LA BUFA
En nuestro pueblo, como en todo
pueblo salmantino que se precie, antiguamente existían
muchas tradiciones y, aunque aún subsisten algunas, muchas ya han desaparecido persistiendo,
únicamente, en nuestro recuerdo.
Toda
tradición tiene una justificación o una
razón de ser que, casi siempre, es fácil de comprender. Veamos unos ejemplos: En
épocas de sequía se hacían rogativas para que lloviese, y, para quienes son creyentes, estaban muy
justificadas. Si el agua viene del cielo, y Dios es el rey de los cielos ¿a quién
rogar si no para que llueva? Otro
ejemplo lo tenemos en La Enramada, una costumbre que consistía en colocar ramos de flores en
las ventanas y balcones de las chicas la noche de San Juan; en este caso, el
fin que pretendía cada mozo, poniendo el ramo, en la ventana de una moza
concreta, era para demostrarle que era de su gusto y estaba interesado por
ella.
Al lado de
estas tradiciones, cuya existencia tenía un objetivo más o menos clara, había otras
cuya justificación es difícil de explicar y cuyo su origen se remonta, casi
siempre, a la noche de los tiempos. Una
de ellas es La Bufa.
Ésta,
se realizaba en determinadas bodas, cuando uno o ambos cónyuges eran viudos: “Llegada la noche, una vez que los novios
lograban escapar de los invitados, se retiraban al tálamo nupcial. Entonces, los invitados, que de antemano
sabían en que casa iba a pernoctar el nuevo matrimonio, se dirigían a la misma provistos de cencerros
y plantándose ante ella les dedicaban una sonora cencerrada. En ocasiones,
además de tocar los cencerros, hacían una hoguera delante de la casa, en la que quemaban pelos,
cuernos, excrementos de vaca...con el fin de que todo ello desprendiese un olor
pestilente”. Éste ritual era conocido como La Bufa.
El fin que se perseguía con este
antiquísimo rito (ruido y un fuerte olor desagradable) era ahuyentar al espíritu del cónyuge muerto para que dejase en paz a los nuevos cónyuges, durante
esa noche, con el fin de que éstos pudieran
consumar felizmente su matrimonio pues, por el hecho de haber contraído nuevas
nupcias, el espíritu, lógicamente, estaría irritado por “la infidelidad” de su
ex pareja viva, e intentaría, por todos los medios, impedir que el matrimonio cumpliera
“las tareas de cama” propias de una
noche de bodas ( entonces, hasta que no estaba uno casado, no había forma
de ******).
Esta
costumbre, que en sus inicios, no sabemos cuando, pudo tener un fin serio (en
esencia se trata de un auténtico ritual de magia para ahuyentar espíritus), con
el tiempo fue perdiendo su significado inicial y persistió, simplemente, como un divertimento más
en el que los novios acaban convertidos en víctimas. Unos novios que, en su afán por evitar la cencerrada, seguramente se esforzaban al máximo en guardar
en el más absoluto secreto el sitio donde iban a pasar la noche de bodas,
prefiriendo entendérselas ellos solitos con el espíritu del muerto
(seguramente estarían tan ocupados aquella noche, que ni se acordaban de este).
La
cencerrada no era "privilegio" exclusivo de viudos, también podían
recibirla aquellos novios forasteros que no hubiesen pagado "el vino"
a los mozos del pueblo, como mandaba la tradición; aunque, en este caso, el
asunto carecía de magia alguna, tratándose, simplemente, de una venganza ante
el novio tacaño.
Aunque la
cencerrada a los novios, y la hoguera, constituían el aspecto más esotérico de la Bufa, el ceremonial era mucho más
amplio.
Las bodas en
las que uno o ambos contrayentes era/n viudo/s, casi siempre se realizaban con
la máxima discreción y, a menudo, la celebración se limitaba exclusivamente a
la ceremonia religiosa que era muy austera pues a ella asistían, únicamente, los novios y
los padrinos.
La fecha de
la celebración se mantenía en el más absoluto secreto, siendo muy común que el enlace
matrimonial tuviera lugar antes del
amanecer, a las cinco o seis de la mañana, para evitar ser vistos por el resto
del paisanaje; algunos, incluso iban más allá y decidían casarse en algún
pueblo vecino, o en la ciudad, buscando una mayor intimidad.
Otros novios, en cambio, no eran partidarios
de tanto secretismo, estaban muy contentos por haber encontrado un novio/a para rehacer una vida en pareja, y festejaban
su nuevo matrimonio por todo lo alto, convirtiéndose la jornada de la boda en
un auténtico jolgorio.
En estos
casos, era habitual que al salir los novios de la iglesia, una vez casados, encontraran
a la puerta de ésta un carro engalanado que era empujado por los propios
invitados, en el que debían subir y con el que eran conducidos a lo largo del
día, a todos los lados (actualmente, para estos menesteres, algunos novios
alquilan lujosas limusinas. Quién sabe si la idea la tomarían de estos sencillos carros de trabajo que, en tiempos
pretéritos, se empleaban en las bodas de viudos).
El hecho de ser
llevados a todos los sitios en un carro engalanado tirado por los propios
invitados, en un primer momento podríamos considerarlo un auténtico honor y
una muestra de afecto hacia los novios; pero, según iba discurriendo el día, tras el convite, la comida, el baile,
el vino y los licores… el asunto de los novios llevados en el carro, tirado por
los invitados, iba degenerando y esto acababa la mayoría de las veces convirtiéndose
en un auténtico pitorreo (en una bufa), no siendo raro que el carro, con los
novios encima, acabara dentro de alguna charca cercana (Sabiendo esto, es fácil entender por qué la mayoría de los
viudos prefería casarse a escondidas para evitar estas “celebraciones”).
Actualmente,
la Bufa no se hace. Si es penoso que en los pueblos muchas tradiciones hayan
desaparecido; ésta, personalmente, creo que no hemos de añorarla. Cada uno es
muy libre de emparejarse con quien le plazca sin que una algarabía de cencerros
proclame a los cuatro vientos que eres viudo.
Eso sí, si
a pesar de todo alguien desea recibir una cencerrada en su boda, y ser paseado
en un carro, que lo diga y verá cumplidos sus deseos. Todo sea por la tradición
Desde luego no es una tradición para conservar. He oído que esto se lo hicieron a unos casados en Guadramiro, lo que no sabía es que se llamara la bufa.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy totalmente de acuerdo en que esta tradición no es para conservarla. Y sí, se hacía en todos los pueblos. Si rebuscamos un poco, aún encontramos gente mayor que participó o presenció alguna cencerrada.
EliminarCuánto aprendemos, José, con los temas que nos vas regalando. Cuántas historias curiosas, cuántas costumbres olvidadas. Qué diferencia de esa costumbre de "la enramada" que comentas a los tweets o wassapps de ahora que se intercambian a diario los jóvenes.
ResponderEliminarMira por donde, aunque sea después de 16 años, más vale tarde que nunca, vienes a llenar un hueco en nuestro apartado TRADICIONES, concretamente en el enunciado CENCERRADA, vacío hasta ahora que lo llenas tú con LA BUFA. Gracias
Los tiempos cambian mucho, sí. Yo tampoco me imagino ahora a uno de los jóvenes actuales cantando tímidamente a la ventana de una chica.
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