viernes, 3 de febrero de 2017

La fiesta de “Las Águedas”

 
      Santa Águeda nació en Catania, una ciudad de la isla de Sicilia (Italia), en el siglo III, cuando Roma aún era un imperio que se extendía por toda la cuenca mediterránea y gran parte de la Europa actual. En aquella época, los cristianos eran perseguidos a lo largo y ancho del imperio y resulta que ella era joven, muy bella, y cristiana.
   Quintiano, el gobernador de la isla,  cuando la conoció, se enamoró de ella y le pidió que fuera su esposa (o compañera o querida, este extremo no puedo precisarlo), exigiéndole, además, que abandonase la práctica del cristianismo; pero a Águeda debió gustarle poco el gobernador -debía ser muy feo- y, además, era una mujer de fuertes convicciones religiosas, así que no aceptó ninguna de las pretensiones de  Quintiano, y éste, muy irritado por no lograr sus propósitos, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los senos; de ahí que muchas imágenes de la Santa  aparezcan acompañadas con una bandeja en la que reposan unos  pechos cortados.
   Su martirio se cree que tuvo lugar en el año 251 y, cuando fue elevada a la categoría de santa, pasó a ser la patrona de Sicilia, siéndolo también de muchos pueblos de España.  Además, es considerada  protectora de las mujeres ya que recurren a ella cuando tienen algún mal en los pechos, o problemas con la lactancia.
   
   Dentro del santoral, encontramos a Santa Águeda el 5 de febrero, teniendo su fiesta un gran arraigo en muchos pueblos de Salamanca. Ese día, tiene un significado muy especial para las mujeres, las auténticas protagonistas de la fiesta, ya que le arrebatan la autoridad a los hombres tomando ellas el mando. Éste es el motivo por el que el festejo también es conocido como  “El día de las Águedas”. 
   La celebración de esta fiesta es bastante antigua y, aunque la forma en que se desarrollaba el festejo ha evolucionado mucho a lo largo del tiempo, aún sigue manteniendo la mayor parte su esencia.
   Hace unos 50 años, en muchos pueblos, la fiesta discurría así:
    
   La fiesta comenzaba a media mañana cuando algunas “Águedas” tocaban las campanas para convocar a las mujeres, juntándose éstas en la plaza, o en  casa de la alcaldesa -previamente al día de la fiesta, habían mantenido una reunión para elegir a esta última - después, ésta y su cohorte  de mujeres entraban en el ayuntamiento donde las esperaba el alcalde, que cedía el bastón de mando a la alcaldesa de ese día; tomando las mujeres, desde ese momento,  el mando a todos los efectos.
Águedas de Barruecopardo  (2011)
 A continuación iban a misa, teniendo lugar, después de la misma, un convite sólo para mujeres, a base de dulces y chocolate. Del género masculino, sólo acudían el cura y el tamborilero.  
  A mediodía había una comida, también exclusiva para mujeres, y, tras los postres, tomaban café y, algunas, incluso se atrevían con una copa. El alcohol, ya sabemos que quita la vergüenza y suelta la lengua; así que, tras tomarse los licores, cantaban y brindaban.
   Los brindis eran variados y muy graciosos, algunos relacionados con la eterna guerra entre hombres y mujeres, como el siguiente: “En caso de dudas, que seamos nosotras las viudas”. También era frecuente escuchar: “El mejor hombrito, huerfanito” (ni que decir tiene, que éste  iba dirigido a las suegras… y eso que algunas de las asistentes lo eran).
   Los hombres, ese día, estaban obligados a cuidar de los niños y atender las tareas de la casa
   Acabada la sobremesa, “Las Águedas” recorrían el pueblo invitando a todo el mundo al baile. En éste, eran las mujeres quienes sacaban a bailar a los hombres, estando éstos, inexcusablemente,   obligados a aceptar.  El dar calabazas ese día, a alguna mujer, ni se contemplaba como posibilidad. Si alguno se negaba a bailar, podía pasarle de todo: se metían con él, lo empujaban hasta el centro del baile entre varias y allí lo acorralaban obligándole a bailar. Si el muy necio aún seguía negándose, le daban “los Gallos” (para quien no lo sepa, el hecho de dar a un hombre los gallos  no consistía, precisamente, en regalarle al mismo una cesta con pollos, sino en agarrarle los testículos y darle unos tirones. Cada tirón era un gallo. Es fácil comprender por qué ningún varón se negaba ese día a bailar con cualquier mujer que lo solicitara).  
   También podía ocurrir que, cuando los hombres iban por la calle, alguna mujer, desde el  balcón, les tirara encima un jarro de agua, o ceniza, o harina, o…
   Las féminas recorrían las calles en grupo  y, si se cruzaban con algún hombre, éste procuraba rodear por otra calle; o bien, se daba la vuelta volviéndose por donde había venido, para evitarlas,  ya que le piropeaban, le pedían dinero, o le gastaban alguna gamberrada.
   Sólo eran motivo de broma los hombres adultos y los jóvenes, con los niños no se metían.  
   Imaginaos, en un pueblo pequeño, a varias docenas de mujeres juntas, con ganas de juerga y llenas de autoridad  ante los hombres. Evidentemente, tal fecha no era el lugar ideal para estos.   Aunque algunos preferían ir  a pasar el día a la ciudad, con cualquier excusa, para evitar las bromas de “las Águedas”,  la mayoría de ellos participaba de la fiesta y acudían al baile para que las mujeres los sacasen a bailar. Eso sí,  al desplazarse por las calles del pueblo caminaban por el centro de éstas, lejos de balcones y ventanas, para evitar  que les tirasen algo encima. 
   Una vez finalizado el baile, cuando acababa la fiesta, la alcaldesa devolvía el bastón al alcalde y éste, una vez recuperado el mando, siempre repetía las mismas palabras rituales:    
-   ¡Que lo celebremos de hoy en un año!

   Se trata de una fiesta muy divertida y, aunque no puede determinarse con certeza desde cuando se celebra, tenemos la referencia del año 251 como fecha del martirio; por lo tanto, lo que sí puede asegurarse es que la conmemoración del  mismo, obligatoriamente, tuvo que comenzar después de esa fecha.

  A mediados  del pasado siglo XX, salvo honrosas excepciones, la fiesta de las Águedas dejó de celebrarse en muchos lugares, permaneciendo en el olvido durante mucho tiempo. Afortunadamente, hace algunos años volvió a recuperarse y, hoy día, continua formando parte, del calendario festivo, en muchos pueblos salmantinos.

2 comentarios:

  1. Un grupo de mujeres, comidas y bebidas, además con el bastón de mando...¡JO! es para rodear o viajar para no encontrártelas de frente.
    Está bien que no se pierdan las tradiciones o que vuelvan a recuperarse, como es esta de "Las Aguedas". Los carnavales, en los pueblos, se han olvidado, por falta de juventud. Ahora, en estos tiempos, los carnavales podíamos decir que son los desfiles de peñas, o de disfraces, por ejemplo, en las fiestas patronales, cuando hay público de todas las edades. Las circunstancias hacen cambiar o adaptar ciertas costumbres y tradiciones a los tiempos que actuales.

    -Manolo-

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  2. La Fiesta de Las Águedas siempre ha sido algo controvertida. Antes, aquellas mujeres que las celebraban, eran criticadas por las que no lo hacían, porque las primeras, ese día, adoptaban papeles casi masculinos; en cambio, hoy día, son criticadas porque recuerdan una fiesta con "fuertes tintes machistas". Está visto que en cuestión de criticar a los demás, las cosas no han cambiado en absoluto.
    Respecto al asunto de los disfraces, tienes toda la razón. Antes sólo se disfrazaba la gente en carnaval, y ahora siempre que se presenta la ocasión: Fiestas, carreras populares, despedidas de soltero/a...
    Un saludo

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