catedrático de la USAL, reeditado recientemente por la Diputación de Salamanca, cuyo acceso es libre y gratuito a través de internet.
Al lado de esta toponimia docta, hay una toponimia popular que explica, a su modo, el origen de los topónimos de una forma sencilla, y que, aunque casi nunca coincide con la otra, no deja de ser interesante. Un ejemplo lo encontramos con el pueblo de El Milano.
Cuentan que al principio, cuando se fundó el pueblo, se llamaba solamente Milano, y que el origen del topónimo surgió así:
Para situarnos en el tiempo, debemos remontarnos nada menos que hasta la Alta Edad Media. En esa época, los reyes de León, que llevaban ya muchos años ocupados en reconquistar territorio a los moros, una de las ocasiones en la que alguno de estos reyes había decidido avanzar al sur del Duero, para ganar terreno al enemigo, acertó a pasar por aquí un ejército para luchar contra los árabes. Aquel día no sé qué habrían comido los pobres soldados, pero el caso es que les entró una diarrea tremenda y quiso el destino que, precisamente, al pasar por el terreno que hoy ocupa ese pueblo, que aún no existía, tanto la tropa como los oficiales, todos ellos, sintieron unas necesidades imperiosas de abonar el suelo -aliviar la tripa, “tirar los pantalones”, “meditar”, defecar… en fin, que cada uno emplee el sinónimo que desee, ya que hay muchos-
Al estar en plena naturaleza, lo tuvieron fácil y no hubo necesidad de hacer cola a la puerta de los servicios, como hubiera ocurrido hoy día; así que todos a la vez, unos al lado de otros, en total camaradería, se distribuyeron por el campo dispuestos a aliviar su necesidad.
Uno de los capitanes, que también estaba afectado, se había situado en una elevación del terreno y,desde aquella posición tan privilegiada, pudo ver a los soldados, agachados como él, en pleno proceso de … y, para entretenerse, se puso a contar los culos que veía.
Tras llevar un buen rato con el recuento, ya harto, no quiso seguir y decidió acabar redondeando la cantidad, así que dijo:
- Aquí, más o menos, hay mil ano.
Resulta que aquel oficial era andaluz y se comía las “eses” -no puedo explicarme cómo, entre las tropas leonesas, había un oficial andaluz, si aún estaban en plena reconquista y Andalucía seguía siendo territorio árabe…pero eso es un detalle menor- y ésta fue la causa de que ese pueblo, originariamente, se llamara Milano.
Una vez que aquel ejercito prosiguió su camino hacia el sur, como aquello ya era terreno conquistado -y abonado-, decidieron fundar allí un pueblo al que le dieron ese nombre.
Durante algún tiempo, los primeros habitantes del lugar vivieron en paz y armonía, pero esta situación duró poco ya que, debido al nombre que tenía el pueblo, pronto acabó la paz al formándose dos bandos opuestos.
Por un lado, estaba el grupo de “los tradicionalistas”, integrado por aquellos que estaban satisfechos de que el pueblo se llamara Milano; ellos, presumían de que el nombre tenía un origen guerrero ya que, al fin y al cabo, había sido un ejército, en plena reconquista, quien había dado nombre al lugar.
Los del otro bando, en cambio, consideraban que Milano no era un nombre apropiado para su lugar de residencia ya que, aunque hubiese sido un bravo ejército leonés quien había dado origen al topónimo, la acción que dio lugar a ello, muy bélica no es que hubiera sido.
El caso es que este segundo grupo era más numeroso que el primero y, con el fin de poder apartar sus pensamientos de la escatología, cada vez que oían el nombre del lugar; un día, democráticamente, aprovechando que eran más, votaron, ganaron, y decidieron modificar el nombre del pueblo; pero no demasiado, para evitar que “los tradicionalistas” se sintieran decepcionados con el cambio y sintieran añoranza del nombre original, así que consintieron que continuase llamándose Milano, pero añadiéndole el artículo El, pasando a denominarse el pueblo, desde entonces, El Milano, que es el que conserva hasta hoy.
Lope de Vega, nuestro genial escritor del Siglo de Oro (s. XVII), escribió: “No quiso la lengua castellana que de casado a cansado hubiese más de una letra de diferencia", resaltando el distinto significado que puede tener una palabra, al añadirle o restarle, simplemente, una letra.
Estas sutiles diferencias sintácticas, como podemos ver, ya las dominaban a la perfección los antiguos paisanos de este pueblo desde mucho antes del Siglo de Oro; pues, a la vista está que, con sólo añadirle un artículo al nombre original, y pasar a llamarse, desde entonces, El Milano, consiguieron que el significado del mismo fuese totalmente distinto al anterior.
Estas sutiles diferencias sintácticas, como podemos ver, ya las dominaban a la perfección los antiguos paisanos de este pueblo desde mucho antes del Siglo de Oro; pues, a la vista está que, con sólo añadirle un artículo al nombre original, y pasar a llamarse, desde entonces, El Milano, consiguieron que el significado del mismo fuese totalmente distinto al anterior.
El Milano Real (Milvus milvus), y el Milano Negro (Milvus migras), son unas aves rapaces que, con frecuencia, podemos ver sobrevolando el cielo de nuestra comarca. El primero, que es sedentario, permanece todo el año con nosotros. En invierno, además, a los milanos reales nativos se suman otros congéneres suyos, procedentes del norte de Europa, que vienen a pasar la estación con nosotros, aprovechando las “bondades del clima”, ya que, en sus lugares de procedencia, aún es peor que aquí.
Al Milano Negro, en cambio, sólo podemos verlo, entre nosotros, en primavera y verano, pues en otoño emigra a África permaneciendo allí hasta la primavera, que es cuando regresa.
Si alguien decide acercarse hasta El Milano y pregunta a cualquiera de sus habitantes sobre el origen del nombre del pueblo; éste, seguramente, lo relacionará con estas magníficas aves rapaces. En cambio, la “auténtica” versión… la de la Reconquista…la que explica realmente la procedencia del nombre, nadie quiere admitirla.