Cuando alguien llega al final de su ciclo
vital (cuando las palma), si ha sido medianamente bueno durante su existencia,
el alma acabará en el cielo; aunque casi siempre pasa primero por el purgatorio,
un misterioso lugar que nadie ha visto y
del que todos hablan como si hubieran pasado por allí el día antes.
Como nadie ha vuelto de ese lugar, para
contarnos como es, cada cual puede figurárselo como le parezca como en su día
hizo, de una forma magistral, Dante (1265-1321) escribiendo “La Divina Comedia”,
una obra maestra de la literatura universal que consta de tres partes:
Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Independientemente de como sea, lo que sí
queda claro es que las almas que llegan allí, acabarán entrando en el cielo
tras purificarse; mas lo fastidioso del asunto es el modo de realizar esa purificación pues consiste en sufrir penas parecidas a las
del infierno, pero más leves (aunque aquí también hay llamas, las ánimas no se abrasan como en las
calderas de Pedro Botero, solo se chamuscan un poco).
También existía la compra de indulgencias. El procedimiento consistía en comprar -sí, otra vez sale el dinero a relucir-, una especie de acciones para ir al cielo (este asunto da para varias tesis doctorales y, en alguna de ellas, indudablemente, saldrían a relucir Lutero y la Reforma Protestante).
Cuando a uno le llega el día D, son
los parientes quienes pagan a la funeraria para que se ocupe del cuerpo, y al
cura para que se ocupe del alma (funerales y misas).
Si nos remontamos al pasado, igual que ahora, a veces, algunos no se llevaban demasiado bien con la familia; tenían poca confianza en que ésta fuese generosa a la hora de pagar las correspondientes misas y, por ello, la Iglesia, siempre tan perspicaz, inventó un sistema que garantizaba la celebración regular de misas por la gente, uno vez dejaba este mundo, sin necesidad de que mediara pariente alguno.
Estos bienes, eran arrendados por la parroquia y con la renta obtenida se cobraban las misas.
Aunque en el siglo XIX desaparecieron en
muchos sitios, debido a las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos,
otras sobrevivieron como sucedió en Barrueco.
En nuestro pueblo, se mantuvieron todas hasta el siglo XX, siendo vendidas, varias de ellas en la segunda mitad del mismo por uno de los párrocos que tuvimos Actualmente, en pleno siglo XXI, la parroquia aún conserva alguna.
Aplicar misas, por el ánima de alguien, debe
ser muy eficaz para poder acortar la estancia en el purgatorio; prueba de ello era que, cuando los responsables de encargar las misas eran los herederos y
estos escatimaban en gastos, el ánima, a veces, incluso regresaba a la Tierra a
pedirle explicaciones por su tacañería, llevándose, algunos, unos sustos tremendos.
El apóstol Santiago |
Fue a
partir de esa fecha, cuando pasó a integrarse, como una parroquia más, junto al
resto de los pueblos que integraban el vicariato, en la diócesis de Ciudad
Rodrigo.
Si nos remontamos a los tiempos del vicariato, cuando nuestro pueblo aún pertenecía a la Orden de Santiago, vamos a suponer -solo suponer- que aquí vivían dos curas, el vicario y un capellán.
El primero, obviamente, era el jefe del
negocio y el otro ejercía de ayudante. Si
uno decía la misa de las once del domingo y otro la de las ocho de la mañana
del lunes, os propongo un reto: quién oficiaba la misa de las
ocho de la mañana el lunes…, el jefe o el ayudante.
Evidentemente, no podía decir veinte misas diarias,
una por cada ánima y lo que hacía era decir una semanal que servía para
todas.
Sacaba un
pliego de papel, donde tenía escrita la lista, con los nombres y apellidos de
los donantes de las capellanías, y anunciaba públicamente:
Conclusión, Si solo decía una misa semanal, para tanta ánima, tocaban a poca misa
cada una; así, poco podía acortarse la estancia de cada una de ellas en el purgatorio.
Lo que sigue a continuación, refieren las crónicas que sucedió a
mediados del siglo XVII; la vida de nuestros paisanos de entonces transcurría apaciblemente y los amaneceres y anocheceres se sucedían unos tras otros sin
grandes novedades hasta que un día se fastidió el asunto.
A Agripino, un barroqueño de aquella época, le tenía
arrendado la parroquia un terreno; concretamente, la cortina de la capellanía de Alonso
Rodríguez (cada capellanía tenía el
nombre del donante: capellanía de Catalina García, capellanía de Fulgencio Casado…).
Aquel hombre, la había dejado a la parroquia para que le dijeran las correspondientes misas, una
vez hubiera abandonado este mundo y cuando esto ocurrió, Agripino, que era
el arrendatario, a la hora de abonar la correspondiente renta anual, no lo hizo, con el consiguiente enfado del capellán.
El cura, cuando le vio, le dio un primer
aviso recordándole que la deuda no la tenía con él, sino con el alma de Alonso,
ya que esa renta servía para pagar sus misas y eso de tener deudas con un ánima
del purgatorio, eran palabras mayores.
El rentero respondió que ya pagaría, pasó
el tiempo, no cumplió su palabra y el capellán le hizo esta advertencia :
Los faroles, proporcionaban luz suficiente
para ver el suelo por donde se pisaba y poco más; el campo visual de los
transeúntes que se alumbraban con ellos apenas alcanzaba los dos metros de
distancia en las noches mas oscuras, reinando mas allá de esa distancia, la oscuridad.
Una mañana, una vez hubo amanecido, a primera
hora, Agripino sintió unos golpes en la puerta de la calle, salió a abrir y vio a una vecina que vivía varias casas más arriba.
- ¡ Buenos días Genoveva… pasa!
- No, no voy a pasar. Contestó ella, muy seria.
Solo quería ver si estas bien.
- Sí… estoy bien ¿ por qué dices eso ?
- Ayer tarde estuve en casa de mi hija, cuando
volví a la mía era ya era noche cerrada y estaba muy oscuro, venía con un farol
y, cuando llegue a nuestra calle, vi a lo lejos una luz que se acercaba y me detuve para ver quien era y saludarle, antes de
meterme en casa, pero no llegamos a cruzarnos porque se paró a la altura de tu casa más o menos, y cuando reparé en lo que veía no puedes
hacerte una idea del susto que me llevé..., cada vez que lo pienso, aún me tiembla el cuerpo. ¡Era un cirio
encendido que andaba solo, iba suspendido en el aire!
- No entiendo lo que
dices, contestó él, muy extrañado ¡ Qué es eso de que un cirio andaba él solo !
-
¡¡ Lo que estas oyendo !!, respondió Genoveva - ella era consciente de que lo que estaba
contando no era fácil de creer -. No
sabes el susto que me llevé, era un
espanto lo que paró cerca de tu puerta; me dio tanto miedo, que me metí en
mi casa corriendo, cerré por dentro y hasta que no ha llegado la luz del día, no
me he atrevido a salir.
- Eso que dices es una tontería…, a que sí ¿ Te
ha dicho el cura que me cuentes este cuento ?
- ¡ Ni es una tontería…,
ni he hablado con cura alguno! ¡ Solo estoy diciendo lo que vi ! ¡ Parece mentira... !, encima de venir a ver si estñas bien, me tomas por tonta. Respondió ella muy enfadada, marchándose de allí sin despedirse.
Caminaba Regino, otro paisano, por las oscuras rúas del
pueblo, con el consabido farol y, al llegar a la calle de Agripino observó que,
en dirección contraria, avanzaba hacia él una luz, lo cual no tenía nada de
particular, al fin y al cabo él también llevaba otra luz; pero, cuando estuvo cerca, observó que la luz provenía de un cirio encendido y le entró un
gran desasosiego al ser consciente de lo que estaba viendo. Debido a la gran oscuridad
de la noche, solo se veía el cirio
encendido y nada más; no se apreciaba persona alguna que lo sostuviera y eso le
inquietó enormemente
- ¡ Quien eres !, preguntó dos o tres veces seguidas, alzando la voz. Pero no obtuvo respuesta alguna.
Era valiente y no se asustaba fácilmente, pero aquella luz que tenía enfrente era algo para lo que no encontraba explicación alguna y, ante la posibilidad de que se tratase de un ente sobrenatural, sin dudarlo un momento, se dio la vuelta y se fue de allí lo más a prisa que pudo, con el fin de alejarse de aquella misteriosa luz que se había aproximado hacia él, sin saber con que intenciones.
El clérigo, tras escucharla atentamente, sin
dudarlo un momento, contestó:
-
Puedes estar segura que los dos han visto la misma luz; y si además ha sido en esa
calle, no cabe duda alguna : es el ánima de Alonso Rodríguez que viene a
pedirle cuentas a Agripino, algo que a mí no me extraña nada.
Tiene arrendada la capellanía que dejó Alonso
a la vicaría, para que le dijésemos misas, pero como no paga la renta, he dejado de
aplicar misas por él, debe haberse enfadado el ánima y ha vuelto del purgatorio
a pedir explicaciones a ese tramposo.
- ¡¡ Está diciendo usted, que no hay duda alguna de que, cuando llega la noche, hay un ánima del purgatorio recorriendo las calles del pueblo !!
- Exacto, pero el único que debe preocuparse es Agripino, los demás no corremos peligro alguno.
- ¿ Y como sabe que se trata del ánima de Alonso Rodríguez y no otra? Todas deben ser iguales.
- Es fácil deducirlo. Hoy es martes, lo que cuentas sucedió esta noche pasada y coincide que la misa de las capellanías la digo los lunes por la mañana. Como Alonso ha visto que no he aplicado la misa por su alma, y, en cambio, por los demás sí, su ánima está enfadada y por eso se ha aparecido la noche del lunes.
Pregunta a Genoveva qué noche se le
apareció a ella; si te dice que vio esa luz la noche del lunes anterior, ya no hay duda alguna que se trata del ánima de Alonso.
Las palabras del cura, afirmando que había un alma en pena, recorriendo las noches de los lunes, las oscuras calles del pueblo, lejos de tranquilizar a aquella mujer la preocuparon enormemente. Le aterrorizaba la idea de poder cruzarse con ella, aunque el clérigo afirmara que debía estar tranquila.
Antes
de regresar a su casa, pasó a ver a Genoveva, le contó su conversación
con el capellán, y esta le confirmó que, tal como él sospechaba, había sido la noche del lunes, de la semana
anterior, cuando tuvo el encuentro con aquella misteriosa luz.
Al llegar el mediodía, todo el pueblo sabía que, las noches de los lunes, el ánima de Alonso
Rodríguez deambulaba por las calles del pueblo por culpa del tramposo de Agripino
Algunas notas
* Cada capellanía
recibía el nombre de la persona que la había dejado a la parroquia. Como Alonso había dejado una
cortina para que dijeran misas por él, la suya era conocida la Cortina de la Capellanía
de Alonso Rodríguez, pero, a partir estos hechos, pasó a ser conocida, por la gente, como Cortina de
la Capellanía de las Ánimas de los Lunes.
* El purgatorio, no es un espacio físico, tal como nos contaban de niños, se trata de un concepto religioso: “es el transito de las almas en su camino hacia el cielo”; en cambio, La Cortina de la Capellanía de las Ánimas de los Lunes, sí existe. Si alguien quiere verla, no tiene que ir muy lejos, se encuentra en Las Regaderas.
Saludos desde La Zarza virtual y real.
ResponderEliminar-Manolo-
Hola Manolo. La naturaleza sigue su curso y estamos de nuevo en primavera. Veo que sigues muy atareado con tu página, haciendo partícipe a los zarceños y no zarceños de todo lo que sucede en tu pueblo. Un saludo.
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