lunes, 23 de diciembre de 2019

Cosas de la caza




  Si queremos definir al deporte, en pocas palabras, podemos decir que es una actividad física de carácter competitivo, sujeta a unas normas, en la que todos los participantes tienen las mismas oportunidades de ganar. Hasta ahí, el asunto parece estar bastante claro y acepta poca discusión;  cosa bien distinta es cuando pretendemos identificar la caza como una actividad deportiva. Éste es ya un viejo debate donde no hay un acuerdo unánime.
 
   Por un lado están los cazadores, para ellos no cabe discusión alguna, y, si hablas del asunto, con alguno de ellos, seguramente, te dirá que la actividad cinegética es el mejor deporte del mundo. 

   Si estimamos que un cazador, cada día que sale a desarrollar su afición, pasa caminando, en plena naturaleza, una media de 8 horas, esto supone un importante esfuerzo físico equiparable al que realizan  los  corredores de fondo o los practicantes de esquí,  por poner unos ejemplos; entonces, si nadie pone en tela de juicio que estas últimas actividades sean un deporte, ¿hay alguna razón para negar que la caza  pueda serlo?

   En el lado contrario encontramos a los defensores de los animales. Ellos opinan que la caza en modo alguno debe ser considerada un deporte.
   Una actividad, donde uno de los competidores, el cazador/a, sale al campo provisto de un arma de largo alcance, con capacidad de efectuar varios disparos en cuestión de segundos, acompañando  de un perro que le levanta las piezas, evitando que los “otros adversarios”: conejos , liebres, perdices, codornices, tórtolas y demás, puedan permanecer escondidos, y donde la única oportunidad que tienen estos últimos de “competir” -más bien de sobrevivir-, es salir corriendo o, en su caso, volando a toda prisa para evitar ser alcanzados por los disparos del cazador, ni de lejos puede ser catalogada como un deporte, si ya de entrada, en el 100% de los casos, se sabe que la victoria va a decantarse siempre del mismo lado.

   Independientemente de que la caza sea o no considerada un  deporte, se trata de una práctica que ha acompañado al hombre desde la Prehistoria, ya que los primeros pobladores necesitaban ser  cazadores para poder comer.
   Antes de que en el Neolítico apareciera la agricultura, nuestros antepasados más remotos, sobrevivían comiendo frutos silvestres y carne (habría que incluir los peces, también en este apartado)  de los animales que cazaban con armas muy rústicas –aún faltaban milenios para que aparecieran las  escopetas repetidoras-.
   En aquellos tiempos, ser cazador era un oficio de alto riesgo ya que debía enfrentarse, cuerpo a cuerpo, a los animales que pretendía abatir. Entonces, sí que podríamos catalogar a la caza como un auténtico deporte de competición. Aquí, ambos rivales, estaban muy igualados y las dos partes tenían similares posibilidades “de ganar”. De hecho, muchas veces, era el cazador quien acababa siendo la víctima.
    Debía ser un auténtico espectáculo ver a aquellos hombres, provistos únicamente con lanzas y hachas rudimentarias, cazando mamuts; tengo la sensación de que no debían disfrutar demasiado a la hora de cazar uno de estos mastodontes.
 
  Afortunadamente, la cosa ha cambiado mucho y hoy resulta mucho más sencillo llenar la despensa; sólo tiene uno que coger el coche,  acercarse a Mercadona, Carrefour, Alcampo … y en poco rato, sin más arma que la tarjeta de crédito, está uno de vuelta  en casa, con el deber cumplido. 
 -Un estudio sociológico reciente, ha determinado que los hombres, cuando van a comprar, se dividen en dos categorías: los que van con una lista a comprar, y los que dejan la lista en casa. ¡Ojo!, no confundir una nota con una lista; esta última es la mujer del comprador…la que  le elabora la nota a éste,  para que haga bien “el mandao”-

  Bueno, pues siguiendo con el tema de la caza, aunque a otro nivel, recuerdo un cuento que contaban nuestros abuelos.
   Había una vez en un pueblo tres amigos,  los tres que eran cazadores y habían formado una partida para salir a cazar juntos aquella temporada. Como el resultado de las jornadas cinegéticas es muy variable, dependiendo de las circunstancias del día: clima, abundancia de piezas, puntería, que hayan pasado por el terreno previamente otros cazadores… ,habían llegado al acuerdo de que el total de piezas que se hubieran cobrado al final de cada jornada, entre los tres, lo repartirían equitativamente. 
   Una abierta la veda, el primer día hábil para cazar, los tres amigos salieron al campo, a disfrutar de su afición, y la cosa no es que fuera espectacular, pero, para los tiempos que corren, tampoco estuvo mal del todo ya que por la tarde, a la hora del reparto, entre los tres habían cazado once piezas: 5 conejos, 5 perdices y 1 liebre; con lo cual, era imposible dividir aquello a partes iguales.
   En cuanto a los animales de pelo, la cosa estaba bien equilibrada: uno tocó a dos conejos, otro dos  conejos y al tercero le correspondieron la liebre y el otro conejo; pero con los animales de pluma, la cosa estaba bastante complicada ya que dos de ellos tocaban a un par  dos perdices y para el tercero sólo quedaba una, y no sabían cómo llegar a un acuerdo.
   Entonces, muy cerca de donde se encontraban los tres cazadores haciendo el reparto, acertó a pasar  un pájaro volando a baja altura; uno de ellos, rápidamente,  cogió la escopeta, le quitó el seguro, apuntó hacia el pájaro, calculó el trayecto y la velocidad que llevaba y, tras efectuar un certero disparo,  pudo ver cómo el pobre animal caía abatido al suelo. 
   Muy contento el cazador, corrió hasta donde se encontraba la pieza,  la cogió y se la dio al compañero que le faltaba una perdiz.
  ´- Toma, Teodomiro. Ahora ya estamos los tres en paz. 
    Éste, cogió el pájaro en su mano, lo miró con  extrañeza y dijo a los compañeros:
-         ¡Pero si es un mochuelo!
-         ¡Ya! Pero está gordo y algo de carne tendrá. Respondió el compañero que lo había cazado.
-         ¡Efectivamente! Intervino el otro cazador. Además, hay que ver lo oportuno que ha sido el  mochuelo. Ha acertado a pasar, precisamente, en el momento del reparto; gracias a ello, éste ha sido equitativo y estamos ya los tres iguales.
   Teodomiro, al ver a sus dos compañeros convencidos de que el destino había querido que fuese él quien debía quedarse con aquel pájaro,  consideró que no merecía la pena protestar; así que cogió el mochuelo para sumarlo a las piezas que le habían tocado en el reparto, lo comparó con la
Mochuelo común. Seo.org
hermosa perdiz que tenía, comprobando que la calidad de las piezas no tenía parecido
alguno y, aunque interiormente estaba bastante enfadado, intentó disimularlo como pudo.
   Si en aquel momento sus compañeros hubieran podido leer sus pensamientos, habrían comprobado que Teodomiro opinaba como Chamfort, un pensador francés del siglo XVIII, que decía de la amistad: “Existen tres clases de amigos: los amigos que nos aman, los amigos que se burlan de nosotros y los amigos que nos odian”. En aquellos momentos, él tenía la sensación de pertenecer al segundo grupo. 

  El domingo siguiente, al amanecer, los tres cazadores habían quedado en la plaza del pueblo para salir a cazar y el último en llegar, al punto de encuentro, fue Teodomiro. Éste, al encontrarse con los dos compañeros, tras darle los buenos días,  les dijo:
 -         Antes de nada, quiero que quede clara una cosa. No sé cómo se nos va a dar hoy la jornada, y si  vamos a cazar mucho o poco…pero comprenderéis que yo, hoy, “no voy a cargar con el mochuelo”.

Notas pseudo etnológicas

a)       Cargar con el mochuelo”, es una expresión muy común que se usa para expresar desagrado cuando uno se ve obligado a ocuparse de un trabajo que nadie quiere hacer, o bien en situaciones, donde sucede algún desaguisado colectivo, ninguno de los implicados quiere asumir la responsabilidad de ello y la culpa acababan endosándosela a alguien en concreto.

b)        En cuanto a la procedencia de esta la expresión, algunos encuentran relación entre este cuento popular y la misma, opinando que la frase es consecuencia del cuento; sin embargo, también existe la posibilidad de que pueda haber sucedido exactamente lo contrario, y que el cuento sea una consecuencia de la frase.
  Otros localizan el origen de la expresión en la Edad Media relacionándolo con la cetrería, una actividad consistente en emplear aves rapaces para la caza.
          En aquella época, los reyes eran aficionados a este tipo de caza y, aunque las aves favoritas
para estos menesteres eran habitualmente halcones, azores y gavilanes, algunos monarcas eran muy caprichosos  y , además de las aves habituales, empleaban para esta actividad  aves “más raras”, y, a poder ser, que no las tuvieran los vecinos para darles envidia, así que no era infrecuente que en su colección también hubiese mochuelos.
 Si consideramos que estos últimos son aves nocturnas que no están acostumbradas a cazar a la luz del día, debía ser muy costoso adiestrarlos para que cazaran de día, al gusto del señor; por lo que no debe extrañarnos en absoluto que, entre los cetreros reales, ninguno quisiera “cargar con el mochuelo”

2 comentarios:

  1. Saludos, y Feliz Navidad y Año Nuevo
    -Manolo-

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  2. Hola Manolo feliz 2020. Disculpa al retraso en felicitarte el nuevo año )(lo de felicitar la Navidad ya no tiene remedio). He estado una semana de viaje sin acceso a Internet.

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