Curanderos: entre la ciencia y la magia
La salud es el bien más importante que
tenemos los humanos, un regalo que nos presta la naturaleza; pero somos tan
tontos que, hasta que no nos falta, no sabemos apreciarla en su justo valor.
Schopenhauer, decía muy acertadamente: “La
salud no lo es todo, pero sin salud, lo demás es nada”, y es que estar
enfermo nos condiciona negativamente para todo.
Las enfermedades, al ser algo inherente al
hombre, han estado presentes en su vida desde el principio de los tiempos;
también ha sufrido, a lo largo de su existencia, todo tipo de accidentes (cazar mamuts debió ser una profesión de alto
riesgo), por ello, desde siempre, ha tenido la necesidad de buscar remedio a
sus males.
En los albores de la humanidad, el concepto
que el hombre primitivo tenía de enfermedad era muy diferente al que ahora tenemos.
En aquellos tiempos, muchos de los hechos o fenómenos que ocurrían a su
alrededor, o le sucedían a él mismo, escapaban a su comprensión y, al no
encontrar una clara explicación ante lo mismos, vivía plenamente convencido de
la existencia de unas fuerzas
sobrenaturales que lo controlaban todo; por ello, cuando sobrevenía alguna
enfermedad, pensaba que los dioses estaban irritados con él y, para recuperar
la salud perdida, debía contentarlos con la ayuda de los sacerdotes (o sus
equivalentes). Éstos, mediante plegarias e invocaciones, se dirigían a la
correspondiente divinidad con la pretensión de que el enfermo sanase. Era un acto
de auténtica magia ya que, utilizando únicamente la palabra, pretendían curar
al enfermo (menos mal que entonces no existía un servicio de atención al
usuario, para presentar las correspondientes reclamaciones, porque si no…).
Estos son los antecedentes más remotos de la
medicina: la “medicina mágica”.
En épocas posteriores, el hombre descubrió que
en la naturaleza había productos, casi siempre de origen vegetal, que aliviaban
las enfermedades, y comenzó a usarlos con este fin. Habían nacido los sanadores.
Éstos, que a lo largo del tiempo, en cada cultura, han recibido distintos
nombres: druidas
, chamanes, hechiceros, brujos, etc; en España fueron (y son)
llamados curanderos, sanadores o sabios
y, durante siglos, incluso milenios, han sido los encargados de aliviar las
enfermedades del paisanaje. Este tipo de actividad se encuadra dentro de lo que se conoce como medicina tradicional.
Druida Panoramix |
Hasta bien avanzada la segunda mitad del
siglo pasado, especialmente en las zonas rurales, era frecuente acudir al
curandero. Entonces, en los pueblos pequeños no había médico -igual que sucede
ahora- y cuando aparecía algún problema de salud, primero se intentaba solucionarlo,
en el propio domicilio, con remedios caseros, y¸ si con ellos no era posible
curar el proceso, antes de ir al médico era frecuente que la gente acudiera a algún
curandero próximo.
Los sanadores
tradicionales solían ser hombres y mujeres de condición humilde que vivían en
el medio rural y conocían las propiedades terapéuticas de las plantas. Sus conocimientos los adquirían generalmente, por parte de alguno de sus ascendientes, padres o abuelos, que
también habían sido curanderos; o bien, a través de la propia experiencia.
Los remedios naturales que aplicaban:
infusiones, lociones, emplastos... solían elaborarlos ellos mismos, y
las fórmulas, generalmente, eran secretas.
Había curanderos que sólo trataban algunas enfermedades concretas; otros eran expertos
en solucionar problemas musculo esqueléticos: dolores articulares y musculares,
luxaciones e incluso fracturas, para lo cual poseían una gran habilidad manual,
y, por último, estaban “los grandes
curanderos", aquellos que eran capaces de tratarlo casi todo, tanto
enfermedades del cuerpo como del espíritu.
En
muchas ocasiones, además de la aplicación de los tratamientos,
realizaban rezos e invocaciones buscando
la ayuda de los espíritus benignos, y posteriormente, de Dios o de algún santo.
Como podemos ver, empleaban productos naturales pero seguían usando la magia.
Estas personas, que durante siglos aliviaron
los males de la gente, cuando apenas había médicos, con el desarrollo de la medicina actual fueron
perdiendo terreno ante la misma y su número disminuyó considerablemente, pero nunca
han llegado a desaparecer.
Actualmente, tenemos una medicina científica donde los
diagnósticos y tratamientos que se utilizan están respaldados por
investigaciones suficientemente contrastadas; una medicina moderna que permite
tratar, eficazmente, casi todas las enfermedades; pero, a pesar de los grandes avances que ha experimentado
en los últimos tiempos, aún queda un
gran número de cosas por hacer.
Mucha gente vive con el convencimiento de
que la medicina actual puede solucionarlo todo, y esto, desgraciadamente, no es así; aún
hay enfermedades que no pueden curarse. Ante estos “fracasos” de la medicina, algunas
personas llegan a perder la confianza en los médicos y, a pesar de vivir en pleno
siglo XXI, deciden acudir a los
curanderos… no están dispuestos a renunciar a la magia. Esto es lo que hizo
decir al psiquiatra Thomas Szasz: “Antes,
cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia
con la medicina; ahora, que la religión es débil y la ciencia fuerte, el hombre
confunde la medicina con la magia”.
Entre los sanadores actuales, existe un
nutrido grupo de ellos, auténticos charlatanes, que a través de Internet, sin
pudor alguno, se anuncian y, desde la distancia, te venden “energía positiva”
sin importar el lugar del planeta en que
te encuentres, prometiendo solucionar no sólo los problemas de salud, sino todo
tipo de dificultades; previo pago, eso sí (con la tarjeta de crédito
transfieres al “sanador” la cantidad establecida, y éste, sin saber quién es, cómo
es, ni en qué parte del mundo se
encuentra, te transfiere“la energía espiritual que necesitas”, para solucionar tu problema.
Muy diferentes eran aquellos curanderos tradicionales
que tuve ocasión de conocer personalmente, o por referencias, en la segunda
mitad del siglo XX. Muchos de ellos estaban convencidos de tener un don o una gracia que no solamente les permitía, sino que
además les obligaba a ayudar a los demás. No se anunciaban en ningún lado y
desempeñaban su trabajo de forma bastante altruista (con ellos no necesitabas tarjeta de crédito
alguna ya que no cobraban por sus servicios, sólo aceptaban lo que libremente
quisiera darle el paciente. Muchos, incluso rehusaban ser gratificados con
dinero, con una docena de huevos, o un chorizo, podías arreglar el asunto).
Alguno
puede preguntarse si los curanderos, realmente, curaban a alguien. Claro que curaban…pero no a todos. Algo similar ocurre con la medicina actual; por muy avanzada que
esté, no puede curarnos a todos.
Curiosa como siempre tu historia de hoy. Siempre que haya enfermedades, habrá curanderos, cuando la medicina científica no cura la última enfermedad. Pero es que siempre habrá una última enfermedad que traerá el fallecimiento, si no...
ResponderEliminar-Manolo-
Tienes razón, siempre habrá una última enfermedad, pero es mejor no saber cual es, ni cuando va a venir. Dicen que los romanos vivían como si se fueran a morir al día siguiente y, en cambio, hacían construcciones para vivir eternamente. Yo creo que no iban tan descaminados; hay que vivir lo mejor que se pueda ya que no sabemos si éste va ser nuestro último día y, a la vez, con el convencimiento de que somos inmortales (realmente lo somos hasta un rato antes de ...)
ResponderEliminarEl pasado fin de semana hablábamos en una reunión familiar de este tema y un señor de 90 años hablaba de un curandero que se dedicaba a los huesos y todo el mundo coincidía que tenía un don natural para colocarlos. También mi madre me hablaba de un curandero de su pueblo, Guadramiro, que también colocaba los huesos. Pero como bien dices también abundan los "listillos" como el curandero de Trabazos de Aliste que decía curar el cáncer bebiendo un agua que decía que él elaboraba. Ahora también hay charlatanes y sin ninguna duda tampoco la medicina actual e la panacea de todos los males.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los curanderos que trataban los esguinces, torceduras, luxaciones, dolores reumáticos...han perdido su función en beneficio de los médicos rehabilitadores y fisioterapeutas, pero aún sobrevive alguno que hace curanderismo con estos procesos. En un pueblo de Extremadura hay un hombre que, para tratar los dolores de espalda, le quema la oreja con un hierro al rojo a los pacientes.
ResponderEliminarYo una vez tuve que tratar a una de "las víctimas" pues encima, al pobre hombre, se le infectó la quemadura de la oreja. Un abrazo.
Jose trato de dejarte en tu blog , pero no encuentro la forma. Mi correo es angeliti11@yahoo.es
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