jueves, 25 de diciembre de 2025

El auténtico Papá Noel

 


   Las fiestas de navidad son unas celebraciones habitualmente muy alegres; las ciudades y pueblos iluminan plazas y calles, las familias se reúnen en Nochebuena alrededor de la mesa para comer ricas viandas; suenan villancicos por doquier; la televisión está empeñada en que todos desprendamos un olor estupendo anunciando innumerables anuncios de perfumes y colonias, etc.

  Aunque sean unas fiestas para todos, los grandes protagonistas de las mismas, sin duda alguna, son los niños, ellos son los grandes favorecidos. A algunos les visita Papá Noel la mañana de navidad para dejarles sus regalos; otros los reciben la mañana del 6 de enero, aunque en este caso los encargados de llevárselos es la competencia…los Reyes Magos, y aún existe un tercer grupo, cada vez más numeroso, que son aquellos que los reciben en las dos fechas.

  En cambio, los más desfavorecidos suelen ser los padres ya que, cuanto más encantados están los niños con los regalos de Reyes y Papá Noel, menos lo están ellos debido al precio de los juguetes.

  Indudablemente, las fiestas son alegres para la gran mayoría de las personas, pero existe un pequeño porcentaje de éstas, para quienes no lo son tanto, e incluso las viven con especial tristeza, en un claro contraste con los primeros. Se trata de los enfermos que, en estas fechas, permanecen ingresados en los hospitales debido a alguna enfermedad o una reciente operación.

  Si ya de por sí es penoso padecer una enfermedad que obliga a una persona estar ingresada en un hospital, lo es más aún cuando esto sucede en navidad, especialmente cuando se trata de un niño.

  Otra cosa es el caso de los médicos y resto del personal, tanto sanitario no sanitario que trabajan en los hospitales; a ellos, aunque tampoco es que les haga mucha gracia trabajar el día de Nochebuena o Navidad, eso es inherente a la profesión, y se lo toman (o al menos deberían tomarlo) con deportividad.

   A lo largo de mi vida profesional he trabajado en varios hospitales y todos los años, cuando llegan estas fechas, guardo un recuerdo especial de uno de ellos; se trata de un hospital comarcal bastante pequeño donde nos conocíamos todos.

  Un año estaba de guardia el Día de Navidad, en la planta de pediatría estaban ingresados todos los niños, tanto los pertenecientes a esa especialidad como al resto de los servicios, nosotros teníamos ingresado un niño a nuestro cargo y, al ir a verle a la planta de pediatría aquella mañana coincidió que, en aquel momento, se encontraba en ella un hombre vestido de Papá Noel.


  Había sólo cuatro niños ingresados y Papá Noel estaba en plena faena visitando las distintas habitaciones de cada uno de ellos; hablándoles,  diciéndoles que pronto iban a estar bien y “ponerse buenos” y además iba repartiendo juguetes. La verdad es que me gustó mucho la labor que estaba haciendo.

   Si hay niños que precisan mantener una ilusión, de forma especial, son aquellos que están hospitalizados en tales fechas.

   Como Papá Noel estaba en plena faena, decidí esperar a que acabase la misma y entré en el estar de enfermería, donde se encontraba la enfermera que trabajaba aquel día en el turno de mañana. Como yo no era un niño que creyese en la magia de la navidad y menos que la Consejería de Salud hubiese enviado a alguien a hacer la función de Papá Noel y regalar juguetes a los niños, le pregunté:

-       ¿De donde ha salido este hombre? ¿Ha tenido este año el ayuntamiento el detalle de mandar un Papá Noel para visitar a los niños?

 -    ¡El ayuntamiento…! ¡Pero qué dices! Al ayuntamiento le deben importar los niños ingresados lo mismo que tú y que yo; o sea... nada de nada (era evidente que aquella enfermera no confiaba mucho en las autoridades municipales).


Se trata de un particular -siguió diciendo-, un empresario de un pueblo de aquí al lado y ya es el tercer año que viene a visitar a los niños ingresados la mañana de navidad; les trae juguetes y encima buenos, no los compra en “los chinos”; todo sale de su bolsillo.

 

Es un tío genial, siguió alabándolo (todo el desprecio que sentía la enfermera hacia el ayuntamiento, se había convertido en admiración hablando de aquel hombre). Llama a la planta de pediatría el día antes para preguntar cuántos niños tenemos ingresados y calcular la cantidad de juguetes que tiene que comprar. La verdad es que es un hombre muy generoso.

   Las palabras de la enfermera me dejaron pensativo; desde que el mundo es mundo en él hay gente de todo tipo: mala, normal y excelente, y no había duda que aquel hombre pertenecía al último grupo.

   Como cada vez creo menos en las casualidades, pensé que debía existir algún motivo que impulsara  a aquel hombre a implicarse de tal modo en la tarea de comprar juguetes para repartirlos la mañana de navidad disfrazado de Papá Noel, entre los niños ingresados en aquel hospital de una forma tan altruista a lo largo de tres años; así que pregunté a la enfermera si sabía por qué obraba de aquel modo y ella me lo explicó con todo detalle:

 Se llama Joaquín y tiene dos hijos; hace cuatro años, por estas fechas, al pequeño lo teníamos ingresado; la mañana del 24, al hacer el pediatra la visita,  decidió que no estaba para darle el alta pues seguía un tratamiento intravenoso, necesitaba continuar con él, y por lo tanto debía seguir ingresado. Cuando le dijo la madre al hijo que no podían irse a casa, él comenzó a llorar desconsoladamente, diciéndole a la madre que se iba quedar sin juguetes el día de navidad porque como Papá Noel, como era mágico, sabía que no iba a estar en su casa sino en el hospital y que allí no iría a llevárselos. 

 Ella le consoló como pudo diciéndole que los niños, aunque estuvieran hospitalizados, también tendrían juguetes, pero el niño no la creía. 

 Cuando vino el padre a verles a media mañana y la madre le contó lo ocurrido, este aseguró al hijo que iba recibir juguetes del mismo modo que si hubiera estado en su casa, y que además, el mismísimo Papá Noel acudiría al hospital a dárselos personalmente, la mañana siguiente.

  La empresa que tiene -siguió contando la enfermera- es un bar restaurante, no vayas a creer que encima es un hombre rico; le conozco bien porque los dos somos del mismo pueblo. En el negocio trabajan él, la cocinera que es su mujer y dos camareros contratados.   

  Tras hablar con el hijo, llamó a los empleados por teléfono desde aquí, desde el hospital, les dijo que ese día cerraran el bar y que emplearan el tiempo en ir a comprar un traje de Papá Noel donde hiciera falta; nos preguntó cuántos niños, además del suyo, iban a permanecer ingresados; preguntó a sus padres qué deseaban que les trajese Papá Noel la mañana siguiente, porque iba a venir a visitarles el hospital, contándole sus planes y, aunque los padres quisieron colaborar económicamente, no lo aceptó. Insistió en que no iba a ser necesario porque Papá Noel era mágico, aunque la magia la puso él pagándolo todo… todo sea dicho. Así fue como Papá Noel, hace ya cuatro años, visitó por primera vez la planta de pediatría aquella mañana de navidad.

  En aquella ocasión fue uno de sus empleados quien hizo de Papá Noel, él no quiso porque su hijo hubiera reconocido su voz.

  Yo no estaba aquella mañana, siguió narrando la enfermera, todo esto lo contó la compañera que estuvo y nos dijo a las demás que fue muy emocionante ver la cara de asombro de los niños al ver como Papá Noel, en persona, les visitaba en la habitación del hospital repartiendo regalos.

 Cuando Papá Noel llegó a la habitación del hijo de Joaquín, le dijo el padre:

-       Ves cómo se ha cumplido lo que te prometí. Papá Noel sí viene a los hospitales a traer juguetes a los niños.

  La experiencia fue tan positiva que Joaquín, el año siguiente, decidió que los niños ingresados en pediatría, también iban a recibir también juguetes, como el año anterior, de manos de Papá Noel, y fue él quien se disfrazó para la ocasión. Éste ya es es el tercer año que él viene, porque el primero, repito que tuvo que hacerlo su empleado.

 Desde entonces, todas las mañanas del día de Navidad, cierra su negocio para que descansen los empleados y porque tiene una misión ese día: venir a la planta de pediatría a traer juguetes a los niños. ¡Ojalá existieran muchas personas como Joaquín! Exclamó la enfermera, sin poder disimular su  admiración por aquel hombre.

 -   Pues sí. No pude por menos de corroborar su opinión. Si hubiera muchas personas como él, el mundo sería muy diferente.

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