domingo, 3 de noviembre de 2024

Algunas anécdotas y realidades en torno a la sordera

 


 Un día fueron tres médicos de senderismo, a pasar una jornada al campo en contacto con la naturaleza; esto, incluso podría haber sido en nuestro pueblo. Llegaron al río y, al alcanzar la parte superior de la vertiente, pudieron contemplar la grandeza del paisaje; permanecieron un momento admirando los impresionantes desfayaderos del Huebra, lo que conocemos los lugareños como arribes, y uno de ellos dijo:

 - ¿Sabéis que aquí hay eco?

  Y sin esperar respuesta alguna, por parte de los compañeros, empezó a gritar:

- ¡¡¡Eco!!!

Inmediatamente escucharon los tres:

-  ¡¡¡Eco!!! ¡¡eco!! ¡eco! eco…

Otro gritó entonces:

- ¡¡¡Soy urólogo!!!

Oyendo a continuación repetir al eco:

- ¡¡¡Soy urólogo!!! ¡¡Soy urólogo!! ¡Soy urólogo! Soy…

El tercero continuó gritando:

- ¡¡¡Soy radiólogo!!!

Pudiendo escucharse inmediatamente

- ¡¡¡Soy radiólogo!!! ¡¡Soy radiólogo!! ¡Soy radiólogo!. Soy…

Permanecieron los tres un momento en silencio mientras se apagaban los sonidos del eco, y el primero de ellos, volvió a gritar:

- ¡¡¡Soy otorrinolaringólogo!!!

Hubo unos momentos de silencio y al fin respondió el eco:

- ¿Qué has dicho que eres?

 

Arribes del Huebra

  El otorrinolaringólogo, es el médico que trata la patología del oído, de la nariz, y de todos los órganos y estructuras del cuello anterior, no solo de la laringe. En realidad la especialidad se denomina “Otorrinolaringología y Patología Cervico  Facial”, pero vamos a dejarlo  en  Otorrino, que es mas simple y conocido.

  Cuando un médico comienza a hacer esa especialidad, los compañeros veteranos suelen indicar al recién llegado que aprender la profesión no va ser nada fácil y a la vez le dan ánimos –o al menos  deberían hacerlo- , asegurándole que, con esfuerzo y empeño, sin duda alguna acabará siendo un buen profesional como todos los que le precedieron. Además, casi siempre hay alguno que bromea sobre el asunto y le dice:

 - Lo más difícil de todo es aprender a decir correctamente el nombre de la especialidad;  una vez hayas conseguido eso, lo demás ya es mucho más fácil

   Mantener un diálogo de besugos, es una expresión que define aquella conversación que transcurre sin que haya coherencia alguna entre los interlocutores, de modo que, al final de la misma, todos ellos quedan igual que al principio… sin haberse enterado de nada.

  A su vez se dice que un diálogo de sordos es aquel donde los interlocutores no se prestan atención entre ellos, cuando estos son dos; mientras que uno dice una cosa, el otro, en vez de responder a lo que ha expuesto el primero, contesta con algo diferente que no tiene relación alguna con lo dicho por el compañero. Una cosa bien distinta es mantener un diálogo con un auténtico sordo, cuyo grado de hipoacusia sea profunda e incluso moderada (hipoacusia es el término que emplean los médicos para referirse a la sordera). .

 Muchas personas tienen una pérdida lenta y progresiva de la audición a lo largo de años; van acostumbrándose a ella y viven persuadidos de que no tienen problema alguno de audición, y se empeñan en que oyen “como siempre”  autoconvenciéndose de que el problema no está en ellos, sino en los demás, porque no hablan lo suficientemente alto.

  Un buen número de ellos, incluso se niegan a buscar atención especializada y cuando lo hacen, la mayoría de las veces no suele ser por voluntad propia, sino a instancias de la familia más cercana; una vez que les ha visto el otorrino, a aquellos que les aconseja usar una prótesis auditiva (un audífono), en muchas ocasiones se niegan a usarla; y otras veces, como mal menor, aceptan hacerlo a regañadientes no haciendo un uso adecuado de los audífonos y esto acaba, en ocasiones, dando lugar a situaciones bastante chuscas.

   Una vez un matrimonio, ya mayor, estaba en la consulta del otorrino para una revisión. El paciente era él, tenía una hipoacusia, en una consulta anterior se le había indicado la conveniencia de utilizar audífonos en ambos oídos; él  había aceptado ponérselo solo en un oído y, al cabo de unos meses, había acudido a una revisión.

  Cuando alguien utiliza un audífono, lo lógico es que sea para que le ayude a oír; pero el médico, tras saludarle y decirle unas palabras, percibió que el hombre no le estaba escuchando ya que, a pesar de mostrar mucha atención, no contestaba a lo que le decía e insistía en que le hablase más alto.

  Entonces, el otorrino, alzando la voz dijo:

-  ¡¡Custodio…!! ¡¡Qué la pasa…!! ¿No le funciona el aparato?

Para sorpresa del médico, quien respondió no fue él sino la esposa:

- ¡Que si le funciona el aparato …! Hace muchos años que ya no le funciona, si lo sabré yo…

  La enfermera que acompañaba al médico, al oír las palabras de la mujer, intentó contener la risa, pero no pudo y abandonó la consulta para poder reír abiertamente, una vez fuera; en cambio  el otorrino, en un  alarde de profesionalidad, intentando mantener el tipo para no desternillarse de risa también,  –doy fe que lo pasó fatal y le costó lo indecible contenerse-  señalo con el dedo la oreja donde Custodio  portaba el audífono, para que no hubiese duda alguna y le dijo a la mujer:

- Me refiero al audífono.

A lo que ella respondió:

- ¡Ah...!, pues tampoco crea usted que ese anda muy allá. Al principio funcionaba bien y lo oía todo, pero, desde hace varias semanas, he vuelto a tener que darle voces para que me oiga.   

  Solucionar el problema del audífono fue fácil, lo único que le sucedía era que se le había acabado la pila, algo en lo que Custodio y la mujer no habían caído, que era algo que podía suceder.

  Tan solo con cambiarla, el hombre volvió a oír aceptablemente; respecto al otro aparato…

  Nuestro protagonista, cuando había estado la primera vez en la consulta del otorrino, lo hizo porque era consciente de que no oía bien, buscó ayuda especializada y gracias al otorrino y a un audioprotesista, consiguió oír, si no perfectamente, al menos a un nivel aceptable, pero hay gente que, no actúa así, a pesar de encontrarse en una situación similar.

 Al contrario que Custodio, hay personas que, a pesar de oír bastante mal, se niegan a buscar atención médica para solucionar, o al menos paliar, su problema, siendo una de ellas Gaudioso (Sólo por el nombre es fácil averiguar que no estoy hablando de una persona joven).

  Ya era bastante mayor, oía muy poco y, además de esta propiedad, era tan cerril que no quería buscar remedio para mejorar su audición; en realidad, era consciente que ya no oía como antes, pero estaba empeñado en que no oía mal del todo.

  Evidentemente, eso solo era una apreciación suya, pues tanto la esposa como el resto de la vecindad, hubieran estado dispuestos a jurar lo contrario, si alguien le hubiera preguntado.

    Un día, la mujer, que había salido a la tienda para comprar algo, al regresar a casa, le dijo al marido:

 - Me he enterado que tu amigo Venancio, está enfermo. Deberías ir a visitarle.

   Gaudioso, como tantas y tantas veces anteriores, observó que la mujer le miraba de frente moviendo los labios y comprendió que le estaba hablando, pero se estaba quedando “in albis” ya que no oía nada de lo que ella le estaba intentando decir y exclamó:

- ¡¡Habla mas alto!! ¡¡Que manía tenéis todos en hablarme bajo para que no me entere de las cosas!!

 (Si alguien se pregunta por qué muchos sordos son desconfiados, aquí tiene la respuesta: como no oyen bien, creen que los demás emplean un tono muy  para hablar, porque están hablando de ellos)

  Cuando la mujer de Gaudioso al fin consiguió, tras elevar el tono de su voz varias decenas de decibelios, informar al marido de que su amigo estaba enfermo, y de la recomendación para que lo visitase, Gaudioso permaneció un buen rato pensativo, cavilando y planificando la visita.

  Como no quería aceptar su realidad, que estaba bastante sordo, para intentar disimular un hecho tan evidente, trazó un plan antes de visitar al enfermo, pensando lo siguiente:

  Tendrá un catarro que es lo habitual en este tiempo. Así que le diré lo mismo que a todos los enfermos que están en la cama constipados. Cuando uno hace visitas así, al fin y al cabo, siempre acabamos repitiendo las mismas palabras  tanto el visitante... como el visitado. Cuando llegue le voy a decir:

  – ¿Qué tal estás?

 Y él seguro que responderá:

 – Bien, no tan bueno como yo quisiera... pero voy mejorando poco a poco. 

 Entonces le contestaré:

 -  ¡Eso es estupendo…me alegro!

   Después seguiré preguntándole que si toma medicinas y cuando responda que sí y que gracias a ellas se encuentra mejor, yo añadiré:  

 - Me alegro también de ello. Sigue así, porque ese es el camino que te conviene.

  Por último le preguntaré que si el médico le ha dicho que pronto se va recuperar, y cuando diga que sí, yo responderé:

 - Eso espero, y que sea lo antes posible.

   Ya con el guion elaborado, fue a visitar al enfermo y al entrar en la sala donde se encontraba, dijo:

– ¡Venancio…querido amigo!, me enterado que estás malo ¿Qué tal estás?

  Visitar a los enfermos está muy bien y es un signo de amistad muy valorado, pero a veces es mejor preguntar antes a la familia, si la visita es oportuna o no; Gaudioso no tuvo esa precaución y resultó que no lo era.

  El enfermo, al contrario de lo que él pensaba, no sufría un simple catarro, sino un cólico renal; hacía poco rato se le había pasado el efecto del analgésico, en aquel momento tenía un malestar tremendo, estaba desesperado por el dolor y contestó:

 – ¡Fatal…tengo un dolor fortísimo!

El visitante, incapaz de oírle, debido a su sordera y siguiendo el esquema que se había trazado contestó:

- ¡Eso es estupendo!

  Venancio, se quedó atónito al escuchar el comentario del amigo, pero recordó que era sordo, consideró que, debido a ello, no le había entendido bien y repitió:

- ¡He dicho que estoy fatal y, como no me mejore, pronto me veo camino del cementerio!

A esto, respondió Gaudioso con el segundo punto del guion que había elaborado:

- Me alegro también de ello. Sigue así, porque ese es el camino que te conviene.

  El enfermo, estupefacto, no daba crédito a lo que oía; si el bienintencionado visitante era sordo, él a su vez se quedó mudo del enfado que le entró, pensando que, si los amigos le daban este tipo de ánimos, con amigos así...no necesitaba enemigos.

 Sin embargo, haciendo un gran acopio de paciencia, consciente de la deficiencia auditiva del otro y convencido de que no se había enterado absolutamente de nada, repitió alzando el tono de la voz:

- ¡¡¡Acabo de decirte que estoy muy malo y que...o mejoro... o muero!!!

  Pero Gaudioso, que continuaba sin entenderle, seguía sin desviarse un milímetro del guion trazado, y respondió:

- Eso espero, y que sea lo antes posible


Algunas notas

  Hace años, existían los llamados “males de viejo”, que no eran otra cosa que los trastornos que a veces acompañan a la involución natural del organismo a medida que cumplimos años. Por qué será que todos queremos cumplir muchos años, pero ninguno queremos hacernos viejo.

 Si comparamos los modos de vida de ahora y de antes, afortunadamente, estos han cambiado mucho y para mejor. Antes, cuando la gente envejecía, a veces llegaban a darse situaciones bastante dramáticas porque los viejos (así eran llamados antes los mayores), vivían convencidos de que, los males que acarreaba la edad, ya no tenían remedio y se resignaban a vivir con ellos; un ejemplo de ello eran “las cataratas”, había personas que dejaban de ver y, como eso era considerado un “mal de viejos”, se resignaban a ello y no buscaban atención medica.

   Recuerdo un afamado oftalmólogo de Salamanca que era conocido por haber devuelto la vista a una ciega… eso era lo que decía la gente de él. Yo le conocí y un día le pregunté que si eso era cierto; al oírme,  comenzó a reír con ganas diciéndome que también había oído los comentarios explicándome que todo era debido a que había operado a una mujer de  cataratas. Las tenía tan avanzadas que la mujer apenas veía ya nada, una vez operada, quedó muy contenta y había pregonado a los cuatro vientos que él le había devuelto la vista..  

 Con los sordos sucedía algo parecido; la pérdida auditiva, propia de la edad, también era  considerado un “mal de viejos” ,  muchos se resignaban a ello y tampoco buscaban atención medica.     Es preciso considerar que, esto último, no era algo exclusivo del pasado ya que sigue ocurriendo en la actualidad; aunque una gran de culpa, de que esto suceda, no es debido la falta de voluntad de los pacientes, sino el alto precio de los audífonos. 

jueves, 3 de octubre de 2024

El herrero de Pancrudo

  Si a alguien lo expulsan del cielo…¿a donde va?  (duda teológica)


  “Cuando Dios andaba por el mundo”, era una expresión muy común que empleaban nuestros abuelos...los de antes, en el inicio de los cuentos, cuando se los contaban a sus hijos y nietos, que  hacía referencia a que algunos acontecimientos quedaban muy lejanos en el tiempo.

  Los abuelos actuales ya no cuentan cuentos, pero eso no significa que los cuentos hayan desaparecido; ahora, quienes los cuentan, casi siempre son  los  políticos diciéndonos cosas que muchas veces no las creen ni ellos y encima pretende que nosotros sí lo hagamos. 

  Pero bueno, volvamos al principio “Cuando Dios andaba por el mundo”, el Diablo, para no ser menos, no  perdía la ocasión de darse también algún garbeo que otro por aquí.

  Había una vez un herrero que lo llamaban de Pan Crudo; un día estaba trabajando en la fragua y al mirar el fogón, donde había preparado una buena lumbre, estando remodelando la reja de un arado, vio  surgir entre las llamas una figura que parecía humana;  el personaje tenía una cara  fea como un demonio, y además le sobresalían dos cuernos de la frente... también como un demonio.

   El hombre, muy sorprendido, dejó de golpear la reja con el martillo, reflexionó un poco y se dijo a sí mismo:

 - ¡Coño! Si está en el fuego sin quemarse y tiene cuernos, no puede ser otro que Satanás.

   Efectivamente, el hombre estaba muy acertado en sus apreciaciones, el mismísimo diablo había ido a visitarle a la fragua.

 - ¡Yo pensaba que para verte había que morirse primero! Exclamó, muy sorprendido.

 - ¡Algún día tendrás que estirar la pata…como todos!, respondió el demonio. Pero no te asustes, sabrás  que nadie las diña hasta que le llega su día y hoy no te toca a ti. Simplemente, quería hablar contigo para proponerte un trato.

 - ¡Un trato con el demonio…! ¡Eso cómo puede ser!

 - Muy simple, te concedo un deseo…el que tú quieres, a cambio de tu alma. No tienes que dármela ahora, eso solo sucederá cuando te llegue el día y abandones este mundo; en cambio, tu deseo lo puedes disfrutar desde ahora mismo.

 - Yo no lo veo tan simple como dices. Mis paisanos opinan que, a pesar de que no soy una persona ejemplar, soy buena gente…luego, si sigo por ese camino...creo que voy a acabar en el cielo; sin embargo, tú estás intentando ficharme para ir el infierno.

 - ¡Y qué pintas tú en el cielo! Allí solo hay cuatro beatas, algún cura que otro y solo suena música clásica o canto gregoriano... es de lo más aburrido; en cambio, si te vienes al infierno con nosotros, el ambiente es muy diferente, está lleno de gente interesante y la música es rock, pop, heavy metal...y hasta tenemos un grupo folklórico para los más tradicionales. Allí estarás mucho mejor que en el cielo y nunca pasaras frío. Al ser herrero, como siempre trabajas tan cerca de las llamas, no necesitas ni siquiera un período de adaptación, como los demás, para acostumbrarte al clima tan calentito que tenemos allí. Hazme caso, es un lugar ideal para la gente como tú.

 - Viéndolo así, no parece tan malo. Respondió el herrero. Pero un deseo es poco, ofréceme alguno más si quieres que lo piense.

 - Esta bien -cedió el demonio- Tienes suerte, esta semana tenemos la promoción de “dos por uno”; te concedo dos deseos

 - Sigue siendo poco; ya te he dicho que yo, con solo esforzarme un poco, acabaré en el cielo.

 - Cuatro deseos y no se hable más. Ofreció Satanás, un poco enfadado al ver la resistencia del herrero a dejarse convencer. 

 - Solo tengo un alma y si no la valoro yo ¡quién va a hacerlo!  O me concedes cinco deseos... o nada.

 - ¡Vale! -contestó el demonio harto de tanto regateo- Como estamos a final de mes, con el fin de mejorar el balance mensual de almas ganadas para la causa, acepto…que sean cinco los deseos.

 - Quiero que quien se siente en el poyo de piedra que hay a mi puerta, no pueda levantarse hasta que yo quiera;  tengo un peral delante de mi casa y siempre andan robándome  las peras, así que aquel que se suba al mismo no pueda bajarse hasta que yo se lo mande; la boina  que tengo puesta, si la arrojo, dentro de un lugar, nadie pueda impedirme entrar a por ella; también quiero una baraja con la que siempre gane y…


   Permaneció un momento en silencio, pensativo, recreándose en las peticiones realizadas y una amplia sonrisa iluminó su cara, disfrutando por anticipado del quinto deseo que iba a pedir. Entonces, el demonio, impaciente, le apremió para que acabase ya.

  - Cual es tu quinto deseo.

 -  Que me lluevan del cielo todos los billetes que yo quiera, así podré dejar de trabajar en la fragua.

  El demonio le miraba a la vez que movía a los lados la cabeza, haciendo signos de negación y contestó:  

 - ¡Verás! Hay un problema con este deseo. Todos acabáis pidiendo lo mismo pero, aunque hubiera sido el primer y único deseo, es imposible que te lo pudiera conceder. Recuerda lo que acabas de decir:  “Que caigan billetes del cielo”Del cielo nunca pueden llover billetes porque allí, como no necesitan el dinero para nada, no los hay y ni saben lo que es. El dinero ha sido un invento del hombre, aquí en la Tierra, que solo sirve para complicarle la vida a quien no lo tiene.

   Tanto los hombres como las mujeres y sin excepción, todos vivís engañados pensando lo mismo que tú; algunos, incluso rezan a San Judas Tadeo para que interceda ante el Organismo Oficial de Loterías para que les toque algo: la primitiva, el euro millón, etc. Pero ni siquiera ese apóstol puede hacer nada en ese sentido.. 

  En cambio, en el infierno, sabemos perfectamente lo que es el dinero; incluso alguna vez hemos fabricado billetes ¡falsos…por supuesto!, ten en cuenta que nosotros somos malos por vocación ¡para eso somos demonios!, pero nos duraban muy poco porque con el calor de allí se nos quemaban  todos, y dejamos de hacerlos.  Así que siento decírtelo pero, vas a tener que seguir trabajando como hasta ahora.

  Entonces -continuó diciendo el demonio- el trato va así: tu alma pasa a ser mía, aunque tú la conservarás hasta que te mueras y, a cambio de ello, desde este momento y por el resto de tu vida te concedo los cinco deseos ¿Cuál es el quinto?

 - No quiero morirme antes de cumplir 100 años, ¡pero eso sí...! Tengo que estar totalmente sano hasta entonces, no quiero tener ni un dolor de cabeza.

 - De acuerdo, ya tienes tus cinco deseos y vas a estar totalmente sano hasta los  cien años, pero ni un día más (creo que solo con la concesión de este último deseo, sería estupendo que se le apareciese el demonio a cualquiera ¿no os parece?).

  Ese fue el trato que acordaron; el pobre herrero, como lo de los billetes no pudo ser, tuvo que seguir trabajando en su fragua hasta que se hizo viejo, con el agravante de que, como siempre estaba muy sano, jamás pudo cogerse ni una sola baja laboral.

  Como el tiempo no se detiene, fueron pasando los años, llegó el día del cumpleaños numero cien y, tal como era de esperar, se presento en su casa un demonio a recoger su alma, pero no era propio Satán sino un demonio de segunda categoría, que al ver al herrero, le dijo:

 - Hoy cumples cien años, pero no vengo a felicitarte. Recordarás que nos tienes entregada el alma desde hace mucho tiempo y vengo a por ti.

 - Lo sé y te estaba esperando -contesto él herreno muy tranquilo-. Me voy a vestir con un buen  atuendo, quiero estar guapo para ir infierno;  es sabido que la primera imagen que presenta uno, cuando llega a un sitio donde no le conocen, es muy importante.

  Debes estar cansado -continuó diciendo-  y tener algo de hambre. A mi mujer y a mí nos gusta ser hospitalarios. Siéntate un momento en ese poyo de piedra mientras me preparo, que ahora te trae mi mujer una ensalada tropical que está buenísima... ya lo verás. Eso no lo coméis nunca en el infierno


   El demonio, como tenía hambre, se puso muy contento al oírle y se sentó en el poyo, esperando a la mujer del herrero sin saber que, una vez allí, ya no podía levantarse y de pronto vio que se aproximaba el matrimonio, cada uno de ellos con un garrote en la mano.

  Si aquel demonio esperaba una exquisita ensalada, consiguió llevarse una ensalada…claro que sí, pero de palos. El herrero y la mujer, cada uno por un lado; se liaron a garrotazos con él y como no podía levantarse de allí hasta que el herrero no quisiera, se ganó una paliza de campeonato.

 - ¡¡Ay!! ¡¡ay!! ¡¡ay! ! ¡No me pequéis…que solo soy un “mandao”! -se quejaba el demonio-

  Pero el matrimonio, haciendo oídos sordos a sus peticiones, siguieron a lo suyo… garrotazo va y garrotazo viene, hasta que el pobre demonio desesperado exclamó:

 -¡¡¡No me peguéis mas!!! ¡¡¡ Por favor os lo pido…por favor!!! (aunque era un demonio,  a pesar de todo era educado) Si permites que me levante y vuelva al infierno, me voy solo y no te llevo conmigo.

  El herrero, al oírle, le dejó levantarse y sin despedirse siquiera (aquí ya se había olvidado de la educación), echo a correr como alma que lleva el diablo, aunque en este caso corría... sí, pero sin haber conseguido llevarse el alma que había ido a buscar.

  Llegó tan maltrecho al infierno que los demás demonios al verle se asustaron y cuando les contó lo sucedido, ninguno de ellos quiso volver a ver al herrero.

  Satán insistió en que alguno debía volver a intentarlo, pero el sindicato de demonios organizó una huelga contraria esa idea y acabó convenciéndose de que ninguno de ellos estaba dispuesto a ver al herrero, ni de lejos..

   Pasado un tiempo,  fue el propio Satanás quien decidió venir a este mundo a buscarle. Cuando llegó a la casa del herrero, éste, en primer lugar, le invito a que se sentara en el poyo y como Satanás le dijera que eso ni lo soñara, porque a él no iba a pasarle lo que al demonio anterior, entonces el herrero cambió de opinión (donde habré oído yo eso antes) y le dijo:

 - Si no quieres sentarte, mientras me pongo el traje de los domingos para irme contigo, espérame ahí fuera debajo del peral que da muy buena sombra. Ahora precisamente tiene buenas peras; en tanto me preparo para acompañarte, aprovecha y come alguna que esa fruta no crece en el infierno.

  Satán, que ya no se acordaba bien de los deseos concedidos al herrero, debido a que había pasado mucho tiempo; se situó bajo el peral para esperarle y pudo comprobar que tenia unas magníficas peras, pero todas estaban en la parte superior del árbol y no alcanzaba a cogerlas desde el suelo, así que, para poder coger alguna, se subió al peral y una vez cogió varias, al intentar bajar del árbol no podía, siendo entonces cuando recordó que no podía hacerlo hasta que el herrero quisiera.

  Éste, cuando le vio allí subido, se acercó a la escuela (entonces, al contrario que ahora, en las escuelas de los pueblos había muchos niños. Hoy, posiblemente, en aquel pueblo, no habría ni niños… ni escuela), y le dijo a los chiquillos que un ladrón se había subido al peral, a robarle la fruta, dándoles permiso para que le apedrearan hasta que se hartaran, algo que hicieron encantados.

 Para desesperación de Satán, tenían  muy buena puntería y acabó descalabrado por todos los lados; creo que hasta quedó con un cuerno astillado; el apedreamiento acabó cuando le dijo al herrero que, si le dejaba bajar, ya no le llevaría al infierno y podía seguir por aquí, a su libre albedrío, porque jamás iba a volver a por él.

  Pasaba el tiempo, un día murió el herrero por méritos propios y le había dicho a la mujer que en el ataúd le metiera la boina y la baraja, por si las necesitaba en el mas allá.

   En primera instancia fue al infierno ya que,  al fin y al cabo, había entregado el alma al diablo y aquel era su destino natural;  pero cuando llegó a la puerta y se identificó, ante al demonio que estaba de portero aquel día, como el herrero de Pan Crudo, éste, aterrorizado, cerró la puerta a toda prisa y no le dejó entrar.

  No sabiendo entonces donde ir, se acercó a la puerta del cielo a probar suerte y San Pedro, al verle, le dijo que “verdes las habían segado” y que, como  había vendido su alma al diablo, aquel no era un lugar para él.

  Aunque San Pedro solo había abierto la puerta lo suficiente para asomarse, el herrero tiró la boina  pasándola entre los pies el apóstol, consiguiendo, de ese modo, introducirla en el cielo, así que ya no quedó más remedio que dejarle entrar a recogerla…ya estaba en el cielo.

  Las propiedades de la boina eran que él podía entrar a por ella, pero eso no le daba derecho a permanecer allí, así que propuso a San Pedro echar una partida a las cartas, con la condición de que, cuando perdiera se largaba. 

  Lo que no sabia nuestro herrero era que la mujer se había confundido de baraja; en vez de una baraja española de Heraclio Fournier, le había metido una baraja de póker, un juego que él no  dominaba, de modo que, tras la primera partida, en menos de diez minutos, había sido expulsado de allí y la duda es la siguiente

    Cuando a alguien le echan del cielo, y en el infierno tampoco le quieren ¿Dónde va?

Notas

 * Éste es un cuento tradicional, muy conocido, que contaban los abuelos a su hijos y nietos; yo,  concretamente, lo conocí a través de una de mis  tías; a ella se lo había contado su padre…mi abuelo.

 * Pancrudo existe, es un pequeño pueblo de Teruel que no llega al centenar de habitantes. ¿Habrá existido alguna vez allí un herrero que hizo tratos con el demonio?

lunes, 12 de agosto de 2024

Di siempre no

  Se dice que para mantener una buena conversación son necesarias al menos dos cosas; en primer lugar, tener algo que decir, lo cual es demasiado obvio, y en segundo lugar, saber emplear las palabras adecuadas, de ahí lo importante  que es poseer un buen dominio del lenguaje, algo que requiere, no solo, que el significado de las palabras que empleamos se corresponda con lo que queremos expresar, también el modo de emplearlas es igual de importante. 

   En este sentido, a veces encontramos gente muy brillante, con tal dominio del lenguaje, que son capaces de vender cubitos de hielo a un esquimal en invierno; mientras que en otras ocasiones nos hallamos ante personas con un uso tan pobre del mismo que, cuando mejor se les entiende, es cuando están calladas. 

  Los curas…los religiosos en general, suelen hacer un magnífico empleo de las palabras, algo que es inherente a la profesión. No olvidemos que, de uno u otro modo, su tarea consiste en transmitir ni más ni menos que la palabra de Dios. 

  Hace ya algún tiempo, cuando los sacerdotes no eran un bien escaso, como actualmente sucede, y existía un numero suficiente de ellos para atender todas las parroquias, había dos curas, en una diócesis “de cuyo nombre no me quiero acordar”, como decía Cervantes, que eran los párrocos de dos pueblos colindantes: Andurrial de Arriba y Andurrial de Abajo. 

   El párroco de Andurrial de Arriba, llevaba muchos años en aquel pueblo y por lo tanto podríamos considerarle un perro viejo;  perdón, cura viejo en el oficio; en cambio, el de Andurrial de Abajo era joven y nuevo en el oficio, ya que estaba recién salido de seminario y aquel era su primer destino. 

  Ambos tenían en común que eran muy fumadores y un día el párroco joven, el de Andurrial de Abajo, como los dos pueblos tan solo distaban entre sí cuatro kilómetros, dando un paseo, fue a ver al colega del otro pueblo. 
  Éste se puso muy contento al verle, le invitó a su casa  a tomar algo y sacó un paquete de ducados ofreciéndoselo al compañero para que cogiera un cigarro. Éste, muy complacido lo cogió en su mano, y  tras leer el consabido mensaje que llevaba impreso “fumar mata”, comentó: 

 - ¿Qué opinas de estos avisos escritos en los paquetes de cigarros?. 

 - La intención es asustar a la gente para que no fumemos, pero ¡cómo le vamos a hacer caso a estas cosas! Es peor lo que ocurre con el agua. 

 - ¿Pues pasa con el agua? 

 - Que si no la bebes, te mueres también. 

   Rieron los dos por la broma, comenzaron a fumar con deleite sus cigarros, ya que eso era algo que les encantaba  a ambos; disfrutando en silencio, durante unos momentos, cada uno con su cigarro y el cura joven comentó: 

 - En lo referente al tabaco… tengo una duda. En misa y durante el resto de las celebraciones, evidentemente, no fumo; pero cuando estoy solo a veces me pongo a rezar, me entran ganas de fumar y rezo y fumo a la vez ¿Tu crees que eso es pecado? 

 - Es una buena pregunta, respondió el colega. Yo también, cuando estoy solo, entre rezo y rezo, desde siempre, también fumo y no se me había ocurrido hasta ahora pensar si ello es pecado o no. En todo caso, si lo es, seguro que es venial. 
   Si tanto te preocupa esa duda, no veo que haya problema alguno; como los dos fumamos, nos confesamos mutuamente todos los meses, nos lo perdonamos el uno al otro y seguimos haciéndolo tan a gusto. No creo que debamos complicarnos la vida innecesariamente. 

  Somos sacerdotes y nuestra vida no voy a descubrirte ahora como es; tenemos voto de castidad, de pobreza y de obediencia... creo que ya es suficiente ¿no te parece? En la Biblia no dice nada a favor ni en contra de fumar o no fumar ducados; así que yo pienso seguir fumando y si hubiera algún inconveniente, Dios es bueno y sé que lo entenderá 

 - Pues yo no sé que decirte, respondió el cura joven, dando una profunda calada saboreando el momento. Viéndolo así, quizá tengas razón, pero no estoy tranquilo del todo. 

 - ¡Mira!, dijo el cura viejo. El miércoles de la semana próxima tenemos una reunión los curas del arciprestazgo con el obispo, podríamos preguntárselo a él. 

 - Pues sí, es una idea magnífica. Respondió el compañero. 

  Como el tiempo es algo que no se detiene – el día que el tiempo se detiene para una persona, no suele ser muy bueno para ella- , pasaron las horas y los días, llegó el miércoles de la semana siguiente, el de  había reunión de los curas del arciprestazgo con el obispo; allí estaban los párrocos de los dos Andurriales... de Arriba y de Abajo; en un momento determinado entró a hablar el cura joven con el prelado y, tras la conversación a solas que mantuvieron , salió muy enfadado. 
  Buscó al párroco de Andurrial de Arriba y éste le dijo: 

 - ¿Has preguntado al obispo la duda que tenías? 

 - Claro que he preguntado, le he dicho:  Mientras rezamos…¿podemos fumar? y sin dudarlo un momento, ha respondido que no. 

  Permanecieron un momento en silencio mirándose, sin poder disimular su disgusto por la mala noticia que aquello suponía para ambos, y el cura mayor al fin dio: 

 - Yo, como voy a entrar ahora a hablar con él, se lo voy a volver a preguntar. 

 - Te dirá lo mismo…¡qué otra cosa puedes esperar! 

  Una vez pasó el párroco de Andurrial de Arriba a hablar con el obispo, cuando salió de la entrevista, iba muy sonriente, buscó al compañero y le dijo: 

 - Todo arreglado, el obispo ha dicho que podemos fumar y rezar a la vez. 

 El compañero de Andurrial de Abajo, asombrado, comentó: 

 - No entiendo cómo puede haberte dicho eso, si a mi me dijo lo contrario. 

- Te lo explico ahora mismo y lo vas a entender rápidamente; he vuelto a hacerle la misma pregunta que tú y usando las mismas palabras, pero variando el orden. Mi pregunta ha sido: Mientras fumamos… ¿podemos rezar? No lo ha dudado un momento y ha dicho que sí.

                                                                      ---------------- 

  Lo anterior, es un viejo chascarrillo que a menudo se contaba en los seminarios y en los noviciados de algunas ordenes religiosas para enfatizar la importancia de la retórica a la hora de dirigirse a los demás, algo fundamental si consideramos que el instrumento de los clérigos para desarrollar su actividad es, fundamentalmente, la palabra.  
   Ejemplos de retórica, hacer un uso de las palabras, para convencer a los demás de algo o llevarles a tu terreno, hay muchos. 

Un ejemplo podría ser:

- Tienes lo que no has perdido .
- Sí.
- ¿Has perdido los cuernos?
- No
- Entonces, tienes cuernos


 También es un clásico, en este caso en el lenguaje escrito, el valor de la coma para cambiar el sentido de las frases, dependiendo del lugar donde la coloquemos. 
  Un ejemplo de ello podría ser:

 
* No me ha tocado la lotería primitiva. 
* No, me ha tocado la lotería primitiva.

 (Nota: De esta pareja de frases, yo preferiría la segunda, la de la coma ¿Y vosotros?) 

   También hay muchos cuentos que emplean los juegos de palabras, como sucede con el siguiente: 

  Hace muchos años, en la época medieval... la de los caballeros feudales que vivían en castillos; estos, a menudo iban a la guerra, estaban largas temporadas fuera de casa y dejaban a la mujer al cargo de la hacienda, siervos, etc. 

  Uno de ellos era el conde Beltrán y se había casado recientemente con Eleonor, una joven  doncella hija de otro noble. 
  A pesar de que entonces, muchas veces,  uno se casaba sin conocer siquiera a la novia, a través de los arreglos que hacían las familias de los futuros cónyuges  y su matrimonio había sido así, la suerte quiso que ella fuera bella y obediente, lo cual era una gran virtud entonces –me refiero a lo de obediente, aunque en los tiempos actuales, no estoy yo tan seguro de que eso sea una virtud-

  Como entonces había guerras con mucha frecuencia, “cada tercer día y a veces los del medio”, estalló una al poco tiempo de la boda, en aquel reino, y el rey llamó a sus vasallos, entre los que se encontraba el conde Beltrán, para hacer frente al enemigo; siendo la primera vez que dejaba a Eleonor sola en el castillo, entrándole unas dudas tremendas respecto a lo que pudiera pasar en su ausencia. 

 Pensó que, si la guerra se prolongada excesivamente, el grado de fidelidad de la esposa no era demasiado acusado y  ella encontraba una buena ocasión, podría caer en al tentación de engañarle con otro -como podemos ver, esas cosas que parecen tan actuales, ya sucedían también en el  medievo-. 

  El día antes de partir, el conde se dirigió a la esposa en estos términos.

 - Eleonor, mañana marcho para la guerra y posiblemente tarde en regresar; sabes que confío en ti plenamente y como en mi ausencia vas a ser la señora del castillo, tendrás que tratar con todo tipo de gente. Solo voy a pedirte una cosa, cuando hables con los hombres, te digan lo que te digan y te pidan lo que te pidan, debes responder siempre NO.

- Eso haré, prometió ella.

   Partió el conde al día siguiente, con su mesnada, para ponerse a las ordenes del rey y la casualidad quiso que  a los pocos días un guapo y joven trovador acertase a pasar por el castillo. 
   Actuó ante los moradores del mismo, cuando vio a Eleonor quedó prendado de su belleza; ella, al verle, también le gustó el mozo y cuando el trovador tuvo ocasión preguntó: 

 - No he visto al señor de castillo, ¿está el conde? 

 - No, respondió ella.

  Encantado al saber la respuesta y ver el campo abierto para sus pretensiones, continuó preguntando

 - Es estupendo que no esté ¿quieres que me quede contigo, para hacerte compañía? 

 Ella internamente, deseaba decirle que sí, pero recordando la promesa que había hecho al marido, respondió nuevamente:

  - No. 

  El trovador, a pesar de la negativa de Eleonor, no apreciaba desdén alguno en sus respuestas; veía que ella le observaba muy sonriente y no entendía lo que allí sucedía, ya que la actitud de ella no iba acorde con sus respuestas, hasta que ella le aclaró. 

 - Cuando el conde marchó a la guerra, le prometí decir no a todo lo que me propusieran. 

  Una vez supo el trovador a que se debía tanta negativa, comprendió que, si pretendía prosperar en su acercamiento hacia Eleonor, debía relaborar sus preguntas.

 - Ya es de noche y en el bosque hay lobos ¿Quieres que salga del castillo y me ataquen? 

 - No. 

 - ¿Quieres que esté lejos de ti? 

 - No. 

 - ¿Va a estar cerrada la puerta de tu cuarto esta noche? 

 - No. 

 - ¿Si me acerco a la puerta, prefieres que no entre? -

- No.

  Así fue como el trovador consiguió entrar en el cuarto de Eleonor aquella noche y ella,  a su vez, pudo mantener la palabra dada al conde.

miércoles, 17 de julio de 2024

Una historia de amistad

  Cuando alguien visita nuestra comarca por primera vez, inmediatamente se da cuenta que está en una zona predominantemente ganadera, ya que casi todo el terreno está dedicado a pastos para el ganado y apenas hay suelo dedicado a la agricultura, pero esto no siempre fue así. 
  
  Hasta el último tercio del siglo pasado, una amplia superficie de nuestros campos se dedicaba a la agricultura, fundamentalmente a sembrar cereales; cientos y cientos de hectáreas eran dedicadas al cultivo de trigo, cebada centeno y avena. A ello habría que añadir que, en los lugares próximos a los pueblos, también había bastantes huertas; era muy común que cada familia cultivase la suya propia para autoconsumo de los productos de temporada, 

  A comienzos del verano, cuando el cereal estaba maduro, tenía lugar la recolección de la cosecha; una actividad muy laboriosa que consistía en segar, juntar las espigas en haces, acarrearlos a las eras, amontonarlos formando hacinas, trillar y después hacer las parvas para separar el grano de la paja, dándose el proceso por finalizado cuando el grano era transportando a los silos o paneras y la paja a los pajares. 

  Este, posiblemente, era el trabajo más duro que antes realizaba la gente del campo a lo largo del año ya que, casi toda la faena, se hacía manualmente y requería una infinidad de horas de trabajo implicándose en ello toda la familia, grandes chicos y medianos; con unos horarios amplísimos -de sol a sol- que causarían espanto a la actual ministra de trabajo, Yolanda Díaz. Por si todo ello no fuera suficiente, esta labor se desarrollaba bajo un sol implacable, propio del mes de julio. 
Mahide en internet

 
 Yo, cada vez que escucho el pasaje de la Biblia “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, automáticamente recuerdo a nuestros padres y abuelos, a veces siendo aún niños, subidos en un trillo tirado por un par de vacas, a las cuatro de la tarde. (En su caso, pienso que la Biblia hasta se quedaba corta. Esos días se ganaban el jornal, precisamente, trillando el pan y no solo sudaban por la frente, sino que lo hacían por todos los lados)

  Esto fue así durante siglos, hasta que la mecanización del campo, con la llegada de las cosechadoras, hizo posible que la recogida de la cosecha de cereales se simplificara enormemente consiguiendo que un trabajo, que requería bastantes semanas, pasara ser realizado en pocos días y con muchísimo menos esfuerzo; quedando para el recuerdo oficios como el de segador y trillique, perdiendo además su función las eras. 
 
  Se puede decir que, en la década de 1980, trillar de forma tradicional era algo casi testimonial, resultando incluso pintoresco para muchos, algo digno de ser fotografiado para tener un recuerdo del pasado inmediato. 

   Por esa época, concretamente. corría el año 1982, una tarde de primeros de julio iban Paco, Pilar la esposa y su hijo de vacaciones, en el coche, y ya se encontraban muy próximos a su destino que no era otro que un pueblo de nuestra comarca, ya que eran naturales de allí. 

  Él, como tantos otros, había trabajado en el campo, pero como en aquellos tiempos los campesinos trabajaban mucho, obteniendo a cambio un rendimiento económico muy ajustado, dos años antes había tomado el camino de la emigración y trabajaba en Valladolid, concretamente en la fábrica Renault. 

  Dentro del vehículo, que por supuesto era un Renault, iban los tres muy contentos debido a que  Paco, el día anterior, había comenzado sus vacaciones de verano y se dirigían a pasarlas al pueblo, junto a la familia, amigos y resto del paisanaje, faltando ya muy poco para llegar. 

 Cuando uno es de un pueblo, ya sea de Salamanca o de cualquier otro lado, y no vive en él habitualmente, uno de sus mejores destinos turísticos posibles es regresar al pueblo donde va a poder disfrutar unas vacaciones completas, tanto del cuerpo como del alma. 

  Las vacaciones del cuerpo pueden pasarse en cualquier lado del mundo, ya sea en la costa española, el Caribe, países nórdicos…, el destino es indiferente porque son unas vacaciones exclusivamente de los sentidos: descansar, bañarse, ver bonitos paisajes, comer bien, tomar el sol… 
 
  En cambio, las vacaciones del alma solo es posible disfrutarlas cuando uno vuelve al pueblo; en él,  además de recrear los sentidos como en cualquier otro lugar, puede también alimentar el espíritu ya que regresa al lugar donde pasó su infancia, adolescencia y juventud, unos tiempos en los que era feliz, aunque entonces no era consciente de ello;  supone un reencuentro con su familia, amigos, paisanos y hasta consigo mismo…con su mundo interior. 

  Faltaban unos tres km para llegar al destino y Paco vio, a través del parabrisas, una tierra pequeña al lado de la carretera con haces de cebada colocados sobre los surcos, esperando a ser acarreados a la era para ser trillados. Muy extrañado, por lo que veían sus ojos, exclamó: 

 - ¡Quien será el tonto que aún sigue segando a mano! Además, ahora tendrá que acarrearlo a la era y trillarlo. Tenemos algunos paisanos que son de lo más atrasado…, hace falta ser idiota. 

 - ¡Y eso a ti qué te importa! Respondió su mujer. 

 - Pues sí...tienes razón, debería darme igual porque no voy a hacerlo yo, pero es que no me cabe en la mollera que aún haya gente así en nuestro pueblo. Si esto sucediera diez años atrás, hasta lo entendería, ¡pero ahora…!  El dueño de esto, “el pobrito”, se va a tirar dos o tres semanas hecho un desgraciado,  hasta que lo recoja todo; en cambio, si viniera la cosechadora, en un rato lo tendría todo apañado.  Cuando sepa quién es, se lo pienso decir. 

  Pilar reía divertida, viendo el enfado de Paco; hasta dos años antes, ellos habían vivido del campo y sabían la dura tarea que ello conllevaba ; para obtener un rendimiento económico muy magro, era preciso realizar un trabajo sin horarios establecidos, sin fines de semana libres, sin vacaciones…, habiendo sido ese, precisamente, el motivo por el que Paco, un enamorado de su antigua profesión de campesino, había decidido trabajar en algo más productivo viéndose obligado a abandonar el pueblo para ir a trabajar a la Renault. 
 Aquel era el segundo verano que volvían al pueblo a disfrutar de las vacaciones correspondientes; tenían un mes por delante para ellos y el asunto de aquella cebada aún sin recoger ni les iba ni les venía, por lo que no entendía el enojo del marido 

 - A ti esto te da igual…déjalo ya; ni que fueras tú quien tuviera que realizar ese trabajo. 

 - No sé de quién es esto, pero soy su mujer y es que ni le ayudo; le digo que recoja la cosecha él solo y de paso que se coma la paja, porque hace falta ser burro, con los tiempos que corren, para ponerse a hacer todo este trabajo a mano. 

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  Estamos tan acostumbrados a los teléfonos móviles, estos aparatos tan maravillosos que nos permiten estar conectados, permanentemente, con el mundo entero, que parece que llevan toda la vida con nosotros, pero eso no es así; en aquella época, si los había, aún no estaban al alcance de los españoles y las noticias, en vez de ser inmediatas como sucede actualmente, gracias ellos, si vivías lejos de donde ocurrían, podías enterarte de ellas al cabo de varios días e incluso semanas. 

  Cuando Paco y su familia llegaron a la casa que tenían en el pueblo, una vez bajaron el equipaje y se acomodaron, decidieron ir a saludar a las respectivas familias. 
  Iban camino de la casa de los padres de él, que era la más cercana, y en el camino se cruzaron con el padre de Paco que iba, precisamente, a verles. Alguien del pueblo, que les había visto llegar, ya se lo había comunicado a él. 

  Se saludaron efusivamente, muy contentos por el reencuentro y el padre de Paco dijo: 

 - Tengo una mala noticia para ti, hijo. 

 - ¡Pero padre...no me hagas esa faena!, bromeó Paco. Acabamos de llegar, para nosotros lo mejor de las vacaciones son estos momentos... los de la llegada al pueblo, ya que para nosotros es cuando empiezan realmente, apenas llevamos una hora aquí y vienes a darme una mala noticia. 

 - Te la digo mañana, ¿ lo prefieres así ?  

 - Era una broma, dímela ya. 

  El padre veía a los tres, nuera, hijo y nieto, tan sonrientes y contentos, que lo pensó mejor y decidió que no quería amargarle la tarde a nadie. 

  - Tienes razón. Lo que iba a decirte da igual que lo haga ahora o más tarde; disfrutad de vuestra llegada y mañana por la mañana hablamos. Aunque a lo mejor te enteras por otro; en los pueblos ya sabes que las noticias vuelan. Apenas hacía diez minutos que habíais llegado y supe que estabais aquí ya porque alguien os vio llegar y me lo dijo. 

 - Dime lo que sea porque, como bien dices, al final va a ser otro quien acabe dándome la noticia. 

  Pilar viendo la escena, los cuatro parados allí en plena calle, sugirió entonces: 

 - ¿Qué os parece si seguís hablando los dos, tranquilamente, y nosotros dos vamos a saludar a mis padres? Te esperamos allí, Paco. 

 - Vale, enseguida voy para allá.  

  Quedaron los dos hombres solos y dijo el padre: 

 - Es mejor que se haya ido Pilar, así estamos más libres para hablar los dos. 

 - ¿Por qué?, es algo relacionado con su familia. 

 - No, por ahí no va la cosa. Se trata de tu amigo Generoso. 

  Generoso, era un íntimo amigo de Paco; desde la infancia, cuando iban juntos a la escuela; siempre se habían llevado estupendamente y, como era hijo único, Paco, para él, era como un hermano.

 - ¿Qué le pasa?, respondió Paco poniéndose en alerta. 

 - Está ingresado en el hospital; lo llevaron hace tres días con una pierna rota por un accidente que tuvo; se resbaló al bajarse del tractor, cayó mal y se escoñó la pierna. Le han operado ayer y aún tiene que estar unos días ingresado. 

 - ¡Pobre Gene! Tendré que ir a verle al hospital. Pues sí que tuvo mala pata…nunca mejor dicho. 

 - Así es, pero como las desgracias nunca vienen solas, aún hay otro problema, 

 - ¿Le ha ocurrido algo más? 

 - Tu amigo, desde hace varios años ya no siembra nada de cereal, tiene todo el terreno para pasto del ganado; pero resulta que tiene una tierra pequeña que está bastante lejos, allí nunca lleva las vacas y este año, para sacar algún rendimiento de la misma, se le ocurrió sembrar cebada. 
   Cuando llegó la cosechadora que viene al pueblo todos los años, a cosechar lo de todos, el dueño de la misma y él no se pusieron de acuerdo en el dinero que le pedía pues entre pagar el desplazamiento de la cosechadora a la tierra, que encima está lejos, el trabajo de cosechar y a ello sumamos que la tierra tiene poca extensión, le salía “lo comido por lo servido”, o como se dice vulgarmente, "valía más el collar que el perro".
  Entonces, lo que pasó fue que Generoso tampoco quería dejar la cebada en la tierra y decidió recoger el grano al modo tradicional, así que el plan era segar, traerlo a la antigua era y trillarlo. 
  El pobre, encima de estar ya arrepentido por habérsele ocurrido sembrar la cebada; una vez que la había segado, fue cuando sufrió el accidente del tractor y los haces todavía están en la tierra sin recoger. A lo mejor, incluso los has visto al venir; la tierra está al lado de la carretera 

  Paco, a medida que escuchaba a su padre, iba quedándose atónito por lo que oía. 

  - El padre de tu amigo, recordarás que murió este año. 

  - ¡Cómo no voy a recordarlo…! Vine al entierro. 

   - Te cuento todo esto para que lo sepas y también porque hay que ayudarle. Sin padre ni hermanos, eres tú a quien tiene. Es casi providencial que hayas tomado este año las vacaciones ahora en julio y estés aquí, siguió diciendo su padre. Yo voy a ir contigo a ayudarte, por supuesto. 

 - ¡¡¡Estás diciendo que entre tú y yo vamos a ocuparnos de acarrear los haces de cebada a la era, de trillarla y todo lo demás …y que esas van a ser mis vacaciones!!! 

 - ¡Mira hijo!, respondió el padre muy serio, Gene es tu amigo y siempre se ha dicho que “los amigos y los cojones son para las ocasiones”. Él, si fuese necesario, estoy seguro que haría lo mismo por ti.

  Cuando Paco llegó a casa de sus suegros, donde Pilar y su hijo le esperaban; tras los oportunos saludos,  le comentó a ella: 

 - ¿Recuerdas que, cuando veníamos por la carretera, vimos una tierra con haces de cebada y te dije que quien sería el tonto que tenía que recogerlos y trillarlos? 

 - ¡ Cómo no voy a acordarme !, te pusiste muy pesado y hasta que llegamos al pueblo no dejaste de criticarle todo el rato. 

 - Bueno, pues a ese tonto lo tienes delante de ti...mañana empiezo.


Nota: Esta historia sucedió realmente y me la contó el propio Paco, el protagonista de la misma. Era el verano de 1983. Recuerdo que comentó riendo: "le he dicho a Gene que, si vuelve a sembrar algo de cereal, hasta dejamos de ser amigos para que no me vuelva a ocurrir lo mismo que el verano pasado".