Las beatas
En todos los
pueblos suele haber personas a quienes
les encanta acudir a todas las celebraciones religiosas que se le pongan por
delante: Misas, rosarios, procesiones, funerales, confesiones.... Cuando se trata de
misas, ya sean en día festivo o laborable,
por la mañana o por la tarde, por muy intempestiva que ésta sea la hora, allí están
ellas sin faltar ni una al culto; me refiero a ellas porque, todo hay que decirlo, casi la totalidad de
estas personas tan devotas son mujeres y pertenecen a un selecto grupo de
personas que, en muchos pueblos, son
conocidas por el resto del vecindario como
“las beatas”.
Si de verdad existe el cielo, evidentemente, ellas
ocuparan allí un lugar preferente pues para eso se lo han currado tanto (sobre
el asunto del cielo, tengo una duda. No sé si cuando uno está en ese lugar,
hay que seguir asistiendo o no a misa , si la respuesta es afirmativa, ¿quién
dice las misas allí?. En fin, ya lo veré cuando llegue la hora de irse para
allá, y que conste que no tengo prisa alguna. Prefiero seguir con la duda).
Una vez me
contaron este hecho que ocurrió un día, hace años, en un pueblo donde los curas del
arciprestazgo tenían una reunión. El arciprestazgo es una unidad administrativa, dentro de las diócesis,
que está integrado por varios pueblos. Las diócesis u obispados, cuya máxima
autoridad religiosa es un obispo, territorialmente, no se corresponden con las provincias;
así, en Salamanca, encontramos pueblos
que pertenecen a la diócesis de Ciudad Rodrigo, a la de Salamanca, y a la de
Plasencia (Cáceres). Cada diócesis está compuesta por distintos arciprestazgos, y cada uno de
ellos, a su vez, está integrado por
varios pueblos.
Bueno, pues
ese día se encontraba el cura del
pueblo en la sacristía y, al mirar el reloj, comprobó que faltaba ya poco rato para la reunión, así que decidió dejar lo que estaba haciendo para ir encontrarse con el resto de los compañeros. Salió de la sacristía y, tras cerrar la puerta de la misma, ya en el templo, vio que en los bancas delanteros había un grupo de mujeres.
Como tenía mucha prisa, debido a que la reunión era inminente, se quedó muy sorprendido pues no esperaba que hubiese nadie allí a esa hora; por lo que se dirigió a las parroquianas.
Como vimos la puerta abierta |
- ¿Qué hacéis aquí? Ya avisé el domingo que
hoy no hay misa.
- Sí, contestó una de ellas, lo sabemos; pero usted
dijo que podía confesar a quien lo necesitara y, como hemos
visto la puerta de la iglesia abierta, hemos entrado a confesarnos.
El sacerdote permaneció unos segundos sin saber qué hacer para poder salir airoso del lío, y de pronto - inspirado por la
necesidad del momento, no por el Espíritu Santo- , tuvo una idea.
- ¡Vamos a
ver! Hoy tengo algo de prisa pues, como ya sabéis, nos reunimos todos los
sacerdotes del arciprestazgo, así que no puedo confesaros a todas. Que se
queden sólo las que tengan pecados mortales, que con toda seguridad serán muy
pocas; a ellas, a
las que tengan pecados graves, sí
las confieso…no faltaría más. En cambio, las que tengan pecados veniales,
pueden venir mañana, un rato antes de misa, y las confieso entonces.
Las mujeres comenzaron
a mirarse unas a otras, valorando cada una de ellas la categoría de los pecados
que tenía que confesar, y una tomó la decisión de irse, abandonando el banco donde se encontraba; después lo hizo otra, a
continuación otra, y otra, y... Lo cierto es
que cada vez salían más deprisa, pues ninguna quería ser la última, y en menos
de un minuto no quedaba ninguna mujer en el templo.
¡Ja ja ja! Qué cura más ingenioso y ocurrente; con decisión casi salomónica acabó, solucionó al momento el problema de todas las beatas. Estoy mirando para la puerta de la iglesia, (entreabierta) a ver si las veo salir; pero habré llegado tarde pues imagino que han salido de estampida, como almas que lleva el diablo, ante la solución dada por el cura.
ResponderEliminarParece que desde que has puesto en tu blog la información del tiempo, en nuestra zona, la situación va a cambiar ya que anuncian lluvias, tan esperadas como necesarias; a ver si aciertas.
-Manolo-
Efectivamente, por por fin llueve de nuevo sobre campos y ciudades, lo cual es estupendo. Respecto a la anécdota del cura, la verdad es que el hombre fue muy ingenioso. El hecho ocurrió realmente; pero, aunque la foto corresponde a la portada de la iglesia de Barrueco, no fue aquí donde sucedió
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