jueves, 3 de octubre de 2024

El herrero de Pancrudo

  Si a alguien lo expulsan del cielo…¿a donde va?  (duda teológica)


  “Cuando Dios andaba por el mundo”, era una expresión muy común que empleaban nuestros abuelos...los de antes, en el inicio de los cuentos, cuando se los contaban a sus hijos y nietos, que  hacía referencia a que algunos acontecimientos quedaban muy lejanos en el tiempo.

  Los abuelos actuales ya no cuentan cuentos, pero eso no significa que los cuentos hayan desaparecido; ahora, quienes los cuentan, casi siempre son  los  políticos diciéndonos cosas que muchas veces no las creen ni ellos y encima pretende que nosotros sí lo hagamos. 

  Pero bueno, volvamos al principio “Cuando Dios andaba por el mundo”, el Diablo, para no ser menos, no  perdía la ocasión de darse también algún garbeo que otro por aquí.

  Había una vez un herrero que lo llamaban de Pan Crudo; un día estaba trabajando en la fragua y al mirar el fogón, donde había preparado una buena lumbre, estando remodelando la reja de un arado, vio  surgir entre las llamas una figura que parecía humana;  el personaje tenía una cara  fea como un demonio, y además le sobresalían dos cuernos de la frente... también como un demonio.

   El hombre, muy sorprendido, dejó de golpear la reja con el martillo, reflexionó un poco y se dijo a sí mismo:

 - ¡Coño! Si está en el fuego sin quemarse y tiene cuernos, no puede ser otro que Satanás.

   Efectivamente, el hombre estaba muy acertado en sus apreciaciones, el mismísimo diablo había ido a visitarle a la fragua.

 - ¡Yo pensaba que para verte había que morirse primero! Exclamó, muy sorprendido.

 - ¡Algún día tendrás que estirar la pata…como todos!, respondió el demonio. Pero no te asustes, sabrás  que nadie las diña hasta que le llega su día y hoy no te toca a ti. Simplemente, quería hablar contigo para proponerte un trato.

 - ¡Un trato con el demonio…! ¡Eso cómo puede ser!

 - Muy simple, te concedo un deseo…el que tú quieres, a cambio de tu alma. No tienes que dármela ahora, eso solo sucederá cuando te llegue el día y abandones este mundo; en cambio, tu deseo lo puedes disfrutar desde ahora mismo.

 - Yo no lo veo tan simple como dices. Mis paisanos opinan que, a pesar de que no soy una persona ejemplar, soy buena gente…luego, si sigo por ese camino...creo que voy a acabar en el cielo; sin embargo, tú estás intentando ficharme para ir el infierno.

 - ¡Y qué pintas tú en el cielo! Allí solo hay cuatro beatas, algún cura que otro y solo suena música clásica o canto gregoriano... es de lo más aburrido; en cambio, si te vienes al infierno con nosotros, el ambiente es muy diferente, está lleno de gente interesante y la música es rock, pop, heavy metal...y hasta tenemos un grupo folklórico para los más tradicionales. Allí estarás mucho mejor que en el cielo y nunca pasaras frío. Al ser herrero, como siempre trabajas tan cerca de las llamas, no necesitas ni siquiera un período de adaptación, como los demás, para acostumbrarte al clima tan calentito que tenemos allí. Hazme caso, es un lugar ideal para la gente como tú.

 - Viéndolo así, no parece tan malo. Respondió el herrero. Pero un deseo es poco, ofréceme alguno más si quieres que lo piense.

 - Esta bien -cedió el demonio- Tienes suerte, esta semana tenemos la promoción de “dos por uno”; te concedo dos deseos

 - Sigue siendo poco; ya te he dicho que yo, con solo esforzarme un poco, acabaré en el cielo.

 - Cuatro deseos y no se hable más. Ofreció Satanás, un poco enfadado al ver la resistencia del herrero a dejarse convencer. 

 - Solo tengo un alma y si no la valoro yo ¡quién va a hacerlo!  O me concedes cinco deseos... o nada.

 - ¡Vale! -contestó el demonio harto de tanto regateo- Como estamos a final de mes, con el fin de mejorar el balance mensual de almas ganadas para la causa, acepto…que sean cinco los deseos.

 - Quiero que quien se siente en el poyo de piedra que hay a mi puerta, no pueda levantarse hasta que yo quiera;  tengo un peral delante de mi casa y siempre andan robándome  las peras, así que aquel que se suba al mismo no pueda bajarse hasta que yo se lo mande; la boina  que tengo puesta, si la arrojo, dentro de un lugar, nadie pueda impedirme entrar a por ella; también quiero una baraja con la que siempre gane y…


   Permaneció un momento en silencio, pensativo, recreándose en las peticiones realizadas y una amplia sonrisa iluminó su cara, disfrutando por anticipado del quinto deseo que iba a pedir. Entonces, el demonio, impaciente, le apremió para que acabase ya.

  - Cual es tu quinto deseo.

 -  Que me lluevan del cielo todos los billetes que yo quiera, así podré dejar de trabajar en la fragua.

  El demonio le miraba a la vez que movía a los lados la cabeza, haciendo signos de negación y contestó:  

 - ¡Verás! Hay un problema con este deseo. Todos acabáis pidiendo lo mismo pero, aunque hubiera sido el primer y único deseo, es imposible que te lo pudiera conceder. Recuerda lo que acabas de decir:  “Que caigan billetes del cielo”Del cielo nunca pueden llover billetes porque allí, como no necesitan el dinero para nada, no los hay y ni saben lo que es. El dinero ha sido un invento del hombre, aquí en la Tierra, que solo sirve para complicarle la vida a quien no lo tiene.

   Tanto los hombres como las mujeres y sin excepción, todos vivís engañados pensando lo mismo que tú; algunos, incluso rezan a San Judas Tadeo para que interceda ante el Organismo Oficial de Loterías para que les toque algo: la primitiva, el euro millón, etc. Pero ni siquiera ese apóstol puede hacer nada en ese sentido.. 

  En cambio, en el infierno, sabemos perfectamente lo que es el dinero; incluso alguna vez hemos fabricado billetes ¡falsos…por supuesto!, ten en cuenta que nosotros somos malos por vocación ¡para eso somos demonios!, pero nos duraban muy poco porque con el calor de allí se nos quemaban  todos, y dejamos de hacerlos.  Así que siento decírtelo pero, vas a tener que seguir trabajando como hasta ahora.

  Entonces -continuó diciendo el demonio- el trato va así: tu alma pasa a ser mía, aunque tú la conservarás hasta que te mueras y, a cambio de ello, desde este momento y por el resto de tu vida te concedo los cinco deseos ¿Cuál es el quinto?

 - No quiero morirme antes de cumplir 100 años, ¡pero eso sí...! Tengo que estar totalmente sano hasta entonces, no quiero tener ni un dolor de cabeza.

 - De acuerdo, ya tienes tus cinco deseos y vas a estar totalmente sano hasta los  cien años, pero ni un día más (creo que solo con la concesión de este último deseo, sería estupendo que se le apareciese el demonio a cualquiera ¿no os parece?).

  Ese fue el trato que acordaron; el pobre herrero, como lo de los billetes no pudo ser, tuvo que seguir trabajando en su fragua hasta que se hizo viejo, con el agravante de que, como siempre estaba muy sano, jamás pudo cogerse ni una sola baja laboral.

  Como el tiempo no se detiene, fueron pasando los años, llegó el día del cumpleaños numero cien y, tal como era de esperar, se presento en su casa un demonio a recoger su alma, pero no era propio Satán sino un demonio de segunda categoría, que al ver al herrero, le dijo:

 - Hoy cumples cien años, pero no vengo a felicitarte. Recordarás que nos tienes entregada el alma desde hace mucho tiempo y vengo a por ti.

 - Lo sé y te estaba esperando -contesto él herreno muy tranquilo-. Me voy a vestir con un buen  atuendo, quiero estar guapo para ir infierno;  es sabido que la primera imagen que presenta uno, cuando llega a un sitio donde no le conocen, es muy importante.

  Debes estar cansado -continuó diciendo-  y tener algo de hambre. A mi mujer y a mí nos gusta ser hospitalarios. Siéntate un momento en ese poyo de piedra mientras me preparo, que ahora te trae mi mujer una ensalada tropical que está buenísima... ya lo verás. Eso no lo coméis nunca en el infierno


   El demonio, como tenía hambre, se puso muy contento al oírle y se sentó en el poyo, esperando a la mujer del herrero sin saber que, una vez allí, ya no podía levantarse y de pronto vio que se aproximaba el matrimonio, cada uno de ellos con un garrote en la mano.

  Si aquel demonio esperaba una exquisita ensalada, consiguió llevarse una ensalada…claro que sí, pero de palos. El herrero y la mujer, cada uno por un lado; se liaron a garrotazos con él y como no podía levantarse de allí hasta que el herrero no quisiera, se ganó una paliza de campeonato.

 - ¡¡Ay!! ¡¡ay!! ¡¡ay! ! ¡No me pequéis…que solo soy un “mandao”! -se quejaba el demonio-

  Pero el matrimonio, haciendo oídos sordos a sus peticiones, siguieron a lo suyo… garrotazo va y garrotazo viene, hasta que el pobre demonio desesperado exclamó:

 -¡¡¡No me peguéis mas!!! ¡¡¡ Por favor os lo pido…por favor!!! (aunque era un demonio,  a pesar de todo era educado) Si permites que me levante y vuelva al infierno, me voy solo y no te llevo conmigo.

  El herrero, al oírle, le dejó levantarse y sin despedirse siquiera (aquí ya se había olvidado de la educación), echo a correr como alma que lleva el diablo, aunque en este caso corría... sí, pero sin haber conseguido llevarse el alma que había ido a buscar.

  Llegó tan maltrecho al infierno que los demás demonios al verle se asustaron y cuando les contó lo sucedido, ninguno de ellos quiso volver a ver al herrero.

  Satán insistió en que alguno debía volver a intentarlo, pero el sindicato de demonios organizó una huelga contraria esa idea y acabó convenciéndose de que ninguno de ellos estaba dispuesto a ver al herrero, ni de lejos..

   Pasado un tiempo,  fue el propio Satanás quien decidió venir a este mundo a buscarle. Cuando llegó a la casa del herrero, éste, en primer lugar, le invito a que se sentara en el poyo y como Satanás le dijera que eso ni lo soñara, porque a él no iba a pasarle lo que al demonio anterior, entonces el herrero cambió de opinión (donde habré oído yo eso antes) y le dijo:

 - Si no quieres sentarte, mientras me pongo el traje de los domingos para irme contigo, espérame ahí fuera debajo del peral que da muy buena sombra. Ahora precisamente tiene buenas peras; en tanto me preparo para acompañarte, aprovecha y come alguna que esa fruta no crece en el infierno.

  Satán, que ya no se acordaba bien de los deseos concedidos al herrero, debido a que había pasado mucho tiempo; se situó bajo el peral para esperarle y pudo comprobar que tenia unas magníficas peras, pero todas estaban en la parte superior del árbol y no alcanzaba a cogerlas desde el suelo, así que, para poder coger alguna, se subió al peral y una vez cogió varias, al intentar bajar del árbol no podía, siendo entonces cuando recordó que no podía hacerlo hasta que el herrero quisiera.

  Éste, cuando le vio allí subido, se acercó a la escuela (entonces, al contrario que ahora, en las escuelas de los pueblos había muchos niños. Hoy, posiblemente, en aquel pueblo, no habría ni niños… ni escuela), y le dijo a los chiquillos que un ladrón se había subido al peral, a robarle la fruta, dándoles permiso para que le apedrearan hasta que se hartaran, algo que hicieron encantados.

 Para desesperación de Satán, tenían  muy buena puntería y acabó descalabrado por todos los lados; creo que hasta quedó con un cuerno astillado; el apedreamiento acabó cuando le dijo al herrero que, si le dejaba bajar, ya no le llevaría al infierno y podía seguir por aquí, a su libre albedrío, porque jamás iba a volver a por él.

  Pasaba el tiempo, un día murió el herrero por méritos propios y le había dicho a la mujer que en el ataúd le metiera la boina y la baraja, por si las necesitaba en el mas allá.

   En primera instancia fue al infierno ya que,  al fin y al cabo, había entregado el alma al diablo y aquel era su destino natural;  pero cuando llegó a la puerta y se identificó, ante al demonio que estaba de portero aquel día, como el herrero de Pan Crudo, éste, aterrorizado, cerró la puerta a toda prisa y no le dejó entrar.

  No sabiendo entonces donde ir, se acercó a la puerta del cielo a probar suerte y San Pedro, al verle, le dijo que “verdes las habían segado” y que, como  había vendido su alma al diablo, aquel no era un lugar para él.

  Aunque San Pedro solo había abierto la puerta lo suficiente para asomarse, el herrero tiró la boina  pasándola entre los pies el apóstol, consiguiendo, de ese modo, introducirla en el cielo, así que ya no quedó más remedio que dejarle entrar a recogerla…ya estaba en el cielo.

  Las propiedades de la boina eran que él podía entrar a por ella, pero eso no le daba derecho a permanecer allí, así que propuso a San Pedro echar una partida a las cartas, con la condición de que, cuando perdiera se largaba. 

  Lo que no sabia nuestro herrero era que la mujer se había confundido de baraja; en vez de una baraja española de Heraclio Fournier, le había metido una baraja de póker, un juego que él no  dominaba, de modo que, tras la primera partida, en menos de diez minutos, había sido expulsado de allí y la duda es la siguiente

    Cuando a alguien le echan del cielo, y en el infierno tampoco le quieren ¿Dónde va?

Notas

 * Éste es un cuento tradicional, muy conocido, que contaban los abuelos a su hijos y nietos; yo,  concretamente, lo conocí a través de una de mis  tías; a ella se lo había contado su padre…mi abuelo.

 * Pancrudo existe, es un pequeño pueblo de Teruel que no llega al centenar de habitantes. ¿Habrá existido alguna vez allí un herrero que hizo tratos con el demonio?