Si a alguien lo expulsan del cielo…¿a donde
va?
(duda teológica)
“Cuando Dios andaba por el mundo”, era una expresión muy común que
empleaban nuestros abuelos...los de antes, en el inicio de los cuentos, cuando se los contaban
a sus hijos y nietos, que hacía referencia a que algunos acontecimientos quedaban muy lejanos en el tiempo.
Los abuelos actuales ya no cuentan cuentos, pero eso no significa que los cuentos hayan desaparecido; ahora, quienes los cuentan, casi siempre son los políticos diciéndonos cosas que muchas veces no las creen ni ellos y encima pretende que nosotros sí lo hagamos.
Pero bueno, volvamos al principio “Cuando Dios andaba por el mundo”, el Diablo,
para no ser menos, no perdía la ocasión
de darse también algún garbeo que otro por aquí.
Había
una vez un herrero que lo llamaban de Pan Crudo; un día estaba trabajando en la
fragua y al mirar el fogón, donde había preparado una buena lumbre, estando remodelando la reja de un arado, vio surgir entre las llamas una figura que parecía humana; el personaje tenía una cara fea como un demonio, y además le sobresalían dos cuernos de la frente... también como un demonio.
El hombre, muy sorprendido, dejó de golpear la reja con el martillo,
reflexionó un poco y se dijo a sí mismo:
- ¡Coño! Si está en el fuego sin
quemarse y tiene cuernos, no puede ser otro que Satanás.
Efectivamente, el hombre estaba muy acertado en sus apreciaciones, el
mismísimo diablo había ido a visitarle a la fragua.
- ¡Yo pensaba que para verte había que morirse primero! Exclamó, muy sorprendido.
- ¡Algún día tendrás que
estirar la pata…como todos!, respondió el demonio. Pero no te asustes, sabrás que nadie las diña hasta que le llega su día y hoy no te toca a ti. Simplemente, quería hablar contigo para proponerte un trato.
- ¡Un trato con el demonio…! ¡Eso cómo
puede ser!
- Muy simple, te concedo un deseo…el
que tú quieres, a cambio de tu alma. No tienes que dármela ahora, eso solo sucederá cuando te llegue el día y abandones este mundo; en cambio, tu deseo lo puedes disfrutar desde ahora
mismo.
- Yo no lo veo tan simple como dices.
Mis paisanos opinan que, a pesar de que no soy una persona ejemplar, soy buena
gente…luego, si sigo por ese camino...creo que voy a acabar en el cielo; sin embargo, tú estás intentando ficharme
para ir el infierno.
- ¡Y qué pintas tú en el cielo! Allí
solo hay cuatro beatas, algún cura
que otro y solo suena música clásica o canto gregoriano... es de lo más aburrido; en cambio, si te vienes al infierno con
nosotros, el ambiente es muy diferente, está lleno de gente interesante y la música es rock, pop, heavy metal...y hasta tenemos un grupo folklórico para los más tradicionales. Allí estarás mucho
mejor que en el cielo y nunca pasaras frío. Al ser herrero, como siempre trabajas tan cerca de las llamas, no necesitas ni siquiera un período de adaptación, como los demás, para acostumbrarte al clima tan calentito que tenemos allí. Hazme caso, es un lugar ideal para la gente como tú.
- Viéndolo así, no parece tan malo. Respondió
el herrero. Pero un deseo es poco, ofréceme alguno más si quieres que lo piense.
- Esta bien -cedió el demonio- Tienes suerte, esta semana tenemos la promoción de “dos por uno”; te concedo dos deseos
- Sigue siendo poco; ya te he dicho
que yo, con solo esforzarme un poco, acabaré en el cielo.
- Cuatro deseos y no se hable más. Ofreció
Satanás, un poco enfadado al ver la resistencia del herrero a dejarse convencer.
- Solo tengo un alma y si no la
valoro yo ¡quién va a hacerlo! O me concedes cinco
deseos... o nada.
- ¡Vale! -contestó el demonio harto de tanto regateo- Como estamos a final de mes, con el fin de mejorar el balance mensual de almas
ganadas para la causa, acepto…que sean cinco los deseos.
- Quiero que quien se siente en el poyo
de piedra que hay a mi puerta, no pueda levantarse hasta que yo quiera; tengo un peral delante de mi casa y siempre
andan robándome las peras, así que aquel
que se suba al mismo no pueda bajarse hasta que yo se lo mande; la boina que tengo puesta, si la arrojo, dentro de un
lugar, nadie pueda impedirme entrar a por ella; también quiero una baraja con
la que siempre gane y…
Permaneció
un momento en silencio, pensativo, recreándose en las peticiones realizadas y una
amplia sonrisa iluminó su cara, disfrutando por anticipado del quinto deseo
que iba a pedir. Entonces, el demonio, impaciente, le apremió para que acabase ya.
- Cual es tu quinto deseo. -
Que me lluevan del cielo todos los billetes que yo quiera, así podré dejar de
trabajar en la fragua.
El demonio le miraba a la vez que movía a los
lados la cabeza, haciendo signos de negación y contestó:
- ¡Verás! Hay un problema con este deseo. Todos acabáis pidiendo lo
mismo pero, aunque hubiera sido el primer y único deseo, es
imposible que te lo pudiera conceder. Recuerda lo que acabas de decir: “Que
caigan billetes del cielo”. Del cielo nunca pueden llover billetes porque allí, como no necesitan el dinero para nada, no los hay y ni saben lo que es. El dinero ha sido un invento del hombre, aquí en la Tierra, que solo sirve para complicarle la vida a quien no lo tiene.
Tanto los hombres como las mujeres y sin excepción, todos vivís engañados pensando lo mismo
que tú; algunos, incluso rezan a San Judas Tadeo para que interceda ante el Organismo Oficial de Loterías para que les toque algo: la primitiva, el euro millón, etc. Pero ni siquiera ese apóstol puede hacer nada en ese sentido..
En cambio, en el infierno, sabemos perfectamente lo que es el dinero; incluso alguna vez hemos fabricado
billetes ¡falsos…por supuesto!, ten en cuenta que nosotros somos malos por
vocación ¡para eso somos demonios!, pero
nos duraban muy poco porque con el calor de allí se nos quemaban todos, y dejamos de
hacerlos. Así que siento decírtelo pero, vas a tener que seguir trabajando como hasta ahora.
Entonces -continuó diciendo el demonio- el trato va así: tu alma pasa a ser mía, aunque tú
la conservarás hasta que te mueras y, a cambio de ello, desde este momento y por
el resto de tu vida te concedo los cinco deseos ¿Cuál es el quinto?
- No quiero morirme antes de cumplir
100 años, ¡pero eso sí...! Tengo que estar totalmente sano hasta entonces, no quiero tener ni un dolor de cabeza.
- De acuerdo, ya tienes tus cinco
deseos y vas a estar totalmente sano hasta los
cien años, pero ni un día más (creo
que solo con la concesión de este último deseo, sería estupendo que se le
apareciese el demonio a cualquiera ¿no os parece?).
Ese fue el trato que acordaron; el pobre herrero, como lo
de los billetes no pudo ser, tuvo que seguir trabajando en su fragua hasta que
se hizo viejo, con el agravante de que, como siempre estaba muy sano, jamás pudo cogerse ni una sola baja
laboral.
Como el tiempo no se detiene, fueron pasando
los años, llegó el día del cumpleaños numero cien y, tal como era de esperar, se
presento en su casa un demonio a recoger su alma, pero no era propio Satán sino
un demonio de segunda categoría, que al ver al herrero, le dijo:
- Hoy cumples cien años, pero no
vengo a felicitarte. Recordarás que nos tienes entregada el alma desde hace
mucho tiempo y vengo a por ti.
- Lo sé y te estaba esperando -contesto él herreno
muy tranquilo-. Me voy a vestir con un buen atuendo, quiero estar guapo para ir infierno; es sabido que la primera imagen que presenta uno, cuando
llega a un sitio donde no le conocen, es muy importante.
Debes estar cansado -continuó diciendo- y tener algo de hambre. A mi mujer y a mí nos gusta ser hospitalarios. Siéntate un momento en ese
poyo de piedra mientras me preparo, que ahora te trae mi mujer una ensalada
tropical que está buenísima... ya lo verás. Eso no lo coméis nunca en el infierno
El demonio, como tenía hambre, se puso muy contento al oírle y se
sentó en el poyo, esperando a la mujer del herrero sin saber que, una vez allí, ya
no podía levantarse y de pronto vio que se aproximaba el matrimonio, cada uno de ellos con un
garrote en la mano.
Si aquel demonio esperaba una exquisita ensalada, consiguió llevarse una
ensalada…claro que sí, pero de palos. El herrero y la mujer, cada uno por un
lado; se liaron a garrotazos con él y como no podía levantarse de allí hasta
que el herrero no quisiera, se ganó una paliza de campeonato.
- ¡¡Ay!! ¡¡ay!! ¡¡ay! ! ¡No me
pequéis…que solo soy un “mandao”! -se quejaba el demonio-
Pero el matrimonio, haciendo oídos sordos a sus peticiones, siguieron a
lo suyo… garrotazo va y garrotazo viene, hasta que el pobre demonio desesperado
exclamó:
-¡¡¡No me peguéis mas!!! ¡¡¡ Por favor os
lo pido…por favor!!! (aunque era un demonio, a pesar de todo era educado) Si permites que
me levante y vuelva al infierno, me voy solo y no te llevo conmigo.
El herrero, al oírle, le dejó levantarse y sin despedirse
siquiera (aquí ya se había olvidado de la
educación), echo a correr como alma que lleva el diablo, aunque en este caso corría... sí, pero sin haber conseguido llevarse el
alma que había ido a buscar.
Llegó tan maltrecho al infierno que los demás demonios al verle se asustaron y cuando
les contó lo sucedido, ninguno de ellos quiso volver a ver al herrero.
Satán insistió en que alguno debía volver a intentarlo, pero el
sindicato de demonios organizó una huelga contraria esa idea y acabó convenciéndose de que ninguno de ellos estaba dispuesto a ver al herrero, ni de lejos..
Pasado un tiempo, fue el propio Satanás quien decidió venir a este mundo a
buscarle. Cuando llegó a la casa del herrero, éste, en primer lugar, le invito a que se sentara en el poyo y como Satanás le dijera que eso ni lo soñara, porque a él no
iba a pasarle lo que al demonio anterior, entonces el herrero cambió de opinión (donde habré oído yo eso antes) y le dijo:
- Si no quieres sentarte, mientras me pongo el traje de los domingos para irme contigo, espérame
ahí fuera debajo del peral que da muy buena sombra. Ahora precisamente tiene buenas peras; en tanto me preparo para
acompañarte, aprovecha y come alguna que esa fruta no crece en el infierno.
Satán,
que ya no se acordaba bien de los deseos concedidos al herrero, debido a que había pasado mucho tiempo; se situó bajo el
peral para esperarle y pudo comprobar que tenia unas magníficas peras, pero todas
estaban en la parte superior del árbol y no alcanzaba a cogerlas desde el suelo, así que, para poder coger alguna, se subió al peral y una vez cogió varias, al intentar bajar del árbol no podía, siendo entonces cuando recordó que no
podía hacerlo hasta que el herrero quisiera.
Éste, cuando le vio allí subido, se acercó a la escuela (entonces,
al contrario que ahora, en las escuelas de los pueblos había muchos niños. Hoy,
posiblemente, en aquel pueblo, no habría ni niños… ni escuela), y le dijo a los chiquillos que un ladrón se había subido al peral, a robarle la fruta, dándoles permiso
para que le apedrearan hasta que se hartaran, algo que hicieron encantados.
Para desesperación de Satán, tenían
muy buena puntería y acabó descalabrado por todos los lados; creo que hasta quedó con un cuerno astillado; el apedreamiento acabó cuando le dijo al herrero que, si le dejaba bajar, ya no le llevaría al infierno y
podía seguir por aquí, a su libre albedrío, porque jamás iba a volver a por él.
Pasaba el tiempo, un día murió el herrero por méritos propios y le había dicho a
la mujer que en el ataúd le metiera la boina y la baraja, por si las necesitaba en el mas allá.
En primera instancia fue al infierno ya que, al fin y al cabo, había entregado el alma al
diablo y aquel era su destino natural; pero
cuando llegó a la puerta y se identificó, ante al demonio que estaba de portero aquel día, como el herrero de Pan Crudo, éste, aterrorizado, cerró
la puerta a toda prisa y no le dejó entrar.
No sabiendo entonces donde ir, se acercó a la puerta del cielo a probar suerte y San Pedro, al verle, le dijo que “verdes las habían segado” y que, como había
vendido su alma al diablo, aquel no era un lugar para él.
Aunque San Pedro solo había abierto la puerta lo suficiente para asomarse, el
herrero tiró la boina pasándola entre los pies el apóstol, consiguiendo, de ese modo, introducirla en el cielo, así que ya no quedó más remedio que dejarle entrar a recogerla…ya estaba en el cielo.
Las propiedades
de la boina eran que él podía entrar a por ella, pero eso no le daba derecho a permanecer allí, así que propuso a San Pedro echar una partida a las cartas, con la
condición de que, cuando perdiera se largaba.
Lo que no sabia
nuestro herrero era que la mujer se había confundido de baraja; en vez de una baraja española de Heraclio Fournier, le había metido una baraja de póker, un juego que él no dominaba, de modo que, tras la primera partida, en menos de diez minutos, había sido expulsado de allí y la duda es
la siguiente
Cuando a alguien le echan del
cielo, y en el infierno tampoco le quieren ¿Dónde va?
Notas
* Éste es un cuento tradicional, muy conocido, que contaban los abuelos a su
hijos y nietos; yo, concretamente, lo
conocí a través de una de mis tías; a ella se lo había contado su
padre…mi abuelo.
*
Pancrudo existe, es un pequeño pueblo de Teruel que no llega al centenar de
habitantes. ¿Habrá existido alguna vez allí un herrero que hizo tratos con el
demonio?