La Fiera Corrupia
El tío
Camuñas, el Hombre del Saco, el Sacamantecas, el Coco, el Hombre de la Boina
Negra, el Ojáncano, el Lobo y otros cuantos más, constituyen una serie de
personajes , unas veces reales y otras fantásticos, que formaban parte del
universo personal de los niños, en la primera mitad del siglo XX, y de muchas
generaciones anteriores.
Son seres “asustaniños” con los que, a
menudo, los adultos nos atemorizaban en nuestra infancia para evitar que corriésemos riesgos innecesarios,
pues había una serie de normas establecidas: no andar de noche por la calle, no
ir solos al campo, no alejarse mucho del pueblo, no acercarse a desconocidos, no irse tarde a
la cama, no asomarse a los pozos… que debíamos seguir escrupulosamente. Si algún niño incumplía
alguna de ellas, podía ser víctima de
cualquiera de estos seres que, por lo visto, debían tener un apetito descomunal
a todas horas, ya que siempre estaban dispuestos a llevarnos con ellos para “hacernos
cachitos” y comernos crudos.
Además, debíamos ser muy obedientes ya que nuestros
progenitores tenían línea directa con ellos y, si no obedecíamos, presumían de
poder llamarles cuando se les antojaba, para chivarles nuestras travesuras.
Uno de estos seres fantásticos es la Fiera
Corrupia. Se trata de un misterioso animal que vive en nuestros campos, y que se
presenta cuando menos lo esperas; siendo
su bocado preferido aquellos niños que se alejan del pueblo, sobre todo, si van
solos.
Yo ya tenía noticias de su existencia (¡eres
más malo que la Fiera Corrupia!, era una expresión que, a veces, decían las
madres a sus hijos, con ocasión de
alguna trastada).
Cuando se habla de mitos y leyendas, las
descripciones que se hacen de sus protagonistas, al tratarse de seres fantásticos, son siempre muy imprecisas. El mejor
informante que tuve de la Fiera Corrupia, pues la describió con todo detalle, fue un pastor de Cerezal que cuidaba sus ovejas en las
estribaciones del Teso de Peña
Horcada.
Teso de Peñahorcada |
Una tarde de primavera, un grupo de amigos habíamos
llegado hasta allí y, al enterarse el
hombre que éramos de Barrueco, al vernos tan lejos de nuestro lugar de origen,
consideró que debía asustarnos un poco para que no volviésemos a alejarnos
tanto del pueblo.
-
¡Muchachos! ¡Volveos pronto a para vuestra casa!, dijo el pastor. ¡Como
se os haga tarde puede aparecer la Fiera
y lo vais a pasar muy mal!
- ¿Y eso, qué es? Preguntamos con
curiosidad.
Aunque cada cual la describe con pequeñas
variaciones, respecto a otros informantes,
casi todos coinciden en lo principal. Se trata de un híbrido de varios
animales: la boca es parecida a la de un lobo pero bastante más grande y con
dos filas de dientes arriba y abajo; los colmillos son enormes, siendo los
incisivos cortantes como navajas; además,
poseen unos cuernos largos y algo retorcidos; el pelo tiene un color entre negro y marrón; sus
patas terminan en unas fuertes pezuñas, el rabo se divide, en su extremidad, en
tres rabos más pequeños, y golpea , a veces, con él, a sus víctimas.
De tamaño intermedio entre una cabra y una
vaca, tiene una agilidad increíble, saltando las paredes con extrema
facilidad A veces, antes de verla, su
presencia es delatada por el fuerte olor que emana, que recuerda al azufre
quemado.
Aunque su aspecto, ya de por sí, es
terrorífico; lo que más asusta son los
rugidos que emite, audibles a gran distancia. A veces, cuando hace mucho
viento, oímos sonidos extraños que recuerdan los rugidos de un animal; aunque la gente cree que es el viento, en
realidad pertenecen a esta fiera que vive en nuestros campos y que brama cuando
está hambrienta.
El pastor la describió en términos parecidos
a los ya descritos recomendándonos,
encarecidamente, que si teníamos la desgracia de que se nos apareciera
la fiera, no la mirásemos directamente a
los ojos pues podíamos quedar hipnotizados e incapaces de movernos.
El dueño de las ovejas afirmaba haber visto a
la Fiera Corrupia sólo en una ocasión;
precisamente, entre los términos
de Barrueco y Cerezal. La fiera estaba de espaldas, el viento iba en sentido
contrario y, gracias a esta circunstancia, no lo olió, pudiendo alejarse de
allí indemne.
Lo último que deseaba en el mundo era volver
a encontrarse con esa criatura tan
terrorífica.
Nos aconsejó que anduviésemos con cuidado
por los campos y que, como estábamos lejos de nuestro pueblo, más nos valía
volver a él lo antes posible pues si se nos echaba la noche encima, y aparecía
la Fiera, no tendríamos posibilidad alguna de sobrevivir a su ataque.
Para dar mayor credibilidad a su relato,
afirmó que conocía algún caso de niños que habían salido al campo, se habían
alejado mucho de sus pueblos, y nunca más volvió a saberse nada de ellos.
Aquel día, cuando se puso el sol, nosotros
ya llevábamos un buen rato en nuestro pueblo. Éramos ya adolescentes y en
ningún momento llegamos a pensar que ese ser fuera real. Alguien dijo que: “De noche, hasta los ateos casi creen en Dios“. Nosotros tampoco creíamos en la existencia de la Fiera Corrupia; pero por
si acaso…
A los niños de ahora, ni la Fiera Corrupia, ni el Tío del Saco, ni na. Les asustan pocas cosas, o ninguna. Y los adolescentes, en estos tiempos, son ellos los que van en busca de la Fiera Corrupia y cuanto más de noche, mejor. Luego, pasa lo que pasa muchas veces, que la Fiera aparece en forma de accidente o desaparición. ¡Cuánto han cambiado los tiempos, cuántos las historias de antes, comparadas a las de ahora!
ResponderEliminar-Manolo-
Pues sí, las cosas han cambiado mucho en este aspecto. Antes eran los hijos los que se asustaban de noche, y ahora son los padres los que se asustan, porque es precisamente entonces cuando más salen los hijos.
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