domingo, 3 de septiembre de 2017

El criado portugués


   La comarca de Las Arribes, nuestra comarca, se encuentra en el oeste de la península y es una zona limítrofe con Portugal; como en los mapas, las fronteras están representadas mediante rayas;  por ello, nosotros decimos que somos de la Raya. 

  En la provincia de Salamanca, existen dos tipos rayas, la Raya Seca, en la comarca de Ciudad Rodrigo, donde la frontera no es más que  un hito sobre el terreno que separa ambos países, y la Raya Húmeda, la nuestra, llamada así porque el límite fronterizo entre ambos países está conformado por dos ríos, El Duero y El Águeda -este segundo, uno de sus afluentes, desemboca en el primero a la altura de La Fregeneda- constituyendo, ambos, una formidable frontera natural. 

  A pesar de que, en nuestra comarca, durante siglos, la frontera entre España y Portugal ha estado, prácticamente, cerrada al tránsito de personas;  los pueblos de ambos lados de la misma se encuentran próximos entre sí y siempre ha habido bastante relación entre los habitantes de ambos lados de La Raya. Unas veces, la relación era comercial (contrabando),  otras veces era social (no eran infrecuentes los matrimonios mixtos entre gente de ambos países), y otras laboral  (era bastante común que más de uno  cruzara la frontera para trabajar en el otro país).

   Esto sucedió hace bastante tiempo, cuando mi bisabuelo aún era joven.
   Una vez llegó al pueblo un portugués buscando trabajo y Eutimio, un hombre del lugar, lo contrató de criado para que le ayudase en las labores del campo.
   Sólo había un problema: el portuguesiño no sabía absolutamente nada de español, y su nuevo patrón desconocía totalmente el portugués.
   Hoy día, en los pueblos de ambos lados de la frontera, es fácil sintonizar cadenas de TV y radio del “otro país”;  de ahí que, nosotros, con frecuencia, oímos palabras en portugués y ellos las oyen en nuestro idioma;  por lo que, sin pretenderlo,  conocemos bastantes palabras del otro lado de la Raya,  
Arribes del Duero
igual que sucede con ellos; pero entonces aún no existían estos medios audiovisuales  y el desconocimiento del otro idioma, a pesar de estar tan próximos, era total.
  Desde siempre, este ha sido nuestro sino: Portugal, tan cerca, físicamente; y tan lejos   espiritualmente.
 
   Al compartir ambos idiomas, español y portugués, la misma raíz latina, tienen mucha semejanza entre sí; esto lo sabía  el criado que, además, como era muy voluntarioso, le dijo al nuevo patrón que no habría problema alguno de comunicación ya que estaba totalmente convencido de que, para un portugués, el español era muy fácil; y que si le enseñaba las palabras más necesarias, en una semana él se comprometía a hablar nuestra lengua como el mejor.
   A Eutimio, los buenos propósitos de su nuevo criado, de que en pocos días sería capaz de parlotear un perfecto español,  lejos de satisfacerle, no le gustaron nada y hasta sintió algo de enfado. ¡Pues sí que era pretencioso el hombre!  ¡Cómo pretenderá poder hablar español en cuatro días, si yo tardé en hablarlo correctamente tres años, según contaba mi madre! -por lo visto Eutimio no debió ser un niño demasiado espabilado- ¡Y encima pretende que yo sea su maestro! ¡Se va a enterar  éste de “lo fácil” que es hablar español! Todo esto pensaba el amo, para sus adentros.

   Se dirigieron ambos, el patrón y el criado, a la casa del primero, y en la puerta encontraron al gato que estaba en el umbral echado, tomando el sol.

   - Em português  é um gato, dijo el criado señalando al animal.

- Pues en español  no, respondió el amo. Es un “conejodomésticosedosoyhermoso “.

 Entraron en la casa y salió a su encuentro la mujer del amo, que era muy guapa.

- ¿É a tua mulher?, é muito bela -añadió el criado.

- No, contestó muy serio el amo. Es “projimanostraquealegralapajarilla”.

   El “alumno de español”, tras las dos primeras palabras que había escuchado, empezó a preocuparse seriamente.  Siempre había oído que lusos e hispanos se entendían bien, debido a la similitud de ambos idiomas -aún  más en nuestra zona, donde comparten muchas expresiones del antiguo dialecto leonés, a ambos lados de la frontera-, pero se estaba dando cuenta de que estas primeras palabras de español, que le había enseñado su “profesor de idiomas”, no guardaban el más mínimo parecido con sus homónimas portuguesas.

   El patrón continuó toda la tarde tomándole  el pelo al nuevo criado, enseñándole varias palabras, cada cual más enrevesada, y éste, aunque ponía gran atención, cada vez estaba más confundido.

  El brasero resultó llamarse “sitiocalientedondegustaestaralagente”,  las faldillas de la mesa pasaron a ser “sayasbonitasyacogedoras”, las chispas se llamaban “Chiribitasitasitas”,  las patas de la mesa se llamaban  “piernasbellasfuertesytorneadas”,  la cayada se llamaba  “instrumentoderechoylargo”,  y así una larga lista de palabras, cada cual más rebuscada que la anterior.

  El pobre portuguesiño, a pesar de la gran dificultad que le suponía el aprendizaje del “nuevo idioma”, hacía progresos y, tras la primera semana, ya parloteaba este español tan particular que su nuevo amo le enseñaba.
 
   Una tarde, volvieron juntos del campo, el amo y el criado, y una vez que entraron en la casa vieron al ama que en ese momento estaba metiendo el brasero en la mesa camilla. Las faldillas de la mesa  estaban subidas, para poder colocarlo en la caja, y resulta que el gato estaba echado allí mismo, en el hueco del brasero;  así que la dueña dejó un momento el brasero en el suelo, al lado de la mesa, y cogió con cariño al gato, acariciándolo un poco,  antes de echarlo de allí para poder colocar el brasero en su sitio.

   La mujer se incorporó con el gato aún cogido en las manos, haciendo intención de soltarlo  para colocar el brasero en su sitio, y  Eutimio, en ese mismo momento, que  venía con la cayada en la mano, al acercarse a ella para darle un beso, perdió el equilibrio al tropezar con el borde de una alfombra y, al ver que el porrazo era inevitable, soltó la cayada para intentar amortiguar la caída con las manos yendo a parar encima de su mujer, cayendo ambos al suelo.

   Ella, al ver que el marido se le venía encima, soltó el gato y éste, asustado, saltó  cayendo encima de uno de los bordes del brasero que volcó sobre el suelo aparatosamente, saliendo despedidas chispas, ceniza y algunos tizones de cisco,  quedando todo esparcido por el piso de la habitación.

   La mala suerte quiso que una de las chispas  alcanzase la cortina de la ventana, y ésta empezó a arder.
  El criado reaccionó con prontitud y, con las propias manos, apagó el pequeño conato de incendio de la cortina; ayudando, posteriormente, a incorporarse  al amo y al ama que se encontraban en el suelo entrelazados uno sobre la otra, doloridos por el golpe, y, muy sorprendidos por el follón que, en pocos segundos,  se había armado en el comedor.
  Tras recuperarse del sobresalto, comprobaron que no había sucedido nada importante: Las personas y el gato, salvo el susto que se habían llevado los tres, estaban bien, y el único daño colateral lo había sufrido la cortina, que tenía un pequeño agujero por la quemadura;  pero, como el lío pudo haber acabado mucho peor, estaban contentos.

   Al día siguiente, se encontró en la calle el patrón con un vecino, y este, muy serio, le  dijo:

- Debéis tener cuidado tu mujer y tú, cuando os pongáis "al asunto"; evitad que os vea vuestro criado.   
   Mira que luego lo cuenta todo.
   
Eutimio miró extrañado al vecino, sin saber a qué se estaba refiriendo, y le preguntó:

-  ¿De qué asunto hablas?

-  De lo que pasó ayer. Me lo ha contado Joao con todo detalle.
  
Eutimio estaba confundido, ya que no tenía ni idea de lo que su vecino estaba intentando decirle, y algo enfadado le dijo:

-  ¡Mira, dime que te ha contado mi criado, porque no sé de qué me estás hablando! 

- Verás, dijo el vecino bajando la voz  -como estaban en la calle, y el tema parecía bastante delicado, pretendía que sus palabras sólo pudieran ser oídas por los dos-   

- Tu criado me contó lo que ocurrió ayer noche…lo que hacíais  la Antonia y tú en el comedor. La verdad es que no entiendo cómo se os ocurre hacer esas cosas allí, expuestos  a que él os vea.  
  
Eutimio no entendía en absoluto qué es lo que, con tanto misterio, pretendía decirle el vecino. La noche anterior, salvo el incidente del brasero, no recordaba que hubiera ocurrido nada destacable y estaba empezando a enfadarse.

- ¡Vamos a ver!, dijo alzando la voz  -al contrario que su interlocutor, él no encontraba motivo alguno para tanta  discreción-  Lo repito. Dime lo que sea…lo que te haya  contado Joao…a ver si me entero de una vez, qué es lo que me quieres decir. Porque no sé de qué coños me estás hablando.
   
El vecino entonces dijo:

- Pues tu criado me ha dicho que ayer tarde, cuando llegasteis a casa, encontrasteis en el salón a tu     mujer, que  estaba  con las “sayasbonitas” levantadas, acariciando el "conejohermosoysedoso";   que tú te acercaste hacia ella con el “instrumentoderecho” en la mano,  lo soltaste y acabaste encima de ella, allí entre las “piernasbellasfuertesytorneadas”,  en el “sitiocalientedondegustaestaralagente”, y que hasta salieron chiribitas. Está más claro que el agua.
     
   Eutimio no daba crédito a lo que estaba oyendo. Resulta que João le había contado al vecino, exactamente, lo ocurrido la noche anterior, utilizando el lenguaje “neo español” tan enrevesado,  que él le había enseñado,  y el vecino había entendido otra cosa.

  Decidió que no merecía la pena explicarle la verdad, estaba plenamente convencido de que no iba a a creerle.

(Este es  un conocido cuento tradicional, del cual existen dos versiones; una apta para un público infantil, la más conocida, y ésta que es para adultos. Recuerdo que antiguamente, cuando había niños presentes y los adultos hablaban de temas poco  adecuadas para los primeros, decían: “no puedo seguir, porque hay ropa tendida”. Entonces, una de dos: o lo dejaban pendiente para otra ocasión, o, lo que era más habitual, nos echaban  de allí para quedarse solos y poder seguir hablando libremente entre ellos. 
   Estoy  versión era de las que se reservaban para aquellas situaciones en que a “la ropa tendida” la mandaban fuera de la reunión)


2 comentarios:

  1. Qué bonita, curiosa y divertida historia que nos relatas hoy y como nos la cuentas, con tu maestría habitual, la hace más divertida e interesante.

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  2. Me alegro que te guste. Es un cuento tradicional muy conocido cuyo argumento se basa en la confusión que crean los malentendidos, en este caso, motivados por el desconocimiento del idioma. Tuve la suerte de oír las dos versiones, la que era para niños, cuando yo era un niño, y esta, siendo ya adolescente, que me sorprendió mucho cuando la escuché, pues en ambas ocasiones el narrador fue la misma persona. Un saludo.

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