Es curioso comprobar cómo algunas culturas, a pesar de estar separadas entre sí por miles de kilómetros, y sin haber sido contemporáneas en el tiempo, comparten algunas costumbres, como es el hecho de considerar, en sus credos particulares, que algunos pájaros
son sagrados.
Un ejemplo de ello lo encontramos en el antiguo Egipto, el de los faraones, en varios de sus jeroglíficos son fácilmente reconocibles aves como ibis y halcones que aparecen siempre asociadas a faraones y dioses; otro pueblo, los incas, en Sudamérica, consideraban al cóndor un pájaro sagrado; también los nativos norteamericanos guardaban la misma consideración hacia las águilas y aún podemos encontrar más pueblos que sentían especial veneración hacia algunas aves.
El hecho de considerar a los pájaros seres próximos a la divinidad viene de antiguo, de aquellos tiempos en los que en el
cielo estaban los dioses, en la tierra el hombre y no había posibilidad alguna de "acercamiento físico" entre ambos, pues la capacidad de volar sólo estaba al alcance de las aves.
Los antropólogos piensan que esta divinización de las aves obedece al hecho de que, antiguamente, eran los únicos seres de la creación capaces de levantar el vuelo y acercarse hasta el cielo, a la “morada de los dioses”. Vendrían a ser unos intermediaros entre el hombre y la divinidad.
Cuando se inventó la aviación y los humanos pudimos elevarnos en el aire a alturas muy superiores a los pájaros, este hecho ocasionó que alguno incluso llegara a perder la fe, pues resulta que, por mucha altura que tomen los aviones, hasta ahora nadie ha conseguido ver, ni siquiera de lejos, la morada de los dioses, salvo que el avión sufra un accidente. Cuando esto ocurre, los pobres pasajeros, sí que la ven de cerca, tan cerca...tan cerca...que muchos acaban allí para siempre, entre las estrellas.
No obstante, el invento de la aviación es relativamente reciente y, hasta entonces, los pájaros eran los únicos seres que tenían la capacidad de subir a las alturas, de ahí emana la creencia de considerarlos animales cercanos a la divinidad.
Hoy día, si en España nos pidieran que eligiésemos algún ave especial, seguramente encontraríamos diversas opiniones: imagino que algunos elegirían al pollo asado, otros se decantarían por otras aves como el pavo relleno, otros por la perdiz escabechada… Estos pájaros, aunque sean animales poco mitológicos, son sabrosos y nutritivos, y, cuando están bien cocinados, a algunas personas les oímos decir que están “divinos”, pero eso no significa que sean pájaros sagrados.
El pájaro sagrado que tenemos en España, nuestro pájaro sagrado, es la golondrina.
Recuerdo que, hace dos o tres años, una señora de mi pueblo estaba muy enfada con unas golondrinas; éstas se habían empeñado en fabricar un nido en su balcón y la mujer había emprendido su particular guerra con ellas, de modo que, todos los días, el trozo de nido que aquellas hacían sobre la pared, lo deshacía con la escoba intentando así que desistieran en su intento y buscaran otro lugar; pero las golondrinas no cesaban en su empeño y un día tras otro reemprendían la construcción del nido. Ella, a su vez, con su escoba, ese instrumento tan versátil que lo mismo
vale para barrer la casa, como para darle unos escobazos a alguien, o derribar nidos, volvía a estropear el trabajo realizado por las andorinas, nombre con el que también son conocidas estas aves.
El año anterior se había descuidado, habían anidado allí, y, al intentar destruir el nido, la vio la Guardia Civil y los agentes le comunicaron que, al ser aves protegidas, debía respetar el nido hasta que acabara la etapa de cría, pues si no tendrían que multarla.
La buena mujer, con resignación, tuvo que soportar a aquellas molestas vecinas y barrer a diario los excrementos y el barro que caían del nido, hasta que estas decidieron volver a sus cuarteles de invierno, Entonces, lo había quitado totalmente y cuando volvieron al año siguiente, no estaba dispuesta a que las andorinas okuparan nuevamente su balcón.
No sé si mi paisana había leído alguna vez a Bécquer, y conocía la famosa estrofa de uno de sus más conocidos sonetos: Volverán las oscuras
golondrinas // En tu balcón sus nidos a colgar //Y otra vez, con el ala en tus cristales // Jugando llamarán. Dudo mucho que ella encontrara algo poético en su épico enfrentamiento con las oscuras golondrinas, empeñadas en volver en su balcón los nidos a colgar.
En España, aunque tenemos dos especies de golondrinas, la Golondrina Común (hirundo rústica), y la Golondrina Daúrica (cecrópsis daúrica), cuando hablamos de golondrinas en términos genéricos, nos estamos refiriendo a la golondrina común; ya que, además de ser mucho más abundante que su hermana la daúrica, vive siempre próxima al hombre pues aprovecha las construcciones humanas para hacer sus nidos: como almacenes, establos, naves, graneros , puentes, chimeneas, las fachadas de las casas… siendo sus lugares predilectos los aleros de los tejados, lejos de posibles
depredadores.
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Las golondrinas tienen un cuerpo alargado, muy aerodinámico, perfecto para volar, y son fácilmente reconocibles. La frente y la
garganta son de color rojo, el dorso es negro, y la parte inferior de su cuerpo de color claro. Las plumas externas de las alas son alargadas y ello es
lo que le proporciona el aspecto tan ahorquillado de la cola,
cuando va volando
Al ser insectívoras, es muy común verlas volar a baja altura, a pocos metros del suelo o de la superficie del agua, realizando unos vuelos ágiles, casi acrobáticos, para atrapar insectos en el aire. Beben agua mientras sobrevuelan lagos, ríos, charcas o pantanos, y también se bañan, en pleno vuelo, dándose chapuzones en el agua.
Al tener que cazar sus nutrientes en el aire, necesitan espacio suficiente para volar y por ello su hábitat preferido es el campo
abierto con vegetación baja, como pastizales, prados, terrenos agrícolas y las calles de los pueblos con poco tráfico de coches, evitando áreas de vegetación alta, como los bosques, y zonas muy urbanizadas.
Es un ave migratoria y podemos verla por estas latitudes desde la segunda quincena de febrero o primera de marzo, aprovechando la estancia, entre nosotros, para la cría de los golondrinos, hasta finales de verano que es cuando se marcha a pasar el otoño y el invierno a África tropical y austral. Sus lugares de invernada van a ser siempre los mismos a lo largo de su vida, permaneciendo en ellos hasta el final del
invierno, entonces, cuando considera que ha llegado el momento, todos los años, también de forma continuada, regresa a su lugar de nacimiento. Así que ya sabéis, esas golondrinas que anidan en vuestras fachadas, corrales, cocheras y chimeneas, hay muchas posibilidades de que, tras volar miles de kilómetros, con una increíble capacidad de orientación, sin necesidad de mapa ni GPS alguno, sean las mismas que habían anidado o nacido allí el año anterior.
Cuando llegan a la península, los machos nacidos el año anterior, obviamente, aún no tienen pareja y suelen ocupar algún nido que esté vacío. Entonces, una vez que ya tienen “el pisito”, intentan atraer a las hembras volando en círculo, para indicarles “que son un buen partido”.
Éstas, por lo visto se sienten particularmente atraídas hacia los machos mejor formados, aquellos que tienen las colas más largas y simétricas -como
podemos ver, en este aspecto su comportamiento es similar a los humanos. Prefieren a los más guapos y valoran poco la belleza interior-.
Otras veces, fabrican un nido nuevo con bolitas de barro, demostrando que son unos arquitectos fabulosos ya que estas estructuras, que tienen forma de taza, quedan fuertemente adheridas a la pared que hayan elegido y son muy sólidas. Si no hay algún vecino/a que lo destruya, un nido puede durar muchos años, permaneciendo incólume al paso del tiempo, heredándolo los descendientes. Las golondrinas, pueden llegar a vivir más de 10 años, pero la gran mayoría de ellas no supera los cinco.
Las parejas que se han reproducido exitosamente, pueden convivir varios años y siempre vuelven al nido que dejaron el año anterior. Si se encuentran a algún okupa, como a ellas no les afecta la ley de la vivienda que padecemos los españoles, no se andan con pamplinas y lo
echan de allí a picotazos ahorrándose la necesidad de llamar a la policía ni de entablar eternos pleitos judiciales para poder echar al intruso y recuperar la propiedad, como nos ocurre a los ciudadanos de este país.
Cuando no encuentran su nido, porque el dueño de la fachada se lo ha tirado, como tienen mucha querencia por el lugar donde han nacido, hacen uno nuevo en el mismo lugar o en sus proximidades.
Algunos machos no llegan emparejarse, no sé si es debido a que son algo misóginos o un poco más feos de lo habitual - es posible
que el motivo sea porque la tienen corta… la cola, evidentemente- y con frecuencia se asocian con alguna pareja durante toda la temporada reproductiva - hacen las veces del tío solterón- ayudando en la construcción o reconstrucción del nido, en su defensa y hasta en la incubación de los huevos, pero no en la alimentación, esa ya solo es una tarea exclusiva de los padres, no del tito.
En su día a día, cuando no están atareadas en sus vuelos cazando insectos, o dedicadas al cuidado de los huevos o de las crías, es común verlas posadas en grupos, en los cables del teléfono, u otras estructuras, cantando. Sus cantos que no son especialmente melodiosos, se componen de largos gorjeos a modo de parloteo musical. La gente dice que las golondrinas no cantan, sino que hablan entre ellas.
La Sociedad Española de Ornitología (SEO), nombró a la golondrina común Ave del Año en 2014, y, según esa organización, en relación a los 10 años anteriores, había disminuido su población en nuestro país, alrededor de un 30%, por diferentes causas, entre las que se encuentran el uso de pesticidas en el campo, el abandono de los sistemas tradicionales agrarios y los depredadores. Estos últimos pueden ser gavilanes, azores, halcones, milanos negros… , así como los gatos, y, ¿ cómo
no?, el ser humano.
Las golondrinas son unos excelentes insecticidas naturales y esto, unido al hecho de que eran considerados pájaros sagrados, ha hecho que desde siempre hayan sido unas aves muy respetadas entre nosotros - En África, creo que no tanto-.
La leyenda dice que, cuando Jesucristo estaba en la cruz, un bando de golondrinas comunes intentó arrancar la corona de espinas de su cabeza para aliviar su sufrimiento, y, también que, el color rojizo de su cara es debido a que, en el intento, se mancharon con la sangre del Hijo de Dios, de ahí parte el hecho que sean consideradas aves sagradas y de que sus nidos deban ser respetados, aunque no esté la Guardia Civil por medio.
Nuestros mayores decían, con total convencimiento, que las golondrinas eran “Pájaros de Dios”, habiendo canciones tradicionales que se hacen eco de esta circunstancia.
El hecho de que hubiera uno o varios nidos de golondrina en una casa, era considerado signo de buena suerte; en cambio, cuando alguien llegaba a destruirlos, recibía el correspondiente castigo divino: las gallinas ponían menos huevos, las vacas lecheras comenzaban a dar menos leche, las ovejas parían menos crías…
Aunque la golondrina es considerada el pájaro sagrado por excelencia, entre los ornitólogos no hay un acuerdo general sobre este asunto, ya que algunos defienden que los pájaros que realmente estuvieron intentando quitarle a Jesús la corona de espinas no fueron golondrinas, sino jilgueros.
arcadenoe.org |
Estos bonitos y cantarines pájaros, con frecuencia se alimentan de semillas de cardos y están muy acostumbrados a posarse en estas
plantas, así que son expertos en “trabajar” entre espinas, ese es el argumento que esgrimen quienes afirman que fueron jilgueros y no golondrinas los que intentaron ayudar a Jesucristo. Además, también el color de su cara es de un color rojo intenso, tal como sucede con las golondrinas.
Post Data: Como esta última cuestión sigue abierta, estoy plenamente convencido que la señora de mi pueblo, aquella que con la escoba en ristre mantenía su particular guerra con las golondrinas, si tuviera que elegir un pájaro sagrado, se inclinaría por los jilgueros.
Saludos,
ResponderEliminar-Manolo-
Hola Manolo. Otra vez en la antesala de la Semana Santa y de nuevo sin la fiesta/feria de la piedra en tu pueblo. A ver cuándo se pasa un poco esto y podemos iniciar nuestras rutinas habituales. Un saludo
EliminarMuy ilustrativa y elocuente, esta historia de las golondrinas que anidan en tu casa y en la mia del pueblo. Sigue contándonos tus relatos tan entretenidos. Saludos
ResponderEliminarPues ya sabes. Si tienes uno o varios nidos de golondrina en tu casa, es signo de buena suerte. Un saludo
EliminarMuy ilustrativa y elocuente, esta historia de las golondrinas que anidan en tu casa y en la mia del pueblo. Sigue contándonos tus relatos tan entretenidos. Saludos
ResponderEliminarEs tan didáctico, ameno y divertido este tema de hoy sobre las golondrinas; un texto digno de presentarse a cualquier concurso literario, que he dejado en Noticias de nuestra página enlace a esta entrada para que nadie se pierda esta bonita y divertida lección que nos regalas.
ResponderEliminarNo difieren mucho las costumbres de las golondrinas entre Barrueco y La Zarza. Hasta más de uno o una derriba sus nidos en pro de una supuesta limpieza. No encuentro en nuestra página una bonita foto de una hilera de golondrinas en un cable y hablando entre sí. Seguiré buscando. Era una viñeta de humor.
Lo de siempre y como siempre: Que si galgos o podencos o si fueron golondrinas o jilgueros.
¡Ah! Perdiz escabecha de mi mujer; que aunque no sagrada, sí divina.
-Manolo-
Un artículo muy curioso, entretenido e ilustrativo.
ResponderEliminarQuedamos a la espera de alguno más.
Me alegro que te guste. Un saludo
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