Historias del más allá ( aunque ocurrieron acá)
En los pueblos, actualmente, personas
y animales viven separados; las personas
lo hacen en el casco urbano y el ganado permanece
siempre en el campo; esto es así desde finales del siglo pasado. Hasta
entonces, el ganado durante el día
pastaba en el campo, por las noches era recogido y llevado al pueblo a
pernoctar en los corrales, y en la mañana siguiente otra vez era conducido al
campo; así que los ganaderos andaban todo el día paseando a los animales, del
pueblo al campo y viceversa.
Hace más de cuarenta años, cuando los ganaderos aún paseaban el ganado a
diario, ocurrió este hecho. Tuvo lugar durante los primeros días de noviembre, y el protagonista
se llamaba Domiciano (Domi, para los amigos).
Una madrugada, este hombre se
desveló totalmente y ya no tenía sueño alguno, estaba harto de dar vueltas en la cama mientras veía
cómo la mujer, a su lado, dormía plácidamente, y, a pesar de que aún no había amanecido,
decidió levantarse; tras desayunar, comenzó
a hacer las tareas de la jornada así que ordeñó las cabras y, a pesar de que aún era
noche cerrada, decidió llevarlas al campo.
La oscuridad envolvía totalmente
al pueblo, cuyas calles aún permanecían iluminadas por el alumbrado público, cuando
el cabrero, con su rebaño de cabras, dejaba atrás las últimas casas del lugar, camino del prado donde los animales pastarían ese día.
El Alba apenas comenzaba a insinuarse en el horizonte y la luz natural era
mínima, pero las cabras y el dueño
madrugador conocían perfectamente la
ruta a seguir y avanzaban a buen paso.
El camino que aquella mañana seguía el cabrero, con sus animales, pasaba
delante del cementerio y si a ello
sumamos la gran oscuridad que había a aquella hora, el aspecto que ofrecía el camino era de lo más
tenebroso, mas esto no inquietaba en absoluto al pastor. Domi era un hombre ya
mayor, experimentado en los avatares de la vida, y el asunto de la muerte no le
asustaba lo más mínimo. Era consciente de que el curso de nuestra existencia es
imparable, que todo ser vivo, por el hecho de serlo, nace, crece, se reproduce,
y cuando le llega la hora final, muere; siempre había vivido en un medio
natural, en el pueblo, y asistir el final del ciclo de la vida, tanto en animales como en personas, era una realidad que vivía con bastante frecuencia y
para él, el cementerio era, simplemente, el lugar donde permanecían los restos de las personas, una
vez que terminaban sus días, y ahí acababa todo.
Era muy racional y sólo creía en lo que veía; aunque sólo había
estudiado en la universidad de la vida, las grandes discusiones teológicas y filosóficas, sobre la existencia de “un más
allá” le traían sin cuidado, por lo que no creía en espíritus, fantasmas, muertos vivientes ni nada por el estilo.
Si hubiera vivido hoy día, le hubiera resultado difícil entender cómo mucha
gente, cuando llegan las fechas de los
Santos y los Difuntos, abandona la tradición local de honrar a sus muertos y, en
cambio, acepta con tanto entusiasmo la celebración
de Halloween (otra fiesta de los muertos); una costumbre totalmente ajena a
nuestra cultura, donde uno de sus aspectos más llamativos es que la gente
se disfraza de muerto viviente u otro
tipo de espantajo, para intentar infundir miedo a los demás -estoy seguro que si se
disfrazaran de inspectores de hacienda asustarían mucho más-.
Pero, volvamos con el cabrero y su
hato de ganado.
Cuando el rebaño de cabras estaba a punto de llegar a la altura del
cementerio, Domi observó que alguien venía en sentido contrario, por el lado opuesto del camino, pero, como la luminosidad ambiental era exigua, no
podía apreciar con claridad si la criatura
que se le acercaba era un animal o
se trataba de una persona; únicamente distinguía una silueta negra sin
una forma determinada -era muy ancha para tratarse de una persona, y
tampoco parecía un animal- así que le
entraron grandes dudas sobre la índole de aquel ser.
Como a esas horas tan tempranas del día, no es habitual que las personas anden
por el campo, el cabrero descartó la idea de que pudiera
tratase de un ser humano y, como el cementerio
estaba allí mismo, a pesar de no creer en cosas sobrenaturales, por
un momento le entró la duda y llegó a barajar la posibilidad de que la criatura
que venía a su encuentro, pudiera tratarse
de un espíritu que hubiera salido del Camposanto. Por esta época, los días,
inmediatamente anteriores y posteriores a los Santos, hay mucho ajetreo en los
cementerios y la gente mete mucho ruido en un sitio donde lo que predomina
habitualmente es el silencio ¿Y si estoy
confundido y los espíritus existen, están hartos porque la gente no les
deja descansar en paz durante estos días, uno de ellos se ha desvelado como
yo y ha salido a dar una vuelta? Estos
pensamientos vinieron a la cabeza de Domi - ya se sabe que de noche todos los gatos son
pardos, y hasta al más incrédulo le surgen
dudas de todo tipo- pero el cabrero, rápidamente,
consideró que era un pensamiento ridículo
y, aunque lo desechó de inmediato, estaba algo intranquilo ya que ante él había
algo que no sabía lo que era, y que se acercaba por momentos.
Los animales tienen un sexto
sentido que les pone en alerta cuando aprecian un peligro, o alguna presencia
extraña, pero el sujeto, que estaba ya a
punto de cruzarse con las cabras, no debía causarles inquietud alguna pues éstas
seguían avanzando tranquilamente por el camino. En cambio, el cabrero,
inconscientemente, aflojó el paso y, en
un momento dado, se detuvo mirando con
suma atención a la sombra que cada vez se
acercaba más al punto donde él se encontraba.
El silencio de la mañana permitía escuchar, perfectamente, cómo avanzaba por el camino el ente matutino, con el que Domi había tenido la mala fortuna de cruzarse aquella
mañana, y el pastor percibió que el sonido
que emitía, en su caminar, aquel ser, no se correspondía con los pasos normales
de una persona. No parecían unas pisadas, sino algo que avanzara arrastrándose.
El cabrero, lo que estaba viendo y oyendo era
algo real, aquello no era una sensación subjetiva, y esto provocó que pasara de
la incredulidad a la certeza. Ahora ya no tenía duda alguna de que se
encontraba ante un espectro matutino. A esas horas, en ese lugar, y con esas
señas, sólo podía tratarse de algo sobrenatural. Cuando llegó a esta
conclusión, hasta sintió que se le erizaba el vello por la impresión.
Siempre había vivido convencido de que los espíritus eran tonterías e
imaginaciones de gente medrosa, y resulta ahora se encontraba ante uno de ellos.
Bastante asustado, sopesó la posibilidad de echar a correr y huir de
allí; pero si los capitanes son los
últimos en abandonar el barco, cuando ocurre una catástrofe; él, como capitán de
su rebaño, ¡cómo iba a abandonar a las cabras! Decidió
permanecer en el sitio donde se encontraba y enfrentarse a aquel espíritu que se
aproximaba, así que empuño con fuerza el palo que llevaba en la mano dispuesto
a defenderse de la sombra que ya se
encontraba allí mismo.
Cuando la tuvo sólo a dos metros de distancia, pudo apreciar, con gran
alivio, que aquel ser informe, cuyas
pisadas sobre el suelo no parecían humanas, sino que avanzaba arrastrándose, que
tanto le había asustado, iba tomando
forma ante sus ojos, a pesar de la oscuridad.
Se trataba de una mujer del pueblo, vestida de negro, tal como hacían
habitualmente las mujeres mayores de antes, que iba arrastrando una escoba de
gran tamaño, de las que se recogen en el campo para hacer lumbre. ¡A qué hora
habría salido la señora al campo, para estar ya de regreso a tan temprana hora!
Escoba en primavera |
-
¡Coño, XXX! ¿Cómo andas tan temprano por aquí?, recriminó el
cabrero a la mujer. No sabes el susto que me has dado. A estas horas, y al lado
del cementerio, pensé que eras un alma en pena.
¿Pero no te da miedo andar sola, de noche, por el campo?
-
¡A mí qué me va a dar miedo!, contestó la
mujer. Mis padres siempre decían que a los
muertos no hay que tenerles miedo alguno, esos ya no pueden hacer nada. Si a alguien hay que temer es a
los vivos, y en el campo, a estas horas, no hay ningún vivo.
Siempre tan curiosas como divertidas las historias que nos regalas y siempre es un placer leerlas. Esta, además, muy oportuna.
ResponderEliminarSaludos,
Manolo
Una historia real, aunque sus protagonistas ya no están entre nosotros, forman parte del "mundo de los espíritus". Por cierto, el cabrero fue muy valiente, otro en su lugar hubiera salido corriendo.
ResponderEliminarUn saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buena historia con un buen final.
ResponderEliminarMe alegro que te guste la historia. En cuanto a lo que opinaba la mujer, estoy totalmente de acuerdo con ella. Lo que contestó al cabrero era incuestionable.
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