jueves, 3 de octubre de 2024

El herrero de Pancrudo

  Si a alguien lo expulsan del cielo…¿a donde va?  (duda teológica)


  “Cuando Dios andaba por el mundo”, era una expresión muy común que empleaban nuestros abuelos...los de antes, en el inicio de los cuentos, cuando se los contaban a sus hijos y nietos, y que  hacía referencia a que algunos acontecimientos quedaban muy lejanos en el tiempo.

  Los abuelos actuales ya no cuentan cuentos, pero eso no significa que los cuentos hayan desaparecido; ahora quienes los cuentan, casi siempre son  los  políticos diciéndonos cosas que muchas veces no las creen ni ellos, pretendiendo que nosotros sí lo hagamos. 

  Pero bueno, volvamos al principio “Cuando Dios andaba por el mundo”, el Diablo, para no ser menos, no  perdía la ocasión de darse también algún garbeo que otro por aquí.

  Había una vez un herrero que lo llamaban de Pan Crudo; un día estaba trabajando en la fragua y al mirar el fogón, donde había preparado una buena lumbre, estando remodelando la reja de un arado, vio  surgir entre las llamas una figura que parecía humana;  el personaje tenía una cara  fea como un diablo, y además le sobresalían dos cuernos de la frente... como un diablo.

   El hombre, muy sorprendido, dejó de golpear la reja con el martillo, reflexionó un poco y se dijo a sí mismo:

 - ¡Coño! Si está en el fuego sin quemarse y tiene cuernos, no puede ser otro que Satanás.

   Efectivamente, el hombre estaba muy acertado en sus apreciaciones, el mismísimo diablo había ido a visitarle a la fragua.

 - ¡Yo pensaba que para verte había que morirse primero! Exclamó, muy sorprendido.

 - ¡Algún día tendrás que estirar la pata…como todos!, respondió el demonio. Pero no te asustes, sabrás  que nadie las diña hasta que le llega su día, hoy no te toca a ti. Simplemente, quería hablar contigo para proponerte un trato.

 - ¡Un trato con el demonio…! ¡Eso cómo puede ser!

 - Muy simple, te concedo un deseo…el que tú quieres, a cambio de tu alma. No tienes que dármela ahora, eso solo sucederá cuando te llegue el día; en cambio, tu deseo lo puedes disfrutar desde ahora mismo.

 - Yo no lo veo tan simple como dices. Mis paisanos opinan que, a pesar de que no soy una persona ejemplar, soy buena gente…luego, si sigo por ese camino...creo que voy a acabar en el cielo; sin embargo, tú estás intentando ficharme para ir el infierno.

 - ¡Y qué pintas tú en el cielo! Allí solo hay cuatro beatas, algún cura que otro y solo suena música clásica o canto gregoriano... es de lo más aburrido; en cambio, si te vienes al infierno con nosotros, el ambiente es muy diferente, está lleno de gente interesante y la música es rock, pop, heavy metal...y hasta tenemos un grupo folklórico para los más tradicionales. Allí estarás mucho mejor y nunca pasaras frío. Al ser herrero, como siempre trabajas tan cerca de las llamas, no necesitas ni siquiera un período de adaptación, como los demás, para acostumbrarte al clima tan calentito que tenemos allí. Hazme caso, es un lugar ideal para la gente como tú.

 - Viéndolo así, no parece tan malo. Respondió el herrero. Pero un deseo es poco, ofréceme alguno más si quieres que lo piense.

 - Esta bien -cedió el demonio- Tienes suerte, esta semana tenemos la promoción de “dos por uno”; te concedo dos deseos

 - Sigue siendo poco; ya te he dicho que yo, con solo esforzarme un poco, acabaré en el cielo.

 - Cuatro deseos y no se hable más. Ofreció Satanás, un poco enfadado, al ver la resistencia del herrero a dejarse convencer. 

 - Solo tengo un alma y si no la valoro yo ¡quién va a hacerlo!  O me concedes cinco deseos... o nada.

 - ¡Vale! -contestó el demonio harto de tanto regateo- Como estamos a final de mes, con el fin de mejorar el balance mensual de almas ganadas para la causa, acepto…que sean cinco los deseos.

 - Quiero que quien se siente en el poyo de piedra que hay a mi puerta, no pueda levantarse hasta que yo quiera;  tengo un peral delante de mi casa y siempre andan robándome  las peras, así que aquel que se suba al mismo no pueda bajarse hasta que yo se lo mande; la boina  que tengo puesta, si la arrojo, dentro de un lugar, nadie pueda impedirme entrar a por ella; también quiero una baraja con la que siempre gane y…


   Permaneció un momento en silencio, pensativo recreándose en las peticiones realizadas y una amplia sonrisa iluminó su cara, disfrutando por anticipado del quinto deseo que iba a pedir. Entonces, el demonio, impaciente, le apremió para que acabase ya.

  - Cual es tu quinto deseo.

 -  Que me lluevan del cielo todos los billetes que yo quiera, así podré dejar de trabajar en la fragua.

  El demonio le miraba a la vez que movía a los lados la cabeza, haciendo signos de negación y contestó:  

 - ¡Verás! Hay un problema con este deseo. Todos acabáis pidiendo lo mismo pero, aunque hubiera sido el primer y único deseo, es imposible que te lo pudiera conceder. Recuerda lo que acabas de decir:  “Que caigan billetes del cielo”Del cielo nunca pueden llover billetes, porque allí, como no necesitan el dinero para nada, no los hay y ni saben lo que es. El dinero ha sido un invento del hombre, aquí en la Tierra, que solo sirve para complicarle la vida a quien no lo tiene.

   Tanto los hombres como las mujeres y sin excepción, todos vivís engañados pensando lo mismo que tú; algunos, incluso rezan a San Judas Tadeo para que interceda ante el Organismo Oficial de Loterías y  les toque algo: la primitiva, el euro millón, etc. Pero ni siquiera ese apóstol puede hacer nada en ese sentido.. 

  En cambio, en el infierno, sabemos perfectamente lo que es el dinero; incluso alguna vez hemos fabricado billetes ¡falsos…por supuesto!, ten en cuenta que nosotros somos malos por vocación... para eso somos demonios; pero nos duraban muy poco porque con el calor de allí, se nos quemaban  todos, y dejamos de hacerlos.  Así que siento decírtelo pero, vas a tener que seguir trabajando como hasta ahora.

  Entonces -continuó diciendo el demonio- el trato va así: tu alma pasa a ser mía, aunque tú la conservarás hasta que te mueras y, a cambio de ello, desde este momento y por el resto de tu vida te concedo los cinco deseos ¿Cuál es el quinto?

 - No quiero morirme antes de cumplir 100 años, ¡pero eso sí...! Tengo que estar totalmente sano hasta entonces, no quiero tener ni un dolor de cabeza.

 - De acuerdo, ya tienes tus cinco deseos y vas a estar totalmente sano hasta los  cien años, pero ni un día más (creo que solo con la concesión de este último deseo, sería estupendo que se le apareciese el demonio a cualquiera ¿no os parece?).

  Ese fue el trato que acordaron; el pobre herrero, como lo de los billetes no pudo ser, tuvo que seguir trabajando en su fragua hasta que se hizo viejo, con el agravante de que, como siempre estaba muy sano, jamás pudo cogerse ni una sola baja laboral.

  Como el tiempo no se detiene, fueron pasando los años, llegó el día del cumpleaños numero cien y, tal como era de esperar, se presento en su casa un demonio a recoger su alma, pero no era propio Satán sino un demonio de segunda categoría, que al ver al herrero, le dijo:

 - Hoy cumples cien años, pero no vengo a felicitarte. Recordarás que nos tienes entregada el alma desde hace mucho tiempo y vengo a por ti.

 - Lo sé y te estaba esperando -contesto él herreno muy tranquilo-. Me voy a vestir con un buen  atuendo, quiero estar guapo para ir infierno;  es sabido que la primera imagen que presenta uno, cuando llega a un sitio donde no le conocen, es muy importante.

  Debes estar cansado -continuó diciendo-  y tener algo de hambre. A mi mujer y a mí nos gusta ser hospitalarios. Siéntate un momento en ese poyo de piedra mientras me preparo, que ahora te trae mi mujer una ensalada tropical que está buenísima... ya lo verás. Eso no lo coméis nunca en el infierno


   El demonio, como tenía hambre, se puso muy contento al oírle y se sentó en el poyo, esperando a la mujer del herrero sin saber que, una vez allí, ya no podía levantarse y de pronto vio que se aproximaba el matrimonio, cada uno de ellos con un garrote en la mano.

  Si aquel demonio esperaba una exquisita ensalada, consiguió llevarse una ensalada…claro que sí, pero de palos. El herrero y la mujer, cada uno por un lado; se liaron a garrotazos con él y como no podía levantarse de allí hasta que el herrero no quisiera, se ganó una paliza de campeonato.

 - ¡¡Ay!! ¡¡ay!! ¡¡ay! ! ¡No me pequéis…que solo soy un “mandao”! -se quejaba el demonio-

  Pero el matrimonio, haciendo oídos sordos a sus peticiones, siguieron a lo suyo… garrotazo va y garrotazo viene, hasta que el pobre demonio desesperado exclamó:

 -¡¡¡No me peguéis mas!!! ¡¡¡ Por favor os lo pido…por favor!!! (aunque era un demonio,  a pesar de todo era educado) Si permites que me levante y vuelva al infierno, me voy solo y no te llevo conmigo.

  El herrero, al oírle, le dejó levantarse y sin despedirse siquiera (aquí ya se había olvidado de la educación), echo a correr como alma que lleva el diablo, aunque en este caso corría... sí, pero sin haber conseguido llevarse el alma que había ido a buscar.

  Llegó tan maltrecho al infierno que los demás demonios al verle se asustaron y cuando les contó lo sucedido, ninguno de ellos quiso volver a ver al herrero.

  Satán insistió en que alguno debía volver a intentarlo, pero el sindicato de demonios organizó una huelga contraria esa idea y acabó convenciéndose de que ninguno de ellos estaba dispuesto a ver al herrero, ni de lejos..

   Pasado un tiempo,  fue el propio Satanás quien decidió venir a este mundo a buscarle. Cuando llegó a la casa del herrero, éste, en primer lugar, le invito a que se sentara en el poyo y como Satanás le dijera que eso ni lo soñara, porque a él no iba a pasarle lo que al demonio anterior, entonces el herrero cambió de opinión (donde habré oído yo eso antes) y le dijo:

 - Si no quieres sentarte, mientras me pongo el traje de los domingos para irme contigo, espérame ahí fuera debajo del peral que da muy buena sombra. Ahora precisamente tiene buenas peras; en tanto me preparo para acompañarte, aprovecha y come alguna que esa fruta no crece en el infierno.

  Satán, que ya no se acordaba bien de los deseos concedidos al herrero, debido a que había pasado mucho tiempo; se situó bajo el peral para esperarle y pudo comprobar que tenia unas magníficas peras, pero todas estaban en la parte superior del árbol y no alcanzaba a cogerlas desde el suelo, así que, para poder coger alguna, se subió al peral y una vez cogió varias, al intentar bajar del árbol no podía, siendo entonces cuando recordó que no podía hacerlo hasta que el herrero quisiera.

  Éste, cuando le vio allí subido, se acercó a la escuela (entonces, al contrario que ahora, en las escuelas de los pueblos había muchos niños. Hoy, posiblemente, en aquel pueblo, no habría ni niños… ni escuela), y le dijo a los chiquillos que un ladrón se había subido al peral, a robarle la fruta, dándoles permiso para que le apedrearan hasta que se hartaran, algo que hicieron encantados.

 Para desesperación de Satán, tenían  muy buena puntería y acabó descalabrado por todos los lados; creo que hasta quedó con un cuerno astillado; el apedreamiento acabó cuando le dijo al herrero que, si le dejaba bajar, ya no le llevaría al infierno y podía seguir por aquí, a su libre albedrío, porque jamás iba a volver a por él.

  Pasaba el tiempo, un día murió el herrero por méritos propios y le había dicho a la mujer que en el ataúd le metiera la boina y la baraja, por si las necesitaba en el mas allá.

   En primera instancia fue al infierno ya que,  al fin y al cabo, había entregado el alma al diablo y aquel era su destino natural;  pero cuando llegó a la puerta y se identificó, ante al demonio que estaba de portero aquel día, como el herrero de Pan Crudo, éste, aterrorizado, cerró la puerta a toda prisa y no le dejó entrar.

  No sabiendo entonces donde ir, se acercó a la puerta del cielo a probar suerte y San Pedro, al verle, le dijo que “verdes las habían segado” y que, como  había vendido su alma al diablo, aquel no era un lugar para él.

  Aunque San Pedro solo había abierto la puerta lo suficiente para asomarse, el herrero tiró la boina  pasándola entre los pies el apóstol, consiguiendo, de ese modo, introducirla en el cielo, así que ya no quedó más remedio que dejarle entrar a recogerla…ya estaba en el cielo.

  Las propiedades de la boina eran que él podía entrar a por ella, pero eso no le daba derecho a permanecer allí, así que propuso a San Pedro echar una partida a las cartas, con la condición de que, cuando perdiera se largaba. 

  Lo que no sabia nuestro herrero era que la mujer se había confundido de baraja; en vez de una baraja española de Heraclio Fournier, le había metido una baraja de póker, un juego que él no  dominaba, de modo que, tras la primera partida, en menos de diez minutos, había sido expulsado de allí y la duda es la siguiente

    Cuando a alguien le echan del cielo, y en el infierno tampoco le quieren ¿Dónde va?

Notas

 * Éste es un cuento tradicional, muy conocido, que contaban los abuelos a su hijos y nietos; yo,  concretamente, lo conocí a través de una de mis  tías; a ella se lo había contado su padre…mi abuelo.

 * Pancrudo existe, es un pequeño pueblo de Teruel que no llega al centenar de habitantes. ¿Habrá existido alguna vez allí un herrero que hizo tratos con el demonio?

lunes, 12 de agosto de 2024

Di siempre no

  Se dice que para mantener una buena conversación son necesarias al menos dos cosas; en primer lugar, tener algo que decir, lo cual es demasiado obvio, y en segundo lugar, saber emplear las palabras adecuadas, de ahí lo importante  que es poseer un buen dominio del lenguaje, algo que requiere, no solo, que el significado de las palabras que empleamos se corresponda con lo que queremos expresar, también el modo de emplearlas es igual de importante. 

   En este sentido, a veces encontramos gente muy brillante, con tal dominio del lenguaje, que son capaces de vender cubitos de hielo a un esquimal en invierno; mientras que en otras ocasiones nos hallamos ante personas con un uso tan pobre del mismo que, cuando mejor se les entiende, es cuando están calladas. 

  Los curas…los religiosos en general, suelen hacer un magnífico empleo de las palabras, algo que es inherente a la profesión. No olvidemos que, de uno u otro modo, su tarea consiste en transmitir ni más ni menos que la palabra de Dios. 

  Hace ya algún tiempo, cuando los sacerdotes no eran un bien escaso, como actualmente sucede, y existía un numero suficiente de ellos para atender todas las parroquias, había dos curas, en una diócesis “de cuyo nombre no me quiero acordar”, como decía Cervantes, que eran los párrocos de dos pueblos colindantes: Andurrial de Arriba y Andurrial de Abajo. 

   El párroco de Andurrial de Arriba, llevaba muchos años en aquel pueblo y por lo tanto podríamos considerarle un perro viejo;  perdón, cura viejo en el oficio; en cambio, el de Andurrial de Abajo era joven y nuevo en el oficio, ya que estaba recién salido de seminario y aquel era su primer destino. 

  Ambos tenían en común que eran muy fumadores y un día el párroco joven, el de Andurrial de Abajo, como los dos pueblos tan solo distaban entre sí cuatro kilómetros, dando un paseo, fue a ver al colega del otro pueblo. 
  Éste se puso muy contento al verle, le invitó a su casa  a tomar algo y sacó un paquete de ducados ofreciéndoselo al compañero para que cogiera un cigarro. Éste, muy complacido lo cogió en su mano, y  tras leer el consabido mensaje que llevaba impreso “fumar mata”, comentó: 

 - ¿Qué opinas de estos avisos escritos en los paquetes de cigarros?. 

 - La intención es asustar a la gente para que no fumemos, pero ¡cómo le vamos a hacer caso a estas cosas! Es peor lo que ocurre con el agua. 

 - ¿Pues pasa con el agua? 

 - Que si no la bebes, te mueres también. 

   Rieron los dos por la broma, comenzaron a fumar con deleite sus cigarros, ya que eso era algo que les encantaba  a ambos; disfrutando en silencio, durante unos momentos, cada uno con su cigarro y el cura joven comentó: 

 - En lo referente al tabaco… tengo una duda. En misa y durante el resto de las celebraciones, evidentemente, no fumo; pero cuando estoy solo a veces me pongo a rezar, me entran ganas de fumar y rezo y fumo a la vez ¿Tu crees que eso es pecado? 

 - Es una buena pregunta, respondió el colega. Yo también, cuando estoy solo, entre rezo y rezo, desde siempre, también fumo y no se me había ocurrido hasta ahora pensar si ello es pecado o no. En todo caso, si lo es, seguro que es venial. 
   Si tanto te preocupa esa duda, no veo que haya problema alguno; como los dos fumamos, nos confesamos mutuamente todos los meses, nos lo perdonamos el uno al otro y seguimos haciéndolo tan a gusto. No creo que debamos complicarnos la vida innecesariamente. 

  Somos sacerdotes y nuestra vida no voy a descubrirte ahora como es; tenemos voto de castidad, de pobreza y de obediencia... creo que ya es suficiente ¿no te parece? En la Biblia no dice nada a favor ni en contra de fumar o no fumar ducados; así que yo pienso seguir fumando y si hubiera algún inconveniente, Dios es bueno y sé que lo entenderá 

 - Pues yo no sé que decirte, respondió el cura joven, dando una profunda calada saboreando el momento. Viéndolo así, quizá tengas razón, pero no estoy tranquilo del todo. 

 - ¡Mira!, dijo el cura viejo. El miércoles de la semana próxima tenemos una reunión los curas del arciprestazgo con el obispo, podríamos preguntárselo a él. 

 - Pues sí, es una idea magnífica. Respondió el compañero. 

  Como el tiempo es algo que no se detiene – el día que el tiempo se detiene para una persona, no suele ser muy bueno para ella- , pasaron las horas y los días, llegó el miércoles de la semana siguiente, el de  había reunión de los curas del arciprestazgo con el obispo; allí estaban los párrocos de los dos Andurriales... de Arriba y de Abajo; en un momento determinado entró a hablar el cura joven con el prelado y, tras la conversación a solas que mantuvieron , salió muy enfadado. 
  Buscó al párroco de Andurrial de Arriba y éste le dijo: 

 - ¿Has preguntado al obispo la duda que tenías? 

 - Claro que he preguntado, le he dicho:  Mientras rezamos…¿podemos fumar? y sin dudarlo un momento, ha respondido que no. 

  Permanecieron un momento en silencio mirándose, sin poder disimular su disgusto por la mala noticia que aquello suponía para ambos, y el cura mayor al fin dio: 

 - Yo, como voy a entrar ahora a hablar con él, se lo voy a volver a preguntar. 

 - Te dirá lo mismo…¡qué otra cosa puedes esperar! 

  Una vez pasó el párroco de Andurrial de Arriba a hablar con el obispo, cuando salió de la entrevista, iba muy sonriente, buscó al compañero y le dijo: 

 - Todo arreglado, el obispo ha dicho que podemos fumar y rezar a la vez. 

 El compañero de Andurrial de Abajo, asombrado, comentó: 

 - No entiendo cómo puede haberte dicho eso, si a mi me dijo lo contrario. 

- Te lo explico ahora mismo y lo vas a entender rápidamente; he vuelto a hacerle la misma pregunta que tú y usando las mismas palabras, pero variando el orden. Mi pregunta ha sido: Mientras fumamos… ¿podemos rezar? No lo ha dudado un momento y ha dicho que sí.

                                                                      ---------------- 

  Lo anterior, es un viejo chascarrillo que a menudo se contaba en los seminarios y en los noviciados de algunas ordenes religiosas para enfatizar la importancia de la retórica a la hora de dirigirse a los demás, algo fundamental si consideramos que el instrumento de los clérigos para desarrollar su actividad es, fundamentalmente, la palabra.  
   Ejemplos de retórica, hacer un uso de las palabras, para convencer a los demás de algo o llevarles a tu terreno, hay muchos. 

Un ejemplo podría ser:

- Tienes lo que no has perdido .
- Sí.
- ¿Has perdido los cuernos?
- No
- Entonces, tienes cuernos


 También es un clásico, en este caso en el lenguaje escrito, el valor de la coma para cambiar el sentido de las frases, dependiendo del lugar donde la coloquemos. 
  Un ejemplo de ello podría ser:

 
* No me ha tocado la lotería primitiva. 
* No, me ha tocado la lotería primitiva.

 (Nota: De esta pareja de frases, yo preferiría la segunda, la de la coma ¿Y vosotros?) 

   También hay muchos cuentos que emplean los juegos de palabras, como sucede con el siguiente: 

  Hace muchos años, en la época medieval... la de los caballeros feudales que vivían en castillos; estos, a menudo iban a la guerra, estaban largas temporadas fuera de casa y dejaban a la mujer al cargo de la hacienda, siervos, etc. 

  Uno de ellos era el conde Beltrán y se había casado recientemente con Eleonor, una joven  doncella hija de otro noble. 
  A pesar de que entonces, muchas veces,  uno se casaba sin conocer siquiera a la novia, a través de los arreglos que hacían las familias de los futuros cónyuges  y su matrimonio había sido así, la suerte quiso que ella fuera bella y obediente, lo cual era una gran virtud entonces –me refiero a lo de obediente, aunque en los tiempos actuales, no estoy yo tan seguro de que eso sea una virtud-

  Como entonces había guerras con mucha frecuencia, “cada tercer día y a veces los del medio”, estalló una al poco tiempo de la boda, en aquel reino, y el rey llamó a sus vasallos, entre los que se encontraba el conde Beltrán, para hacer frente al enemigo; siendo la primera vez que dejaba a Eleonor sola en el castillo, entrándole unas dudas tremendas respecto a lo que pudiera pasar en su ausencia. 

 Pensó que, si la guerra se prolongada excesivamente, el grado de fidelidad de la esposa no era demasiado acusado y  ella encontraba una buena ocasión, podría caer en al tentación de engañarle con otro -como podemos ver, esas cosas que parecen tan actuales, ya sucedían también en el  medievo-. 

  El día antes de partir, el conde se dirigió a la esposa en estos términos.

 - Eleonor, mañana marcho para la guerra y posiblemente tarde en regresar; sabes que confío en ti plenamente y como en mi ausencia vas a ser la señora del castillo, tendrás que tratar con todo tipo de gente. Solo voy a pedirte una cosa, cuando hables con los hombres, te digan lo que te digan y te pidan lo que te pidan, debes responder siempre NO.

- Eso haré, prometió ella.

   Partió el conde al día siguiente, con su mesnada, para ponerse a las ordenes del rey y la casualidad quiso que  a los pocos días un guapo y joven trovador acertase a pasar por el castillo. 
   Actuó ante los moradores del mismo, cuando vio a Eleonor quedó prendado de su belleza; ella, al verle, también le gustó el mozo y cuando el trovador tuvo ocasión preguntó: 

 - No he visto al señor de castillo, ¿está el conde? 

 - No, respondió ella.

  Encantado al saber la respuesta y ver el campo abierto para sus pretensiones, continuó preguntando

 - Es estupendo que no esté ¿quieres que me quede contigo, para hacerte compañía? 

 Ella internamente, deseaba decirle que sí, pero recordando la promesa que había hecho al marido, respondió nuevamente:

  - No. 

  El trovador, a pesar de la negativa de Eleonor, no apreciaba desdén alguno en sus respuestas; veía que ella le observaba muy sonriente y no entendía lo que allí sucedía, ya que la actitud de ella no iba acorde con sus respuestas, hasta que ella le aclaró. 

 - Cuando el conde marchó a la guerra, le prometí decir no a todo lo que me propusieran. 

  Una vez supo el trovador a que se debía tanta negativa, comprendió que, si pretendía prosperar en su acercamiento hacia Eleonor, debía relaborar sus preguntas.

 - Ya es de noche y en el bosque hay lobos ¿Quieres que salga del castillo y me ataquen? 

 - No. 

 - ¿Quieres que esté lejos de ti? 

 - No. 

 - ¿Va a estar cerrada la puerta de tu cuarto esta noche? 

 - No. 

 - ¿Si me acerco a la puerta, prefieres que no entre? -

- No.

  Así fue como el trovador consiguió entrar en el cuarto de Eleonor aquella noche y ella,  a su vez, pudo mantener la palabra dada al conde.

miércoles, 17 de julio de 2024

Una historia de amistad

  Cuando alguien visita nuestra comarca por primera vez, inmediatamente se da cuenta que está en una zona predominantemente ganadera, ya que casi todo el terreno está dedicado a pastos para el ganado y apenas hay suelo dedicado a la agricultura, pero esto no siempre fue así. 
  
  Hasta el último tercio del siglo pasado, una amplia superficie de nuestros campos se dedicaba a la agricultura, fundamentalmente a sembrar cereales; cientos y cientos de hectáreas eran dedicadas al cultivo de trigo, cebada centeno y avena. A ello habría que añadir que, en los lugares próximos a los pueblos, también había bastantes huertas; era muy común que cada familia cultivase la suya propia para autoconsumo de los productos de temporada, 

  A comienzos del verano, cuando el cereal estaba maduro, tenía lugar la recolección de la cosecha; una actividad muy laboriosa que consistía en segar, juntar las espigas en haces, acarrearlos a las eras, amontonarlos formando hacinas, trillar y después hacer las parvas para separar el grano de la paja, dándose el proceso por finalizado cuando el grano era transportando a los silos o paneras y la paja a los pajares. 

  Este, posiblemente, era el trabajo más duro que antes realizaba la gente del campo a lo largo del año ya que, casi toda la faena, se hacía manualmente y requería una infinidad de horas de trabajo implicándose en ello toda la familia, grandes chicos y medianos; con unos horarios amplísimos -de sol a sol- que causarían espanto a la actual ministra de trabajo, Yolanda Díaz. Por si todo ello no fuera suficiente, esta labor se desarrollaba bajo un sol implacable, propio del mes de julio. 
Mahide en internet

 
 Yo, cada vez que escucho el pasaje de la Biblia “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, automáticamente recuerdo a nuestros padres y abuelos, a veces siendo aún niños, subidos en un trillo tirado por un par de vacas, a las cuatro de la tarde. (En su caso, pienso que la Biblia hasta se quedaba corta. Esos días se ganaban el jornal, precisamente, trillando el pan y no solo sudaban por la frente, sino que lo hacían por todos los lados)

  Esto fue así durante siglos, hasta que la mecanización del campo, con la llegada de las cosechadoras, hizo posible que la recogida de la cosecha de cereales se simplificara enormemente consiguiendo que un trabajo, que requería bastantes semanas, pasara ser realizado en pocos días y con muchísimo menos esfuerzo; quedando para el recuerdo oficios como el de segador y trillique, perdiendo además su función las eras. 
 
  Se puede decir que, en la década de 1980, trillar de forma tradicional era algo casi testimonial, resultando incluso pintoresco para muchos, algo digno de ser fotografiado para tener un recuerdo del pasado inmediato. 

   Por esa época, concretamente. corría el año 1982, una tarde de primeros de julio iban Paco, Pilar la esposa y su hijo de vacaciones, en el coche, y ya se encontraban muy próximos a su destino que no era otro que un pueblo de nuestra comarca, ya que eran naturales de allí. 

  Él, como tantos otros, había trabajado en el campo, pero como en aquellos tiempos los campesinos trabajaban mucho, obteniendo a cambio un rendimiento económico muy ajustado, dos años antes había tomado el camino de la emigración y trabajaba en Valladolid, concretamente en la fábrica Renault. 

  Dentro del vehículo, que por supuesto era un Renault, iban los tres muy contentos debido a que  Paco, el día anterior, había comenzado sus vacaciones de verano y se dirigían a pasarlas al pueblo, junto a la familia, amigos y resto del paisanaje, faltando ya muy poco para llegar. 

 Cuando uno es de un pueblo, ya sea de Salamanca o de cualquier otro lado, y no vive en él habitualmente, uno de sus mejores destinos turísticos posibles es regresar al pueblo donde va a poder disfrutar unas vacaciones completas, tanto del cuerpo como del alma. 

  Las vacaciones del cuerpo pueden pasarse en cualquier lado del mundo, ya sea en la costa española, el Caribe, países nórdicos…, el destino es indiferente porque son unas vacaciones exclusivamente de los sentidos: descansar, bañarse, ver bonitos paisajes, comer bien, tomar el sol… 
 
  En cambio, las vacaciones del alma solo es posible disfrutarlas cuando uno vuelve al pueblo; en él,  además de recrear los sentidos como en cualquier otro lugar, puede también alimentar el espíritu ya que regresa al lugar donde pasó su infancia, adolescencia y juventud, unos tiempos en los que era feliz, aunque entonces no era consciente de ello;  supone un reencuentro con su familia, amigos, paisanos y hasta consigo mismo…con su mundo interior. 

  Faltaban unos tres km para llegar al destino y Paco vio, a través del parabrisas, una tierra pequeña al lado de la carretera con haces de cebada colocados sobre los surcos, esperando a ser acarreados a la era para ser trillados. Muy extrañado, por lo que veían sus ojos, exclamó: 

 - ¡Quien será el tonto que aún sigue segando a mano! Además, ahora tendrá que acarrearlo a la era y trillarlo. Tenemos algunos paisanos que son de lo más atrasado…, hace falta ser idiota. 

 - ¡Y eso a ti qué te importa! Respondió su mujer. 

 - Pues sí...tienes razón, debería darme igual porque no voy a hacerlo yo, pero es que no me cabe en la mollera que aún haya gente así en nuestro pueblo. Si esto sucediera diez años atrás, hasta lo entendería, ¡pero ahora…!  El dueño de esto, “el pobrito”, se va a tirar dos o tres semanas hecho un desgraciado,  hasta que lo recoja todo; en cambio, si viniera la cosechadora, en un rato lo tendría todo apañado.  Cuando sepa quién es, se lo pienso decir. 

  Pilar reía divertida, viendo el enfado de Paco; hasta dos años antes, ellos habían vivido del campo y sabían la dura tarea que ello conllevaba ; para obtener un rendimiento económico muy magro, era preciso realizar un trabajo sin horarios establecidos, sin fines de semana libres, sin vacaciones…, habiendo sido ese, precisamente, el motivo por el que Paco, un enamorado de su antigua profesión de campesino, había decidido trabajar en algo más productivo viéndose obligado a abandonar el pueblo para ir a trabajar a la Renault. 
 Aquel era el segundo verano que volvían al pueblo a disfrutar de las vacaciones correspondientes; tenían un mes por delante para ellos y el asunto de aquella cebada aún sin recoger ni les iba ni les venía, por lo que no entendía el enojo del marido 

 - A ti esto te da igual…déjalo ya; ni que fueras tú quien tuviera que realizar ese trabajo. 

 - No sé de quién es esto, pero soy su mujer y es que ni le ayudo; le digo que recoja la cosecha él solo y de paso que se coma la paja, porque hace falta ser burro, con los tiempos que corren, para ponerse a hacer todo este trabajo a mano. 

                                                                     --------------------------

  Estamos tan acostumbrados a los teléfonos móviles, estos aparatos tan maravillosos que nos permiten estar conectados, permanentemente, con el mundo entero, que parece que llevan toda la vida con nosotros, pero eso no es así; en aquella época, si los había, aún no estaban al alcance de los españoles y las noticias, en vez de ser inmediatas como sucede actualmente, gracias ellos, si vivías lejos de donde ocurrían, podías enterarte de ellas al cabo de varios días e incluso semanas. 

  Cuando Paco y su familia llegaron a la casa que tenían en el pueblo, una vez bajaron el equipaje y se acomodaron, decidieron ir a saludar a las respectivas familias. 
  Iban camino de la casa de los padres de él, que era la más cercana, y en el camino se cruzaron con el padre de Paco que iba, precisamente, a verles. Alguien del pueblo, que les había visto llegar, ya se lo había comunicado a él. 

  Se saludaron efusivamente, muy contentos por el reencuentro y el padre de Paco dijo: 

 - Tengo una mala noticia para ti, hijo. 

 - ¡Pero padre...no me hagas esa faena!, bromeó Paco. Acabamos de llegar, para nosotros lo mejor de las vacaciones son estos momentos... los de la llegada al pueblo, ya que para nosotros es cuando empiezan realmente, apenas llevamos una hora aquí y vienes a darme una mala noticia. 

 - Te la digo mañana, ¿ lo prefieres así ?  

 - Era una broma, dímela ya. 

  El padre veía a los tres, nuera, hijo y nieto, tan sonrientes y contentos, que lo pensó mejor y decidió que no quería amargarle la tarde a nadie. 

  - Tienes razón. Lo que iba a decirte da igual que lo haga ahora o más tarde; disfrutad de vuestra llegada y mañana por la mañana hablamos. Aunque a lo mejor te enteras por otro; en los pueblos ya sabes que las noticias vuelan. Apenas hacía diez minutos que habíais llegado y supe que estabais aquí ya porque alguien os vio llegar y me lo dijo. 

 - Dime lo que sea porque, como bien dices, al final va a ser otro quien acabe dándome la noticia. 

  Pilar viendo la escena, los cuatro parados allí en plena calle, sugirió entonces: 

 - ¿Qué os parece si seguís hablando los dos, tranquilamente, y nosotros dos vamos a saludar a mis padres? Te esperamos allí, Paco. 

 - Vale, enseguida voy para allá.  

  Quedaron los dos hombres solos y dijo el padre: 

 - Es mejor que se haya ido Pilar, así estamos más libres para hablar los dos. 

 - ¿Por qué?, es algo relacionado con su familia. 

 - No, por ahí no va la cosa. Se trata de tu amigo Generoso. 

  Generoso, era un íntimo amigo de Paco; desde la infancia, cuando iban juntos a la escuela; siempre se habían llevado estupendamente y, como era hijo único, Paco, para él, era como un hermano.

 - ¿Qué le pasa?, respondió Paco poniéndose en alerta. 

 - Está ingresado en el hospital; lo llevaron hace tres días con una pierna rota por un accidente que tuvo; se resbaló al bajarse del tractor, cayó mal y se escoñó la pierna. Le han operado ayer y aún tiene que estar unos días ingresado. 

 - ¡Pobre Gene! Tendré que ir a verle al hospital. Pues sí que tuvo mala pata…nunca mejor dicho. 

 - Así es, pero como las desgracias nunca vienen solas, aún hay otro problema, 

 - ¿Le ha ocurrido algo más? 

 - Tu amigo, desde hace varios años ya no siembra nada de cereal, tiene todo el terreno para pasto del ganado; pero resulta que tiene una tierra pequeña que está bastante lejos, allí nunca lleva las vacas y este año, para sacar algún rendimiento de la misma, se le ocurrió sembrar cebada. 
   Cuando llegó la cosechadora que viene al pueblo todos los años, a cosechar lo de todos, el dueño de la misma y él no se pusieron de acuerdo en el dinero que le pedía pues entre pagar el desplazamiento de la cosechadora a la tierra, que encima está lejos, el trabajo de cosechar y a ello sumamos que la tierra tiene poca extensión, le salía “lo comido por lo servido”, o como se dice vulgarmente, "valía más el collar que el perro".
  Entonces, lo que pasó fue que Generoso tampoco quería dejar la cebada en la tierra y decidió recoger el grano al modo tradicional, así que el plan era segar, traerlo a la antigua era y trillarlo. 
  El pobre, encima de estar ya arrepentido por habérsele ocurrido sembrar la cebada; una vez que la había segado, fue cuando sufrió el accidente del tractor y los haces todavía están en la tierra sin recoger. A lo mejor, incluso los has visto al venir; la tierra está al lado de la carretera 

  Paco, a medida que escuchaba a su padre, iba quedándose atónito por lo que oía. 

  - El padre de tu amigo, recordarás que murió este año. 

  - ¡Cómo no voy a recordarlo…! Vine al entierro. 

   - Te cuento todo esto para que lo sepas y también porque hay que ayudarle. Sin padre ni hermanos, eres tú a quien tiene. Es casi providencial que hayas tomado este año las vacaciones ahora en julio y estés aquí, siguió diciendo su padre. Yo voy a ir contigo a ayudarte, por supuesto. 

 - ¡¡¡Estás diciendo que entre tú y yo vamos a ocuparnos de acarrear los haces de cebada a la era, de trillarla y todo lo demás …y que esas van a ser mis vacaciones!!! 

 - ¡Mira hijo!, respondió el padre muy serio, Gene es tu amigo y siempre se ha dicho que “los amigos y los cojones son para las ocasiones”. Él, si fuese necesario, estoy seguro que haría lo mismo por ti.

  Cuando Paco llegó a casa de sus suegros, donde Pilar y su hijo le esperaban; tras los oportunos saludos,  le comentó a ella: 

 - ¿Recuerdas que, cuando veníamos por la carretera, vimos una tierra con haces de cebada y te dije que quien sería el tonto que tenía que recogerlos y trillarlos? 

 - ¡ Cómo no voy a acordarme !, te pusiste muy pesado y hasta que llegamos al pueblo no dejaste de criticarle todo el rato. 

 - Bueno, pues a ese tonto lo tienes delante de ti...mañana empiezo.


Nota: Esta historia sucedió realmente y me la contó el propio Paco, el protagonista de la misma. Era el verano de 1983. Recuerdo que comentó riendo: "le he dicho a Gene que, si vuelve a sembrar algo de cereal, hasta dejamos de ser amigos para que no me vuelva a ocurrir lo mismo que el verano pasado". 

sábado, 29 de junio de 2024

Las Janas




  El agua es un elemento esencial para la vida de los seres vivos, ya que constituye una parte muy importante de nuestra estructura corporal (unas dos terceras partes de nuestro organismo son agua) e interviene prácticamente en todos los procesos fisiológicos: digestión, circulación, respiración… 

  Mientras que un camello -de los del desierto, no de los otros- puede tirarse hasta 10 días sin beber agua y un pez lo tiene mucho peor, ya que fuera de este elemento muere en unos minutos, los humanos, en este aspecto, nos situamos en una situación intermedia. 
  Aunque hay experiencias que es mejor prescindir de ellas y lo ideal es no verse obligados a comprobarlo personalmente, se sabe que un hombre o mujer, que no beba nada de agua, puede sobrevivir, como mucho, tres o cuatro días. 

  Una vez leí en una camiseta, un eslogan pseudo ecologista cuyo mensaje era “Ahorremos agua, bebamos cerveza”. Si consideramos que la cerveza está compuesta en un 90% de agua, pretender ahorrar agua, de este modo, no parece una buena solución.
 Si lo indicado es que una persona adulta beba al día entre 2-3 litros de agua -ocho vasos es la típica recomendación que se hace- y, en vez de ello, decide trasegarse en un día esa cantidad de cerveza en vez de agua, para mantenerse bien hidratado, aparte de que el cambio iba resultarle más costoso económicamente, también sería menos saludable. 
  Solución: bebamos ambas cosas (que predomine el consumo de una o la otra, queda al criterio de cada uno). 

 En cierta ocasión, conocí a un cura que llevaba más de 20 años de párroco en un pueblo y presumía de no haber probado aún el agua de aquel lugar; el hombre nos aclaraba a todos que eso había sido posible porque, en vez de agua, bebía vino, con lo cual daba a entender que tomaba dos tipos de vino: el bendecido en misa, que supongo sería poco, y una porción mucho más generosa de vino no bendecido cuando estaba “fuera de servicio”. 
  La conversación con el cura discurrió ¡como no!, en uno de los bares del pueblo y no, precisamente, en la fuente pública, aquel día me pilló inspirado y le respondí así: 

- Mire don Emilio -lo del “don” fue debido a que el hombre era bastante más viejo que yo y también a que entonces todos los curas tenían ese reconocimiento; en cuanto a lo de Emilio…pues porque se llamaba así- . Aunque sea sin querer, seguí diciendo, usted bebe agua todos los días como los demás y le voy a dar dos razones 

   a) El vino, normalmente, se compone principalmente de agua (un 85%) y a ello hay que sumar el agua que le echa el tabernero (entonces, los dueños de los bares compraban el vino en garrafas… a granel y emulando a Jesucristo en la boda de Caná, cuando convirtió el agua en vino, muchos de ellos, si a cuatro garrafas le añadían agua, lograban así tener cinco, pero de vino bautizado. Eso, evidentemente, no era un milagro como el de Jesús, sino una autentica estafa)
 
  b) Además, ¿en la consagración no se bendice también el agua y se bebe después… aunque sea poca? 

   El cura me miró con algo de resentimiento, por intentar desengañarle de su guerra particular contra el agua e incluso se enfadó un poco conmigo, pero quien más lo hizo fue el dueño del bar ya que, a partir de aquel día, el párroco que era un buen cliente del establecimiento, ya no aceptaba el vino a granel de Toledo, que le servía habitualmente, y pasó a exigirle que fuera embotellado, fuese o no fuese de Toledo. 

                                                                   ---------------------------

  Antiguamente, nuestros antepasados mas remotos, no comprendían los fenómenos naturales y vivían en un mundo mágico; pensaban que tanto sus vidas como todo lo que sucedía a su alrededor era regido por fuerzas ocultas o poderes superiores, tanto benignos como malignos, que eran los dioses. 

 Entonces, había muchos dioses…, para dar y regalar como se dice vulgarmente; cada civilización tenía los suyos siendo estos especialmente abundantes en la mitología griega; los clásicos griegos disponían de distintos grados y categorías de dioses y diosas ( como podemos ver, en el mundo grecolatino, a nivel divino, sí existía la igualdad de genero; en cambio, en otras religiones ni ha existido, ni se le espera). 

 Entre sus deidades menores estaban las ninfas, las diosas de la naturaleza, que personificaban los elementos que componen el mundo natural, siendo consideradas por ellos una especie de guardianas de lugares específicos; así, las Nereidas eran las ninfas del mar Mediterráneo; las Dríades lo eran de los bosques; las Oréades de las grutas y las montañas… 

 Dentro de esta larga lista de ninfas, encontramos las náyades que eran las protectoras de las pequeñas masas de agua dulce: manantiales, fuentes, pozos, ríos, arroyos, lagos… 

  Los vetones, una tribu celta que ocupó nuestro territorio; también tenían una diosa para los asuntos del agua, encargada de proteger los manantiales para que manaran y no se secaran, esta era Coventina, y como diosa que era, le hacían ofrendas. 
  Tengo la sensación de que cuando mas ofrendas recibía era en épocas de sequia, cuando escaseaba el agua. 

  Después de los celtas, llegaron a nuestra comarca los romanos; estos ocuparon toda al península, con nuestra comarca incluida, y con ellos trajeron sus dioses. 
  Los religión romana, igual que la griega, también era politeísta y tenían una caterva de dioses;  muchos, los más populares, se los habían copiado a los griegos, aunque les cambiaron el nombre: Poseidón paso a ser Neptuno, Zeus pasó a ser Júpiter; Afrodita...Venus; Atenea... Minerva y así sucesivamente. 
 
  En lo que respecta a las náyades griegas, estas fueron adoptadas por los romanos, conservando el mismo nombre y “oficio” , ya que siguieron siendo las ninfas protectoras de las fuentes. 
 Los romanos, que eran muy buenos arquitectos, construyeron unas magníficas fuentes de piedra allí donde encontraban buenos manantiales, y algunas de ellas, a pesar del tiempo, aún se conservan como el primer día. 

 Como ya indiqué anteriormente, cuando los romanos llegaron a España trajeron a sus dioses con ellos y en lo que respecta al agua dulce: fuentes, manantiales, arroyos y ríos, decidieron jubilar a la diosa celta Coventina, pasando a ser asumidas sus funciones, como protectoras del agua dulce, por las náyades.
 
 A estas últimas, las presenta la mitología como mujeres jóvenes de extraordinaria belleza, con largas melenas rubias y ojos verdes; en cuanto al resto de su estructura corporal, para describirlo sin herir susceptibilidades, diré simplemente que eran guapas “desde arriba hasta abajo”. 
 Aunque no eran inmortales, tenían una gran longevidad manteniéndose siempre jóvenes a lo largo de su larga existencia  ¡ya nos gustaría a los humanos que sucediera lo mismo con nosotros!. Vivir muchos años pero disfrutando de una permanente juventud, sin tener que soportar nunca los achaques propios de la vejez.

  La relación de los humanos con las náyades era bastante compleja, lo que quiere decir que a veces era buena y otras no lo era tanto. 
 
  El lado bueno era evidente, ya que eran seres benefactores que protegían las fuentes y manantiales, procurando que no se secaran y fluyera un agua clara y cristalina, apta para beber; además de ello, había algunas fuentes cuyas aguas tenían poderes curativos para aquellos que bebieran o se bañaran en sus aguas, siendo ese el origen de los balnearios. 

  Si lo anterior era la parte positiva de las náyades, también tenían su lado gamberro. Cuando una náyade cantaba, si algún hombre pasaba por allí y oía su voz, una fuerza irresistible hacía que se sintiese atraído hacia ella, quedando hipnotizado tanto por su voz como por su belleza. Entonces, ella,  como se hacía visibles e invisible a voluntad; desaparecía de la vista del admirador, este con frecuencia se metía sin dudarlo en la fuente o rio correspondiente, intentando encontrarla y a veces aparecía ahogado (eso si que es morir de amor y no lo que a veces dicen algunos/as)

   Durante el día, generalmente, no era posible verlas ya que generalmente aprovechaban la noche para  para hacerse visibles, siendo una de sus actividades preferidas peinar sus largas cabelleras con peines de oro; al llegar las primeras luces día desaparecían. 
  Existía la teoría de que, durante el día, vivían en unas moradas subterráneas, lo cual es improbable; no olvidemos que eran diosas y se hacían visibles o invisibles a los demás, simplemente, cuando lo desearan; no tenían necesidad alguna de estar encerradas en sitio alguno durante el día. 
  Por ello, cuando alguien pretendía sorprenderlas, la mejor hora para ello era al alba, antes de que se hicieran invisibles.  . 

  Aunque cada fuente o rio tenía su propia náyade, en determinados lugares podía haber más de una;  cuando algún hombre se acercaba y las espiaba, automáticamente quedaba prendado de su belleza y , seguramente, hasta de su peine - no olvidar que era de oro- ; cuando ellas se daban cuenta de que estaban siendo observadas, llamaban al fisgón de turno invitándole a acercarse y este, al oír su voz, quedaba, irremisiblemente, hechizado. Se ponía muy contento pensando que aquel era su día de suerte, por haber encontrado un buen plan, se sentía atraído hacia la náyade por una fuerza irresistible y, sin darse cuenta, así era como caía al pozo, fuente o río ganándose un buen remojón o incluso muriendo ahogado.

 Como en esta vida nada es permanente, una vez que desapareció el imperio romano, fueron los visigodos quienes se asentaron en la península; las náyades, en cambio,  al ser  seres mitológicos, ese cambio no les afectó para nada, y siguieron por aquí, cada una en su fuente. 
  Después de los visigodos llegaron los moros y permanecieron por aquí una buena temporada hasta que fueron expulsados por los cristianos –¡como cambian los tiempos!, en 1942, los últimos de ellos cruzaron en patera el estrecho de Gibraltar, camino de África, y ahora sucede todo lo contrario- 

 Estos, cuando se marcharon, nos dejaron leyendas de amores imposibles: moritas enamoradas de capitanes cristianos, así como de tesoros escondidas en cuevas custodiados por una morita, pero ¿ qué había pasado hasta entonces con las náyades? 

   En noroeste de la península: Galicia, Asturias, Cantabria, Palencia, el Reino de León ( León, Zamora y Salamanca) que ahora está de moda, y norte de Portugal, éstos seres mitológicos no habían desaparecido ni habían cambiado de “profesión”, simplemente, habían cambiado de nombre. 
 En Galicia y Asturias pasaron a ser llamadas Xanas, mientras que en el resto de las zonas antes indicadas, donde se incluye nuestra comarca, son conocidas por Janas, siendo bastante abundantes tanto los relatos como los topónimos que aluden a ellas.


 Las Janas, protectoras de las fuentes, manantiales y corrientes de agua, no son otra cosa que las antiguas náyades grecorromanas. Nosotros, al contrario que los romanos, si les hemos cambiado el nombre. 

 En el mes de mayo pasado,  estuve en Saucelle,  concretamente en “Las Janas”. Se trata de un paraje que está muy próximo al pueblo y es de fácil acceso, tanto caminando como en coche: Una vez llegas hasta allí, te encuentras ante un paisaje espectacular. 
  
  Desde Las Janas pueden admirarse los impresionantes arribes del Huebra y del Camaces, así como los propios ríos, con la desembocadura del segundo en el primero. Si. además es una primavera tan florida como la de este año y hubiera que emplear una sola palabra para describir todo aquello, solo se me ocurre: fantástico. 


  Hay paisajes que cuando los ves, es tanta la belleza que atesoran que te impresionan enormemente y hasta sobrecoge su grandiosidad, son auténticos rincones mágicos y ese lugar, indudablemente, es uno de ellos. 

   Era media tarde y por lo tanto el momento no era el más adecuado para poder ver a Las Janas “peinando sus largas cabelleras rubias con peines de oro”; pero, aunque no las vi, estoy seguro que estaban por allí. 
  Si hablamos de Janas en plural, es porque allí hay dos La Jana protectora del Huebra y la Jana protectora del Camaces.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Teología para niños ( El desenlace)

 

  En el siglo XVII, tener deudas con un alma del purgatorio preocupaba mucho a nuestros paisanos; era una creencia general que, cuando alguien fallecía y había dejado algún asunto pendiente en vida –alguien le debía algo- su ánima podía volver a este mundo a pedir explicaciones al deudor y, si estaba muy enfadaba, incluso se lo llevaba con ella y los suyos no volvían a volver a saber más del mismo. (Esto solo era una creencia de entonces, la realidad nos dice que, entonces y ahora, si alguien desaparece es por causas muy distintas; recordad que algunos, en su día, salieron a comprar tabaco, aunque no fumaban, y no volvieron).  

 

  Cuando el capellán expresó a la mujer de Regino su convencimiento de que el ánima de Alonso deambulaba por las calles de Barrueco, la noche de los lunes, la noticia se extendió por el pueblo como un reguero de pólvora y al mediodía de aquel martes nuestros paisanos: niños, jóvenes, adultos y viejos…, todos, sin excepción, conocían la noticia y sabían que todo era debido a la obcecación de Agripino en no pagar la renta al cura, lo que había conllevado a que este hubiera dejado de decir a Alonso las misas apalabradas, para que pudiera abandonar el purgatorio y alcanzar el cielo.

   (Aclaración: Agripino, era conocido entre la vecindad por el apodo de “el agarrao”, supongo que es innecesario explicar el motivo).

   Durante el resto de la semana, aquel fue el asunto más comentado en los mentideros: barberías, tiendas, panaderías y ¡cómo no!, a la salida de las misas, que entonces eran diarias.  

  Eso de que el ánima de Alonso, las noches de los lunes, se paseara con un cirio en la mano, por las calles del pueblo, era algo que aterrorizaba a la feligresía, especialmente a las mujeres.

   Cuando llegó el sábado, a la salida de misa, con el lunes a tan solo dos días vista, un grupo de ellas fue a ver a Agripino para pedirle que pagara de una vez su deuda y así el alma de Alonso descansara tranquila.

  Este hombre…, “el agarrao”, superaba los cuarenta y era lo que hoy se conoce como un single, lo que trasladado a su época significa que era un solterón, porque ninguna lo quería.

  Una persona puede permanecer soltero/a por voluntad propia, aunque lo habitual es que permanezca en este estado porque no ha encontrado su media naranja por diversas razones – algunos/as, buscando una media naranja, lo que encuentran es un medio limón, todo sea dicho-; y el hándicap de Agripino era el ser un tacaño, así que, con este atributo, no era un buen candidato para encontrar una enamorada.

  Aunque no era excesivamente atractivo, tampoco es que fuera feo; además, se comunicaba bastante bien con los demás, pero en lo tocante al dinero… Hay algunas personas tan agarradas que, si te saludan dándote la mano, es recomendable después que te cuentes los dedos por si te falta alguno y él era así.

  Entonces, como aún no existía la Genética como ciencia, no se hacían estudios genéticos; no obstante, el escribiente del concejo de aquella época - el equivalente al secretario del ayuntamiento actual- ya dejó escrito entonces, en las crónicas de Barrueco que, si en el futuro, un día, llegaba a descubrirse algún gen relacionado con la usura, ya por entonces (siglo XVII), había un hombre llamado Agripino sospechoso de tenerlo.

  Cuando una de las mujeres del grupo llamó a la puerta y Agripino abrió y las vio mirándole, le dio un vuelco el corazón; era la primera vez en su vida que doce ojos femeninos estaban observandole con atención -como eran seis mujeres, los ojos eran doce, a condición que ninguna fuera tuerta-.

  A él, un mozo viejo, a quien no le prestaba atención ninguna mujer del lugar, ver a seis damas a su puerta mirándole con tanta atención, le hizo pensar que el motivo de su visita era algo serio.

  Entre ellas, había una viuda joven de buen ver y, cuando la vio, tuvo un momento de ensoñación pasajera ¿Y si entre todas habían decidido buscarle una pareja a la viuda y como primera posibilidad habían pensado en él?

  Esta fugaz alucinación desapareció súbitamente al saber que el objeto de la visita no era amoroso, sino de índole económica -su punto débil-. Cuando le dijeron que el fin de la visita era para exigirle que, por una vez, dejara de ser tan tacaño y pagara la deuda contraída con la parroquia, se sintió muy ofendido.

 

  Si en vez de seis, hubiera ido solo una mujer, seguramente le hubiera dicho que ¡verdes las han segado!, pero eran media docena, se achantó un poco e intentó quedar bien afirmando que ya pagaría la renta de la capellanía de Alonso…, pero sin fijar fecha.">

   Ellas, conociendo cómo era el personaje y su trayectoria vital, le exigieron que jurara solemnemente que lo iba a hacer antes de la mañana del lunes, y, como se negara a ello, empezaron a oírse insultos hacia su persona, a los que no hizo caso alguno; de todos ellos, solo guardó recuerdo del que le dirigió la viuda:

  - ¡Ojalá, cuando venga el ánima de Alonso, te lleve con él!

  El día siguiente era domingo y por lo tanto “fiesta de guardar”; entonces, al contrario que ahora, nadie faltaba a misa, ese era un hecho muy grave. La gente vivía convencida que aquellos que no iban a misa, tenían asegurado un billete, en Clase Turista Premium, para el infierno.

  Aquella mañana dominical, Agripino tenía ante sí un dilema. Sabía de la hostilidad de las mujeres hacia él, e ir a la iglesia suponía encontrarse no solo con media docena, como el día anterior, sino con varias docenas. Llegó incluso a valorar la posibilidad de no acudir a misa, pero desechó rápidamente la idea pues era mayor el temor a ir al infierno con el diablo, que a la iglesia y verse con los paisanos.

  Se puso la ropa de los domingos y acabó yendo a misa a cumplir con el precepto, como Dios manda; pero tenía pensado realizar una maniobra que le ayudaría a salvar la situación.

  Llegaría más tarde que los demás, entraría el último en la iglesia; permanecería cerca de la puerta del templo y, cuando acabara la misa, saldría el primero evitando, de este modo, tener algún encontronazo indeseado; con lo que no contaba era que había llovido los días previos y...

   Al llegar a la iglesia, la puerta no estaba totalmente cerrada debido a que no encajaba bien en el marco, ya que, al ser de madera, estaba algo hinchada. Él, una vez que entró, la cerró con fuerza dejándola bien encajada en el marco y esa fue su perdición.

  Cuando el cura finalizó la misa, se dirigió a toda prisa a la puerta del templo para salir el primero y, al intentar abrirla tirando fuertemente del agarradero le fue imposible conseguirlo; no había forma humana de abrirla a pesar de los enormes esfuerzos que hizo.  

  Dos hombres tuvieron que ayudarle, tirando los tres con fuerza del tirador de la puerta, para conseguir abrirla, tras un

enorme esfuerzo; uno de los dos era, precisamente, Regino que comentó muy serio:

- ¡Mira “Agarrao” !, aquí están pasando cosas muy raras; el ánima de Alonso ya te persigue hasta en la iglesia; esto que ha pasado no es normal; estoy seguro que había algo tirando de la puerta desde, fuera para que no se abriera; un día alguien va a tener un percance por tu culpa.

  Si te pasara algo a ti, estoy seguro que no nos íbamos a disgustar ninguno, porque has sido tú quien se lo ha buscado, pero como le pase algo a algún familiar mío, quien va ir a buscarte a tu casa seré yo, no un alma en pena.

 - Más vale que pagues a la parroquia lo que debes, por el bien de todos. Apostilló Pelayo, que era el otro hombre, que había ayudado a abrir la puerta.

-  Yo pienso pagar ¿acaso he dicho que no voy a hacerlo?

 Pelayo le miro muy serio y respondió:

-  El mes pasado te vendí una cantara de vino y todavía estoy esperando que me la pagues. Aunque más tonto fui yo por vendértela, sabiendo cómo eres.

- ¡Pelayo…despídete del dinero!, dijo Regino-  Mañana es lunes y como el “agarrao” no pague hoy la renta al capellán y no le diga la misa a Alonso, seguro que viene a buscarlo.

  Las personas que tienen la conciencia tranquila y no deben nada a nadie, miran a la gente de frente, como debe ser; pero Agripino no la tenía tan tranquila, pues tenía deudas hasta con un difunto y miraba hacia el suelo todo el rato, evitando la mirada de los dos paisanos que le hablaban.

  Aunque la puerta ya estaba abierta, aún permanecían todos dentro de la iglesia y, cuando alzó la vista, se dio cuenta que alrededor de los tres había un montón de personas escuchando atentamente la conversación que mantenían y eso le puso muy nervioso

- ¡¡¡ No me miréis así…, pienso pagar !!!, dijo casi gritando.

  Salió precipitadamente del templo,alejándose de allí a toda prisa refunfuñando y llegó a su casa muy enfadado, maldiciendo lo ocurrido. Había ido a misa, intentando pasar desapercibido y había sucedido todo lo contrario: se había convertido en el protagonista absoluto.

   Estaba sentado en un escaño de la cocina y sonaron unos golpes en la puerta de la calle; pero, como no estaba de humor para hablar con nadie, no contestó; aunque no le sirvió de nada pues sintió que alguien abría la puerta desde fuera y entraba en la casa.

  Oyó unos pasos acercarse y una mujer entró hasta en la cocina, donde se encontraba digiriendo su mal humor. Era su hermana, algo más joven que él y también soltera, que vivía en la casa de al lado… puerta con puerta.

- ¡Mira hermano! Tienes que pagarle al cura la renta de la capellanía ¡sin falta! Y mejor que sea hoy para que mañana diga la misa por Alonso. La gente está atemorizada y un día vas a tener un disgusto serio con alguien.

 Él la observaba pensativo escuchando lo que decía y contestó:

 - Regino dijo en la iglesia, que la puerta no se abría porque, mientras nosotros tirábamos de ella hacia adentro, había algo que tiraba hacia afuera porque sabía que era yo quien quería salir.

   La gente dice que los fantasmas solo se ven de noche, y que de día no se ven; pero en algún sitio tendrán que estar de día ¿no te parece? ¿Tú crees que ha podido ser el ánima de Alonso?

- No seas tonto, la puerta esta húmeda por la lluvia, se ha hinchado la madera y estaba muy encajada. Las ánimas del purgatorio no andan de día por ahí.

- ¿Y de noche? insistió el hermano.

- Eso ya no lo sé. Genoveva y Regino contaron que vieron un cirio caminando solo en la oscuridad y que solo podía tratarse de un espanto; como las dos veces fue la noche de un lunes, por eso todos creen que es el ánima de Alonso.

  Mañana es lunes y te repito que la gente está asustada, así que paga ya de una vez la renta de la capellanía y así todos dejarán de creer que, la noche de los lunes, el ánima de Alonso se pasea por las calles del pueblo.

- Veo que tú también crees que lo del anima es verdad..., pues yo no acabo de creerlo, dijo el hermano.

- ¡Mira, Agripino!, de lo único que estoy segura es que te llaman el “Agarrao” y con razón ¡hay que ver lo que te cuesta pagar las cosas!

   En cuanto al ánima, no sé qué decir, pero como no pagues; mañana por la noche, me encierro en casa, cando la puerta por dentro y no la vuelvo a abrir hasta la mañana del martes por si acaso, no sea que, como los dos vivimos “pegando”, venga a llevarte a ti, se equivoque de puerta y me lleve a mí.

- Entonces... crees o no crees que las ánimas pueden volver del purgatorio, insistió el hermano.

- ¡¡¡Da igual lo que yo crea o deje de creer!!!, lo que no da igual es que todo esto está pasando por tu culpa, así que paga de una vez para que todos podamos dormir tranquilos los lunes.

   Anatole France, un escritor francés, dijo: "Aunque cincuenta millones de personas crean una tontería, sigue siendo una tontería

   Si Agripino hubiera leído a Anatole, seguramente hubiera pensado lo mismo que él, ya que no creía en las ánimas viajeras que salen y entran del purgatorio a su libre albedrío, regresando al mundo de los vivos cuando les apetece, pero el resto de los paisanos sí creía en ello y eso se había convertido en un problema para él ya que tenía a todo el pueblo en contra suya

  Si eso no fuera aún suficiente, acababa de recibir un rapapolvo de su hermana que era su vecina más inmediata y no quería indisponerse con ella

  Estuvo meditando sobre el asunto un buen rato y aquella misma tarde, con gran dolor de su corazón, - y sobre todo de su cartera -, por fin pagó la deuda que mantenía con el cura, para que éste le dijera las misas correspondientes a Alonso, su ánima descansara en paz y así dejara de asustar a los vecinos del pueblo.   

  Actualmente, cuando pretendemos conocer las previsiones del tiempo, echamos mano del móvil o vemos la televisión; pero antes, cuando no existía esta posibilidad, la gente del campo solía hacerlo oteando el estado del cielo: las estrellas, la luna, la presencia de nubes, el comportamiento de los animales…

  La noche del lunes, Agripino, antes de acostarse, salió un momento a la puerta de la calle para hacerse una idea del tiempo, viendo el estado del cielo; pero la noche estaba muy oscura porque estaba nublado y, como la luna no podía iluminar las calles del pueblo, aquella noche se hallaban sumidas en la más absoluta oscuridad.

  Con lo que no contaba, al abrir la puerta de la calle, era que, en frente de su casa, a muy corta distancia, había una luz en el medio de la calle: era un cirio sujeto por una mano y no se veía nada más.

   Era la misma luz misteriosa, que habían visto, anteriormente, Genoveva y Regino en su día, de cuya existencia había mantenido serias dudas; unas dudas que se disiparon súbitamente cuando la vio.

  Recordó que era la noche del lunes y sintió que hasta se le erizaba el vello de los brazos, de pavor.

 - ¡¡¡Alonso!!! ¡¡¡Qué ya he pagado la renta!!! ¡¡¡no me lleves!!! ¡¡¡Si hace falta le pago al cura una misa más por ti!!!  ¡¡¡Por favor…no me lleves!!!

   Para alguien tan rácano como él, el ofrecimiento de a pagar una misa puede darnos una idea del pánico que le embargaba en ese momento.

   Nadie sabe si las ánimas del purgatorio hablan, ni en qué idioma lo hacen; pero lo cierto es que aquella que tenía delante lo hizo y en español, con una voz de ultratumba –así al menos le pareció a él- diciéndole.

- ¡Una es poco... tienes que pagar dos!

  Lo que ocurrió a continuación, no sabemos si fue debido al terror que sentía, convencido de que el ánima había venido para llevarle al otro mundo, o a la impresión de tener que pagar dos misas, con el correspondiente desembolso que ello suponía. F

 Fuera por una u otra causa, estaba tan atemorizado que su cuerpo ya no aguantó más. Sintió que empezaban a zumbarle los oídos; las piernas le flaquearon y perdió la conciencia cayendo al suelo.

  Cuando recuperó el conocimiento, estaba en su cama, había una vela encendida en la mesilla iluminando el dormitorio y su hermana en pie, le estaba mirando

- ¿Estoy vivo...?  ¡Marina...! ¿estoy vivo...?

- ¡No digas idioteces! Cómo no vas a estar vivo, si estás hablando.

- ¡¡He visto el ánima de Alonso...!! ¡Pasaba delante de la puerta...! ¡Menos mal que pagué la renta ayer tarde... porque si no me lleva con él!

La hermana en vez de mostrar curiosidad o extrañeza, que hubiera sido lo habitual, muy tranquila dijo:

- ¡Vale... vale! ¿Tú estás bien?

- Me duele mucho el lado derecho del cuerpo, debo haberme caído hacia este lado. Lo último que recuerdo es que me habló el ánima de Alonso, después ya no me acuerdo de nada.

- Te desmayaste y caíste al suelo. Desde mi casa oí voces en la calle, reconocí la tuya, salí a ver qué pasaba y estabas en el suelo.

- ¿Viste también el ánima?

La hermana dudó un momento antes de contestar

- Claro que la vi.

- Y quien me ha traído a la cama desde la calle, ¿tú sola has podido conmigo?

- No, me ha ayudado el ánima, yo sola no puedo contigo.

 Agripino, miró a Marina atónito, al oír lo que decía

- No entiendo nada, ¡cómo te va ayudar el ánima de Alonso a traerme a la cama!

- Mañana te lo explico despacio porque es largo de contar; ahora descansa y duérmete. Además de ayudarme, hablé con el ánima y te voy a dar una buena noticia; ya verás lo bien que vas a dormir cuando la conozcas...no vas a tener que volver a pagar la renta de la capellanía, si cumples una condición

- ¡Lo que sea necesario!, contestó inmediatamente el hermano, sin dudarlo un momento.

Agripino, con tal de no soltar dinero estaba dispuesto a cualquier cosa.

- La condición es muy simple, no puedes hablar a nadie de lo que acaba de pasar...¡a nadie!

- ¿Por qué no puedo contarlo?

- ¿Quieres o no quieres volver a pagar la renta de la capellanía?

- ¡Nooo! ¡Cómo voy a querer pagarla!

- Pues entonces está todo dicho, así que no preguntes más.

 

Nota aclaratoria

* El capellán tenía una novia que vivía en la calle de Agripino y la visitaba algunas noches amparándose en la oscuridad de las calles, para no ser visto, ya que en aquel tiempo no había alumbrado alguno en ellas.

  Para poder ver donde pisaba, llevaba un cirio encendido en la mano; si iba vestido con sotana negra y sombrero negro, ese era el motivo de que quien se cruzaba con él, solo pudiera distinguir el cirio y la mano que lo portaba.

*  Lo de amedrentar a Agripino con el cuento del ánima de Alonso, resultó ser una buena idea, pues, aunque costó lo suyo, fue el único modo de que pagara la renta de aquel año.

* Las coincidencias existen ahora y también existían en el siglo XVII; a la vista está que, en el crítico momento que pasaba el cura frente a la casa de Agripino, había sido cuando esté abrió la puerta de la calle con la intención de ver la luna y lo que había visto era el “ánima de Alonso”, o sea, al cura yendo a visitar a su amiga.

* Luego, “el ánima” que había ayudado a Marina a llevar al hermano, aún inconsciente, hasta la cama, había sido él. Además, para comprar su silencio y que se olvidara del tema, había acordado con Marina que en lo sucesivo quedaba exento de pagar la renta de la capellanía.

* Respecto a Marina, la hermana de Agripino, ya deberíais haber adivinado que ella era la novia del cura.