miércoles, 1 de mayo de 2024

Teología para niños ( El desenlace)

 

  En el siglo XVII, tener deudas con un alma del purgatorio preocupaba mucho a nuestros paisanos; era una creencia general que, cuando alguien fallecía y había dejado algún asunto pendiente en vida –alguien le debía algo- su ánima podía volver a este mundo a pedir explicaciones al deudor y, si estaba muy enfadaba, incluso se lo llevaba con ella y los suyos no volvían a volver a saber más del mismo. (Esto solo era una creencia de entonces, la realidad nos dice que, entonces y ahora, si alguien desaparece es por causas muy distintas; recordad que algunos, en su día, salieron a comprar tabaco, aunque no fumaban, y no volvieron).  

 

  Cuando el capellán expresó a la mujer de Regino su convencimiento de que el ánima de Alonso deambulaba por las calles de Barrueco, la noche de los lunes, la noticia se extendió por el pueblo como un reguero de pólvora y al mediodía de aquel martes nuestros paisanos: niños, jóvenes, adultos y viejos…, todos, sin excepción, conocían la noticia y sabían que todo era debido a la obcecación de Agripino en no pagar la renta al cura, lo que había conllevado a que este hubiera dejado de decir a Alonso las misas apalabradas, para que pudiera abandonar el purgatorio y alcanzar el cielo.

   (Aclaración: Agripino, era conocido entre la vecindad por el apodo de “el agarrao”, supongo que es innecesario explicar el motivo).

   Durante el resto de la semana, aquel fue el asunto más comentado en los mentideros: barberías, tiendas, panaderías y ¡cómo no!, a la salida de las misas, que entonces eran diarias.  

  Eso de que el ánima de Alonso, las noches de los lunes, se paseara con un cirio en la mano, por las calles del pueblo, era algo que aterrorizaba a la feligresía, especialmente a las mujeres.

   Cuando llegó el sábado, a la salida de misa, con el lunes a tan solo dos días vista, un grupo de ellas fue a ver a Agripino para pedirle que pagara de una vez su deuda y así el alma de Alonso descansara tranquila.

  Este hombre…, “el agarrao”, superaba los cuarenta y era lo que hoy se conoce como un single, lo que trasladado a su época significa que era un solterón, porque ninguna lo quería.

  Una persona puede permanecer soltero/a por voluntad propia, aunque lo habitual es que permanezca en este estado porque no ha encontrado su media naranja por diversas razones – algunos/as, buscando una media naranja, lo que encuentran es un medio limón, todo sea dicho-; y el hándicap de Agripino era el ser un tacaño, así que, con este atributo, no era un buen candidato para encontrar una enamorada.

  Aunque no era excesivamente atractivo, tampoco es que fuera feo; además, se comunicaba bastante bien con los demás, pero en lo tocante al dinero… Hay algunas personas tan agarradas que, si te saludan dándote la mano, es recomendable después que te cuentes los dedos por si te falta alguno y él era así.

  Entonces, como aún no existía la Genética como ciencia, no se hacían estudios genéticos; no obstante, el escribiente del concejo de aquella época - el equivalente al secretario del ayuntamiento actual- ya dejó escrito entonces, en las crónicas de Barrueco que, si en el futuro, un día, llegaba a descubrirse algún gen relacionado con la usura, ya por entonces (siglo XVII), había un hombre llamado Agripino sospechoso de tenerlo.

  Cuando una de las mujeres del grupo llamó a la puerta y Agripino abrió y las vio mirándole, le dio un vuelco el corazón; era la primera vez en su vida que doce ojos femeninos estaban observandole con atención -como eran seis mujeres, los ojos eran doce, a condición que ninguna fuera tuerta-.

  A él, un mozo viejo, a quien no le prestaba atención ninguna mujer del lugar, ver a seis damas a su puerta mirándole con tanta atención, le hizo pensar que el motivo de su visita era algo serio.

  Entre ellas, había una viuda joven de buen ver y, cuando la vio, tuvo un momento de ensoñación pasajera ¿Y si entre todas habían decidido buscarle una pareja a la viuda y como primera posibilidad habían pensado en él?

  Esta fugaz alucinación desapareció súbitamente al saber que el objeto de la visita no era amoroso, sino de índole económica -su punto débil-. Cuando le dijeron que el fin de la visita era para exigirle que, por una vez, dejara de ser tan tacaño y pagara la deuda contraída con la parroquia, se sintió muy ofendido.

 

  Si en vez de seis, hubiera ido solo una mujer, seguramente le hubiera dicho que ¡verdes las han segado!, pero eran media docena, se achantó un poco e intentó quedar bien afirmando que ya pagaría la renta de la capellanía de Alonso…, pero sin fijar fecha.">

   Ellas, conociendo cómo era el personaje y su trayectoria vital, le exigieron que jurara solemnemente que lo iba a hacer antes de la mañana del lunes, y, como se negara a ello, empezaron a oírse insultos hacia su persona, a los que no hizo caso alguno; de todos ellos, solo guardó recuerdo del que le dirigió la viuda:

  - ¡Ojalá, cuando venga el ánima de Alonso, te lleve con él!

  El día siguiente era domingo y por lo tanto “fiesta de guardar”; entonces, al contrario que ahora, nadie faltaba a misa, ese era un hecho muy grave. La gente vivía convencida que aquellos que no iban a misa, tenían asegurado un billete, en Clase Turista Premium, para el infierno.

  Aquella mañana dominical, Agripino tenía ante sí un dilema. Sabía de la hostilidad de las mujeres hacia él, e ir a la iglesia suponía encontrarse no solo con media docena, como el día anterior, sino con varias docenas. Llegó incluso a valorar la posibilidad de no acudir a misa, pero desechó rápidamente la idea pues era mayor el temor a ir al infierno con el diablo, que a la iglesia y verse con los paisanos.

  Se puso la ropa de los domingos y acabó yendo a misa a cumplir con el precepto, como Dios manda; pero tenía pensado realizar una maniobra que le ayudaría a salvar la situación.

  Llegaría más tarde que los demás, entraría el último en la iglesia; permanecería cerca de la puerta del templo y, cuando acabara la misa, saldría el primero evitando, de este modo, tener algún encontronazo indeseado; con lo que no contaba era que había llovido los días previos y...

   Al llegar a la iglesia, la puerta no estaba totalmente cerrada debido a que no encajaba bien en el marco, ya que, al ser de madera, estaba algo hinchada. Él, una vez que entró, la cerró con fuerza dejándola bien encajada en el marco y esa fue su perdición.

  Cuando el cura finalizó la misa, se dirigió a toda prisa a la puerta del templo para salir el primero y, al intentar abrirla tirando fuertemente del agarradero le fue imposible conseguirlo; no había forma humana de abrirla a pesar de los enormes esfuerzos que hizo.  

  Dos hombres tuvieron que ayudarle, tirando los tres con fuerza del tirador de la puerta, para conseguir abrirla, tras un

enorme esfuerzo; uno de los dos era, precisamente, Regino que comentó muy serio:

- ¡Mira “Agarrao” !, aquí están pasando cosas muy raras; el ánima de Alonso ya te persigue hasta en la iglesia; esto que ha pasado no es normal; estoy seguro que había algo tirando de la puerta desde, fuera para que no se abriera; un día alguien va a tener un percance por tu culpa.

  Si te pasara algo a ti, estoy seguro que no nos íbamos a disgustar ninguno, porque has sido tú quien se lo ha buscado, pero como le pase algo a algún familiar mío, quien va ir a buscarte a tu casa seré yo, no un alma en pena.

 - Más vale que pagues a la parroquia lo que debes, por el bien de todos. Apostilló Pelayo, que era el otro hombre, que había ayudado a abrir la puerta.

-  Yo pienso pagar ¿acaso he dicho que no voy a hacerlo?

 Pelayo le miro muy serio y respondió:

-  El mes pasado te vendí una cantara de vino y todavía estoy esperando que me la pagues. Aunque más tonto fui yo por vendértela, sabiendo cómo eres.

- ¡Pelayo…despídete del dinero!, dijo Regino-  Mañana es lunes y como el “agarrao” no pague hoy la renta al capellán y no le diga la misa a Alonso, seguro que viene a buscarlo.

  Las personas que tienen la conciencia tranquila y no deben nada a nadie, miran a la gente de frente, como debe ser; pero Agripino no la tenía tan tranquila, pues tenía deudas hasta con un difunto y miraba hacia el suelo todo el rato, evitando la mirada de los dos paisanos que le hablaban.

  Aunque la puerta ya estaba abierta, aún permanecían todos dentro de la iglesia y, cuando alzó la vista, se dio cuenta que alrededor de los tres había un montón de personas escuchando atentamente la conversación que mantenían y eso le puso muy nervioso

- ¡¡¡ No me miréis así…, pienso pagar !!!, dijo casi gritando.

  Salió precipitadamente del templo,alejándose de allí a toda prisa refunfuñando y llegó a su casa muy enfadado, maldiciendo lo ocurrido. Había ido a misa, intentando pasar desapercibido y había sucedido todo lo contrario: se había convertido en el protagonista absoluto.

   Estaba sentado en un escaño de la cocina y sonaron unos golpes en la puerta de la calle; pero, como no estaba de humor para hablar con nadie, no contestó; aunque no le sirvió de nada pues sintió que alguien abría la puerta desde fuera y entraba en la casa.

  Oyó unos pasos acercarse y una mujer entró hasta en la cocina, donde se encontraba digiriendo su mal humor. Era su hermana, algo más joven que él y también soltera, que vivía en la casa de al lado… puerta con puerta.

- ¡Mira hermano! Tienes que pagarle al cura la renta de la capellanía ¡sin falta! Y mejor que sea hoy para que mañana diga la misa por Alonso. La gente está atemorizada y un día vas a tener un disgusto serio con alguien.

 Él la observaba pensativo escuchando lo que decía y contestó:

 - Regino dijo en la iglesia, que la puerta no se abría porque, mientras nosotros tirábamos de ella hacia adentro, había algo que tiraba hacia afuera porque sabía que era yo quien quería salir.

   La gente dice que los fantasmas solo se ven de noche, y que de día no se ven; pero en algún sitio tendrán que estar de día ¿no te parece? ¿Tú crees que ha podido ser el ánima de Alonso?

- No seas tonto, la puerta esta húmeda por la lluvia, se ha hinchado la madera y estaba muy encajada. Las ánimas del purgatorio no andan de día por ahí.

- ¿Y de noche? insistió el hermano.

- Eso ya no lo sé. Genoveva y Regino contaron que vieron un cirio caminando solo en la oscuridad y que solo podía tratarse de un espanto; como las dos veces fue la noche de un lunes, por eso todos creen que es el ánima de Alonso.

  Mañana es lunes y te repito que la gente está asustada, así que paga ya de una vez la renta de la capellanía y así todos dejarán de creer que, la noche de los lunes, el ánima de Alonso se pasea por las calles del pueblo.

- Veo que tú también crees que lo del anima es verdad..., pues yo no acabo de creerlo, dijo el hermano.

- ¡Mira, Agripino!, de lo único que estoy segura es que te llaman el “agarrao” y con razón ¡hay que ver lo que te cuesta pagar las cosas!

   En cuanto al ánima, no sé qué decir, pero como no pagues; mañana por la noche, me encierro en casa, cando la puerta por dentro y no la vuelvo a abrir hasta la mañana del martes por si acaso, no sea que, como los dos vivimos “pegando”, venga a llevarte a ti, se equivoque de puerta y me lleve a mí.

- Entonces... crees o no crees que las ánimas pueden volver del purgatorio, insistió el hermano.

- ¡¡¡Da igual lo que yo crea o deje de creer!!!, lo que no da igual es que todo esto está pasando por tu culpa, así que paga de una vez para que todos podamos dormir tranquilos los lunes.

   Anatole France, un escritor francés, dijo: Aunque cincuenta millones de personas crean una tontería, sigue siendo una tontería

   Si Agripino hubiera leído lo anterior, seguramente hubiera pensado lo mismo que él, ya que no creía en las ánimas viajeras que salen y entran del purgatorio a su libre albedrío, regresando al mundo de los vivos cuando les apetece, pero el resto de los paisanos sí creía en ello y eso se había convertido en un problema para él ya que tenía a todo el pueblo en contra suya

  Si eso no fuera aún suficiente, acababa de recibir un rapapolvo de su hermana que era su vecina más inmediata y no quería indisponerse con ella

  Estuvo meditando sobre el asunto un buen rato y aquella misma tarde, con gran dolor de su corazón, - y sobre todo de su cartera -, por fin pagó la deuda que mantenía con el cura, para que éste le dijera las misas correspondientes a Alonso, su ánima descansara en paz y así dejara de asustar a los vecinos del pueblo.   

  Actualmente, cuando pretendemos conocer las previsiones del tiempo, echamos mano del móvil o vemos la televisión; pero antes, cuando no existía esta posibilidad, la gente del campo solía hacerlo oteando el estado del cielo: las estrellas, la luna, la presencia de nubes, el comportamiento de los animales…

  La noche del lunes, Agripino, antes de acostarse, salió un momento a la puerta de la calle para hacerse una idea del tiempo, viendo el estado del cielo; pero la noche estaba muy oscura porque estaba nublado y, como la luna no podía iluminar las calles del pueblo, aquella noche se hallaban sumidas en la más absoluta oscuridad.

  Con lo que no contaba, al abrir la puerta de la calle, era que, en frente de su casa, a muy corta distancia, había una luz en el medio de la calle: era un cirio sujeto por una mano y no se veía nada más.

   Era la misma luz misteriosa, que habían visto, anteriormente, Genoveva y Regino en su día, de cuya existencia había mantenido serias dudas; unas dudas que se disiparon súbitamente cuando la vio.

  Recordó que era la noche del lunes y sintió que hasta se le erizaba el vello de los brazos, de pavor.

 - ¡¡¡Alonso!!! ¡¡¡Qué ya he pagado la renta!!! ¡¡¡no me lleves!!! ¡¡¡Si hace falta le pago al cura una misa más por ti!!!  ¡¡¡Por favor…no me lleves!!!

   Para alguien tan rácano como él, el ofrecimiento de a pagar una misa puede darnos una idea del pánico que le embargaba en ese momento.

   Nadie sabe si las ánimas del purgatorio hablan, ni en qué idioma lo hacen; pero lo cierto es que aquella que tenía delante lo hizo y en español, con una voz de ultratumba –así al menos le pareció a él- diciéndole.

- ¡Una es poco... tienes que pagar dos!

  Lo que ocurrió a continuación, no sabemos si fue debido al terror que sentía, convencido de que el ánima había venido para llevarle al otro mundo, o a la impresión de tener que pagar dos misas, con el correspondiente desembolso que ello suponía. F

 Fuera por una u otra causa, estaba tan atemorizado que su cuerpo ya no aguantó más. Sintió que empezaban a zumbarle los oídos; las piernas le flaquearon y perdió la conciencia cayendo al suelo.

  Cuando recuperó el conocimiento, estaba en su cama, había una vela encendida en la mesilla iluminando el dormitorio y su hermana en pie, le estaba mirando

- ¿Estoy vivo...?  ¡Marina...! ¿estoy vivo...?

- ¡No digas idioteces! Cómo no vas a estar vivo, si estás hablando.

- ¡¡He visto el ánima de Alonso...!! ¡Pasaba delante de la puerta...! ¡Menos mal que pagué la renta ayer tarde... porque si no me lleva con él!

La hermana en vez de mostrar curiosidad o extrañeza, que hubiera sido lo habitual, muy tranquila dijo:

- ¡Vale... vale! ¿Tú estás bien?

- Me duele mucho el lado derecho del cuerpo, debo haberme caído hacia este lado. Lo último que recuerdo es que me habló el ánima de Alonso, después ya no me acuerdo de nada.

- Te desmayaste y caíste al suelo. Desde mi casa oí voces en la calle, reconocí la tuya, salí a ver qué pasaba y estabas en el suelo.

- ¿Viste también el ánima?

La hermana dudó un momento antes de contestar

- Claro que la vi.

- Y quien me ha traído a la cama desde la calle, ¿tú sola has podido conmigo?

- No, me ha ayudado el ánima, yo sola no puedo contigo.

 Agripino, miró a Marina atónito, al oír lo que decía

- No entiendo nada, ¡cómo te va ayudar el ánima de Alonso a traerme a la cama!

- Mañana te lo explico despacio porque es largo de contar; ahora descansa y duérmete. Además de ayudarme, hablé con el ánima y te voy a dar una buena noticia; ya verás lo bien que vas a dormir cuando la conozcas...no vas a tener que volver a pagar la renta de la capellanía, si cumples una condición

- ¡Lo que sea necesario!, contestó inmediatamente el hermano, sin dudarlo un momento.

Agripino, con tal de no soltar dinero estaba dispuesto a cualquier cosa.

- La condición es muy simple, no puedes hablar a nadie de lo que acaba de pasar...¡a nadie!

- ¿Por qué no puedo contarlo?

- ¿Quieres o no quieres volver a pagar la renta de la capellanía?

- ¡Nooo! ¡Cómo voy a querer pagarla!

- Pues entonces está todo dicho, así que no preguntes más.

 

Nota aclaratoria

* El capellán tenía una novia que vivía en la calle de Agripino y la visitaba algunas noches amparándose en la oscuridad de las calles, para no ser visto, ya que en aquel tiempo no había alumbrado alguno en ellas.

  Para poder ver donde pisaba, llevaba un cirio encendido en la mano; si iba vestido con sotana negra y sombrero negro, ese era el motivo de que quien se cruzaba con él, solo pudiera distinguir el cirio y la mano que lo portaba.

*  Lo de amedrentar a Agripino con el cuento del ánima de Alonso, resultó ser una buena idea, pues, aunque costó lo suyo, fue el único modo de que pagara la renta de aquel año.

* Las coincidencias existen ahora y también existían en el siglo XVII; a la vista está que, en el crítico momento que pasaba el cura frente a la casa de Agripino, había sido cuando esté abrió la puerta de la calle con la intención de ver la luna y lo que había visto era el “ánima de Alonso”, o sea, al cura yendo a visitar a su amiga.

* Luego, “el ánima” que había ayudado a Marina a llevar al hermano, aún inconsciente, hasta la cama, había sido él. Además, para comprar su silencio y que se olvidara del tema, había acordado con Marina que en lo sucesivo quedaba exento de pagar la renta de la capellanía.

* Respecto a Marina, la hermana de Agripino, ya deberíais haber adivinado que ella era la novia del cura.

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