Este animal, últimamente, está de actualidad en nuestra comarca ya que, tras haber desaparecido de la provincia de Salamanca durante 60-70 años, ha vuelto a aparecer por estos pagos atacando rebaños de ovejas, con la consiguiente desesperación de los dueños debido a las pérdidas económicas que ello ocasiona. La realidad es que, durante siglos, el lobo siempre había convivido con nosotros y su presencia en nuestros campos no supone ninguna novedad; simplemente, asistimos a un reencuentro con el animal que se comió a Caperucita y a su abuelita.
Como en todo conflicto es aconsejable conocer “al enemigo”, creo que es bueno saber cómo es el lobo, así como “su vida y milagros”.
El lobo (Canis Lupus), es un animal salvaje que pertenece a la especie de los mamíferos. Su aspecto, como ocurre con las personas, puede variar de unos ejemplares a otros; debido a estas diferencias, podemos decir que no hay dos lobos iguales. La altura de un lobo adulto, a la altura del hombro, oscila entre los 60 y los 80 centímetros, su peso varía entre 30 y 50 kilos, y la longitud, medida desde el hocico hasta el extremo distal de la cola, puede estar entre 1,3 a 1,8 metros.
El color del pelo no es monocromático, suele presentar una mezcla de colores cuyas tonalidades varían entre blanco, gris, rojo, marrón y negro; a medida que envejecen va adquiriendo un matiz grisáceo y es que, tal como ocurre con las personas, la edad tampoco les sienta bien -vamos que también encanecen-
Hay perros con pelaje muy similar a los lobos, así que, para distinguirlos de ellos, hay que fijarse en otros datos anatómicos como la mayor longitud de las patas, el color amarillo de los ojos y el hocico que es más grande y estrecho que el de los perros.
Es un carnívoro depredador que se alimenta, básicamente, de las presas que caza: grandes y pequeños herbívoros: corzos, muflones, ciervos, jabalíes, conejos…, así como, de roedores, aves y otros pequeños animales.
Si esto acabara aquí, todo iría muy bien; el problema es que también le “inca el diente” a las ovejas y cabras domésticas.
Puede sobrevivir hasta 2 semanas sin probar bocado, pero cuando el hambre aprieta, cosa que ocurre a menudo, si no encuentra nada que cazar, es “poco exquisito” y no duda en compartir con las aves carroñeras restos de animales que han muerto de forma natural o por accidente, incluso, en condiciones extremas, pueden llegar a comerse a otro lobo más débil que ande por allí, ya que las muestras de canibalismo entre lobos no son una rareza -Tomas Hobbes, un filósofo inglés, cuando decía que “el hombre es un lobo para el hombre”, debió inspirarse en esta propiedad lobuna- .
Están perfectamente adaptados para cazar, tanto de día como de noche, gracias a un agudísimo sentido del olfato y a una visión perfectamente adaptada para ver sus presas con nitidez, incluso en plena noche; a todo lo anterior, hay que sumar una excelente capacidad motora, siendo capaces de recorrer varios kilómetros trotando a una velocidad de 10 km/h; además, en un momento determinado, cuando persiguen una presa, pueden alcanzar velocidades punta de 65 km/h.
Son animales muy sociales que viven en grupos perfectamente estructurados: las manadas, y, además son muy territoriales. Cada manada ocupa una extensión de terreno que oscila entre los 100 y los 200 kilómetros cuadrados, recorren constantemente el territorio en busca de presas, llegando a cubrir a diario distancias de hasta 25 km/ día, y evitan en lo posible invadir el territorio de otras manadas. Cuando esto ocurre, los lobos que están asentados en el territorio invadido no usan precisamente la diplomacia para indicarles amablemente a los forasteros que se vayan por donde han venido, sino que los atacan con ferocidad - Como podemos ver, la hospitalidad no es una de sus virtudes -
Aunque la mayoría de los lobos viven en manadas, existe un pequeño porcentaje de la población lobuna, un 10% aproximadamente, que no se integra en grupo alguno y prefieren vivir solos, son lobos solitarios que vendrían a ser los “inadaptados sociales” de la especie.
elobservador.comuyos |
Cada manada está formada por una pareja reproductora constituida por un macho dominante (macho alfa) y una hembra beta -aquí las lobas feministas aún no han conseguido imponer su bandera- y los hijos de las camadas anteriores, existiendo en ellas una estricta jerarquía social. Al frente de cada manada está el macho alfa, que es quien toma la iniciativa en la caza, ejerce de guía en los desplazamientos, vela por la seguridad del grupo y será siempre el primero en comer. No tolera que ningún otro miembro de la manada se alimente antes que él, haciéndolo a continuación, o a la vez, su compañera, la hembra beta.
Aunque el número de lobos que componen una manada puede ser muy variable, en general, cada una de ellas no suele superar los 6-7 ejemplares.
Es admirable ver cómo se desarrolla la convivencia de los lobos dentro de la manada, observándose en la misma una serie de comportamientos que no cabría esperar en unos animales salvajes, llamando poderosamente la atención la calidad de las relaciones lobunas que, en algunos aspectos, llega incluso a superar los estereotipos que cabe esperar en las relaciones humanas.
Un hecho destacable, en la pareja reproductora, es la fidelidad que guardan entre sí sus dos componentes. Un perro se aparea con una perra y “si te he visto no me acuerdo”, ahí acaba la relación; incluso, si encuentra otra perra en celo, también “se lía” con ella, quedando todo el proceso de embarazo, parto y crianza de la prole en manos exclusivamente de la “mamá perra”, ya que del padre nunca se volvió a saber; en cambio, las parejas de lobos son estables y suelen permanecer unidas “para siempre”, para lo bueno y para lo malo, tal como hacen las parejas humanas bien avenidas, y los dos, tanto el padre como la madre, se implican en la crianza de sus cachorros.
Cuando una pareja de lobos inicia una relación y se aparea, permanecerán juntos en la misma manada durante toda la vida (Los lobos, si llegan a viejos, pueden vivir de 6 a 8 años).
Si buscamos alguna razón especial que motive el que la pareja reproductora de cada manada permanezca junta a lo largo de los años, la verdad es que no se sabe por qué; del mismo modo, tampoco se sabe con exactitud en que aspectos se fija un lobo para elegir a una determinada loba como pareja, ya que la belleza, la simpatía y una buena situación económica, algo que valoran mucho hombres y mujeres, carecen de sentido para los ellos.
Un macho alfa sólo se reproducirá con otra loba diferente a su pareja oficial, en el caso de que ésta haya muerto o haya desaparecido. Como podemos ver, son animales muy fieles, bastante más que muchos humanos - nunca va a ponerle los cuernos el uno al otro-.
Mantener la misma pareja, durante toda la vida, no resulta sencillo para los lobos -ni para las personas- y por ello, esta relación lobuna deben trabajársela mucho.
Una de las “virtudes” de la hembra beta es que tiene muy “mala leche”, especialmente con las otras hembras de la manada, mostrándose siempre muy agresiva con ellas; esta actitud de hostilidad las estresa mucho y causa en ellas la inhibición del celo, de modo que no sienten necesidad, ni deseos, de buscar un novio para poder ***** -Consejo para los hombres: hay que tomar nota de los lobos y procurar no estresar a vuestras parejas si queréis que estas sean receptivas para ****-.
El macho alfa, a su vez, cuando se inicia la época de celo de la pareja, empieza a ser muy cariñoso con ella mostrándole constantemente su afecto a través de diversos gestos -segundo consejo, también para los hombres: sed atentos y cariñosos con la pareja ayuda mucho a conseguir que ésta acepte *****-
En cada grupo de lobos, solo la pareja reproductora puede aparearse y procrear, mientras que el resto de los lobos deben mantenerse castos y puros, cosa que no es tan sencilla. Este voto de castidad involuntario origina que haya mucha tensión en las manadas durante las épocas de celo, ya que el resto de los lobos -los que no la catan- se mueren de envidia al ver cómo el macho alfa y la hembra beta se dedican a sus quehaceres amorosos mientras que ellos deben guardar contención y abstinencia, esto hace que se sienten impulsados a buscar pareja.
Los lobos jóvenes, ya maduros, cuando quieren reproducirse, deben buscarse la vida fuera de su manada de nacimiento, abandonándola para buscar novia y un territorio propio.
Estos “jóvenes” que se emancipan de la manada, pueden viajar a grandes distancias debiendo evitar aquellos territorios ya ocupados por otros lobos, como ya se indicó anteriormente. Si un intruso llega a “una propiedad privada”, aunque sólo sea con la intención de buscar novia, no es bien recibido y tiene muchas probabilidades de ser matado por la manada propietaria del lugar -los lobos tendrán otros muchos problemas, pero los líos que tenemos en este país con los okupas es algo desconocido para ellos-
Una nueva manada se forma cuando un lobo ya adulto deja su grupo y encuentra una pareja y un territorio que esté libre, creando allí “un nuevo hogar”.
Otra de las características de los lobos es que, cuando alguno de los integrantes de la manada, tiene alguna enfermedad grave que le limita mucho, o está malherido por alguna trampa o por haber sido alcanzado por algún cazador, normalmente es matado por el resto de los compañeros -como podemos ver, son partidarios de la eutanasia-.
Las parejas reproductoras sólo tienen una camada de cachorros al año. El apareamiento tiene lugar a comienzos de año, entre enero y abril, y la loba, tras dos meses de embarazo, pare una media de seis cachorros que van a ser amamantados por la madre durante el primer mes; el padre, a su vez, ejerciendo una paternidad responsable, alimenta a la hembra durante este periodo.
Los lobeznos aún van a permanecer en la guarida durante varios meses y, durante ese tiempo, todos los miembros de la manada, que son los hermanos mayores, además de los padres, cuidan de los pequeños -La madre loba puede ir a trabajas (cazar) y salir libremente de la guarida sin tener la necesidad de pagar guardería ni buscarse canguro alguno para que le cuiden los “niños”-
Antiguamente, los lobos eran abundantes y se distribuían, prácticamente, por todo el mundo: Europa, Asia, Norteamérica y África, pero, en la actualidad, ocupan una zona muy inferior al que antes era su territorio. Respecto a la población de lobos, existe una amplia variabilidad dependiendo de las distintas regiones del planeta donde habitan, ya que, mientras en algunos países la cantidad de ejemplares es abundante como es el caso de Rusia, China y algún otro país asiático, en otros su número se ha reducido drásticamente encontrándose la especie en peligro de extinción.
En España tenemos el lobo ibérico (Canis Lupus Signatus), aunque es catalogado por algunos zoólogos, como una subespecie endémica de la Península Ibérica, no todos lo reconocen como tal, y su situación podríamos catalogarla como intermedia, ya que ni es abundante ni está al borde de la extinción.
A comienzos del siglo XX, en nuestro país, a pesar de que el lobo era considerado una alimaña y los ayuntamientos incluso pagaban primas a quienes los cazaban, era abundante y se distribuía por la práctica totalidad de la península; pero, a partir de entonces, inició una fuerte regresión, debido a la fuerte persecución que sufrían, y su número se redujo drásticamente llegando a su mínima expresión a mediados del siglo, sobre todo en las décadas de 1960 y 1970.
En esa época, el gobierno estableció una normativa que prohibía su caza directa, así como la colocación de trampas y venenos en el campo y, gracias a ello, su número volvió a incrementarse.
Un estudio realizado en 1990, para evaluar la situación del lobo en España, indicaba que por aquellas fechas existían en nuestro país entre 1500 y 2000 lobos, localizándose el 90% de la población en el cuadrante noroccidental del país: Galicia, noroeste de Castilla y León, y sur de Asturias y Cantabria (En Portugal, es la zona norte del país donde se concentra su población lobera y hemos de considerarla la misma que la nuestra. No tiene sentido alguno hablar de lobos lusos y españoles, ellos no entienden de fronteras).
Además, en la mitad sur de España, se localizaban dos núcleos aislados, uno en Extremadura, concretamente en la Sierra de San Pedro, y otro en Andalucía, en Sierra Morena
Desde entonces, la evolución del lobo en la Península ha sido dispar, mientras que las poblaciones al norte del Duero se han mantenido relativamente estables, en Extremadura y Andalucía el lobo ha desaparecido.
En los comienzos del presente siglo, gracias a los trabajos de protección del lobo ibérico, este animal, tras largos años de permanecer confinado -una palabra que ahora está de plena actualidad- en el norte de la península, un día, “solo o con ayuda de otros”, decidido cruzar el Duero hacia el sur, y desde hace varios años se han localizado ejemplares en Salamanca, Ávila, Segovia, norte de la comunidad de Madrid y en Guadalajara.
Los más optimistas también hablan del avistamiento de algunos ejemplares en Sierra Morena y las sierras del norte de Extremadura, pero creo que esto, simplemente, obedece más a los deseos de algunos que a la realidad.
Saludos,
ResponderEliminar-Manolo-
Hoy tocaba el lobo, un viejo conocido que creo que también, en su día, hizo de las suyas en La Zarza. Un saludo y que el coronavirus pase de largo
EliminarMagnífica lección sobre el lobo en esta tu entrada, que no sé por qué en su día no enlacé directamente, como era mi intención, para que los seguidores de La Zarza virtual, no se la perdieran. Observo que no lo hice, no sé por qué motivo. Nunca es tarde.
ResponderEliminarLeída tu entrada me queda la duda: Entre los lobos y los humanos, ¿quién es más lobo de los dos?
Cuánto aprendemos con tu blog, vuestros blogs.
Gracias.
-Manolo-
Hola Manolo.
ResponderEliminarViendo el comportamiento de algunas personas, la verdad es que uno llega a la conclusión de que la respuesta que planteas no es nada fácil.
Un saludo