El Cristo de las Aguas
La
Meteorología, entre otras cosas, permite hacer pronósticos del tiempo que va a
hacer. Hoy día, podemos comprobar que las
predicciones que hacen los meteorólogos son bastante certeras siendo esto
posible porque estamos ante una ciencia que, como tal, se apoya en datos
objetivos como son los satélites
meteorológicos, las estaciones meteorológicas de medición distribuidas en
distintas zonas, y en otros medios.
Antiguamente, cuando aún no existían las agencias de
meteorología, las predicciones del tiempo las hacía la propia gente de los
pueblos. Pronosticar el tiempo que iba a hacer era uno de los temas
favoritos en las conversaciones de la
gente y, en todos los lugares, siempre había algunas personas que eran auténticos
expertos en augurar cómo iba a ser el clima durante los siguientes días. El
método que utilizaban estos
pronosticadores del tiempo, para vaticinar
los cambios climáticos, era poco científico y, si hubiera que definirlo de
alguna manera, habría que catalogarlo como un auténtico arte: se basaban en la observación
de las nubes, del sol, de la luna, de los vientos, del aspecto del cielo, del
comportamiento de los animales… Además de sus apreciaciones personales, echaban
mano de otros medios “más científicos” como eran las Cabañuelas, y el popular
Calendario Zaragozano.
Actualmente, cuando lleva mucho tiempo sin
llover, y hay sequía, los meteorólogos buscan una explicación científica que
justifique la prolongada falta de lluvia (otra cosa es que la encuentren), y la solución que proponen los expertos, en estos casos, siempre es la misma:
que consumamos poca agua (más de uno, en
su afán por ahorrar agua; bien siguiendo las indicaciones de aquellos, o por
iniciativa propia, dejó de consumir
agua, comenzó a beber cerveza,
tinto de verano, cubatas… y no ha vuelto a probarla ¿ ecologismo?,
¿borrachismo?, pues la verdad es que no sé como catalogar su actitud, pero bueno, ahí siguen...ahorrando agua).
En tiempos
pretéritos, nuestros antepasados, antes de que la tecnología y la ciencia
hicieran aparición en nuestra existencia, vivían con la convicción de que sus vidas
dependían enteramente de la Providencia y
consideraban que la ausencia de lluvia estaba
motivada porque Dios, de alguna forma, estaba enfadado con ellos, siendo por lo
tanto, las sequías, un modo de ser castigados por sus pecados. Por ello, había que
pedirle a algún Cristo, o alguna Virgen, que intercediera por ellos ante el Supremo Hacedor para que Éste le quitara
“el candado a las nubes”, volviera a llover, y de este modo desapareciera la
sequía.
Esta petición,
que se hacía a algún Cristo o Virgen, con tal fin, era conocida como “hacer rogativas”
y consistía en sacar en procesión a la correspondiente imagen, rezándole y cantándole
para que lloviera.
Quizá haya incrédulos
que duden de la eficacia de las rogativas; a ellos, es necesario aclarar que éstas nunca fallaban… eran infalibles. Siempre
que se hacían rogativas llovía (podía ocurrir a los pocos días, tras unas semanas, o quizá
al cabo de unos meses…pero siempre acababa lloviendo).
Una vez, en
un pueblo, llevaba mucho tiempo sin llover y
había una sequía tremenda; los campos estaban agostados, los regatos no
corrían desde mucho tiempo atrás, las charcas solo albergaban barro reseco, por
los caños de los pilares no corría agua alguna y la mayoría de los pozos se
habían secado; el caso es que la situación era ya insostenible y los labradores
estaban desesperados. Un día, varios de ellos, acudieron a hablar con el cura
del pueblo.
- Mire usted, don Frigiliano, hay que sacar en
procesión al "Cristo de las Aguas" para hacer unas rogativas. El
campo está totalmente seco, el otoño e invierno pasados no llovió absolutamente
nada, la primavera va por el mismo camino, el verano está ahí mismo y la situación
es desesperada.
Al cura, esta
petición de los agricultores le dejó pensativo y, a la vez muy extrañado. El crucificado, que la gente conocía como
"Cristo de las Aguas", era una imagen que estaba en la sacristía,
olvidada por todos. Él llevaba en el pueblo varios años y no recordaba que el
anterior cura le hubiera informado nada respecto a dicha imagen.
Al principio le resultó raro que estuviera
en la sacristía y no en la iglesia, con el resto de las imágenes; pero como en cada pueblo tienen sus
costumbres, no le había dado excesiva importancia al asunto y decidió que, si
el Cristo estaba en la en la sacristía, debía continuar en el mismo lugar.
- ¡Pero que estáis diciendo!, dijo el viejo sacristán,
al oír la propuesta de los labradores ¡Eso no puede ser!
- ¿Por qué?,
preguntó don Frigiliano extrañado.
- Puede ser
peor el remiendo que el agujero, sentenció el sacristán.
- Peor
imposible, afirmó uno de los labradores. Hay que sacar a esa imagen en procesión.
Yo una vez le oí decir a mi abuelo que hubo una sequía tremenda, sacaron al
Cristo de las Aguas en procesión, y se
puso a llover de inmediato.
El párroco
era escéptico respecto a los resultados de las rogativas, pero consideró que,
por sacar en procesión al Cristo, no se perdía nada. El pobre llevaba muchos
años encerrado y un poco de aire no le vendría mal.
- Vale, dijo
a los labradores. Sacaremos al Cristo en procesión y haremos rogativas, pero debéis saber que, si
no llueve, puede ser por otras circunstancias. No debemos ser soberbios y pedir
a Dios milagros. Él los hace cuando lo estima conveniente, no cuando nosotros queramos.
-¡Llover,
lloverá! Por eso no se preocupe, afirmó el sacristán, muy convencido.
Los regatos se derbordaban |
Al día siguiente, el Cristo fue sacado en
procesión; a las dos horas comenzaron a
aparecer nubes en el horizonte, y al poco rato empezó a llover ante el alborozo
de todos.
Pasaron los
días, pasaron las semanas, y seguía
lloviendo. El terreno ya había embebido todo el agua de la que era capaz y los
campos estaban totalmente inundados, los pilares corrían a chorro lleno, las
charcas rebosaban y los regatos se derbordaban.
La gente del
pueblo estaba desesperada por aquellas lluvias tan persistentes.
El sacristán,
en su casa, veía llover a través de la ventana
y decía para sus adentros: La gente lo que no sabe es que El Cristo estaba encerrado, sí… pero por malo.
Siempre es un placer leer tus relatos, tus historias, tan requetebién contadas. Es un lujo para la güeb de La Zarza tener en su "Rincón bloguero" a todos y cada uno con vuestro blog. Un lujo.
ResponderEliminarLeyendo tu historia me ha venido a la mente aquello que un cura respondió a las gentes del pueblo, ante la insistencia de que sacara el Cristo, para que remediara la pertinaz sequía:
"Yo si queréis saco el Cristo, pero de llover lo está"
-Manolo-
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta narración me la contaron en mi pueblo y aquí no hay ningún Cristo de las Aguas; pero sí que existen. De hecho hay varios. Yo he visto uno, en un pueblo de Badajoz, que es el patrón de la localidad. Está en la iglesia, en un buen altar, y no en la sacristía encerrado; luego ese no fue el causante de la lluvia. Lo sacan en procesión el 14 de septiembre, a punto de comenzar el otoño, y muchas veces ha coincidido con el comienzo de la temporada de lluvias, de ahí el nombre de Cristo de las Aguas.
ResponderEliminarMuy buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro que te guste.Un abrazo
ResponderEliminarSiempre es un placer leer tus relatos, tus historias, tan requetebién contadas. Es un lujo para la güeb de La Zarza tener en su "Rincón bloguero" a todos y cada uno con vuestro blog. Un lujo.
ResponderEliminarLeyendo tu historia me ha venido a la mente aquello que un cura respondió a las gentes del pueblo, ante la insistencia de que sacara el Cristo, para que remediara la pertinaz sequía:
"Yo si queréis saco el Cristo, pero de llover NO está"
Repito mi comentario, subsanando el error en mi anterioren el dicho del cura a sus gentes: "Yo si queréis saco el Cristo, pero de llover NO está"