lunes, 3 de abril de 2023

Los amigos

 


   Fonsi y Boni tenían la misma edad, 46 años, y cuando eran niños habían sido compañeros de escuela; un día, se pelearon en el patio;  eran tiempos en que los profesores aún tenían licencia para educar libremente y su maestro les preguntó qué es lo que había pasado y quién había comenzado la contienda;  viendo que ambos se culpaban mutuamente, rememorando a Salomón resolviendo disputas, no anduvo perdiendo el tiempo con indagaciones ya que entonces las peleas entre chicos eran un juego más, así que decidió que ambos eran culpables -nadie era inocente hasta que se demostrara lo contrario- , uno por haber iniciado la reyerta y al otro por haber sido incapaz de controlar sus impulsos primarios y haberla continuado, imponiendo  a los dos el mismo castigo..

   Los dos chicos, sintiéndose víctimas del “dictador del maestro”, al tener un enemigo común, olvidaron sus propias rencillas, comenzaron a sentir un aprecio mutuo y, a partir de ahí, se hicieron amigos inseparables; continuaron su amistad en la adolescencia, juventud, y en la edad adulta. Se casaron ambos con dos chicas del lugar continuando, ya de casados, siendo camaradas y, como vivían en un pueblo y en estos lugares, antes, la gente  era muy dada a poner  apodos a las personas; en su caso, compartían el mismo, algo que, por otra parte, les satisfacía mucho a los dos, cosa extraña tratándose de un mote. Ambos, eran conocidos en el pueblo por el sobrenombre de “los amigos”, debido a su inquebrantable amistad.

   Tras tantos años de relación, habían sido inevitables las riñas y disputas entre ambos, casi siempre por nimiedades; pero siempre se habían reconciliado rápidamente ya que su amistad estaba firmemente  consolidada; aun en las etapas de mayor enfado, incluso cuando dejaban de hablarse, algo que no duraba más allá de unas horas o como mucho un día, siempre hablaba bien uno del otro diciendo entonces: “yo ahora no me hablo con “mi amigo” Boni, o Fonsi -según los casos- .O sea, durante esas breves etapas de enfado, ellos en vez de amigos, pasaban a ser “enemigos amigables” y de ahí no pasaba el asunto. Por ello, aquel día de abril, a las doce del mediodía, nadie se explicaba qué cosa tan terrible debía haber pasado entre ellos, para que ambos estuvieran en el cuartel de la Guardia Civil declarando sobre un hecho ocurrido dos horas antes.

    No solo se habían peleado verbalmente, también habían llegado a las manos; no teniendo la pelea  consecuencias más serias, gracias a la intervención de dos paisanos que se hallaban cerca. Estos, habían oído los improperios que se habían dirigido los rivales al empezar la gresca, se habían acercado a ver lo que pasaba, y los encontraron en el  suelo dándose puñetazos en la cara, costándole un enorme esfuerzo  separarlos ya que los dos insistían en continuar el combate pues aún no estaban satisfechos de la ración de golpes que cada uno le había proporcionado al otro –me atrevo afirmar que aún  los estaban menos de los golpes recibidos-.

  Una vez consiguieron apartarlos, cada pacificador se llevó a uno de los púgiles, alejándose de allí por caminos diferentes para evitar que aquellos boxeadores noveles tuvieran la tentación de enzarzarse en un segundo asalto. Como ambos tenían erosiones y contusiones en la cara, sus asistentes decidieron llevar, cada uno por su lado, al luchador correspondiente, a la consulta del médico para que les curara las heridas de guerra.

   Era media mañana, en la sala de espera del consultorio se encontraban varios “pacientes y pacientas” esperando su turno para ser atendidos por el médico, que en ese momento estaba en la consulta viendo a una mujer, y cuando vieron llegar al primero de los contendientes, a Boni, con las heridas en la cara, acompañado de su asistente, todos se dirigieron a  él preguntando qué había pasado; pero el lesionado fue muy parco en sus explicaciones y contestó que había tenido un incidente sin mencionar con quién.

  Le informaron que el doctor estaba ocupado y que cuando saliera le cedían la vez, dándole preferencia absoluta, por ser un herido en combate; alguien le cedió una silla y todos los presentes permanecían mirando en silencio al herido que en ningún momento quiso dar explicaciones sobre lo sucedido, pero la paz de la sala de  espera se rompió cuando apareció por la puerta Fonsi con su acompañante y con la cara en el mismo estado que Boni, algo que dejó estupefactos a todos los presentes. Este ultimo,  les dijo que había tenido un incidente sin dar más información, y lo que menos se esperaban todos era que hubiera sido, precisamente, con su amigo del alma...con Fonsi.

   Aunque todos sentían una gran curiosidad por saber lo ocurrido, nadie pudo preguntar nada pues, al verse de nuevo, frente a frente, “los amigos”, ahora tornados enemigos, empezaron a increparse y amenazarse de nuevo y, a semejanza de lo que sucede en un ring de boxeo, donde cada uno de los luchadores, al comenzar cada asalto, sale de su esquina al sonar el gong; allí, sin necesidad de que sonara nada, los dos avanzaron hacia el centro de la sala, con intención de zurrarse de nuevo. 

  Lo espectadores -los usuarios de la sala de espera- , al ver que aquellos boxeadores aficionados se disponían a reanudar su pelea particular, intervinieron interponiéndose entre ellos y gritándoles para intentar calmarles, formándose tal el guirigai, que hasta el médico y la mujer que estaba atendiendo, alarmados se asomaron a la sala de espera, ahora convertida en campo de batalla, a ver qué es lo que sucedía.

  El sanitario, al ver aquella revuelta y tanta violencia verbal, volvió a entrar rápidamente en la consulta y avisó telefónicamente a la guardia civil, para evitar males mayores, presentándose, en cuestión de minutos, una pareja de agentes en el lugar, para poner orden.

   El hecho de que el coche de la guardia civil llegara a toda prisa a la puerta del consultorio y de que los agentes bajaran del mismo a toda prisa y pasaran al interior, fue motivo suficiente para  que todo el que pasara por la calle parase a ver qué es lo que estaba pasando allí dentro, dando lugar a que, en poco rato, hubiese en la calle una caterva de curiosos esperando a ver si salía alguien del interior e informaba de lo que estaba sucediendo, pues dentro seguía oyéndose un tremendo vocerío.   

  Los guardias civiles, al entrar en la sala de espera y ver tal algarabía, decidieron poner orden mostrando gran eficacia y un buen hacer; lo primero que hicieron, fue pedirle a la gente, no directamente implicada, que abandonaran la sala de espera y salieran a la calle para quedarse ellos solos, con los luchadores y los asistentes que les habían acompañado allí, consiguiendo, de este modo, tras mucho esfuerzo, que reinara el silencio.

   Una vez que pasó Boni a ser atendido por el médico, de sus heridas, los agentes aprovecharon para avisar a otra patrulla de modo que, cuando salió de la cura se lo llevaron al cuartel a declarar. Después, pasó Fonsi a recibir atención médica y una vez acabada la misma, siguió el mismo camino siendo también conducido por los guardias al puesto, tal como sucediera con su compañero, a declarar.

    Mientras tanto, en la calle, se habían concentrado frente al consultorio médico más de dos docenas de personas, preguntando, sumamente extrañados, unos a otros, qué es lo que había pasado exactamente, sin dar crédito a lo que estaban viendo: Boni y Fonsi  se habían enfadado, insultado y hasta agredido…algo inaudito; era lo último que podían esperar de aquellos dos hombres que, si por algo se caracterizaban era, precisamente, por la profunda amistad que, al menos hasta ese momento, siempre habían mantenido y que era el motivo de ser conocidos en el pueblo por el sobrenombre de “los amigos”.

   El caso es que ninguno de los dos había abierto la boca para decir qué es lo que realmente había pasado, ni cuál había sido el origen de tamaña trifulca, y cada espectador, aunque  cada uno expresaba su propia teoría, todos coincidían en lo mismo: No les cabía duda alguna de que el origen de aquel monumental zipizape debía haber sido motivado por algo sumamente grave.

   El sargento de la guardia civil, que fue quien se encargó de tomar declaración a los contendientes, tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no reírse cuando supo la causa que había ocasionado la pelea entre “los amigos”. Ambos coincidieron en señalar que el origen de lo ocurrido, que había desembocado en aquel enorme alboroto, había sido consecuencia de una broma surgida a raíz del canto de ¡¡un pájaro!!, concretamente, de un cuco.

    Las aves pueden ser clasificadas de diversas formas, siendo una de ellas la que las diferencia en dos grandes grupos: sedentarias, que son aquellas que permanecen entre nosotros a lo largo de todo el año, y migratorias, grupo en el que se incluyen las que pasan solo una determinada época del año por estas latitudes. A este segundo grupo, pertenecen los cucos.

    Todos los años, a finales de marzo o comienzos abril, en nuestros campos, comienzan a oírse unos sonidos inconfundibles, los cuu-cus que emiten estos pájaros y que causan gran alegría a la gente en los pueblos, pues esto es un anuncio sonoro de la llegada de la primavera.

   Los cucos, tras pasar el otoño y el invierno en el sur de África, hacen coincidir su regreso a España con el comienzo de esta estación, lo que supone que el invierno ya ha quedado atrás y que el florecimiento de las plantas, tras el descanso invernal, va a dar comienzo de forma inminente acorde a los ciclos de la naturaleza, como viene ocurriendo desde el principio de los tiempos.

    Estos pájaros, como el resto  de las aves migratorias, aprovechan su estancia en la península para criar, permaneciendo entre nosotros toda la primavera y la mayor parte del verano, regresando a sus cuarteles de invierno, a África, en agosto, o comienzos de septiembre los más rezagados.   En junio, con la llegada del verano, dejan de cantar y no porque se queden mudos por el aumento del calor, sino porque su canto, que es un reclamo de los machos para atraer a las hembras -cosas del ligoteo-, ya no es necesario, porque el periodo de celo y crianza ya ha acabado.

    A partir junio, como dejan de cantar, da la sensación de que han desaparecido, lo que podría hacernos  pensar que han adelantado su marcha pero eso no es así, pues, como indiqué anteriormente, se van  al final del verano, y aún siguen con nosotros. No los vemos, simplemente, porque son unas  aves muy reservadas y, cuando dejan de cantar, pasan totalmente desapercibidas ya que están siempre están emboscadas en las ramas de los árboles que en esta época del año se encuentran pletóricos de hojas, por lo que no es fácil apreciar la avifauna que se refugia en ellos.

    Una de las características más destacables de los cucos, es que son aves parásitas. Ellos, no elaboran, como otras aves, nidos para criar a sus polluelos, y tampoco los incuban. La hembra del cuco,   cuando necesita poner un huevo, localiza el nido de alguna pareja que está criando y empollando sus huevos, aprovecha uno de los ratos en que los propietarios del nido lo abandonan, se posa en el mismo en calidad de okupa, elimina uno de los huevos de la pareja titular y en su lugar pone el suyo,  abandonando después el "nido okupado"; así, cuando vuelven los "dueños legales" del nido , no se dan cuenta del cambio y siguen incubando los huevos, tanto los propios como el depositado por la cuca, convirtiéndose así en padres adoptivos del pollo de un cuco, sin saberlo.

  Cuando nacen los pollos, el del cuco suele ser mayor que los pollos auténticos, sin embargo, los padres adoptivos creen que es suyo –como ellos lo han empollado, piensan que, aunque ese hijo es un poco más raro de lo habitual, es suyo- 

    Los pájaros, cuando llega la época de criar, habitualmente se emparejan; construyen su nido; la hembra deposita en él sus huevos; los empollan y, cuando eclosionan los huevos y salen los pollos, los alimentan y protegen hasta que son capaces de volar y emanciparse, comportándose como “unos padres ejemplares”.

   En cambio, los cucos, como podemos ver, son unos auténticos vividores y la paternidad responsable no es una de sus virtudes. En el mismo territorio suelen coincidir una hembra y varios machos, no hay parejas establecidas, y ella “se relaciona” con unos y con otros – lo del poliamor, ese concepto nuevo, que algunos consideran tan actual, ya estaba inventado por los cucos desde hace  miles de años- 

   Además, tampoco construyen nido alguno  –¿para qué, dirá la cuca, si sus huevos se los empollan otros pájaros-

 Simbolismos y supersticiones en torno a los cuccos

   Los cucos, al ser unas aves tan conocidas, están presentes de manera notoria en el folklore en forma de canciones, supersticiones, refranes, historias y leyendas.

 

Si el cuco no viene, entre marzo y abril,

Es que el cuco se ha muerto, o ha llegado el fin

 

 ¿Quién no ha oído este refrán alguna vez?

 

En lo alto la cigüeña, en el nido está ya

A lo lejos el cuco, no deja de cucar

Y de noche a las ranas, se las oye croar


  Es el fragmento de una canción, una jota, concretamente, de Cerezal de Peñahorcada, en la que, curiosamente aparece el verbo cucar. En el diccionario, cucar existe con el significado de azuzar, incitar o estimular; pero no he encontrado nada que lo relaciona con el cuco (Si la RAE, continuamente, está admitiendo anglicismos; supongo que no debería tener inconveniente en admitir que, en Cerezal, el canto del cuco es cucar ¿no os parece?).

     Los cucos, con frecuencia, también se asocian con la locura; de hecho, la gente a veces emplea la palabra «cuco» para describir a una persona loca. A los cinéfilos supongo que esto debe recordarles la película “Alguien voló sobre el nido del cuco”, donde el actor Jack Nicholson, desempeña un magistral papel como protagonista.

   Otra de las curiosidades relacionadas con esta ave, son los relojes de cuco; aunque sigue habiéndolos, ya no son tan populares como hace años, donde eran numerosas las casas que presumían de tener uno de estos relojes.

Reloj de cuco (Wikipedia)

   Se trata de unos relojes de pared que tienen, además de las agujas o el mecanismo digital, una figura en forma de pájaro, con movimiento, que representa un cuco; éste, está habitualmente escondido tras una puerta, en el cuerpo del reloj, y, cada vez que le aguja grande recorre toda la esfera del reloj y llega a las doce, el pájaro sale de su escondite a la par que el reloj emite unos  sonidos que recuerdan los cuu-cus, coincidiendo el número de los sonidos con la hora que marca el reloj.

    Sobre el cuco, también existen algunas supersticiones de tipo adivinatorio; así, las chicas que no tenían novio, al llegar la primavera, al primer cuco que oían le preguntaban cuántos años quedaban para su boda. El número de veces seguidas que oían su canto, a continuación de la pregunta, coincidía con el número de años que restaban para la misma -si el cuco estaba inspirado en ese momento y cantaba muchas veces, seguro que la chica no quedaba demasiado contenta, pero le estaba bien empleado por fiar su futuro, nada menos que a un cuco-   

    También los recién casados que aún no tenían hijos, a veces utilizaban la misma técnica para saber el número de ellos que iban a tener, debiéndose llevar, algunas parejas, unos sustos tremendos -como desde que aparecieron los anticonceptivos, la gente ya no deja en manos del azar el número de hijos que desea tener, dudo mucho de que aún haya alguien que siga preguntándole al cuco sobre este particular-

  Aunque esta ave resulta simpática, ya que su presencia y sus cantos están asociados a la primavera, la época más bonita que nos proporciona la naturaleza a lo largo del año; también existen en él algunas connotaciones menos positivas, ya que el cuco es considerado un símbolo de fraude; decir de una persona que es muy cuca, implica que es muy astuta y se vale,  a menudo, de malas prácticas para obtener beneficio propio. Esta similitud, no debe extrañarnos demasiado a la vista de los hábitos de esta ave parásita, que elimina huevos de nidos ajenos, tirándolos al suelo e introduciendo en su lugar los suyos, engañando a otras aves para que estas empollen otras aves.

También se le asocia, frecuentemente, con el adulterio, algo que, si nos atenemos a la realidad, no es correcto. Tanto la cuca, como el cuco, no practican el adulterio, ellos no se inmiscuyen en las parejas ya establecidas, haciendo que un pájaro / a sea infiel a su “consorte”, ya que ni siquiera se emparejan entre ellos, sino que practican, como indiqué anteriormente, el “poliamor”. Aunque, tanto el cuco como la cuca, cada temporada suelen tener “varios novios/as”, no se lían con la pareja de nadie.

De todos modos, la relación del cuco con el adulterio sigue presente y los hombres, cuando escuchan cantar al cuco, a menudo bromean con ello; pero hay bromas que no gustan a nadie,  si uno le dice a otro que el cuco le está cantando a él, indirectamente, le está llamando cornudo, y la respuesta que suele dar el compañero es bastante previsible.

Aquella mañana del mes de abril, Boni y Fonsi caminaban juntos por un valle; era un magnífico día soleado, la temperatura era muy agradable y las expectativas de que ambos iban tener una buena jornada eran óptimas. Todo iba perfectamente, hasta que cantó un cuco.

-        Ya está el cuco por aquí y creo que te ha cantado a ti. Dijo Boni, que tenía ganas de broma.

   A Fonsi, no le gustó demasiado la broma y contestó:

     -        En todo caso te habrá cantado a ti…no te jode.

-        A mí, jamás me va a cantar el cuco.

-      ¿Jamás dices?  Nunca podemos estar seguros al 100% de nada. Ya lo dice el refrán: “Nunca digas de esta agua no beberé y este cura no es mi padre”.

-        ¿Estás insinuando, que mi mujer me la puede estar pegando?

-        No estoy dando a entender nada, sólo pretendo decirte que ninguno estamos totalmente a salvo.

-        Serás tú con tu mujer.

-        A mi mujer ni se te ocurra mencionarla, porque si no…

-        Porque si no…qué.

 

   Y llegaron el qué, el cual y el cómo. 


    Así es como había empezado el conflicto que había dado lugar a que ambos amigos acabaran en el cuartel de la guardia civil aquella mañana.

 

   Al ser Boni el primero en ser llevado por los guardias al cuartel, también fue el primero a quien el sargento tomó declaración. Una vez acabada la misma, mientras que el sargento le leía la transcripción de lo que había dicho, para ver si estaba de acuerdo;  el declarante apenas le prestaba  atención pues estaba sumido en sus pensamientos, meditando lo ocurrido.


-        ¿Estás de acuerdo?, dijo el sargento. ¡Si es así…firma aquí!

-        ¿Y qué pasa si la firmo?. Preguntó Boni.

-       La envío al juzgado, te avisarán de allí para que te ratifiques en la declaración y ya te dirán como se va desarrollar el proceso

-        O sea, que si firmo significa que estoy denunciando a mi amigo.

-        ¡Pues claro!, él te ha pegado ¿No acabas de decir eso?

-        Sí, pero yo también le he pegado a él; así que estamos en paz. Además, es mi amigo ¿Cómo voy a denunciarle? Yo no voy a firmar nada.

 

    El sargento quedó muy sorprendido al escuchar las palabras que acababa de oír. Tenía ante él a un hombre que una hora antes estaba enfadadísimo con otro paisano; ambos  se habían lanzado amenazas de todo tipo, se habían agredido físicamente y ahora, tras haberlo pensado fríamente, mientras hacía la declaración, había llegado a la conclusión de que una cosa era pelearse con él y otra denunciarle ante la justicia, algo que no estaba dispuesto a hacer porque, a pesar de todo, incluso de los golpes recibidos, seguía considerando que era su amigo.  


     - Ahí fuera está Fonsi -advirtió el sargento- y le voy a tomar declaración también; si opina lo mismo que tú...pues se acabó. Si él tampoco firma la denuncia, como comprenderás, no voy enviar nada a ningún lado; pero tengo que tomarle declaración, así que no te vayas aún, después hablamos.

      Cuando salió Boni del despacho, vio a Fonsi sentado, vigilado por un guardia, esperando su       turno. Tenía algún apósito en la cara, tapando alguna herida, también hematomas y sintió un enorme       remordimiento al recordar que las heridas se las había ocasionado él. Fonsi, a su vez, le miró y  seguramente debió sentir la misma sensación.

        La declaración de Boni había durado cerca de una hora, pero la de Fonsi apenas cinco minutos. 

        Se  abrió la puerta del despacho, se  asomó el sargento y dijo:


-        ¡Boni, entra! 

        El sargento se sentó en la mesa, le hizo sentar al otro lado de la misma, junto a Fonsi y se  dirigió a los dos:

 -        Lo primero que quiero deciros, es que siento envidia de vosotros. No sabéis lo que me gustaría que mis amigos tuvieran un sentido de la amistad tan alto como el que los dos tenéis, ya que, a pesar de partiros la cara el uno al otro, insistís en que seguís siendo amigos.

  -      ¡Mira Boni!, Fonsi tampoco te va a denunciar.

4 comentarios:

  1. Una historia que una vez que empiezas a leerla no puedes llegar a dejar de terminar, te atrapa, a la par instruye. Gracias estimado Jose amenazaste con la lectura de tu historia un momento de mi día. Un gran abrazo querido amigo

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    1. Cuando oigas a un cuco cantar, supongo que recordarás alguna cosa de las que aquí has leído, pero, sobre todo, quédate con la amistad. Un abrazo

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    1. Hola Manolo. Ya tenemos al cuco en nuestros campos desde hace varias semanas indicándonos que la vida sigue y los ciclos de la naturaleza se repiten como debe ser.. Vaya reportajes tan buenos que has hecho de tu pueblo. Enhorabuena.

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