jueves, 21 de mayo de 2020

La tumba del apóstol Santiago




   Santiago de Compostela, tras Roma y Jerusalén, posiblemente sea, en el mundo occidental, el tercer centro en importancia de la cristiandad si nos atenemos al número de peregrinos que reciben cada año estas tres ciudades.
  Ir a Israel a recorrer los Santos Lugares (Belén, Jerusalén, Nazaret…) donde vivió y murió Jesús, para todo cristiano que se precie, debe ser una experiencia espiritual sublime difícil de olvidar; un sentimiento similar deben sentir, también, aquellos que acuden al Vaticano a ver al Papa, el máximo representante de Dios en la Tierra, ¿pero qué es lo que impulsa a centenares de miles de peregrinos, en pleno siglo XXI, ir a Compostela, cuando Santiago tan sólo era uno más de los doce apóstoles? Además, el mérito es doble si consideramos que la gran mayoría de ellos hacen la ruta hasta esa ciudad caminando.
   Los de Barrueco tienen sobradas razones para no ir en peregrinación a Compostela y yo,  como soy de este pueblo, tampoco he hecho nunca el Camino de Santiago, pero he tenido la oportunidad de hablar con bastante gente que sí lo ha hecho, unos en tu totalidad y otros tan sólo algunas etapas del mismo, y he podido apreciar que casi todos han vuelto encantados de esa experiencia.

  Al preguntarles sobre  las razones que les habían impulsado a ello, éstas resultaron ser muy diversas. En algunos predominaba el trasfondo religioso que hay en toda peregrinación, aunque estos eran los menos. El origen de las peregrinaciones, a los sitios de culto, surgieron en la Edad Media con el fin de ganar acciones para ir al cielo, pero hoy día esto ha pasado a un segundo plano y la gran mayoría de los peregrinos expone razones ajenas a la religión: convivir con unos amigos durante unos días a la par que hacen algunas etapas del camino de forma sana y saludable; pedir un novio/a al santo o intentar olvidar a un antiguo amor; hacer el Camino en solitario para tener una experiencia espiritual ajena a la religión, intentando encontrarse uno consigo mismo; tomarlo simplemente como una forma más de hacer turismo porque ir a Santiago de Compostela sigue estando de moda.,etc,etc. Lo cierto es que los motivos que llevan a la gente a seguir las rutas jacobeas son infinitos, tantos como las personas que las hacen.

   Curiosamente, si pedimos a estos peregrinos información sobre el personaje que dio origen a todo esto, casi todos muestran un alto grado de desconocimiento sobre el Apóstol y sus conocimientos  sobre el mismo se limitan a la información que ofrecen los folletos turísticos y poco más. La mayoría saben que se llamaba Santiago, que era un apóstol, que es el patrón de España, que el caballo blanco de Santiago era blanco y ahí acaba todo. Por eso creo que es bueno recordar, aunque sea someramente, algunos aspectos de su biografía.

  El Santiago del que hablamos, que dio origen y nombre a la ciudad de Santiago de Compostela, se llamaba Santiago Zebedeo, era pescador y fue uno de los apóstoles que convivieron con Jesucristo. De los doce, había dos que se llamaban Santiago y, para poder distinguirlos entre sí, uno de ellos es conocido como Santiago el Mayor, que era hermano de Juan, otro apóstol; mientras que el otro Santiago, que a su vez era hermano de Judas Tadeo - el judas bueno,que también era apóstol- es conocido como Santiago el Menor.

 No sé a qué es debida esta distinción, si uno era alto y otro bajo, o uno más viejo y el otro más joven, pero el caso es que así se les conoce. Por cierto, de los dos, el nuestro es Santiago el Mayor y también es conocido como Jacobo y Tiago.

    La tradición dice que, tras la muerte de Jesús, estuvo en España predicando una temporada, después volvió a Israel, y alrededor del año 40 de nuestra era, bajo el reinado de Herodes Agripa “perdió la cabeza”. Esto no quiere decir que nuestro apóstol se enamorara perdidamente de una mujer, ni que se volviera loco, simplemente, la perdió literalmente al ser decapitado -una forma algo exagerada que usaban entonces para curar la caspa- por orden de Herodes. Una vez muerto, sus discípulos, por lo que se ve, cogieron el cadáver del apóstol -cabeza incluida- y no sé cómo lo harían, ni qué camino siguieron -con los precios que tienen las funerarias, dudo mucho que fuera una de ellas quien se ocupara del traslado- pero el caso es que aparecieron en España, que entonces era una provincia romana, y lo enterraron en un sitio ignoto de la península donde permaneció “sin dar señales de vida” durante 800 años.

    Un día de verano, hace ya muchos años, allá en la verde Galicia, en la segunda quincena de julio, una noche se encontraba un pastor cuidando su ganado y de pronto vio que de la tierra salían “chispitas”; muy asustado, fue a avisar a las autoridades locales y les dijo ¡¡campustela!! ¡¡campustela!! (el buen hombre en su dialecto quería decir que en aquel campo había estrellas). Volvió al lugar con más gente, cavaron la tierra para intentar descubrir el origen de aquellas extrañas luces que surgían del suelo, y descubrieron que quien estaba allí enterrado era el ¡¡¡mismísimo apóstol Santiago!!!

   Lo que sucedió después de este hecho tan milagroso es fácil de imaginar: Si aquello era un “campo de estrellas y los restos enterrados allí eran los del apóstol Santiago, la autoridad competente decidió que aquel lugar debía llamarse, lógicamente, Santiago de Compostela.
  Así, de esta forma tan sencilla, contaba don Emiliano, mi maestro, a los alumnos, el origen de esta ciudad.

  ¿Hay algo real en todo ello? ¿Todo ello es sólo producto de la tradición?

   Estamos una vez más ante un hecho donde es difícil separar la ficción de la realidad. De todos modos, al menos un milagro sí que hubo y es fácil comprobarlo. Que el simple hecho de haber encontrado unos restos humanos haya sido el motivo para que en aquel lugar se haya construido una ciudad como Santiago de Compostela, que a pesar del tiempo transcurrido continúe siendo un centro de peregrinación de primer orden, que sea la capital autonómica de Galicia, que cuente con una gran universidad y una catedral que es una joya del barroco, y que tenga unos bares estupendos, no deja de ser un auténtico milagro. Pero volvamos a los orígenes.
 
   Tal como sucede con tantos acontecimientos históricos, aquí hay unos hechos que son reales y otros bastante discutibles; echando mano de unas fuentes de conocimiento tan solventes como “la Wikipedia”, pude enterarme de que, aunque la Virgen siempre ha tenido predilección por los pastores, a la hora de aparecerse a alguien, y aunque mi maestro nos había dicho que el protagonista del hallazgo también era un pastor, por lo visto este aspecto no está tan claro pues las crónicas de la época lo catalogan sólo como un eremita sin más, que se llamaba Pelayo, pero no aclaran suficientemente si guardaba o no ganado, lo cual es un dato muy importante a la hora de hablar de milagros; estas crónicas, además, hablan sólo de unas luces en un bosque sin más -como podemos ver, con unos datos tan poco precisos, es más verosímil la versión de don Emiliano, ya que él nos lo contaba todo con pelos y señales; además, vaya usted a saber quién escribió aquellas crónicas-

 El caso es que el tal Pelayo avisó a Teodomiro, un obispo que vivía en el pueblo de al lado, y cuando cavaron el lugar donde salían aquellas chispitas, no es que se encontraron el cuerpo del apóstol, allí estaban los restos de tres personas, por lo que la teoría del Santo que llevaba allí enterrado ocho siglos no encajaba bien con el asunto ya que sobraban dos cadáveres, pero Teodomiro, aprovechando que en materia religiosa era “el mandamás” que había allí, y que la ciencia forense aún no estaba muy desarrollada para  poder contradecirle, determinó que aquellos cuerpos eran Santiago y dos discípulos -supongo que saber cuál era el cuerpo de Santiago no tuvo que ser difícil: era el que no tenía al cabeza en su sitio, pues para eso estaba decapitado- dio conocimiento de tan importante hallazgo al rey que por lo visto era asturiano (tras la caída de los visigodos y la ocupación de la península por los árabes, en las tierras del norte al principio hubo un lío del carajo.
   En aquellos tiempos, dentro del poco terreno que no ocupaban los musulmanes en la península, en las actuales Galicia, Asturias, Navarra, Aragón -Cataluña y Vascongadas no existía como tales, por mucho que se empeñe más de uno- predominaba el sistema feudal y todos querían ser reyes de algo, tal como sucede hoy con las autonomías -los tiempos cambian pero está visto que nosotros seguimos como al principio y no aprendemos- 

   Bueno, pues en aquella época Galicia, Asturias, León y norte de Portugal eran un territorio común, no existían como tales regiones, y tenían un rey común -si el territorio era común y no existían estas regiones como tales, no sé por qué las crónicas se empeñan en decir que el rey era asturiano-.

   El caso es que el monarca del momento era Alfonso II “el Casto” -extraño sobrenombre para un rey, cuando todos sabemos que los reyes de España, salvo alguna que otra excepción, han sido de todo menos eso- , a este le hizo mucha ilusión la noticia de que hubiese aparecido el cuerpo del apóstol Santiago en su territorio, y como al principio habían hecho una humilde “casinha” para albergar los restos de Santiago, el rey costeó los gastos para hacer una iglesia como “Dios manda” que unos siglos más adelante acabaría siendo una estupenda catedral.

   El apóstol Santiago pronto adquirió una gran popularidad siendo erigido como santo protector de todos los cristianos durante la Reconquista, y en las múltiples guerras contra los moros, que tuvieron lugar durante la misma, los ejércitos cristianos adquirieron la costumbre de invocar su nombre antes de entrar en batalla.
   En alguna de estas batallas contra el invasor, “llegó a verse” en el cielo a Santiago cabalgando en un caballo blanco, signo unívoco de su apoyo incondicional a nuestros antepasados en su lucha contra los moros, de ahí viene la imagen de Santiago Matamoros. De forma añadida, una de las más
Santiago Matamoros
importantes órdenes militares que hubo en España fue la Orden de Santiago.

  Como podemos ver, aunque del apóstol no sabemos a ciencia cierta si llegó a predicar o no en sus primeros tiempos en España, como dice la tradición, después de muerto, la figura del santo adquirió una importancia tremenda, llegando el influjo del apóstol incluso hasta nuestros días; una clara prueba de ello son los innumerables peregrinos que todos los años continúan yendo a Compostela, sin que podamos olvidarnos tampoco de las exquisitas Tartas de Santiago.

   Alfonso II declaró a Santiago patrón del reino, un patronazgo que se ha mantenido a lo largo del tiempo con sucesivos reyes, de todas las ramas y dinastías que hemos padecido tenido en este país, pasando a convertirse en el siglo XVII en patrón de España (catalanes y murcianos incluidos).

   Siempre ha habido bastante controversia en lo que respecta a la autenticidad de los restos hallados aquella noche de verano del año 813, año arriba o año abajo, ya que un cuerpo que lleva casi 800 años enterrado no es demasiado reconocible,  y el hecho de que Teodomiro dijera que eran los restos de Santiago porque a él le salía de los xxxxxx, no parecía argumento suficiente para convencer a todo el mundo.

   Entonces, como no había pruebas de ADN para poder aclarar definitivamente el asunto, siempre había gente incrédula que por "chinchar" disfrutaba poniendo en duda la autenticidad de los huesos del apóstol; esta cuestión, como a pesar del paso del tiempo nunca llegó a cerrarse del todo, el papa León XIII, en 1884, decidió que esto había que solucionarlo y acabar definitivamente con la duda, así que encargó un informe sobre este hecho a algunos entendidos y estos, basándose en ¿¿¿¿¿¿¿?????? argumentos, se lo dieron y en base al mismo emitió una Bula Papal, donde se reconocía que los restos de apóstol eran del apóstol y "san se acabó". ya no podía haber duda de sobre este asunto.
  Las bulas eran documentos papales que expresaban asuntos de gran importancia para la Iglesia -es sabido que, como los papas son infalibles, no se equivocan-, y quien contravenía alguna de ellas era declarado hereje, acababa excomulgado e, irremediablemente, acababa en el infierno.

  Llegados a este punto, hay que aclarar que a los de Barrueco el asunto de Santiago de Compostela, su catedral, los miles de peregrinos que recorren las rutas jacobeas y León XIII con su bula papal incluida, todo ello les trae al fresco. Además, pertenecen al grupo de quienes defienden que los restos hallados por Pelayo aquella noche de julio del año 830 no son los del apóstol
¿ Eso cómo es así? Puede preguntar más de uno.
  Pues eso es así porque porque Santiago nunca fue enterrado en Compostela. El sepulcro del apóstol Santiago, se encuentra en un paraje de Barruecopardo y eso sí que es algo "incuestionable".
   Desde tiempo inmemorial, hay una tumba antropomorfa, excavada en una peña granítica que es conocida como
Tumba de Santiago
la "Tumba del Apóstol Santiago", y si nuestros antepasados,  siempre  la han conocido por ese nombre, por algo será ¿no?
   Esta es la razón de que los de este pueblo no vayamos a Compostela. Cuando queremos ir a ver la “auténtica” tumba de Santiago, nos basta con dar un agradable paseo de apenas dos kilómetros (no necesitamos recorrer los casi 500 km que nos separan de Compostela).
   Cuando uno llega hasta el lugar donde se encuentra la tumba, puede verla, tocarla, e incluso meterse dentro e ir entrenando para cuando llegue el día D.
   Además, es un sitio muy tranquilo donde nunca hay nadie y no tenemos que soportar el agobio de tanto peregrino a la hora de querer abrazar la imagen del santo, como le ocurre a aquellos que llegan a la catedral  de Santiago de Compostela.

Nota
  Las tumbas antropomorfas, excavadas en la roca, las sitúan los historiadores en las épocas tardorromana o visigoda. Su construcción debía ser muy laboriosa vistas las herramientas con las que contaban nuestros antepasados, así que supongo que debían estar reservadas para algún personaje importante de aquella época. Una de las que hay en Barruecopardo es conocida como la "Tumba del Apóstol Santiago”.

3 comentarios:

  1. Hola Manuel. Como puedes ves, el coronavirus ha acabado hasta con los peregrinos de Compostela. Esperemos que esto pase pronto y aprendamos a convivir con "el bichito" sin que repercuta tanto en nuestras vidas.

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  2. Qué magnífica lección de historia Compostelana.
    Yo me atrevo a decir y sugerir, que a quien lea esta
    tu historia sobre la tumba del Apóstol Santiago, con
    la cantidad de información y datos, le expidas “La Compostela”
    con la ventaja de estar libre del virus maligno.
    -Manolo-

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