Un cura chico, como el propio nombre indica,
es un señor que es cura y además de baja estatura; la gente de “antes”, en los
pueblos, tan amiga de poner apodos a sus convecinos, muchas veces utilizaba las
características físicas de las persona con este fin: El Rubio, Manos Grandes,
El Orejotas, El Bizco, El Gordo… eran nombres empleados para nombrar a algunas
personas, motes que a veces no se limitaban a un individuo concreto, sino que alcanzaban
a sus allegados e incluso llegaban a ser heredados, constituyéndose, en muchas
ocasiones, auténticas sagas con ellos: La mujer de Muchohombre (éste es que
tenía muchos hijos), la hija de la Guapa, el nieto del Rompebragas, etc.
Si buscamos una posible justificación al
empleo de estos apodos, la encontramos en la excesiva concentración de personas
que compartían el mismo nombre. No era raro que en un pueblo de 500 habitantes
hubiera treinta Manolos, otros tantos Josés, veinticinco Franciscos, veinte
Juanes… lo cual hacía sumamente difícil localizar a una persona concreta sólo
por su nombre de pila, de ahí que fuera preciso añadir algún otro “dato
identificativo” a cada una de ellas para distinguirla de los demás: Manolo el
de “la Nati”, Manolo “el zapatero de la plaza”, Manolo “El Carbonero”, Manolo
“el de Saldeana”…Esto ya es otra cosa ¿verdad?. Gracias a estos calificativos,
todos los manolos estaban perfectamente identificados, tal como sucedía con el
resto de los hombres y mujeres de cada lugar.
En el nuestro, por esa época, teníamos dos; un
párroco, que actuaba como “jefe del negocio” y un coadjutor que vendría a ser
el “pringao de turno”. Si el primero era el que oficiaba la misa mayor del
domingo, a las once de la mañana, el segundo decía la de las ocho de la mañana
del lunes y cosas así. Además, el coadjutor se encargaba de echar una mano a
los curas de los pueblos próximos cuando en ellos sólo había un titular y este
se ausentaba por alguna circunstancia.
En aquella época, en nuestra comarca, aún no
había carreteras asfaltadas, como ahora, sino caminos de tierra para unir los distintos
pueblos, apenas circulaban coches y la gente para desplazarse de un pueblo a
otro lo hacía con vehículos de tracción animal: carruajes, a lomos de alguna
caballería, o bien caminando -hoy día, hacer caminatas por el campo es considerada
una actividad deportiva conocida como senderismo. ¿Quién le iba a decir a nuestros
antepasados, obligados a veces a realizar largas caminatas campestres por
necesidad, que esto acabaría convirtiéndose en una actividad lúdica? -
En aquellos tiempos, la profesión de
sacerdote estaba muy bien considerada y la buena gente de ese pueblo lo acogió
de forma exquisita, sobre todo las mujeres; éstas, con frecuencia, tras los
oficios religiosos, se quedaban a hablar con él y le obsequiaban invitándole en
sus casas a tomar una copa y unos dulces, e incluso, si se terciaba, también a
comer; así que nuestro cura, cada vez que iba a El Milano lo hacía encantado
pues pasaba de ser un cura segundón en su lugar de origen, a ser la primera autoridad religiosa de este otro pueblo -y
la única- . Los lugareños le trataban tan bien que, si no fuera una falta
de respeto al Sumo Hacedor, podría decirse que cada vez que iba a este pueblo
de adopción se sentía “como Dios”.
De todas las mujeres, había una que le acogió
especialmente bien, tan bien…tan bien que la cosa acabó en ******** -que
cada uno se imagine lo que quiera-; ella estaba casada y se daba la
circunstancia de que uno de sus hijos era monaguillo y ayudaba al sacerdote en
la misa.
El domingo siguiente, cuando llegó el Cura Chico en su caballo, desde Barrueco, a decir la misa, el alcalde estaba esperándole en la puerta de la iglesia y le puso al corriente del asunto:
- ¡El marido de la Alejandrina!
Respondió éste mirándole fijamente a los ojos, para ver su reacción.
Resulta que la Alejandrina era “la amiga especial” del cura, así que al oír las palabras de su interlocutor
no pudo disimular algo de fastidio, a la par que le embargó una duda. ¿El alcalde, se había dirigido a él porque, simplemente, en aquellos momentos era la autoridad religiosa del lugar y por tanto la persona idónea para solucionar los problemas de la grey? ¿O porque era “amigo” de la Alejandrina y quería que, aprovechando esta “amistad”, influyera en ella para que hablara con el marido y éste accediera a liberar la res secuestrada?
De uno u otro modo,
comprendió que, si el alcalde se había dirigido a él para intentar solucionar
el secuestro de la vaca, “por las buenas”, no tenía argumentos para poder
negarse, así que aceptó el encargo.
Aquel día, antes de comenzar
la misa, el cura habló a solas con el monaguillo, el hijo de “la amiga” y le
dijo:
- Cuando yo acabe el sermón y
te avise, subes al púlpito y recitas la siguiente:
La vaca galana
la del cura del lugar
Desde hace unos días
está encerrada en mi corral.
Una vez que acabó la misa, cuando volvió el monaguillo a casa, le contó a su madre lo ocurrido y esta se enfadó mucho por la denuncia pública de la que había sido objeto la familia, desde el púlpito, durante la misa, y le dijo a su hijo:
- ¡Mira! Lo de la vaca es
verdad. Está en el corral, la ordeñamos todos los días y nos quedamos con la
leche; al fin y al cabo, don ****, el cura de aquí no está y al Cura Chico,
como vive en otro pueblo, no le hace falta alguna, así que no la vamos a soltar
todavía. El próximo domingo, le dices que te deje subir al púlpito otra vez,
pero entonces tienes que decir:
El Cura Chico
duerme con mi madre
la danza va a ser
si se entera mi padre.
Vaya, vaya con el cura Chico. Y vaya con la Alejandrina.
ResponderEliminarComo siempre, tus historias y cómo las cuentas, nos divierten; nos haces pasar un buen rato; además contribuyes a que estas historias no se pierdan con el paso de los años.
Tu aclaración sobre el porqué de los motes, es cierta. Yo soy Manolo en La Zarza, para diferenciarme de mi padre Manuel. También el “Meco chico” (mote de mi padre), o Manolo el de la Lorenza (mi madre); pero últimamente, como dije en mi pregón de las fiestas de San Lorenzo 2012, soy Manolo el de la página. Y añadía, que si mi madre viviera y oyera eso de Manolo el de la página, se preguntaría quién sería esa tal Página, que dice que mi Manolo es suyo, etc.
Aclarar que el mote de mi padre: “Meco” le vino porque cuando era pequeñito le curaron o repararon un diente. Y al preguntarle: ¿Quién te lo hizo? – El meco. (por el médico). Y así le quedó asignado. Luego al pasar de los años, los hijos, éramos los hijos del “Meco”. Y se dio el caso que, mi padre ya mayor, uno de mis hermanos, que tuvo taxi en el pueblo, lo conocían por todas partes y pueblos como el “Meco” heredando el apodo, arrebatándoselo al titular. Es cierto que la mayoría de motes son despectivos y/o peyorativos y prueba de ello es que yo al inicio de la página quise recopilarlos y relacionarlos, prometiendo que cuando recibiera al menos cinco, por parte de los familiares de los titulares del mote, iniciaría y publicaría la lista. Aunque algún familiar sí estaba de acuerdo en publicar, otro no lo estaba. Nunca llegué a esos cinco. Nunca publiqué nada. Años más tarde llegó un zarceño con las mismas intenciones, lo intentamos de nuevo; pero con el mismo resultado negativo.
He visto el pregón que hiciste en San Lorenzo 2012. Estuviste genial.
EliminarUn saludo
Bueno, una chapucilla más de las mías; pero que a la mayoría de zarceños les gustan. El vídeo, montado después, se acerca bastante a lo que fue la presentación en power-point y en pantalla grande.
EliminarMe alegro que te guste el cuento del cura Chico, que como aclaro, existió realmente y al que se le atribuían amores con una mujer de El Milano, otra cosa es que fueran reales o no.
ResponderEliminarRespecto a los apodos, es como dices, se heredaban casi siempre. Por cierto al "Meco", el taxista de La Zarza, yo sí le conocí siendo niño; tenía mucha relación con mi padre que también era del gremio. Un saludo
Siendo del gremio, claro que se conocían todos los de los pueblos cercanos. Se veían y juntaban en Viti y/o Salamanca. Mi hermano José, taxista, el "Meco", vive en La Zarza. Todavía, en un viejo Patrol, todoterreno, nos lleva por los campos de La Zarza para ver tal o cual paraje. 84 años.
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