La relación que mantienen el hombre y el
cerdo se remonta, en Europa, a varios milenios atrás, cuando nuestros antepasados lograron
domesticar a este pariente del jabalí; una relación que dura hasta hoy, en la
que el puerco siempre ha llevado la peor parte.
No sabemos, con certeza, a partir de qué época
el cerdo pasó a ser un animal domestico; algunos estiman que esto pudo ocurrir hace más de 6000 años; lo que sí sabemos
es que los celtas, hace unos 3000 años, ya andaban por aquí, y que la carne de cerdo
formaba parte de su dieta habitual.
Hoy día, la existencia de la cadena de frío, y la rapidez de los
transportes, permite conservar los alimentos durante mucho tiempo y
transportarlos a grandes distancias sin que se estropeen; gracias a ello,
incluso en los lugares más apartados, disponemos, a lo largo de todo el año,
de los más diversos productos : carne,
pescado, vegetales… , tanto frescos como congelados; pero, hasta mediados del
siglo pasado, las comunicaciones eran bastante malas - en nuestra comarca, en particular, podríamos catalogarlas de pésimas -
, y la cadena de frío era prácticamente inexistente; por ello, la posibilidad de transportar
productos frescos a los pueblos y almacenarlos, para poder consumirlos más
tarde, era una opción inexistente. Este hecho condicionó que, en el medio
rural, a lo largo de los siglos, la alimentación se basara en una economía de
auto abastecimiento: los alimentos que se consumían en cada lugar, eran los que
se producían allí mismo.
Las familias sembraban cereales y elaboraban
su propio pan; del huerto obtenían
patatas, verduras, legumbres, fruta…; de
las vacas, cabras y ovejas obtenían leche, con la cual elaboraban quesos; las
gallinas proporcionaban los huevos...
Comer pescado fresco, al estar lejos de la costa, no estaba a nuestro alcance y, por lo tanto,
el que consumíamos debía estar procesado para permitir su conservación a largo
plazo: bacalao en salazón, chicharros o palometas en escabeche, que
llegaban envasados en barriles de
madera, sardinas en lata…
En cuanto a la carne, comíamos pollo, cordero, cabrito, ternera y animales de caza; pero sólo podían
ser consumidos en fresco y en ocasiones
muy concretas; ya que, al no haber congeladores y neveras, no podían conservarse
más allá de uno o dos días.
Esta imposibilidad de conservar la carne,
para un ulterior consumo, fue el motivo por el que, a lo largo del tiempo, la
principal fuente de proteínas animales con que se alimentaron nuestros antepasados, hasta no hace mucho
tiempo, fuera básicamente la carne de
cerdo, que era consumida por las familias, durante todo el año, casi a diario,
con el cocido y/o en forma de embutidos,
jamón…
El hecho de que la carne del puerco
(marrano, cochino, cerdo, guarro, gocho…)
haya sido uno de los pilares básicos
de nuestra dieta, hasta fechas relativamente recientes, no obedece a la casualidad; se ha debido a la suma de dos circunstancias : a) el
marrano es un animal fácil de alimentar -come
de todo-, y b) su carne, una vez procesada en forma de chorizos, salchichones,
morcillas, jamones, lomos, tocino, panceta, manto…permite su conservación , sin
necesidad de frío, a lo largo
de todo el año.
jamonibericodeguijuelo.es |
Hemos de agradecer a este orondo animal, el
haber sido nuestra principal fuente de proteínas animales durante siglos,
cuando no milenios. Esto es lo que le hizo decir a Gregorio Marañón que “la carne de cerdo ha salvado más vidas que la penicilina”, y no le
falta razón.
El poder disponer de carne de cerdo, durante
todo el año, tenía una importancia económica enorme en las familias rurales.
Éstas, al llegar la primavera, adquirían uno o más lechones, dependiendo de lo
numerosa que fuera la prole, que eran cebados en cuadras hasta bien avanzado
el otoño, cuando empezaban a ser sacrificados.
El periodo de las matanzas domiciliarias,
generalmente, duraba hasta finales de
enero para hacerlas coincidir con la época más fría del año; ya que éste es el ambiente más favorable para
el procesado de la carne.
Aquellos que tenemos cierta edad, aún
recordamos cómo muchas mañanas invernales, al
amanecer, éramos despertados por los fuertes chillidos que emitían los
cerdos mientras eran sacrificados ,en los tajos o banquetas, a
manos del matarife; un acto con el que daba inicio el ritual de las matanzas
domiciliarias, que tan comunes eran entonces. Mas no es mi intención comentar
aquí los pormenores del sacrificio del cerdo, sino recordar una serie de
tradiciones y ritos extraños, que se
realizaban, o transcurrían en torno a las matanzas.
Entre estas costumbres o actos, un tanto singulares, encontramos ritos mágicos, dirigidos
a los dioses o espíritus benignos,
para que protegieran los productos derivados de la matanza y evitar que
éstos se estropearan, supersticiones, y "otras prácticas" que, a pesar
de ser fruto, exclusivamente, de la condición humana, curiosamente, a veces, se nos antojan aún más
raras que las anteriores.
Tras este largo preámbulo, paso a recordar algunas de estas
costumbres, esotéricas y no
esotéricas, que se realizaban, o transcurrían, en torno a la matanza del cerdo
a) Época del año para hacer matanza
Yo, cuando
era niño, no entendía muy bien por qué había que matar a los cerdos en pleno
invierno ya que, durante esos días,
pasábamos un frío tremendo realizando las labores propias de la matanza. Me resultaba extraño que se
eligieran unas fechas tan hostiles, climáticamente hablando.
Cuando lo pregunté, alguien me lo explicó y llegué a
la conclusión de que obedecía al sentido común y tenía poco de esotérico.
El hecho de
que se sacrifiquen los cerdos en la época más fría del año (finales de otoño y comienzo del invierno) es debido a que un
ambiente frío es el ideal para conservar y procesar la carne; por ello,
antes, cuando aún no existía la cadena de frío, era necesario hacer
coincidir la matanza con la época más gélida del año.
Además de
conservar la carne, otro elemento a favor para hacer la matanza en esta época
es que, a estas alturas del año, gracias al frío, habían desaparecido casi
todos los insectos, especialmente las moscas de la carne y similares, que pueden malograr la chacina (esto antes era así, cuando los inviernos
eran largos y fríos y no asistíamos a un cambio
climático tan marcado, como al que tenemos actualmente).
Otro hecho a favor de matar los cerdos, a
estas alturas del año, es que las labores otoñales de siembra ya habían
finalizado y la gente disponía de más tiempo para estos menesteres.
b) Elección del día de la semana para hacer la
matanza
Una costumbre muy arraigada, era evitar hacer la
matanza en martes o en domingo.
Evitar matar el cerdo en domingo
tiene una clara influencia
religiosa; para los cristianos, el
domingo es el “Día del Señor” y hay descansar; es día de vestirse de fiesta e
ir a misa a cumplir con el precepto. Luego, o se mataban los cerdos, o se iba a
misa. Esa era la cuestión.
Antes, cuando vivíamos con la constante amenaza de
ir de patitas al infierno, si éramos malos, uno de los “signos externos de
maldad”, desde el punto de vista religioso, era, precisamente, laborar los
domingos y fiestas de guardar; por ello, no estaba bien visto trabajar ese día
de la semana -si Dios descansó el
domingo, nosotros, pobres mortales, estábamos "obligados" a hacerlo
también- .
En los pueblos, algunos curas se enfadaban mucho con
aquellos que decidían hacer la matanza
en domingo; y también con quienes segaban, araban, sembraban,
trillaban… éste día de la semana (Debían
pasarse casi todo el año enfadados, ya que muchas de las labores del campo no permiten el descanso dominical)
Evitar
hacerlo los martes. Esto obedece a la superstición. En nuestra cultura, mucha gente siempre ha
considerado que el martes es el peor día de la semana, ya que es “cuando más
desgracias ocurren”; por ello, no es recomendable emprender ningún negocio o empresa importante
este día.
La carne del
cerdo, como tenía una importancia económica
vital en las familias rurales; muchas de ellas, para no correr riesgos innecesarios, evitaban hacer
la matanza este día de la semana. Ya lo dice el refrán: “el martes, ni te cases
ni te embarques” -versión de las zonas costeras-. “El martes, ni te cases, ni
mates”-versión de las tierras de interior-.
Existen
varias teorías que intentan justificar la superstición de que el martes es un
día aciago, (sobre todo si cae en 13).
Algunos consideraban que, al ser un día consagrado a Marte, el dios de
la guerra en la mitología romana, cualquier empresa que se emprendiera ese día
tenía pocas posibilidades de acabar pacíficamente.
Se decía, también, que los cristianos, en sus luchas
con moros y turcos, perdieron muchas batallas en martes (pero si echamos mano de los libros de historia, podemos comprobar que
también perdieron muchas batallas, en lunes, en miércoles, en viernes…).
c) Elegir el día de la matanza dependiendo de las
fases lunares
Otro aspecto, que también carece de una clara
explicación, es la elección de la fecha dependiendo de la fase en que se
encuentre la luna.
No hay un acuerdo unánime sobre este asunto ya que
unos recomiendan no matar en luna nueva y otros, en cambio, desaconsejan hacerlo en
luna vieja (luna llena).
Los que desaconsejan hacer la matanza en luna llena, afirman que si luz lunar incide
directamente sobre la carne, ésta se aluna y, a consecuencia de ello, mengua. Este efecto es muy dañino para los
embutidos pues, si una vez dentro de la
tripa, la carne encoge, el espacio que
queda libre es ocupado por aire aumentando así las posibilidades de que éstos
se estropeen y tengan mal sabor.
En cuanto a los jamones, ¿qué pensaríais si un jamón
de de 8 kg encoge y se os queda sólo en 4? -¡cualquiera
se arriesga a matar en luna llena! -
Quienes
defienden evitar hacerlo en luna
nueva, lo hacen basándose en que con la
oscuridad ambiental, los espíritus malignos están más activos -si ya de por sí
son malos, estas oscuras noches
invernales son peores aún- y
con ello aumentan las probabilidades de que estropeen la matanza (no comprendo, muy bien, la inquina que
muestran estos espíritus hacia la carne del cerdo, ni sus permanentes
intentos de estropearla, quién sabe si
son espíritus de personas que murieron por tener el colesterol alto, y lo que
pretenden, dañando la carne, es impedir que la comamos para evitar que nos suba
a nosotros ¡A ver si va a resultar que no son tan malos!
El hombre,
desde los tiempos más remotos, ha vivido en la creencia de que algunos hechos o aspectos, que afectan directamente a
las personas, o a su entorno, están condicionados por los ciclos lunares; así,
la abundancia de las cosechas
depende de la fase lunar en que se
realiza la siembra, algunas enfermedades
mentales, el color del pelo -los albinos ¿nacen? todos en fase de luna
llena-, el sexo de los hijos -se
decía que el que quiera tener una niña debe "encargarla” en cuarto
menguante, y si lo que desea es niño, debe
poner "manos a la obra" en cuarto creciente-
La realidad es que se han hecho estudios intentando
averiguar si las fases lunares ejercen algún tipo de influencia sobre estos
hechos y comportamientos y, en todos ellos, los resultados obtenidos han demostrado
la falta de veracidad de todas estas creencias.
De todos
modos, si alguno es supersticioso, y
tiene dudas respecto a la conveniencia de
hacer la matanza en luna nueva, o en luna llena, no tiene por qué complicarse la vida: puede hacerlo en el cuarto creciente, o en el menguante.
d) ¡Cuidado con
las mujeres si están con la menstruación!
Una creencia muy arraigada es la que afirma
que las mujeres, estando en esta fase de su ciclo, deben evitar manipular la carne de la matanza; ya que, si lo hacen,
existen muchas posibilidades de que se
estropee.
Al ser ellas, habitualmente, las encargadas
de adobar y amasar la carne, en artesas y barreños, para hacer los embutidos;
cuando se daba la circunstancia de que la dueña de la matanza estaba con la
menstruación, o se cambiaba la fecha para hacer la matanza, o tenía que invitar a algún familiar cercano,
del sexo femenino, que estuviera libre de “dicha circunstancia”, para
sustituirla en esta labor. También podían contratar a alguna matancera para que
fuese ella quien se encargara de adobar la carne -las matanceras eran mujeres a las que se les contrataba para ayudar en
las faenas de la matanza-
Es ésta, otra superstición más que no tiene
fundamento alguno, de la que encontramos referencias incluso en la Biblia. El
Levítico (15:19), habla de ello; también, la Ley de Moisés establecía determinadas
limitaciones a la mujer durante el periodo menstrual porque “estaba impura”
De todas formas, los cristianos de pro, en
ningún momento defienden ese extremo e indican que, con la aparición del
cristianismo, la Ley de Moisés fue abolida y no nos atañe en absoluto, también
defienden que ninguno de los libros del Nuevo Testamento refleja nada sobre la pureza o impureza de la mujer durante su período menstrual -si hay algún desconfiado que no se crea lo
del Nuevo Testamento, que lea los 27 libros que lo componen y después nos lo confirme-.
Los tiempos cambian y, como las costumbres
también evolucionan, hoy día, las mujeres afrontan, “este problema” de diversas
formas.
Algunas, haciendo caso omiso de esta absurda
superstición, intervienen en todas las
labores propias de la matanza y ésta sale estupenda.
Otras, en cambio, aceptan que la superstición
es real y aprovechan este argumento ante
su marido, o pareja, afirmando que, ya que ellos están libres de ciclos
menstruales, son las personas idóneas para ocuparse de preparar la carne para
embutirla. Ante este dilema, todos ellos declinan la invitación prefiriendo que
sigan siendo ellas las encargadas de realizar esta labor, alegando que
"otra superstición de mayor rango", no sabemos si con el apoyo o no
de La Biblia, afirma que los varones tienen absolutamente prohibido adobar la
carne pues, si lo hicieran, entonces sería cuando la matanza sí que correría un
serio peligro de no acabar bien.
e) La carne no podía estar expuesta a las
corrientes de aire
Cuando hace frío y llega un vientecillo
caliente y suave, conforta el cuerpo y
decimos que ha llegado "un ángel";
en cambio, cuando la corriente es de aire frío, lo que sentimos
es una sensación desagradable, un malestar; esto es debido a que,
con estas corrientes de aire frío quienes llegan, en vez de ser ángeles,
son espíritus malvados, y, si es día de matanza, a qué otra cosa pueden venir
sino a estropearla y fastidiar a los
dueños de los cerdos.
Durante los meses fríos, en las casas, si
las puertas y ventanas permanecen abiertas sólo pueden entrar corrientes de aire frío -que son las malas-; por ello, hay que mantener especial cuidado
para evitar exponer la carne del cerdo a las mismas.
Estamos ante otra superstición más, carente de
todo fundamento. Las corrientes de aire frío, si a alguna carne le sienta mal
es a la de los matanceros. A muchos les producen dolor de espalda, refriados, sabañones...
f) Hacer una cruz sobre las chichas adobadas
y un sahumerio en la entrada de la casa
En el anterior apartado se indicaba la
conveniencia de evitar las corrientes de aire frío porque traen los malos
espíritus; pero, en pleno invierno, ello es prácticamente imposible -si alguna
corriente entra desde la calle, sólo puede ser de aire frío-. Afortunadamente,
si a pesar de todos los esfuerzos, éstos espíritus malogradores de matanzas
consiguen entrar en los domicilios,
disponemos de “poderosas armas” para combatirlos.
Una medida de protección era dibujar con el dedo una cruz sobre las
chichas de la carne, una vez adobadas.
Este acto tiene una clara
influencia cristiana y "está muy justificado". Si desde la antigüedad
se le pedía a los espíritus benignos, y
otros dioses paganos, que protegieran la matanza; cómo no a hacerlo a nuestro
Dios, que es el bueno.
Otro acto, que se realizaba el día de la
matanza, por la noche, era hacer en la
entrada, o umbral de la casa, una pequeña hoguera, en un recipiente, a
modo de sahumerio, en la que se quemaban cosas que producían un humo muy denso y que
desprendían a la vez un olor pestilente, con el fin de ahuyentar a algún
posible espíritu que se hubiera colado en la casa con intenciones aviesas.
g) Arrojar
piedras y cacharros viejos en las puertas de las casas donde había matanza
Los días de matanza, al llegar la noche, amparándose en la
oscuridad para no ser reconocidos, los chavales del barrio tiraban piedras o
cacharros viejos contra la puerta de aquellas casas donde ese día hubieran sido
sacrificados los cerdos; un hecho que ocasionó más de un disgusto pues, antes,
la mayoría de las puertas tenían un batiente superior y otro inferior; el
superior, en ocasiones, estaba entreabierto y
los proyectiles acababan dentro del domicilio, alcanzando a alguno de
sus moradores.
Seguramente, algunos antropólogos pueden
considerar que este acto, en sus
inicios, también encerraba algo de magia, y que también tenía un fin
"protector". Del mismo modo que decimos “en boca cerrada no entran
moscas”; las piedras, contra la puerta,
era un modo de recordar a los dueños de la matanza que era necesario mantenerla
cerrada, para evitar que los espíritus entraran en estas casas; pues, si
permanecía abierta, no sabemos si los espíritus entrarían, pero, lo que sí
estaba asegurado es que las piedras
acababan dentro de la casa (los espíritus
serían imaginarios, pero las piedras era muy reales).
Como alternativa a la anterior teoría, la
que defiende que estropear las puertas a pedradas tenía un "fin
protector", existe otra explicación menos rebuscada que está relacionada,
nada menos que, con el “pecado nacional”: La envidia.
Durante los días de matanza, los dueños del
cerdo/s, en un plato, distribuían entre la familia, algunos vecinos y amigos, “El Presente”, unas cuantas tajadas del cerdo, para hacer
a todos ellos partícipes de la carne. Se trataba de regalos de ida y vuelta ya
que, cuando los destinatarios del este presente mataran sus cerdos, ellos, a su
vez, les harían también partícipes de
algunos productos de su matanza.
Aquellas familias que eran vecinas de los
matanceros, pero con las que no existían los suficientes lazos de amistad para
recibir estos regalos ; sus hijos vengaban la afrenta de no ser merecedores de
este obsequio, y, para hacer notar a los dueños de la matanza, que se habían
olvidado de algunos vecinos, con o sin
conocimiento de los padres, los muchachos salían a tirar piedras y cacharros
viejos contra las puertas de las familias que, habiendo matado aquel día, no
les habían obsequiado a ellos.
h) Bailar las morcillas
El primer día de la matanza, al llegar la
noche, una vez que decidían concluir las tareas, llegaba la hora de cenar; cena
a la que los dueños de la casa invitaban a aquellos familiares y amigos que les
habían ayudado en los muchos quehaceres que conllevaba esta primera jornada de trabajo.
Era un rato muy agradable. Un merecido
descanso tras realizar las múltiples faenas del día: cenando, rodeado de
amigos, al calor de la lumbre o del brasero, probando productos frescos del
cerdo, acompañándolo por buen vino de la tierra... era un momento feliz,
La felicidad, como estado de permanente de
bienestar, realmente no existe; a lo sumo, lo que encontramos en la vida son
momentos felices, y éste cumplía todos los criterios para ser uno de ellos.
Eran ratos propicios para la chanza y las
bromas; a medida que avanzaba la cena, la gente bebía más, se animaba más, y
esto casi siempre acababa con un baile: “El Baile de las Morcillas”.
Los asistentes cantaban una canción y alguien, generalmente, los dueños de la
matanza, debía iniciar la danza, continuando haciéndolo, después,
sucesivamente, el resto de los asistentes; tanto adultos como niños. No se
libraba nadie.
Siempre había alguno a quien no le gustaba bailar, que se hacía
el remolón, pero el resto de la gente se metía con
él y terminaba haciéndolo para evitar el
escarnio de los demás.
El baile, en sí, era una jota; la cantaban todos
los asistentes, acompañándose de instrumentos de percusión: cucharas,
tapaderas, botella de anís, y todo lo que se le ocurriera y tuvieran a mano, y
se bailaba individualmente, o por
parejas.
Las morcillas, generalmente, al finalizar el
primer día de la matanza, ya están hechas y, casi siempre, colgadas de la
chimenea o del techo de la cocina. Quizá, por eso se llame “Baile de las
Morcillas”, pues era un producto que, habitualmente, ya estaba totalmente
elaborado al final del primer día. El resto de la matanza, aunque ya
estuviera preparada, el procesado de la
misma continuaba a lo largo de los días sucesivos.
Este baile, en sus inicios, tenía un fin serio; se trataba de un
antiquísimo ritual de magia, anterior al cristianismo, con el que se pedía a algún dios pagano que
protegiese no sólo a las morcillas, sino a toda la matanza en general, para que
no se estropease en su largo proceso de curación.
Con el tiempo, fue perdiendo el sentido
mágico original, y, acabó convirtiéndose en una parte más del jolgorio ya que
la matanza, en esencia, era una
auténtica fiesta familiar.
(Aunque,
en los tiempos actuales, ya nadie piensa que haya que hacer rituales mágicos
para que los dioses protejan la matanza, la magia sigue existiendo. Ya me diréis,
si no es auténtica magia que un animal,
que ha vivido entre barro, paja y agua sucia,
y que ha comido todo lo que se le pone por
delante, nos proporcione unos productos tan exquisitos).
José: Vaya lección magistral que sobre la magia y esoterismo, llena de buen y agudo humor, nos regalas sobre las matanzas tradicionales del cerdo y más cocretamente en nuestras tierras. A los avanzados de edad (viejos), nos haces recordar cómo se celebraban en nuestro pueblo y algunas de sus costumbres. Mira por dónde sabemos ahora, por qué en La Zarza se iba a “tirar la teja” a la puerta de aquella casa o casas que estaban de matanza. Estar de matanza era motivo para no acudir ese o esos días a la escuela. –Pepito, preguntaba el maestro: Ayer no asististe a escuela- Es que estuve de matanza. (sic). Las rancheras, a cual más grande o más altas llegaban sus llamas a base de zarzales secos reunidos para la ocasión…¡Cuantas tradiciones, leyendas y ritos en torno a las matanzas!.
ResponderEliminarEste tema, como ya otros anteriores, forman parte en nuestro apartado fijo en la página desde los comienzos, que José Manuel Martín García nos envió en su día, con un resumen de la vida en nuestro pueblo en el último siglo. El apartado que me refiero es: “Nuestro mundo” con varios temas. En el dedicado a LA MATANZA, queda enlazado este texto, así como otros anteriores tuyos y de Félix Carreto sobre la matanza. Gracias a todos, por hacer cada vez más grande en contenidos nuestra güeb, que dicho sea de paso, acaba de cumplir el pasado día 22, los diecisiete años de su aparición en Internet. Así pues, hemos entrado en el año 18 de su permanencia en la red. La cantidad de información que hay en ella y vuestros blogs, es impresionante. Me doy cuenta cada vez que voy a algún apartado, ya olvidado, a ver o enlazar algo, como en este caso.
Dirección del apartado citado: http://www.zarzadepumareda.es/histor7.htm
Hola Manolo. Me alegra que esta entrada te haya traído recuerdos agradables. Para los que hemos cumplido los quince, hace ya bastante tiempo, todo esto lo vivimos en primera persona ya que, entonces, las matanzas eran algo habitual en nuestras casas,donde se hacían por pura necesidad. En cambio hoy, ya ves , son fiestas organizadas por los ayuntamientos para que quienes no las conocieron sepan de qué iba la cosa. Son matanzas descafeinadas, pero bueno, está bien que se celebren.
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