jueves, 28 de marzo de 2024

Teología para niños... como yo ( Las Capellanías)

 

  Cuando alguien llega al final de su ciclo vital (cuando las palma), si ha sido medianamente bueno durante su existencia, el alma acabará en el cielo; aunque casi siempre pasa primero por el purgatorio,  un misterioso lugar que nadie ha visto y del que todos hablan como si hubieran pasado por allí el día antes.

  Como nadie ha vuelto de ese lugar, para contarnos como es, cada cual puede figurárselo como le parezca como en su día hizo, de una forma magistral, Dante (1265-1321) escribiendo “La Divina Comedia”, una obra maestra de la literatura universal que consta de tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso.

  Independientemente de como sea, lo que sí queda claro es que las almas que llegan allí, acabarán entrando en el cielo tras purificarse; mas lo fastidioso del asunto es el modo de realizar esa purificación pues consiste en sufrir penas  parecidas a las del  infierno, pero más leves (aunque aquí también  hay llamas, las ánimas no se abrasan como en las calderas de Pedro Botero, solo se chamuscan un poco).

  Sabemos que el destino final de las ánimas del purgatorio va a ser el cielo..., hasta ahí, de acuerdo;  pero desconocemos el tiempo que cada una de ellas precisa estar en este lugar; eso va a depender de las circunstancias de cada una y  muchas veces esta estancia se alarga excesivamente, incluso siglos – para que luego digan que las listas de espera de la Seguridad Social son largas ¡si es que nos quejamos por “na”! -

  Por suerte, desde la Tierra, los vivos podemos ayudar a estas ánimas a acortar su estancia en ese lugar, mediante diversos procedimientos:

    La Moza de Ánimas de la Alberca, todas las tardes, al oscurecer, sale a pedir al vecindario una oración por las “benditas ánimas de purgatorio” –por cierto, yo una vez la vi y no era tan moza- .

   Antes, en casi todas las parroquias, en paralelo a la Cofradía del Santísimo Sacramento, existía la  Cofradía de las Ánimas del Purgatorio,  cuyo quehacer principal era rezar y encargar misas por todas ellas y, de forma especial, por las de los cofrades difuntos y sus familias.

 

  También existía la compra de indulgencias. El procedimiento consistía en comprar -sí, otra vez sale el dinero a relucir-, una especie de acciones para ir al cielo (este asunto da para varias tesis doctorales y, en alguna de ellas, indudablemente, saldrían a relucir Lutero y la Reforma Protestante).

  Además de todo lo anterior, lo mas eficaz para abreviar la permanencia de las ánimas en el purgatorio, por lo visto, es decir misas por ellas; a mayor  número de misas, antes cruzaran el umbral del cielo.

    Una vez llegados al asunto de las misas, hay que aclarar que, como todo en la vida, tienen un precio, fácilmente deduciremos que, si el fallecido  ya no está por aquí  no las puede pagar él, ésta es una misión de la familia.   

  Cuando a uno le llega el día D, son los parientes quienes pagan a la funeraria para que se ocupe del cuerpo, y al cura para que se ocupe del alma (funerales y misas).

   Si nos remontamos al pasado, igual que ahora, a veces, algunos no se llevaban demasiado bien con la familia; tenían poca confianza en que ésta fuese generosa a la hora de pagar las correspondientes misas y, por ello, la Iglesia, siempre tan perspicaz, inventó un sistema que garantizaba la celebración regular de misas por la gente, uno vez dejaba este mundo, sin necesidad de que mediara pariente alguno.

   El procedimiento consistía en la creación de unas fundaciones llamadas capellanías que funcionaban así: la persona interesada, segregaba de su patrimonio uno o varios bienes: casas, corrales, terrenos rústicos…, los cedía a la parroquia y el cura adquiría el compromiso de decirle el número de misas que acordaran, a cambio de la donación.

  Estos bienes, eran arrendados por la parroquia y con la renta obtenida se cobraban las misas.

   Las capellanías comenzaron a existir en la Edad Media (siglo XII) y tuvieron un largo recorrido a lo largo del tiempo llegando a su máximo apogeo en los siglos XVI y XVII.

 Aunque en el siglo XIX desaparecieron en muchos sitios, debido a las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos, otras sobrevivieron como sucedió en Barrueco.

     En nuestro pueblo, se mantuvieron todas hasta el siglo XX, siendo vendidas, varias de ellas en la segunda mitad del mismo por uno de los párrocos que tuvimos Actualmente, en pleno siglo XXI, la parroquia aún conserva alguna.

    El número de misas que precisaba cada ánima, para poder abandonar el  purgatorio se desconocía y, como no hay posibilidad de conexión con ese lugar para ver si seguía allí o ya lo había abandonado,  esto casi siempre quedaba a criterio del capellán; este lo calculaba a "ojo de buen cubero" y, cuando estimaba que un alma ya había alcanzado el paraíso celestial, era cuando dejaba de decirlas.

   Aplicar misas, por el ánima de alguien, debe ser muy eficaz para poder acortar la estancia en el purgatorio; prueba de ello era que, cuando los responsables de encargar las misas eran los herederos y estos escatimaban en gastos, el ánima, a veces, incluso regresaba a la Tierra a pedirle explicaciones por su tacañería, llevándose, algunos, unos sustos tremendos. 

    Barrueco, eclesiásticamente, durante siglos, tuvo cierta importancia, pues perteneció a la Orden de Santiago y fue la sede de uno de sus vicariatos; una situación que se mantuvo hasta el año  1873, fecha en la que desaparecieron las ordenes militares.

El apóstol Santiago

   Fue a partir de esa fecha, cuando pasó a integrarse, como una parroquia más, junto al resto de los pueblos que integraban el vicariato, en la diócesis de Ciudad Rodrigo.

   Si nos remontamos a los tiempos del vicariato, cuando nuestro pueblo aún pertenecía a la Orden de Santiago, vamos  a suponer -solo suponer- que aquí vivían dos curas, el vicario y un capellán.

  El primero, obviamente, era el jefe del negocio y  el otro ejercía de ayudante. Si uno decía la misa de las once del domingo y otro la de las ocho de la mañana del lunes, os propongo un reto: quién oficiaba la misa de las ocho de la mañana el lunes…, el jefe o el ayudante.

 Volviendo a las capellanías, en nuestro pueblo, a lo largo de los siglos, fueron acumulándose varias de estas fundaciones y el encargado de decir las correspondientes misas era el capellán.  

  Evidentemente, no podía decir veinte misas diarias, una por cada ánima y lo que hacía era decir una semanal que servía para todas.

  Sacaba un pliego de papel, donde tenía escrita la lista, con los nombres y apellidos de los donantes de  las capellanías, y anunciaba públicamente:

   - Esta misa es aplicada por las almas de  tal… , tal…, tal,…,y así hasta que completaba la serie; de modo que, con una sola misa, los dejaba a todos apañados.

  Conclusión, Si solo decía una misa semanal, para tanta ánima, tocaban a poca misa cada una; así, poco podía acortarse la estancia de cada una de ellas en el purgatorio.

  Lo que sigue a continuación, refieren las crónicas que sucedió a mediados del siglo XVII; la vida de nuestros paisanos de entonces transcurría apaciblemente y los amaneceres y anocheceres se sucedían unos tras otros sin grandes novedades hasta que un día se fastidió el asunto.

 A Agripino, un barroqueño de aquella época, le tenía arrendado la parroquia un terreno;  concretamente, la cortina de la capellanía de Alonso Rodríguez  (cada capellanía tenía el nombre del donante: capellanía de Catalina García, capellanía de Fulgencio Casado…).

  Aquel hombre, la había dejado a la parroquia para que le dijeran las correspondientes misas, una vez hubiera abandonado este mundo y cuando esto ocurrió, Agripino, que era el arrendatario, a la hora de abonar la correspondiente renta anual, no lo hizo, con el consiguiente enfado del capellán.

  El cura, cuando le vio, le dio un primer aviso recordándole que la deuda no la tenía con él, sino con el alma de Alonso, ya que esa renta servía para pagar sus misas y eso de tener deudas con un ánima del purgatorio, eran palabras mayores.

  El rentero  respondió que ya pagaría, pasó el tiempo, no cumplió su palabra y el capellán le hizo esta advertencia :

 -   Voy a dejar de aplicar misas por Alonso y debes saber que, aunque esté en el purgatorio, sabe perfectamente lo que ocurre aquí en la Tierra;  así que no te extrañe que cualquier noche su ánima regrese del más allá, para pedir explicaciones de por qué no se le dicen sus misas y esto es peligroso…, te lo advierto. A lo mejor te lleva con él, aunque no te hayas muerto.

   Si el capellán pretendía amedrentar a Agripino, para que apoquinara el alquiler de la capellanía ¡iba apañado!; el hombre además de ser “muy agarrao”, era tan incrédulo como la gente de ahora y eso de que el ánima de Alonso Rodríguez regresara al pueblo, a pedirle explicaciones, no lo creyó y siguió sin realizar  el pago correspondiente.

  Si esto sucedía en el siglo XVII, aún faltaban dos siglos para que Édison inventara la bombilla, de modo que, cuando llegaba la noche, en las calles de pueblos y ciudades no había iluminación alguna.     En nuestro pueblo, una vez que se ocultaba el sol tras los montes de Freixo de Espada à Cinta, las casas quedaban envueltas en penumbra o en la más absoluta oscuridad, dependiendo de la fase lunar, presentando las calles un aspecto bastante tenebroso, así que la gente evitaba en lo posible deambular por ellas, salvo que se viera obligada por alguna necesidad, y, cuando lo hacían, se alumbraban, llevando en la mano un farol de aceite,  un candil o una vela.  

  Los faroles, proporcionaban luz suficiente para ver el suelo por donde se pisaba y poco más; el campo visual de los transeúntes que se alumbraban con ellos apenas alcanzaba los dos metros de distancia en las noches mas oscuras, reinando mas allá de esa distancia, la oscuridad.

  Una mañana, una vez hubo amanecido, a primera hora, Agripino sintió unos golpes en la puerta de la calle, salió a abrir y vio a una vecina que vivía varias casas más arriba.

 - ¡ Buenos días Genoveva… pasa!

-  No, no voy a pasar. Contestó ella, muy seria. Solo quería ver si estas bien.

-  Sí… estoy bien ¿ por qué dices eso ?

-  Ayer tarde estuve en casa de mi hija, cuando volví a la mía era ya era noche cerrada y estaba muy oscuro, venía con un farol y, cuando llegue a nuestra calle, vi a lo lejos una luz que se acercaba y me detuve para ver quien era y saludarle, antes de meterme en casa, pero no llegamos a cruzarnos porque se paró a la altura de tu casa más o menos, y cuando reparé en lo que veía no puedes hacerte una idea del susto que me llevé..., cada vez que lo pienso, aún me tiembla el cuerpo. ¡Era un cirio encendido que andaba solo, iba suspendido en el aire!

- No entiendo lo que dices, contestó él, muy extrañado ¡ Qué es eso de que un cirio andaba él solo !

- ¡¡ Lo que estas oyendo !!, respondió Genoveva  - ella era consciente de que lo que estaba contando no era fácil de creer -.  No sabes el susto que me llevé,  era un espanto lo que paró cerca de tu puerta; me dio tanto miedo, que me metí en mi casa corriendo, cerré por dentro y hasta que no ha llegado la luz del día, no me he atrevido a salir.

 Agripino tras escuchar a la vecina, empezó a reír.

-  Eso que dices es una tontería…, a que sí ¿ Te ha dicho el cura que me cuentes este cuento ?

- ¡ Ni es una tontería…, ni he hablado con cura alguno! ¡ Solo estoy diciendo lo que vi !  ¡ Parece mentira... !, encima de venir a ver si estñas bien, me tomas por tonta. Respondió ella muy enfadada, marchándose de allí sin despedirse.

   La noche siguiente no sucedió nada, y tampoco las sucesivas; hasta que llegó la noche del siguiente lunes.

  Caminaba Regino, otro paisano, por las oscuras rúas del pueblo, con el consabido farol y, al llegar a la calle de Agripino observó que, en dirección contraria, avanzaba hacia él una luz, lo cual no tenía nada de particular, al fin y al cabo él también llevaba otra luz; pero, cuando estuvo cerca, observó que la luz provenía de un cirio encendido y le entró un gran  desasosiego al ser consciente de lo que estaba viendo. Debido a la gran oscuridad de la noche,  solo se veía el cirio encendido y nada más; no se apreciaba persona alguna que lo sostuviera y eso le inquietó enormemente

 - ¡ Quien eres !, preguntó dos o tres veces seguidas, alzando la voz. Pero no obtuvo respuesta alguna.

  Era valiente y no se asustaba fácilmente, pero aquella luz que tenía enfrente era algo para lo que no encontraba explicación alguna y, ante la posibilidad de que se tratase de un ente  sobrenatural, sin dudarlo un momento, se dio la vuelta y se fue de allí lo más a prisa que pudo, con el fin de alejarse de aquella misteriosa luz que se había aproximado hacia él, sin saber con que intenciones.

  Llegó a casa muy alterado, cerró la puerta por dentro con el cerrojo y, algo más tranquilo, informó a la mujer lo sucedido. Ésta, cuando acabó de contarlo, comentó:

 -   ¡ Menos mal que te alejaste ! Eso no puede ser nada bueno. La Genoveva estuvo contando el otro día  que la noche anterior había visto esa luz y que paró cerca de la casa de Agripino, pero nadie le hizo caso..., como a veces empina el codo, todas pensamos que esa noche lo había empinado demasiado.  

   Ahora resulta que es verdad, ya sois dos quienes habéis visto lo mismo ¡ que podrá ser !  Puede ser un espantajo, pero... ¿ y si es un alma en pena, que viene a por alguien ? Dicen que a veces se aparecen cuando va morir alguien pronto. Espero que no seamos ninguno de nosotros. Mañana voy a hablar con alguno de los curas,  a ver que dice.

   Al día siguiente, la mujer de Regino fue a ver al capellán, el vicario no estaba, y le preguntó si había alguien muy enfermo en el pueblo, a punto de morir; explicándole que el marido había visto la noche anterior lo que parecía ser un alma en pena y que Genoveva había visto algo parecido unos días antes.

 El clérigo, tras escucharla atentamente, sin dudarlo un momento, contestó:

-  Puedes estar segura que los dos han visto la misma luz; y si además ha sido en esa calle, no cabe duda alguna : es el ánima de Alonso Rodríguez que viene a pedirle cuentas a Agripino, algo que a mí no me extraña nada.

  Tiene arrendada la capellanía que dejó Alonso a la vicaría, para que le dijésemos misas, pero como no paga la renta, he dejado de aplicar misas por él, debe haberse enfadado el ánima y ha vuelto del purgatorio a pedir explicaciones a ese tramposo.

  La mujer, al oírle, exclamó horrorizada.

- ¡¡ Está diciendo usted, que no hay duda alguna de  que, cuando llega la noche, hay un ánima del purgatorio recorriendo las calles del pueblo !!  

- Exacto,  pero el único que debe preocuparse es Agripino, los demás no corremos peligro alguno.

- ¿ Y como sabe que se trata del ánima de Alonso Rodríguez y no otra? Todas deben ser iguales.

- Es fácil deducirlo. Hoy es martes, lo que cuentas sucedió esta noche pasada y coincide que  la misa de las capellanías la digo los lunes por la mañana. Como Alonso ha visto que no he aplicado la misa  por su alma, y, en cambio, por los demás sí, su ánima está enfadada y por eso se ha aparecido la noche del lunes.

  Pregunta a Genoveva qué noche se le apareció a ella; si te dice que vio esa luz la noche del lunes anterior, ya no hay duda alguna que se trata del ánima de Alonso.

    Las palabras del cura, afirmando que había un alma en pena, recorriendo las noches de los lunes, las oscuras calles del pueblo, lejos de tranquilizar a aquella mujer la preocuparon enormemente. Le aterrorizaba la  idea de poder cruzarse con ella, aunque el clérigo afirmara que debía estar tranquila.

   Antes de regresar a su casa, pasó a ver a Genoveva, le contó su conversación con el capellán,  y esta le confirmó  que, tal como él sospechaba, había sido la noche del lunes, de la semana anterior, cuando tuvo el encuentro con aquella misteriosa luz.

  Al llegar el mediodía, todo el pueblo sabía que, las noches de los lunes, el ánima de Alonso Rodríguez deambulaba por las calles del pueblo por culpa del tramposo de Agripino

Algunas notas

*  Cada capellanía recibía el nombre de la persona que la había dejado a la parroquia. Como  Alonso había dejado una cortina para que dijeran misas por él, la suya era conocida la Cortina de la Capellanía de Alonso Rodríguez, pero, a partir estos hechos, pasó a ser conocida, por la gente, como Cortina de la Capellanía de las Ánimas de los Lunes.

*  El purgatorio, no es un espacio físico, tal como nos contaban de niños, se trata de un concepto religioso: “es el transito de las almas en su camino hacia el cielo”;  en cambio, La Cortina de la Capellanía de las Ánimas de los Lunes, sí existe. Si alguien quiere verla, no tiene que ir muy lejos, se encuentra en Las Regaderas.

 

2 comentarios:

  1. Saludos desde La Zarza virtual y real.
    -Manolo-

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    1. Hola Manolo. La naturaleza sigue su curso y estamos de nuevo en primavera. Veo que sigues muy atareado con tu página, haciendo partícipe a los zarceños y no zarceños de todo lo que sucede en tu pueblo. Un saludo.

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