miércoles, 24 de mayo de 2023

El día después

   
   En la vida, todos los días son importantes, aunque, si debemos darle prioridad a alguno de ellos, sin duda alguna, es el actual; una vez, un pensador decía “el pasado ya no volverá, el futuro aún no ha llegado, aprovechemos el presente, vivamos lo mejor posible el día de hoy, es el mejor día de nuestra  vida...es el único real” ; pero, a lo largo de la biografía personal de cada uno, además del día actual, hay algunas fechas que representan  hitos importantes en nuestras vidas y que determinan un antes y un después, como el día que te casas por primera vez; ese día dejas de ser soltero para siempre, porque, aunque después vuelvas a casarte por segunda vez, tercera, cuarta o quinta -no sigo enumerando, porque insistir en casarse más de cinco veces roza lo patológico-, ya sólo puedes hacerlo en calidad de separado, viudo o divorciado, porque ya no eres soltero. 

   El día que nace tu primer hijo, también es una fecha única e irrepetible en la que cambias de estatus para siempre...pues pasas a ser padre o madre -podrás, posteriormente,  tener hasta diez hijos o más, si se diera el caso; pero a partir del primero, variará la cantidad de hijos, pero no tu condición de padre o madre, porque ya lo eras- 

  La fecha en que te incorporas al mundo laboral, en tu primer trabajo, es otra fecha única en tu historia personal pues, aunque cambies posteriormente de trabajo, media docena de veces, a los sucesivos empleos ya no accedes a ellos como neófito, sino como un antiguo trabajador. 

  El día que te tocan dos millones de euros en la Lotería Primitiva, también supongo que debe ser un día único e irrepetible y que va a cambiar tu vida para siempre –la verdad es que, hablar de ello, es entrar dentro del terreno de la fabulación y esa experiencia no la he vivido aún ...la tengo pendiente- 

   A las anteriores fechas, aún debemos sumar otras dos que, además de importantes, son claves en la vida de las personas; me refiero al día que nacemos y el día que morimos. De este último, muchos no quieren ni oír hablar de él, pero de poco les sirve no hacerlo, ese día nos va llegar a todos antes o después -mejor que sea después-, y tomaremos el camino del “más allá”

    Sólo nacemos una vez y solo morimos una vez, aquí no cabe discusión alguna. 
  Lo de “ha vuelto a nacer”, es una expresión que oímos con cierta frecuencia, cuando alguien sobrevive a un incidente grave, sea del tipo que sea, pero no deja de ser un simple eufemismo. El cese de las funciones vitales, la auténtica muerte, sólo ocurre una vez y nadie vuelve a nacer  . 

   Si el día de nuestro nacimiento, como indiqué anteriormente, es una de las dos fechas claves que marcan nuestra existencia; la otra es el día en que estiramos la pata, abandonamos este mundo, descansamos en paz -mucha paz, eso sí-, o entregamos nuestra alma a Dios (que cada cual lo adorne como quiera) en resumen…cuando morimos. 
   Entre esas dos fechas, ocurre un hecho maravillo que a veces no sabemos valorarlo debidamente y no es otro que la vida. 

   Mi abuelo decía al respecto “Dios nos libre del día de las alabanzas”, refiriéndose a la última de las dos fechas anteriores, y es que él, aunque no pertenecía a ninguna prestigiosa escuela filosófica, a su modo era un auténtico filósofo. 

  Cuando una persona deja de existir, todos, sin excepción, hablan bien de ella; sus antiguos amigos, la gente que le apreciaba, ese día, recuerdan las cosas buenas del fallecido y le alaban por ello; mientras que los enemigos del finado, como a partir de ese día dejan de ser enemigos, por razones obvias, también hablan en positivo de él (en este caso, porque ahora ya tienen un enemigo menos). 

  Una vez se encontraron dos amigos, llevaban tiempo sin verse, y dijo el uno al otro: 

 - ¡No sabes lo que me alegra verte! Últimamente, me han hablado tan bien de ti, que hasta pensé que te habías muerto. 

  Cuando a una persona le llega el día D –De    palmarla- podríamos pensar que, para ella, ya todo se ha acabado, pero eso no es así; aún queda otra fecha importante, si no para él, al menos para los parientes cercanos, que es “el día después”. 

  El “día después”, es el del entierro o la incineración del finado, según los casos. En tal fecha, como el protagonista del evento, evidentemente, solo lo es de forma pasiva, lo lógico sería pensar que es imposible que se entere de como discurre la jornada 
 ¿Imposible? Aquí no hay nada imposible, una vez, una persona, en la ciudad de Badajoz, tuvo ocasión de asistir a su “día después”. 

   Esto ocurrió en la década de 1980, unos tiempos en que los móviles e internet aún no formaban parte de nuestras vidas. 
   Una mañana, en el domicilio de un médico, un conocido ginecólogo para más señas,  desde muy temprano la esposa empezó a recibir llamadas, a través del teléfono fijo, para darle el pésame por la defunción del marido, preguntando, además, a qué hora era el entierro. 

  Ella, como le había visto salir de casa para ir trabajar, un rato antes, camino del su hospital, y estaba,  aparentemente sano, no hizo caso alguno a la primera llamada pensando que estaba siendo víctima de una broma de mal gusto; pero las llamadas fueron sucediéndose y alguien le aclaró que había visto la esquela en el periódico. 
   La mujer, entonces decidió llamar al hospital para ponerle al corriente de lo sucedido y asegurarse, a su vez, que no era una neo viuda; cuando habló con él, éste le dijo que ya conocía la noticia e incluso hasta le habían enseñado un periódico con la correspondiente esquela. Alguien había tenido la humorada de encargarla y pagarla. 

  El encargo había sido hecho la tarde anterior, no en las oficinas del periódico, sino en una librería donde, además de vender aquel diario, colaboraban con él en estos asuntos. Allí, el autor o autora de la broma, vamos a llamarlo/a así, había elegido el tamaño de la esquela, así como el contenido; la había pagado en mano; nadie le pidió identificación alguna, y cuando el muerto-vivo, el ginecólogo, denunció el hecho a la policía, ya que leer su propia esquela no le había hecho gracia alguna, esta no logró encontrar al autor/a de la gamberrada. 

   Si esto hubiera sucedido en Sicilia, nuestro ginecólogo, seguramente, lo hubiera tomado como un aviso subliminal (o no tan subliminal) de la mafia, se sentiría amenazado y hubiera puesto tierra por medio; pero como sucedió en la ciudad de Badajoz que es un lugar muy pacífico donde, generalmente, todos son buena gente, aunque alguno sea más gamberro de lo habitual, no huyó de la ciudad y siguió viviendo tan feliz en ella, ejerciendo su profesión como si nada hubiera pasado. 

   Lo que no preveía, él, ni nadie, es que al cabo de algún tiempo, alguien volvió a encargar otra esquela similar, en el mismo periódico; aunque en esta ocasión, al leerla la gente, casi nadie creyó que fuese verdadera y todos los que llamaron a su domicilio, en esta ocasión, no lo hicieron para preguntar a qué hora era el entierro, como la vez anterior, sino para asegurarse si era verdad o no lo del óbito del ginecólogo.. 

  Sospecho que, en esta ocasión,  la mujer ni se molestó en llamarle al hospital para avisarle de que, según los “los papeles”, había “muerto” por segunda vez. 

   Por cierto, creo que tampoco pudo ser identificado el autor/a que encargó aquella segunda esquela (es probable que en los dos casos se tratara de la misma persona). 

  Como nunca apareció el causante de esta broma tan macabra, tampoco pudo saberse cuál era el objetivo o razón de la misma; lo que sí quedó fuera de toda duda es que, si pretendía fastidiar y amargarle el día al médico, lo consiguió y por partida doble. 

  Lo único en claro que podemos sacer de lo ocurrido, es que el ginecólogo tuvo la oportunidad de asistir a “su día después”, aunque solo fuera sobre el papel, en dos ocasiones y, a pesar de que las esquelas decían que había fallecido, él siguió vivo y coleando -bueno, lo de mover la cola, aunque lo doy por supuesto, eso ya era un asunto particular entre él y su mujer-. 

  Unos años después, en un hospital distinto, también en Badajoz, otro médico, en este caso no era ginecólogo -Voy a llamarlo Dr. X-, había estado de guardia un fin de semana; la madrugada del domingo al lunes la había tenido muy complicada, pues había tenido dos urgencias de las auténticas,  las que requieren una atención inmediata, y había estado en el quirófano, durante varias horas, operando a sus dos pacientes; acabó todo alrededor de las 7 de la mañana y ya no se acostó. 
   A las 8, cuando llegó el primer compañero de su servicio, le dio el relevo y se fue a su casa a descansar, ya que era su día de libranza; llegó a su domicilio, desayunó y se acostó para recuperarse del sueño y cansancio acumulados. 

   Aquella misma mañana del lunes, una doctora que era compañera suya, aunque de otra especialidad, que trabajaba en el mismo hospital; alrededor de las 9 recibió una llamada desde su casa. Era el marido quien la llamaba y, muy alarmado, le preguntó qué era lo que le había ocurrido al Dr. X, al que también conocía, informándola que estaba viendo el periódico, lo tenía abierto en la página de las esquelas y que en una de ellas aparecía X con los correspondientes apellidos. 
  Eso la había llamado poderosamente la atención, porque el primer apellido era extremadamente  raro, posiblemente único, en aquella zona, y por ello estaba casi seguro que la esquela era de su compañero. 

  Ella respondió que ni sabía ni había oído nada, pero que iba a preguntar por él y después le llamaría para confirmar si se trataba o no del mismo. 

   Llamó a la planta del hospital, donde estaban ingresados los pacientes pertenecientes al servicio del Dr. X, y habló con el control de enfermería, un lugar de apenas dos metros cuadrados, existente en todas las plantas hospitalarias, donde a veces hay una persona, a veces dos, en ocasiones ninguna y otras, en cambio, seis, siete o más: dos enfermeras o más enfermeras, dos o más auxiliares de enfermería, una enfermera supervisora, un celador, algún médico… y todos hablando; siendo muy frecuente que se mezclen varias conversaciones distintas, tal como sucedía aquella mañana, formándose a veces un guirigay del carajo. 

   Cuando sonó el teléfono en el control, lo cogió la enfermera que estaba más próxima al mismo y al oír la pregunta de la doctora, preguntando por el compañero, ella contestó que no le había visto, pero que iba a preguntar a las compañeras. 

- ¿Ha visto alguien al Dr. X o sabe algo de él? Oyó la doctora preguntar a la enfermera, al otro lado del teléfono. 

 - ¡Esta mañana, a primera hora, me crucé con él! Respondió una compañera, desde lejos, mientras se acercaba al control. -Esto lo oyó la enfermera que estaba al teléfono, pero no la doctora que había llamado- 
   Lo vi en el pasillo, cuando entraba yo -continuó relatando la enfermera que lo había visto- El pobre tenía un aspecto horrible porque ha tenido una guardia muy mala y se ha pasado toda la noche en quirófano…estaba muerto -le faltó decir que de cansancio y sueño-.

   La frase estaba muerto, la había pronunciado una vez había llegado al control con las demás compañeras  y fue la única que oyó la doctora con claridad, siendo eso es lo que desencadenó todo. 

  Al oír, través del auricular, dicha frase, su cerebro debió bloquearse ahí y no quiso escuchar más, colgando el aparato muy angustiada, sin esperar más aclaraciones de la enfermera que le había respondido; había llegado a la conclusión de que las sospechas de su marido eran reales.

  Éste, la había llamado diciendo que estaba leyendo una esquela con el nombre y apellidos del Dr. X, y una enfermera de su propio servicio acababa de decir que estaba muerto, ¿ qué más pruebas necesitaba para comprender lo que había pasado? Su ya ex compañero, había pasado a mejor…o quién sabe, si a peor vida -algunos doctores también van al infierno- 

  No pudo reprimir las lágrimas de la rabia que le entró; pensó que la vida no era justa ya que, una persona tan joven, con la que había estado trabajando y bromeando dos días antes, el viernes anterior, había fallecido, repentinamente, durante el fin de semana, sin tener ninguna enfermedad conocida. Además, estaba enfadada porque nadie la había avisado del suceso, a pesar de que eran amigos además de compañeros.

  Llamó al marido para confirmarle la mala noticia, fue a ver a los compañeros del servicio del "compañero fallecido", para preguntarles qué era exactamente lo que le había sucedido,  y al primero que vio lo encontró en un pasillo. 

   No se anduvo con rodeos y le preguntó, directamente, de qué había muerto X,  dejándole pasmado por la noticia. 

 - ¡Pero qué dices! ¡No tengo ni idea! ¡Me dejas de piedra! ¡No sabía que había muerto! He estado de viaje el fin de semana, volví ayer noche, esta mañana he venido directamente al hospital y nadie me ha dicho nada. 

 - ¿Quién puede informarnos qué lo que ha pasado? Preguntó ella 

 - Pues el director del hospital; a él, indudablemente, se lo tienen que haber comunicado…es más, como X estaba de guardia el fin de semana, seguro que le han llamado para que, además de saberlo, localizaran  a otro compañero para que viniera a hacerse cargo de la guardia. 
  Yo, como no estaba aquí, no sé si me habrán llamado a casa, pero si lo hicieron no pude contestar porque estaba de viaje, como te he dicho - como en esa época aún no se había generalizado el uso de los móviles, teníamos que apañarnos sólo con los fijos- 

   Cuando los dos llegaron al despacho del director, comprobaron que éste desconocía que hubiera “muerto” alguno de sus médicos durante el fin de semana, así que llamó al jefe del servicio al que pertenecía X que, obviamente, tampoco sabía que había tenido una baja en el mismo. 

  El jefe, cuando averiguó que X estaba saliente de guardia, y por tanto era su día de libranza, llamo a su casa para comprobar si debía encargar una corona de flores o no, de parte de los compañeros del servicio. 

  El Dr. X , estaba tan a gusto en su cama, profundamente dormido, tras la pésima noche que había pasado y como a esas horas estaba solo en el domicilio, el sonido del teléfono, que estaba en la mesilla de noche, fue quien le despertó, después de sonar con insistencia. 

   Fue una voz, casi de ultratumba, la que oyó el jefe al otro lado del auricular:

 - ¡Sí...Diga! 

 - ¿Hola X?  Mira, soy R… ¿Estás bien? 

 - Todo lo bien que puede estar uno en la cama después de una mala guardia -contestó- , ¿ qué pasa? 

 - No pasa nada. Sigue durmiendo. Solo quería saber si estabas vivo…es que hay una esquela tuya en el periódico de hoy…bueno, como veo que no es tuya, ahora ya no sabemos de quien puede ser, pero tiene tú nombre y apellidos. 

 - Y para eso me llamas y me despiertas ¿Para hablarme de una esquela? 

 - No te he llamado por eso, sino para saber si eras tú el muerto o se trataba de otro. Me alegro que sea otro. Descansa y disculpa que te haya despertado. 

 Colgó el jefe del servicio el teléfono, también colgó X, y, aunque permaneció aún un rato más en la cama, fue incapaz de volver a conciliar el sueño. 

  La noticia de que había una esquela en el periódico con su nombre y apellidos y que algunos compañeros hubieran pensado que había fallecido, no le agradó demasiado, y, vista la imposibilidad de seguir durmiendo, se levantó. 

  Estaba suscrito al periódico provincial y como se lo llevaban todos los días a casa, a primera hora de la mañana, salió a la puerta, abrió el buzón, comprobó que allí estaba y lo recogió; una vez que  entró en casa, se sentó en una mesa, lo abrió, buscó la página donde estaban las esquelas y pudo comprobar que, efectivamente, de las tres que había aquel día, en una de ellas estaban escritos su nombre y el primer apellido, el segundo apellido ya no coincidía con el suyo. Estaba asistiendo involuntariamente a "su día después" aunque ficticio.  
El cielo debe esperar


 - Menos mal que no soy yo (se dijo a sí mismo),   el cielo aún debe esperar - el hombre, como podemos ver, era muy optimista y  esperaba acabar allí-  
   Además - siguió pensando- un domingo  es un día horrible para morirse; si ya de por sí es una pena hacerlo, eso de que te entierren un lunes, y encima lloviendo como hoy...

8 comentarios:

  1. Saludos Manolo. El 28 ya está ahí, suerte

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  2. Un poco macabro pero muy interesante.
    insisto en que todos estos relatos se deberían recopilar
    en un libro y que mas gente pudiera disfrutarlos-
    felicidades Jose

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    1. Sí, dos historias bastante macabras, la primera se supone que fue producto de una venganza y la segunda un simple malentendido. Al protagonista de la segunda si aún no has adivinado de quien se trata, te diré que lo conoces perfectamente. En cuanto al libro, gracias por la sugerencia, pero se trata de cuentos, historias y otras cosas que me contaron (así titulo el blog) muy diversos, sin uniformidad alguna y de momento lo descarto. Un abrazo

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  3. ¡Qué historias! son la vida misma. Cada vez escribes más y mejor. Opino como Angel, que tienes publicado aquí en tu blog suficiente contenido interesante y divertido para plasmarlo en un libro. Así le dije a nuestro zarceño, Félix Carreto, y ahí tiene ya cuatro libros. Uno de ellos, de relatos cortos que fue publicando en su blog.
    Creo que vía de tu abuelo (el filósofo) has recibido grandes dosis de filosofía; a la vista está.
    A ver si esa experiencia que tienes pendiente llega y te toca la Primitiva, en grande, con bote, millonada y luego nos cuentas qué se siente el día después. Quedamos a la espera y ¡SUERTE!.
    Aunque ya sabes aquello: “Hay cosas más importantes que el dinero; pero son muy caras”
    -Manolo-

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  4. Hola Manolo. En primer lugar lugar deseo felicitaros, la gente no es tonta y sabe elegir muy bien. En lo referente al libro, no entra dentro de mis planes inmediatos y, en cuanto a la Lotería Primitiva, para que a alguien pueda tocarle algo en un juego de azar, al menos debe jugar al mismo ¿no te parece?. Voy a empezar a jugar a la lotería primitiva, a ver si es verdad eso de la "suerte del novato". Un saludo

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  5. Hasta para escribir sobre este tema tienes historias para dar y regalar, sin que falte en ningún momento el humor. Un abrazo, primo.

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    1. Los dos sucesos ocurrieron realmente, no hay ficción alguna. Supongo que te habrás dado cuenta que la segunda esquela era la mía. Me llevé una sorpresa tremenda al enterarme, mediante la misma, que en Fregenal de la Sierra, un pueblo del sur de Badajoz, había un hombre que se llamaba y apellidaba como yo. Un abrazo

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