lunes, 17 de julio de 2023

El fresno y el pajarito

 


   Muchos de nosotros - los más viejos- recordamos que “el pajarito” era un personaje muy presente en el imaginario popular. Cuando un varón se dejaba la bragueta del pantalón abierta, sin darse cuenta de ello, la expresión más común que solía escuchar para avisarle era: - Se te va a enfriar el pajarito.

   También, cuando éramos niños y nuestros padres se enteraban de alguna travesura que habíamos hecho, porque alguien se lo había contado; para exculpar al chivato y darle más teatralidad al asunto, a menudo, nos decían, por poner un ejemplo:  

 - “Me ha dicho un pajarito”, que, hoy, el maestro te ha reñido por haber hecho tal cosa.

 (Esto de que el maestro pudiera reñir a un alumno, sin que ello tuviera consecuencias para el docente, es algo propio del siglo pasado; hoy día, es posible que los padres del niño hasta acaben denunciándole si tuviera tal osadía).

  Otro día, el pajarito, a lo mejor, les decía que no habíamos ido a la catequesis; otro, que habíamos estado en una huerta robando manzanas (entonces, como no había móviles ni tablets, algunos nos entreteníamos haciendo cosas que nos situaban al borde de la delincuencia).

 El caso es que no sé cómo se las arreglaba el pelma del pajarito, para estar en todos los sitios espiándonos y después ir a contar a los padres nuestras andanzas.

   Que la dichosa ave delatara a los niños ante los padres, por sus trastadas, hasta podría tener un pase; era tiempos en que los padres hablaban y los niños solo podían escuchar lo que sus progenitores decían –estos , a veces no solo se conformaban con hablar, algunos, además, tenían la mano “muy larga”- , y los roles de unos y otros estaban muy establecidos –ojo, no confundir roles con rólex- , el problema era que, a veces, el pajarito también se empeñaba en inmiscuirse en las travesuras de los adultos y éstas, a menudo, no eran tan inocentes como las infantiles.

    Esto sucedió un día en…bueno, vamos a dejar el lugar en el aire y decir que sucedió en un pueblo que podía ser cualquiera, incluso el nuestro (no perdáis el tiempo indagando quienes fueron los protagonistas ni cuando sucedió, porque no merece la pena; si llegó a ocurrir, fue hace mucho tiempo y hoy día ya nadie sabe nada de ello).  

    En este caso, no se trataba de un padre o una madre que, aprovechando la omnipresencia del pajarito,  se hubiera enterado que su hijo/a se había peleado con alguien o había molestado a alguna vecina llamando de noche al timbre o llamador de la puerta, escondiéndose posteriormente para ver, desde lejos, la cara que ésta ponía al abrirla y comprobar que allí no había nadie; en este caso, no era una pillería infantil, sino una travesura de adultos.

  En aquel pueblo había un matrimonio, Pepe San Romualdo y Pepa La Brava –entonces es que había muchos Pepes y Pepas y eso hacía necesario que el nombre de cada uno siempre fuera acompañado por el apellido o un apelativo, más o menos afortunado; en este caso, lo de él era su apellido y lo de ella era un sobrenombre o mote, que supongo se lo había ganado por méritos propios-

    No eran viejos...hoy pasarían por jóvenes, lo que ocurre es que se habían casado a edad temprana, tal como se hacía entonces; llevaban algo más de 10 años casados; los dos eran guapos y simpáticos y, ante la vecindad, pasaban por ser un matrimonio bien avenido; pero, como ocurre en muchos casos, la trastienda de una relación no siempre coincide con la fachada que ven los demás; en cualquier pareja, solo sus  protagonistas conocen la auténtica realidad de como marcha la relación, y algo así sucedía con Pepa y Pepe, pues lo que para todos era un pareja bien avenida, eso no era así. 

     Resulta que a Pepa La Brava, desde hacía algún tiempo, le habían salido unas protuberancias virtuales en la frente y no es que estuviera convirtiéndose en diablesa, estoy hablando de unas astas –sin h-, vamos…que el marido le estaba poniendo los cuernos.

   Al respecto, hay un dicho de los vikingos, ese pueblo del norte de Europa que, durante la Edad Media, asoló las costas europeas; de ellos se dice: “bienaventurados los vikingos porque los suyos eran postizos”, haciendo alusión a la forma de sus cascos de combate.

   Lo bueno del asunto, es que Pepa la Brava no estaba sola en su circunstancia, ya que, al marido, Pepe San Romualdo, le sucedía lo mismo que a ella: le estaban saliendo también unos apéndices similares a los de la esposa. Mientras que  él, desde hacía una temporada, tenía una amiga con derecho a roce –creo que cuando se veían se rozaban mucho-, Pepa también tenía un amigo íntimo.

    Se dice que las cosas nunca suceden por casualidad, pero es indudable que las casualidades existen y la situación de ambos cónyuges habría que catalogarla como un empate técnico.

    No sé si los astros se habían alineado de una forma determinada, que Eros y Afrodita (dioses mitológicos del amor), habían influido para que se diera esta circunstancia, o que aquello era, simplemente, producto del azar; pero la realidad era que, ambos cónyuges estaban siendo infieles el uno al otro simultáneamente; luego, los dos engañaban y eran engañados a la vez –si esto no es justicia divina, ¿qué otra cosa puede serlo? -

    Si buscamos la causa de que, en un matrimonio, uno de los dos cónyuges decida buscarse un amigo / a y ser infiel a su pareja, posiblemente no encontremos una...sino varias. De ello, ya hablaba Antístenes (445 - 365 a. C, un filósofo griego de la escuela cínica, este hombre decía: “Si tu mujer es bella, no solo será tuya; si no es bella, tuya sola será la desgracia”.

   Hoy día, no sé qué opinarían, de Antístenes, en el Ministerio de Igualdad; de todos modos, como pertenecía a la escuela cínica, cualquiera de sus opiniones habría que dejarla entre paréntesis antes de tomarla literalmente.

   El caso es que los dos, Pepe y Pepa , después de varios años de estar casados, no tenían hijos, estaban aburridos uno del otro o no sé qué pasaría y, como ambos eran guapos, dándole la razón al filósofo, decidieron compartir su belleza con otras personas.

   Como suele ocurrir en estos casos, el último en enterarse es el cónyuge engañado y aquí sucedía lo mismo, pero por partida doble. Pepe no sabía que Pepa le era infiel y Pepa tampoco sabía que Pepe, a su vez, lo era con ella; en cambio, en el pueblo, casi todos lo sabían.

    Hay amigos buenos, regulares y malos. Estos últimos, son peores que los enemigos pues, aparentan ser amigos, te fías de ellos, y encima no lo son. Un aforismo, posiblemente de origen medieval, dice: “De mis amigos...líbrame Señor, de mis enemigos me ocupo yo”.

    Bueno, pues una buena amiga, una tarde, fue a casa de Pepa la Brava y le dijo:

       -          Pepa, no estoy segura si estoy haciendo bien, pero quiero decirte algo; si a mí me ocurriera      

              lo mismo y tú lo supieras, me gustaría que me lo dijeras y por eso estoy aquí.

    Pepa miró a la amiga bastante intrigada, intuyendo que se trataba de un asunto serio, y respondió:

       -          Dime ya lo que sea, me estás preocupando.


-          ¿Dónde estuviste ayer a las seis? -preguntó la amiga-

      -          Ayer estuve toda la tarde aquí, en casa.

      -          ¿Y Pepe? Él no estaba aquí a las seis ¿verdad? -insistió la amiga-

      -           No, a esas horas estaba en el campo, saldría a las cinco o así y volvió al atardecer.

-           Deberías saber que ayer, a las seis, vieron a tu marido en un prado.

      -           Si fue al campo y le vieron en un prado, ¿qué problema hay en ello?

      -          Estaba debajo de un árbol. Quien le vio, estaba un poco lejos y no se fijó si era un roble o un 

             fresno.

     Pepa, estaba empezando a hartarse de tanta retórica y echó mano de la ironía:

  -     ¡Bueno! ¿eso qué tiene de extraño? Lo raro es que le hubieran visto debajo de una palmera tropical.

      -   ¡Espera, que todavía no he acabado!

      - ¡Pues acaba! - dijo Pepa, que estaba empezando a enfadarse por las banalidades que estaba                      oyendo-

   -   ¡No me interrumpas hasta que acabe! -continuó diciendo la amiga- Ayer a las seis de la tarde, han visto a Pepe...en el campo...en un prado...debajo de un árbol y no estaba sentado a la sombra, sino  tumbado. boca abajo y no sobre la hierba; debajo de él, boca arriba, se encontraba una mujer. No creo que sea necesario decirte lo que estaban haciendo.

 Antes que digas nada, además quiero que sepas que, también ayer, a la misma hora, vieron entrar en tu casa, por la parte trasera, a un hombre que no es Pepe. Quien lo vio afirma que no era la primera vez que venía a verte.

        Pepa quedó muy sorprendida al oírla. Lo suyo, era evidente que lo sabía, pero la infidelidad del           marido era algo nuevo para ella.

     -   ¿Hay alguien más, aparte de ti, que sepa lo mío y lo de Pepe?

-     ¿Qué si lo sabe alguien más? ¡Hija, parece que no eres de este pueblo! ¿Cómo quieres que te  diga el número de personas que lo saben?, en unidades o en docenas.

          ¡Mira Pepa! Lo vuestro lo sabe todo el mundo. Como estáis los dos en la misma situación, te             aconsejo que lo arregléis de la mejor manera posible y sin armar escándalo alguno. Tú no puedes            reprocharle nada a él y él tampoco a ti; aquí los dos sois igual de buenos o igual de malos, eso                 depende de cómo queráis catalogarlo cada uno.

 

   -          Entonces, dices que Pepe me está engañando con una mujer. ¿Tú crees que él sabe  que yo también me estoy viendo con alguien?

 

  -          Eso no lo sé, habría que preguntárselo a él, lo que sí sé, es que mucha gente sabe que ayer tarde tuviste una visita, aquí en tu casa, mientras él estaba en el campo con la otra, así que no me extrañaría nada que también supiera lo tuyo.

    -    Y tú como es que lo sabes todo -preguntó Pepa con mucho interés- ¿quién te lo ha dicho?

    -   Eso importa poco. Además, no quiero que le digas a Pepe que esto te lo he dicho yo  

 -    Y si me pregunta cómo me he enterado ¿qué le respondo?

   -     Yo que se… dile que ha sido un pajarito.

   -     Eso es muy infantil y no lo va a creer. 

   -     Pues tú veras como lo haces, es tu marido y eso ya es cosa tuya.

   Cuando volvió Pepe a casa, al atardecer, se sentaron a cenar y ambos cónyuges estaban poco habladores; permanecían pensativos mirándose sin decir nada y esto acabó de convencer a Pepa que él sabía que le estaba siendo infiel con un hombre.

    Habían acabado el primer plato, iban por el segundo y aquel silencio tan prolongado estaba 

 siendo ya demasiado molesto para los dos, siendo él quien decidió sacar el tema a relucir, para ver        cómo reaccionaba Pepa:

   -   ¿Sabes una cosa? Esta tarde me ha hablado un pajarito y me ha dicho algo.

 

 -   ¿Qué? -respondió Pepa sorprendida-. Cuando había hablado con la amiga le había dicho que no era partidaria de usar al pajarito, porque aquello resultaba muy infantil y ahora se encontraba que era el marido quien había sido informado por el ave acusica  ¿Qué es lo que te ha dicho el pajarito?


-     Me ha dicho una poesía:

        Las esposas son jardines

Que cuidan los jardineros

         Algunos cuidamos los propios

Y otros cuidan los ajenos

 

   Pepa, al oírle, observaba al marido, sin saber qué responder y, en vista de que el pajarito ya se lo había apropiado él, decidió contestarle así:

 

    -    Pues a mí quien me ha hablado ha sido un fresno:


-     ¿Desde cuando hablan los árboles?

 

    -    Desde el mismo momento que lo hacen los pajaritos.

 

    -    Vale…vale. Y que te ha dicho el fresno.

            Aunque solo soy un árbol,

            y creen que no puedo hablar

   lo que sucedió bajo mis ramas

  

    a ti te lo voy a contar.

   Volvió a hacerse el silencio entre los dos esposos, que se miraban fijamente; ambos sabedores  que estaban igual de implicados en el asunto de la infidelidad y al fin dijo el marido: 

   -     ¿Qué te parece si dejamos de hablar con pajaritos y fresnos y lo olvidamos todo? ¿Qué hay de               postre?

 

Nota

Aunque a alguno/a le cueste creerlo, esto es un cuento popular. Además, de los cuentos infantiles, que eran los mas comunes, también existían cuentos para adultos. Obviamente, este pertenece al segundo grupo.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola Manolo. ya estamos en pleno verano con sus calores y fiestas patronales a la vuelta de la esquina. Salud ya disfrutar del mismo.

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  2. Muy buena historia pues te las debieron de contar todas el pajarito ,me encanta leer tus historias un beso 😘

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  3. Me alegro que te guste. El pajarito conmigo hablaba poco, pero con mis padres sí que lo hacía. Un abrazo

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