jueves, 22 de diciembre de 2016

Tiempo de Navidad

¿Cantamos, rezamos o lloramos?
  
   
   Todos los años, cuando el mes de diciembre se acerca a su final, llegan las navidades; unas fiestas que para los niños resultan maravillosas y que para los adultos no lo son tanto.
  La celebración de estas fiestas gira en torno al día de Navidad (25 de diciembre), fecha en la que conmemoramos el nacimiento de Jesús, y, a pesar de ser una de las más importantes festividades cristianas, actualmente, muchos  han perdido totalmente  la perspectiva de lo que representan.   
   El día de  Navidad  se circunscribe sólo a esa fecha pero, generalmente, hablamos de  navidades en plural ya que  durante estos días, además de esta festividad, celebramos otras fiestas; por ello, quizá es más correcto hablar de Tiempo de Navidad.
  Existe cierta confusión respecto a la  duración de las navidades. La mayoría de la gente considera  Tiempo de Navidad  el que transcurre entre Nochebuena (24 de diciembre), y el día de los Reyes  (6 de enero); pero las fechas no coinciden, exactamente, con lo que la Iglesia Católica establece como Tiempo Litúrgico de Navidad, que es el comprendido entre el día de Nochebuena y el domingo posterior a los Reyes (el bautismo de Jesús por San Juan Evangelista); por lo tanto, si nos atenemos a la Liturgia,  podemos apreciar que la duración de las navidades es variable dependiendo de los años.
   En esta vida, con el paso del tiempo, todo va evolucionando e igual sucede con el Tiempo de Navidad ya que la forma de celebrar estas fiestas también ha ido cambiando a largo de los años.
  La celebración religiosa, que dio origen a esta celebración, en la actualidad ha pasado a un segundo plano y  la gente, cuando llega esta época del año, hace planes de todo tipo, pero casi ninguno de ellos pasa por asistir a la Misa del Gallo.
  Para algunos, las navidades son, simplemente, un periodo vacacional más y  aprovechan estas fechas para viajar (son los típicos pseudoateos: no creen en los preceptos religiosos y, en cambio, sí  que creen en las vacaciones de navidad, en las de semana santa y todas las festividades religiosas del calendario). Para estos turistas invernales, su tiempo de navidad no se corresponde con las dos semanas reglamentarias del resto de los mortales,  sino con el tiempo que dura el viaje que tienen programado.  
   Los centros comerciales, por su parte, intentan convencernos de que las  navidades duran dos meses, y que es necesario que gastemos un montón de dinero para poder ser felices;  por ello, cada año que pasa inician la campaña de ventas navideñas  con mayor antelación no siendo raro ver ya, en la segunda quincena de octubre, cómo algunos establecimientos empiezan a ofrecer en sus estanterías productos navideños.
   Podemos encontrar lotería de navidad a la venta, en las  administraciones, desde el verano;  en noviembre, la televisión  ya nos trae a la pantalla películas sobre temas navideños ; a primeros de diciembre, casi todas las ciudades alumbran sus calles con las luces de navidad;  llegan las inevitables
comidas y cenas de empresa  en las que te ves sentado a la mesa con gente a la que incluso aborreces;  hay que hacer frente a la interminable lista de regalos de Papa Noel y de los Reyes Magos, la televisión nos bombardea continuamente con anuncios de juguetes, cava y  colonias -como si sólo necesitáramos oler bien en esta época del año-.
   La suma de todo este barullo de cosas y circunstancias, que por estas fechas se nos viene encima,  provoca que muchas personas acaben sintiendo auténtica aversión hacia la Navidad, y que suponga para ellos un gran alivio dejar atrás el día de Reyes, una vez que finalizan las fiestas,  aunque haya que enfrentarse a la cuesta de enero. Una cuesta que, en realidad, la creamos nosotros con los gastos que realizamos durante las navidades;  y es que la paga extra, quien la tiene, no da para muchos dispendios.

   Esta distorsión de la Navidad a la que asistimos es especialmente perceptible en las ciudades, pero el fenómeno no es ajeno a los pueblos; en muchos de ellos, la celebración de la navidad ha cambiado enormemente dando lugar a que una serie de costumbres, que se desarrollaban en ellos durante el Tiempo de Navidad, hayan desaparecido, prácticamente, en su totalidad,  siendo sustituidas por otras “más acordes” a los tiempos actuales; algunas, incluso rozan el esperpento como lo ocurrido en un pueblo  donde el alcalde un año se empeñó  en encender personalmente las luces del pino que había mandado colocar en la plaza,  convocando a los vecinos,  como si aquello fuera el árbol de navidad del Rockefeller Center neoyorkino.  El pueblo apenas superaba  los 200 habitantes, era de noche, hacía mucho frío, y al evento solo asistió el alcalde, acompañado por algún familiar próximo y el alguacil (este último, al ser funcionario municipal, supongo que lo haría obligado por las circunstancias).
   En otro pueblo, los quintos organizaron una Cabalgata de Reyes y, al no haber camellos, lo cual es comprensible, utilizaron unos burros en su lugar. Como sólo había montura para dos, decidieron que sólo saldrían dos reyes en la cabalgata, con el consiguiente enojo del cura cuando se enteró de lo sucedido, por el poco rigor histórico que supuso haber prescindido de un rey (aquellos que quieran pensar un poco, les reto a que  averigüen cuál de los tres reyes  no salió  aquel día en la cabalgata) 
  Otra vez, el día de Navidad,  un bromista -algunos sospechan que fue obra de un estudiante de publicidad y marketing -  colocó  en la puerta de la única entidad bancaria del  pueblo una misiva escrita, que decía así: “Con un préstamo de esta entidad, la Virgen hubiera parido en una buena clínica”
  Al día siguiente, el empleado de la oficina, al incorporarse a su trabajo,  no reparó en la nota  permaneciendo allí expuesta,  en la puerta,  gran parte de la mañana,  hasta que una mujer llegó a la oficina a hacer una operación y, tras leerla, le dijo al empleado que le parecía irreverente que una caja de ahorros hiciese ese tipo de publicidad.  Éste, no dando crédito a lo que oía, se asomó a la puerta y, asombrado, comprobó la veracidad del asunto  (lo veraz  es que allí estaba la nota, no que la entidad ofreciese el préstamo).

  Estas son “formas modernas” de celebrar la navidad en el medio rural; en cambio, en los pueblos, hasta no hace muchos años,  durante el Tiempo de Navidad se celebraban una serie de tradiciones muy interesantes,  muchas de ellas ya  desaparecidas. Una de estas tradiciones, ya en desuso, era la de pedir “el aguinaldo”.
  Conocemos por aguinaldo el regalo que, en dinero o especie, se daba durante el Tiempo de Navidad a grupos de jóvenes que recorrían el pueblo cantando, a la puerta de las casas, unas canciones de estructura y musicalidad sencilla, específicas para la ocasión.
   El día de pedir el aguinaldo  variaba, dependiendo de cada lugar; en unos sitios se hacía el día de Navidad;  en otros el día de Año Nuevo y, finalmente, en otros pueblos,  tenía lugar la víspera de Reyes.  En esta última fecha, es  cuando salían a pedirlo en Barruecopardo.
   El petitorio  tenía lugar en la tarde-noche del 5 de Enero. Cuadrillas de niños y adolescentes recorrían todo el pueblo llamando en la puerta de las casas y, cuando sus moradores salían a abrir,  les preguntaban: Sr./a ******** ¿ Cantamos, rezamos o lloramos ?
   Si el amo/a  de la casa solicitaba  rezar, todos  rezaban  (esta opción era la elegida cuando había fallecido algún familiar próximo, a los dueños de la casa, durante el año anterior).  Si lo elegido era llorar, todos lloraban; eso sí, con poca convicción,  pero como se iba a pedir, con tal de agradar, había que cumplir lo solicitado), y si la opción elegida era cantar, cantaban "El Aguinaldo" que en este pueblo decía así:
  
                      Hoy es víspera de Reyes
                      Año Nuevo ya pasado
                      entre damas y doncellas
                      vengo a pedir "el guinaldo"
  
                      Yo se lo vengo a pedir
                      a este caballero honrado
                      que me dé de los sus bienes
                      ya que Dios se los ha dado

                      Cuchillito de oro
                      veo relucir
                      chorizo y morcilla
                      me van a partir

                      No quiero morcilla rancia
                      ni tampoco farinato
                      que quiero una longaniza
                      que es lo mejor del garrapo


         Entonces "el caballero honrado" les daba a los componentes de la cuadrilla un donativo en dinero (pocas veces), o en especie (morcilla, farinato, almendras, dulces...). La longaniza, que es lo que se pedía en la canción,  casi  nunca llegaba. 

2 comentarios:

  1. Como siempre, José, tus historias, experiencias, nos agradan y cómo las relatas, con qué detalles, que nos las haces vivir.
    Hoy con esta variedad de navidades que vivimos creo que son para Cantar, Rezar y LLorar, todo a la vez.
    FELIZ NAVIDAD
    Que cantes mucho, reces algo y no llores nada.

    -Manolo-

    ResponderEliminar
  2. Lo mismo te deseo Manolo, que cantes mucho y no tengas por qué llorar, salvo que sea de emoción como que te toque la lotería o algo similar. Feliz navidad y mucha salud, que es el bien más importante.

    ResponderEliminar