lunes, 12 de agosto de 2024

Di siempre no

  Se dice que para mantener una buena conversación son necesarias al menos dos cosas; en primer lugar, tener algo que decir, lo cual es demasiado obvio, y en segundo lugar, saber emplear las palabras adecuadas, de ahí lo importante  que es poseer un buen dominio del lenguaje, algo que requiere, no solo, que el significado de las palabras que empleamos se corresponda con lo que queremos expresar, también el modo de emplearlas es igual de importante. 

   En este sentido, a veces encontramos gente muy brillante, con tal dominio del lenguaje, que son capaces de vender cubitos de hielo a un esquimal en invierno; mientras que en otras ocasiones nos hallamos ante personas con un uso tan pobre del mismo que, cuando mejor se les entiende, es cuando están calladas. 

  Los curas…los religiosos en general, suelen hacer un magnífico empleo de las palabras, algo que es inherente a la profesión. No olvidemos que, de uno u otro modo, su tarea consiste en transmitir ni más ni menos que la palabra de Dios. 

  Hace ya algún tiempo, cuando los sacerdotes no eran un bien escaso, como actualmente sucede, y existía un numero suficiente de ellos para atender todas las parroquias, había dos curas, en una diócesis “de cuyo nombre no me quiero acordar”, como decía Cervantes, que eran los párrocos de dos pueblos colindantes: Andurrial de Arriba y Andurrial de Abajo. 

   El párroco de Andurrial de Arriba, llevaba muchos años en aquel pueblo y por lo tanto podríamos considerarle un perro viejo;  perdón, cura viejo en el oficio; en cambio, el de Andurrial de Abajo era joven y nuevo en el oficio, ya que estaba recién salido de seminario y aquel era su primer destino. 

  Ambos tenían en común que eran muy fumadores y un día el párroco joven, el de Andurrial de Abajo, como los dos pueblos tan solo distaban entre sí cuatro kilómetros, dando un paseo, fue a ver al colega del otro pueblo. 
  Éste se puso muy contento al verle, le invitó a su casa  a tomar algo y sacó un paquete de ducados ofreciéndoselo al compañero para que cogiera un cigarro. Éste, muy complacido lo cogió en su mano, y  tras leer el consabido mensaje que llevaba impreso “fumar mata”, comentó: 

 - ¿Qué opinas de estos avisos escritos en los paquetes de cigarros?. 

 - La intención es asustar a la gente para que no fumemos, pero ¡cómo le vamos a hacer caso a estas cosas! Es peor lo que ocurre con el agua. 

 - ¿Pues pasa con el agua? 

 - Que si no la bebes, te mueres también. 

   Rieron los dos por la broma, comenzaron a fumar con deleite sus cigarros, ya que eso era algo que les encantaba  a ambos; disfrutando en silencio, durante unos momentos, cada uno con su cigarro y el cura joven comentó: 

 - En lo referente al tabaco… tengo una duda. En misa y durante el resto de las celebraciones, evidentemente, no fumo; pero cuando estoy solo a veces me pongo a rezar, me entran ganas de fumar y rezo y fumo a la vez ¿Tu crees que eso es pecado? 

 - Es una buena pregunta, respondió el colega. Yo también, cuando estoy solo, entre rezo y rezo, desde siempre, también fumo y no se me había ocurrido hasta ahora pensar si ello es pecado o no. En todo caso, si lo es, seguro que es venial. 
   Si tanto te preocupa esa duda, no veo que haya problema alguno; como los dos fumamos, nos confesamos mutuamente todos los meses, nos lo perdonamos el uno al otro y seguimos haciéndolo tan a gusto. No creo que debamos complicarnos la vida innecesariamente. 

  Somos sacerdotes y nuestra vida no voy a descubrirte ahora como es; tenemos voto de castidad, de pobreza y de obediencia... creo que ya es suficiente ¿no te parece? En la Biblia no dice nada a favor ni en contra de fumar o no fumar ducados; así que yo pienso seguir fumando y si hubiera algún inconveniente, Dios es bueno y sé que lo entenderá 

 - Pues yo no sé que decirte, respondió el cura joven, dando una profunda calada saboreando el momento. Viéndolo así, quizá tengas razón, pero no estoy tranquilo del todo. 

 - ¡Mira!, dijo el cura viejo. El miércoles de la semana próxima tenemos una reunión los curas del arciprestazgo con el obispo, podríamos preguntárselo a él. 

 - Pues sí, es una idea magnífica. Respondió el compañero. 

  Como el tiempo es algo que no se detiene – el día que el tiempo se detiene para una persona, no suele ser muy bueno para ella- , pasaron las horas y los días, llegó el miércoles de la semana siguiente, el de  había reunión de los curas del arciprestazgo con el obispo; allí estaban los párrocos de los dos Andurriales... de Arriba y de Abajo; en un momento determinado entró a hablar el cura joven con el prelado y, tras la conversación a solas que mantuvieron , salió muy enfadado. 
  Buscó al párroco de Andurrial de Arriba y éste le dijo: 

 - ¿Has preguntado al obispo la duda que tenías? 

 - Claro que he preguntado, le he dicho:  Mientras rezamos…¿podemos fumar? y sin dudarlo un momento, ha respondido que no. 

  Permanecieron un momento en silencio mirándose, sin poder disimular su disgusto por la mala noticia que aquello suponía para ambos, y el cura mayor al fin dio: 

 - Yo, como voy a entrar ahora a hablar con él, se lo voy a volver a preguntar. 

 - Te dirá lo mismo…¡qué otra cosa puedes esperar! 

  Una vez pasó el párroco de Andurrial de Arriba a hablar con el obispo, cuando salió de la entrevista, iba muy sonriente, buscó al compañero y le dijo: 

 - Todo arreglado, el obispo ha dicho que podemos fumar y rezar a la vez. 

 El compañero de Andurrial de Abajo, asombrado, comentó: 

 - No entiendo cómo puede haberte dicho eso, si a mi me dijo lo contrario. 

- Te lo explico ahora mismo y lo vas a entender rápidamente; he vuelto a hacerle la misma pregunta que tú y usando las mismas palabras, pero variando el orden. Mi pregunta ha sido: Mientras fumamos… ¿podemos rezar? No lo ha dudado un momento y ha dicho que sí.

                                                                      ---------------- 

  Lo anterior, es un viejo chascarrillo que a menudo se contaba en los seminarios y en los noviciados de algunas ordenes religiosas para enfatizar la importancia de la retórica a la hora de dirigirse a los demás, algo fundamental si consideramos que el instrumento de los clérigos para desarrollar su actividad es, fundamentalmente, la palabra.  
   Ejemplos de retórica, hacer un uso de las palabras, para convencer a los demás de algo o llevarles a tu terreno, hay muchos. 

Un ejemplo podría ser:

- Tienes lo que no has perdido .
- Sí.
- ¿Has perdido los cuernos?
- No
- Entonces, tienes cuernos


 También es un clásico, en este caso en el lenguaje escrito, el valor de la coma para cambiar el sentido de las frases, dependiendo del lugar donde la coloquemos. 
  Un ejemplo de ello podría ser:

 
* No me ha tocado la lotería primitiva. 
* No, me ha tocado la lotería primitiva.

 (Nota: De esta pareja de frases, yo preferiría la segunda, la de la coma ¿Y vosotros?) 

   También hay muchos cuentos que emplean los juegos de palabras, como sucede con el siguiente: 

  Hace muchos años, en la época medieval... la de los caballeros feudales que vivían en castillos; estos, a menudo iban a la guerra, estaban largas temporadas fuera de casa y dejaban a la mujer al cargo de la hacienda, siervos, etc. 

  Uno de ellos era el conde Beltrán y se había casado recientemente con Eleonor, una joven  doncella hija de otro noble. 
  A pesar de que entonces, muchas veces,  uno se casaba sin conocer siquiera a la novia, a través de los arreglos que hacían las familias de los futuros cónyuges  y su matrimonio había sido así, la suerte quiso que ella fuera bella y obediente, lo cual era una gran virtud entonces –me refiero a lo de obediente, aunque en los tiempos actuales, no estoy yo tan seguro de que eso sea una virtud-

  Como entonces había guerras con mucha frecuencia, “cada tercer día y a veces los del medio”, estalló una al poco tiempo de la boda, en aquel reino, y el rey llamó a sus vasallos, entre los que se encontraba el conde Beltrán, para hacer frente al enemigo; siendo la primera vez que dejaba a Eleonor sola en el castillo, entrándole unas dudas tremendas respecto a lo que pudiera pasar en su ausencia. 

 Pensó que, si la guerra se prolongada excesivamente, el grado de fidelidad de la esposa no era demasiado acusado y  ella encontraba una buena ocasión, podría caer en al tentación de engañarle con otro -como podemos ver, esas cosas que parecen tan actuales, ya sucedían también en el  medievo-. 

  El día antes de partir, el conde se dirigió a la esposa en estos términos.

 - Eleonor, mañana marcho para la guerra y posiblemente tarde en regresar; sabes que confío en ti plenamente y como en mi ausencia vas a ser la señora del castillo, tendrás que tratar con todo tipo de gente. Solo voy a pedirte una cosa, cuando hables con los hombres, te digan lo que te digan y te pidan lo que te pidan, debes responder siempre NO.

- Eso haré, prometió ella.

   Partió el conde al día siguiente, con su mesnada, para ponerse a las ordenes del rey y la casualidad quiso que  a los pocos días un guapo y joven trovador acertase a pasar por el castillo. 
   Actuó ante los moradores del mismo, cuando vio a Eleonor quedó prendado de su belleza; ella, al verle, también le gustó el mozo y cuando el trovador tuvo ocasión preguntó: 

 - No he visto al señor de castillo, ¿está el conde? 

 - No, respondió ella.

  Encantado al saber la respuesta y ver el campo abierto para sus pretensiones, continuó preguntando

 - Es estupendo que no esté ¿quieres que me quede contigo, para hacerte compañía? 

 Ella internamente, deseaba decirle que sí, pero recordando la promesa que había hecho al marido, respondió nuevamente:

  - No. 

  El trovador, a pesar de la negativa de Eleonor, no apreciaba desdén alguno en sus respuestas; veía que ella le observaba muy sonriente y no entendía lo que allí sucedía, ya que la actitud de ella no iba acorde con sus respuestas, hasta que ella le aclaró. 

 - Cuando el conde marchó a la guerra, le prometí decir no a todo lo que me propusieran. 

  Una vez supo el trovador a que se debía tanta negativa, comprendió que, si pretendía prosperar en su acercamiento hacia Eleonor, debía relaborar sus preguntas.

 - Ya es de noche y en el bosque hay lobos ¿Quieres que salga del castillo y me ataquen? 

 - No. 

 - ¿Quieres que esté lejos de ti? 

 - No. 

 - ¿Va a estar cerrada la puerta de tu cuarto esta noche? 

 - No. 

 - ¿Si me acerco a la puerta, prefieres que no entre? -

- No.

  Así fue como el trovador consiguió entrar en el cuarto de Eleonor aquella noche y ella,  a su vez, pudo mantener la palabra dada al conde.

6 comentarios:

  1. Me reafirmo, mantengo mi postura y te insisto...porfa recopila y publica en un libro. Gracias como siempre por tu tesón y buen hacer

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    1. Gracias por tu sugerencia pero escribir un libro es algo muy serio y no me siento motivado para ello. Un abrazo.

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  2. Como siempre muy interesantes y divertidas las historias que nos cuentas.
    Está claro:
    ¿Se puede fumar cuando sea reza?... NO
    ¿Se puede rezar mientas se fuma?... SÍ

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    1. Creo que con la escasez de curas que tenemos, hoy el obispo, con tal de tenerlos contentos y que no tuvieran tentaciones de dejarlo, les hubiera dicho: - Haced lo que os de la gana.

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  3. Entretenida, amena y didáctica la historieta de los curas. Yo no hubiese tenido problema alguno, porque no practico ni lo uno ni lo otro.

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    1. Me alegro que te guste. Yo tampoco hubiera tenido problema alguno.

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